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martes, 28 de julio de 2015

Cómo leer la Novela Cómodamente


sábado, 25 de julio de 2015

Capítulo 31


Entró al mercado con paso alegre y decidido. El sol besó sus mejillas dulcemente al salir de la sombra de la última casa de la vereda. La suave brisa de la mañana volvió a acariciar sus cabellos de fuego, meciéndose en ellos como si un hada invisible se tratara. Nuevamente los olores de los tarantines la alcanzaron y la hicieron aspirar profundamente, amando todos aquellos aromas. Se detuvo frente a una repisa llena de frascos llenos de todo tipo de conservas, muy provocativos a la vista. Podría llevar uno para su papá y su mamá cómo obsequio, sostuvo uno de ellos y lo miró con ojos de joyero. Por detrás de ella pasó un grupo de tres jovencitas que iban conversando muy animosas, y a cada minuto dejaban oir sonoras risas al únisono. Ella volteó a mirarlas un segundo, al trío de muchachas alegres que parecían hablar de cuanta cosa y cuanta persona les pasara cerca. Les perdió interés rápido y regresó sus pequeños hermosos ojos sobre el frasco que tenía entre sus pequeñas y delicadas manos. 

- Señor Marcos, me llevo este - Adelaida le extendió unas monedas al mercader, las que con una amable sonrisa las recibió. Él anciano con premura buscó para darle el cambio, pero la pecosa lo rechazó. Con un gesto amable le hizo saber que podía quedárselo. 

- Muchas gracias señorita.

- Sus conservas valen mucho más de lo que usted las cobra. ¡Son una delicia! - le dijo con holluelos en las mejillas la hermosa pelirroja. 

- Muy amable. 

- Hasta luego - se despidió contenta con su frasco en manos y siguió caminando entre los tarantines hasta llegar cerca de una gran cesta llena de ciruelas. Su olor y colores intensos la hicieron detenerse en frente tentada a probar uno, pero al estar ahí escuchó cerca a las tres muchachas que había visto minutos antes, un poco más adelante de donde ella estaba. Entre el bullicio del lugar, entre las voces que venían en todas direcciones, se filtró la voz de una de ellas hasta sus oídos. Había dicho algo de Santiago. Puso mucha atención intentando alcanzar a escuchar la conversación pero haciéndose la desentendida. 

- Tú le diste la dos cerezas Rebeca, muchos pensábamos que ibas a romper la maldición de Santiago hace tres años atrás - dijo una, las otras dos rieron a boca de jarro. 

- Hubiera sido Fabián y le daba hasta seis... - respondió Rebeca. 

- Pero Fabián te daba vueltas. Algo le hiciste que se alejó de ti - dijo Clara.

- Él no me daba vueltas, él es pícaro con todas por igual.

- Sí, eso es cierto - dijo Clara dándole giros entre sus dedos a uno de sus mechones. 

- Pero con que cara lo dices - la codeó Rebeca. La muchacha rió ampliamente.

- Bueno, a mi también me dio vueltas. 

- Estás inventando. 

- No, lo juro - Clara abrió los ojos ampliamente, con expresión de cordero. 

- La verdad es que a ninguna nos llegó serenata de él, el año pasado - dijo Laura.

- Pero a todas nos coqueteó - dijo Clara.

- No ha todas - dijo Laura.

- Ah... es que Fabián es de buenos gustos - rieron dos de ellas.

- ¿Qué te crees? Se te pudrieron las cerezas esperándolo - dijo Laura un poco mal humorada. Volvieron a reír las otra.

-  Yo no lo esperaba a él - dijo Clara.

- ¿A Santiago? - dijeron las otras casi al unísono. 

- ¡No! Esperaba a Cristobal... pero para esas fechas viajó.

- Es un chico listo - dijo Rebeca.

- ¿Qué quieres decir? 

- Nada. Pero tú sabes que todas esperamos a Fabián en el mes de las cerezas - volvieron a reír. 

- Tiene un tiempo que no se le ve con nadie - reflexionó Laura.

- Con alguien sí - dijo Clara.

- Ah sí... - Rebeca hizo un gesto despectivo - con la rarita. 

A Adelaida se le estremeció el cuerpo. "La rarita", sabía de quien iban a hablar. Tenía ganas de arrojarle el frasco contra la cabeza, pero se contuvo e intentó seguirlas escuchando a paso retirado mientras estás comenzaban a caminar de nuevo.

- Le tendrá cariño - dijo Laura.

- O ella lo embrujó - Clara se pasó un dedo por la muñeca haciendo un gesto extraño. 

- Yo creo que es lástima - dijo Rebeca.

- Sí, pero por lástima él no va a dejar de darle serenata a alguna de las muchachas de Bardolín. Siempre tan galante, siempre se le ha conocido teniendo alguna novia. De verdad que no dura mucho solo. 

- Es que difícil no lo tiene. 

- Pero es muy extraño, como dices. ¿Estará enamorado de  Galleta? - dijo Laura. Las otras rieron tanto que casi se caen al avanzar. Adelaida iba detrás de ellas tragando hondo, estaba a un paso de acercarse y de ponerlas en su lugar.

- ¿Cómo se te ocurren tonterías? - dijo una de ellas. 

- Entonces explícame. 

- Por favor, seamos serias. Fabián se le han conocido las más bellas novias de Bardolín. 

- Si hablamos en serio Galleta es muy bonita... - dijo Laura.

- Es rara. Escurridiza como un perro callejero. Silenciosa como un muerto en pie. Metida todo el santo día en Los Jardines recogiendo hierbas y sapos. Seguro hará hechizos encerrada en su cuarto y tendrá a Fabián embrujado - dijo Clara. Rebeca no pudo contener la risa. 

- Hablo en serio - gruñó Clara -. Pues miren, hablando del Rey de Roma... 

Galleta estaba en el mercado, cargaba algunas frutas en una cesta y caminaba delante de ellas sumergida como siempre en sus pensamientos. El trío de parlanchinas aceleraron el paso hacia ella y el corazón de Adelaida se sacudió, también apresuró el paso. 

- Hola Galleta - la rodearon. Lili dio un respingo y las miró con sus grandes ojos marrones, algo llenos de temor. No estaba acostumbrada a que se le acercaran los demás de esa manera y menos el trío de parlanchinas en particular. 

- Está muda - murmuró Clara. 

- Nos estabamos preguntando Galleta... - Rebeca la miró maliciosa - ¿Te gusta Fabián? 

Galleta se quedó petrificada mirándola fijamente, sus ojos se le humedecieron. Sintió tanta vergüenza ante tal pregunta. Terminó bajando la mirada queriendo salir corriendo pero le tenían el paso cerrado. 

- La vas a hacer llorar - dijo Laura por lo bajo, sintiendo un poco de pena por la muchacha tímida y temerosa -. Mejor déjala.

- Por favor Laura, ¿qué le cuesta responder? Todos saben que le encanta ir donde Fabián y que él la atiende porque tiene buen corazón. 

- ¿También esperas que Fabián algún día te lleve tu primera serenata? - dijo Clara. Ella y Rebeca estallaron en risa, a Laura aquello no le estaba gustando al ver el rostro de Lili tan adolorido. 

- Muchachas, mejor seguimos andando - dijo Laura. Mas las otras dos la ignoraron. Rebeca tomó por la barbilla a Galleta y le levantó el rostro suavemente.

- Fabián tiene un buen corazón, por eso te recibe en su casa, porque le das pena. Te digo esto para que no vayas a sufrir. Él no se fijará nunca en una muchacha como tú. Lo sabes ¿verdad? 

- No la escuches Lili - Adelaida dijo de improvisto, que las hizo dar un salto a todas -. No escuches a estas frustradas. 

- ¿Cómo dijo? - preguntó Clara a sus amigas. La pecosa con las orejas enrogecidas de la rabia, pasó entre ellas y tomó de la mano a Galleta e intentó sacarla de en medio de sus agresoras. 

- ¿Qué te crees tú, muñequita de la ciudad, para decirnos frustradas? - dijo Rebeca retadora, cerrándole el paso a la pelirroja, la que por su frágil estampa parecía una niña entre ellas. 

- ¿Qué te crees en verdad? ¿Con tus vestiditos y modales burgueses crees que tienes el derecho de insultarnos? - dijo Clara. 

- ¿Insultarlas? - le respondió Adelaida - Si ustedes mismas se hacen el favor. 

Las tres se miraron sin enteder muy bien. Logró hacerse paso entre ellas llevándose consigo a Lili. 

- Nos dijiste frustradas y pretendes irte como si nada - dijo Rebeca -. De seguro la frustrada eres tú, que vienes a rescatar a la frustrada de Galleta que en su vida a recibido una serenata de nadie. Esa si es una frustrada. 

Adelaida se detuvo en seco y se giró hacia ellas. Sintió cómo Lili comenzaba a llorar intentando repremir con todas sus fuerzas el llanto. Eso le bastó, esa era la gota que derramaría el vaso. 

- Les voy a decir algo y espero que su limitado entendimiento les alcance para comprender - dijo la pecosa en alta voz que los que estaban cerca se detuvieron a escucharla -. Cuando miran a los demás y los señalan desde sus propios juicios, están señalando la propia idea que tienen en sus huecas cabezas. Cuando le dicen "rara" a Lili, no es que ella lo sea, sino que en sus estrechas mentes no pueden ver más allá de lo que ustedes mismas son. ¿Les da gracia que ella nunca haya recibido una serenata? Ustedes habrán recibido muchas para seguir solas, cómo un trío de cuervos que se creen cisnes, que no les queda más que reunirse con sus semenjantes para no sentirse desdichadas. Por eso Lili anda sola, porque no hay como ella semejante en este lugar, porque es única, porque es un alma pura, algo que ustedes no tienen. ¿Qué les importa si a ella le gusta o no le gusta alguien en Bardolín? ¿Quieren desahogar su frustrarción en la única muchacha que ha logrado la atención de Fabián últimamente? ¿Se preguntan por qué Fabián la recibe? Claro, obvio, es menos doloroso que preguntarse por qué Fabián NO las recibe a ustedes. ¿Se preguntan que tiene Lili? Pregúntense que NO tienen ustedes. Esa es la verdadera pregunta que se deben hacer.  

- ¿Quién te recuerda esa escena? - dijo risueño Gerónimo Valdez al amigo que lo acompañaba en el mercado, mientras escuchaban a Adelaida.

- Pues sin duda a La Señora de Bardolín - dijo el segundo. Sonrieron los dos asintiendo.  

- Van por todos lados murmurando de todos, siseando entre ustedes como una cesta llena de serpientes. ¿Se creen mejores que Lili? Demuéstrenlo. Vamos, este es el momento, frente a todos los presentes demuestren que tan mejores son ustedes. Desmuestren en que la superan. Bueno, si de chismes se trata, nadie las supera...

- Nos dijo serpientes - balbuceó Clara.

- Tú no eres de aquí y no tienes derecho de... - Rebeca intentó interrumpir a la pelirroja.

- A mi no me hables de tener o no tener derecho y poco me importa de donde seas tú, de Bardolín o del Cielo, jamás te voy a permitir que humilles a Lili solo porque te gana con sencillez donde tú tienes que hacer hazañas. Ella no tiene la culpa que seas tan nula. 

- Son unos cuervos - comenzó a decir un señor desde su tarantín -. Galleta es un ángel. 

- Sí, en verdad son unos cuevos - dijeron desde otras partes los que escuchaban. 

- ¿Vieron muchachas? Yo les dije que era mejor que... - intentó hablar Laura. 

- Es mejor que te calles - le espetó Rebeca a su amiga, luego miró con soberbia a Adelaida -. Todo tu palabrerío refinado me tiene sin cuidado. Ella sigue siendo la rara, y todos aquí lo saben y quieren hacerse los solidarios con la sobrina de Doña Raquel, solo porque es la sobrina de Doña Raquel. Galleta es un bicho raro. Así como Santiago, ellos son los bichos raros de Bardolín. ¡Y-todos-lo-saben!

A la pelirroja le hirvió la sangre. ¡Santiago bicho raro! Era demasiado, primero a Lili después a Santiago, no se lo iba a permitir. Tenía que ponerla en su lugar. Lili le apretó la mano queriendo que su amiga dejárara todo aquello y poder irse de ahí, pero Adelaida no lo iba a dejar así.

- ¿Cómo te llamas? - miró con autoridad a una de las muchachas.

- Laura - dijo esta casi temerosa.

- Ven, eres lo único rescatable de ahí - le extendió la mano.

- Si das un paso, te tocará andar en los rincones sola, como la rara esa - le amenazó Clara.

- No se te ocurra Laura - le regañó Rebeca.

- Ven Laura, ya estás sola estando con ellas. Tú no eres como ellas - Adelaida mentenía la mano extendida hacia ella con determinación, con seguridad.

- Sí das un paso hacia allá es que te crees mejor que nosotras y no lo eres - dijo Clara.

- Demuéstrale que si lo eres Laura. Ven, tú no eres cómo ellas. Mira a Lili ¿Le harías daño si no estuvieras junto a ellas?

- No - dijo bajamente mirando a Galleta.

- Yo sé que no - le sonrió Adelaida -. Ven, Laura.

- Si das un paso pierdes nuestra amistad - dijo Clara molesta.

- Pero gana la nuestra - respondió la pecosa -. Pierde de andar con dos cuervos y gana de andar con dos damas.

- Muchachas reconozcamos que estabamos haciendo mal y...

- ¡Laura la boba, siempre tú! Nunca puedes ser solidaria - le dijo Rebeca.

- Ven Laura, eres mejor que eso. Eres mejor que ellas, por eso quieren tenerte por debajo, porque son unas frustradas. De aquel lado, las demás son raras, o bobas. Del lado nuestro no hay nada de eso, hay personas, y las respetamos. Ven.

Laura miró a Rebeca y a Clara, desepcionada y triste. Le habían dicho una vez más "la boba", por solo querer hacer lo correcto. Miró a Adelaida tan solidaria con Galleta, miró como aquella pelirroja que tenía en frente hacía lo que ella, de tener el valor, hubiera hecho. Estaba del lado equivocado, solo por miedo a estar sola, a que le dijeran rara, a que la despreciaran como a Galleta. Pero no más, pensó que no más, que le valdría más estar sola que con tan mala compañía.

- Nunca me creí mejor que ustedes muchachas - al fin les dijo -, pero tampoco soy menos que ustedes. No soy una boba.

- Siempre lo has sido - le dijo Rebeca -, y lo estás demostrando una vez más.

La muchacha llena de desepción las miró en silencio unos segundos, se giró y caminó hasta la mano extendida de Adelaida y se la tomó. Se le salieron las lágrimas, en el fondo seguía teniendo miedo de que la trataran como lo hacían con Galleta.

- Y así es cómo de tres cuervos contra dos damas, se logra obtener tres damas contra dos cuervos - les dijo Adelaida. Las otras dos por mucho orgullo que tenían sintieron vergüenza ante la mirada de todos, cuando entraron en razón que medio mercado las miraba. Se sintieron reducidas en su propia pena. Sintieron ganas de salir corriendo. Gerónimo cerca del lugar escuchó todo el enfrentamiento, junto al amigo que siempre lo recibía en Bardolín.

- Divide et impera - dijo para sí mismo con su gran sonrisa de abuelo, orgulloso de la sobrina de su preciada Raquel. El anciano que le acompañaba asintió al escucharlo.

Adelaida tomada de las manos de Galleta y Laura las alejó del lugar cómo si de dos niñas pequeñas se tratara, protegidas bajo su amparo. Las otras dos muchachas se quedaron mudas viendo como su amiga las dejaba atrás, sin siquiera voltear. El resto de las personas que escuchaban aplaudieron a Adelaida.

- No temas Laura, no estarás sola, nosotras seremos tus amigas - le dijo la pecosa mientras le soltaba las manos a ambas y tomaba de nuevo el frasco que había puesto sobre las frutas que llevaba Lili.

- Discúlpame Galleta - le dijo la muchacha a la tímida de cabellos lacios, la que asintió sin levantar la mirada.

- No te preocupes Laura, no permitiré que ellas se metan contigo - le animó la pecosa.

- Rebeca tiene razón - dijo Lili aun sin levantar la mirada. Adelaida suspiró profundo sabiendo el daño que habían hecho en la frágil autoconfianza de su adorada amiga.

- No Lili, no tiene razón. Olvídate de lo que te dijo. Sabes que Fabián contigo es cómo no lo es con nadie, y eso es porque eres especial para él.

- Porque tiene buen...

- ¡Lilibeth! - la pecosa le habló con carácter, la muchacha de cabellos lacios levantó la mirada con los ojos amplios, como de costrumbre, parecidos a dos grandes ventanas abiertas -. Te prohibo que repitas las palabras de esa muchacha.

- Galleta - dijo Laura con afecto -, ella solo quería lastimarte. No le creas lo que te dijo. Yo si puedo creer que Fabián se fije en ti. ¿Por qué no? Mira todo lo bonita que eres. Y quizá lo que más le gusta a él de ti, es que no te le lanzas en los brazos como ya quisiera una de ellas. Que el tiene que hacer su mejor esfuerzo para llegar a ti, que tiene que ser todo lo delicado que nunca ha sido, todo lo cariñoso que nunca ha sido, todo lo paciente que nunca ha sido y si está haciendo cada una de esas cosas, es porque te quiere.

- No me equivoqué contigo - le sonrió Adelaida. Lili miró a Laura, con sus lágrimas aun a punto de desbordarse, pero la miró pensando en todas sus palabras.

- Se ha ganado a dos enemigas - Laura le advirtió a la pecosa.

- Perderán su tiempo porque jamás me pondré al nivel de ellas. Pero tampoco le permitiré que humillen a Lili. Más bien siento pena por ellas.

- ¿Pena? - Laura pareció extrañada.

- Cuando una persona está tan molesta con la vida como ellas, es porque no se quiere a sí misma. Que para sentirse mejor ataca al mundo, intenta reducirlo, porque desprecia lo que ella mísma es. Hasta que no cambien esa actitud vivirán a la defensiva y lastimarán a los demás queriéndolo o sin querer. Ellas son personas más solitarias de lo que parecen.

- Creo que tiene razón señorita - dijo Laura.

- Mi nombre es Adelaida y por favor no seas tan formal conmigo.

- Es que usted es tan refinada...

- Nada de eso - le interrumpió la pelirroja hermosa -. Aquí las tres somos por igual. Así que nada de usted, ni de señorita Adelaida, nada de eso. Para las amigas yo soy Adelaida.

- Esta bién - sonrió Laura.

- Me tengo que ir - dijo Lili, sin levantar la mirada.

- Oh, bueno... yo te acompaño - la pecosa se dispuso a acompañarla.

- No quiero molestar, Adelaida, puedo irme sola.

- Sola imposible.

- Estoy acostumbrada a estas cosas. He vivido con ello toda mi vida.

- No tienes por qué seguirlo viviendo. Mientras yo...

- No estarás aquí para siempre - le dijo la muchacha de ojos marrones.

- Lili...

- Lo sabes, no vas a estar ahí siempre para protegerme, cómo no lo estuviste antes de llegar aquí.

- No me digas esas cosas Lili, me haces sentir mal - Adelaida metió el cabello de Galleta trás sus orejas dejando al descubierto su hermoso rostro ovalado y simétrico -. Mírame, tú y yo somos amigas y hermanas. Desearía poder estar siempre cuidándote, no porque te crea desvalida, sino porque eres importante para mi. Tú fuiste el primer cimiento que conseguí aquí en Bardolín, yo era una flor marchita y tú me recibiste en tu mundo sin reservar nada para ti. Gracias a lo sincero de tu amistad, de lo puro de tu corazón yo pude ir abriendo mi corazón poco a poco, tanto que gracias a ti, pude sincerarme con mi tía abuela y desde entonces mi vida cambió. Soy otra, más feliz. Y yo estoy muy agradecida contigo. Es cierto lo que dices, no sé cuanto tiempo estaré aquí, pero mientras esté aquí, sea una hora más o toda la vida, cuentas conmigo. No te voy a dejar sola.

La muchacha de grandes ojos marrones y tristes se abrazó a ella fuertemente. Que sería de ella cuando Adelaida no estuviera, cuando llegaran esos días que parecían tan cercanos, con la presencia de los padres de la pelirroja en Bardolín, los días en que volvería a caminar siempre sola por las veredas sin mayor compañía que el viento de las tardes, o de los pequeños insectos de los cuales siempre andaba observando y aprendiendo. Quién la acompañaría en su habitación lleno de sus ilusiones a escucharla leer sus libros favoritos. Quién la sacaría de sus depresiones, de sus soledades. Quién la haría sentir bonita ante el espejo, quién le daría esa confianza. A parte de Fabián, a quién más le podría hablar de sus mariposas. Con quién se sentaría al borde de la fuente a reír y a hablar de todas sus reflexiones intrincadas de la vida. Quién la escucharía sin mirarla como algo extraño. No te vayas nunca, quería decirle, pero sabía que su pelirroja amiga no pertenecía a ese lugar, que la vida de ella la esperaba en la ciudad donde estaba su verdadero hogar. No te vayas, repetía una y otra vez en sus pensamientos, cómo si deseara que Adelaida lograra alcanzarla a oír, aunque sabía que no se podía quedar.

- Vamos - la pecosa se enjugó los ojos; también dentro de ella sentía la falta que le haría Lili en el momento que tuviese que irse de verdad. Sin embargo dentro de su alma abrazaba una ilusión, deseaba que la vida le diera un milagro, porque no solo la ausencia de Galleta sería dura para ella, también la ausencia de su tía abuela... y Santiago. Sí, aquel muchacho que la miraba de esa forma, cómo nunca había sido mirada. Que la trataba como nunca había sido tratada. Que por alguna razón la amaba, no importaba cual, ella lo sentía, Santiago la amaba, no porque ella se metiera en la cabeza esa idea, sino que el muchacho de ojos nobles se lo hacía sentir en cada momento que lo tenía cerca, la hacía sentir protegida, la hacía sentir segura, hermosa, valorada. Lili, la tía Raquel y Santiago... No se podía imaginar el día que ya no puediera verlos. Invitó a Laura que las acompañara la que en silencio se unió a ellas, respetando los afectos de las dos amigas, admirándolas. Supo que había hecho lo correcto alejándose de Clara y de Rebeca y se sentía más a gusto, más cómoda junto a Adelaida y Galleta. En tan breve tiempo se sintió relajada como hace mucho no se sentía junto a sus antiguas amigas.

Mientras caminaban, Adelaida meditaba dentro de sí, miraba a Lili y miraba a Laura. Quizá Dios se la había mandado para que cuando ella tuviera que irse, su amiga y hermana, no se quedara sola. Sigue siendo injusto, pensaba, yo soy la que pierde más. Miró a su alrededor, amo todo lo que veía, las casas, las veredas, los jardines dividos por bajos muros o por verjas blancas. Rosas, claveles, trinitarias, cerezos, granados, sin fin de flores y arbustos que hacían de aquel lugar un pequeño Edén. Aunque era el mismo Sol que iluminaba sobre su ciudad, en Bardolín le parecía distinto, amable y cálido, llenando todo de colores tostados. Hasta amó el canto de un pequeño grillo escondido entre los pequeños pastos verdes bordeando la vereda. Entendió cuando tía Raquel había dicho que solo muerta salía de tan amable pueblo, cierto era, que cuando ella se fuera una parte se quedaría en Bardolín, una parte de ella se iría sin vida a la ciudad, vacía, hueca, silenciosa en ella.  

Aunque presentía que ese día se acercaba ella seguía esperando en el centro de su alma, su milagro. Y de algo estaba segura, Los Jardines de Bardolín era un lugar que tenía su hechizo, dónde hasta una tristeza como la suya podía ser sanada. Un lugar donde al Amor se le daba la bienvenida con tres cerezas. Y ella amaba las cerezas. ¿Acaso no era el lugar perfecto para ella?

Su alma sabía que lo era.    

   
 














viernes, 24 de julio de 2015



A tod@s mis querid@s lector@s les informo que
el Capítulo Final de Los Jardines de Bardolín (Libro de Adelaida)
no se publicará en el blog sino que se le enviará directamente
a las personas subscritas a la novela por este formulario:




* Campo Obligatorio

Nombre










Muchas Gracias por ser parte de esta historia. 




jueves, 23 de julio de 2015

Capítulo 30

Se quedó de pie mirándolo con desagrado. Estuvo a punto de voltearse e irse del lugar. Ya bastante tenía en ese momento recordando lo que le había acabado de contar Adelaida, para tener que enfrentarse también con la presencia de Mateo Bardolín. Sintió como si la impotencia y la ira le corrieran por las venas, como si fueran carcajadas que se burlaran de él. 

- Por favor - habló Mateo -, siéntese. Hay algo que me gustaría decirle. 

- ¿Sobre qué, sobre Betania? - bufó Gregorio sin la más mínima muestra de acceder. 

- No. Realmente lo que tengo que decirle es sobre mi familia. 

- Vaya engreído. ¿Cree que me interesa algo sobre su familia? 

- Suponía que sí porque implica a Raquel - Mateo hizo alarde cómo siempre de su actitud altanera, y mirando de soslayo a Gregorio prosiguió: y también a la señorita Adelaida.

- ¿Cómo que también a Adelaida? - dio un paso hacia él fúrico, mas el hombre del bastón solo alzó una pequeña botella de cristal y vació un poco de licor, oscuro y de olor dulce, en un pequeño vaso de metal. Ni siquiera miró al rabioso hombre que tenía en frente a punto de hacerlo nadar en la fuente de un puñetazo.  

- Pues sí - respondió sin mirarlo, bebiendo un sorbo. Al final se inclinó y lo miró cómo si viera a un muñeco de paja -. Siéntese y conversemos. 

- No me voy a sentar. Explíqueme a que se refiere - a Gregorio se le tensó el cuello como una soga que intenta sostener a un barco de un muelle en un día de tormenta.

- Siéntese y le digo - Mateo cruzó la pierna y tomó otro sorbo sin mirarlo. El padre de Adelaida sintió verdaderas ganas de ahogar en la fuente a tan prepotente personaje, más al ver que este no hacía el más mínimo caso de su mal humor, dudó un momento en quedarse de pie o sentarse, en fin de cuentas no se quedaría ahora con la intriga sobre lo que aquel Bardolín tenía que decir sobre su niña, sobre su amada hija. No la volvería a desamparar. Terminó sentándose con desconfianza, como si se acercara al lado de un oso salvaje. Sin embargo Mateo siguió sin mirarlo. 

- Le escucho - gruñó Gregorio. El hombre del bastón suspiró profundo. 

- Vienen días difíciles para este amable lugar - miró las casas cercanas como objetos amados - y Raquel está perdiendo la batalla... Se la está ganando el tiempo. 

- ¿Qué quiere decir? - Gregorio notó con extrañeza lo que parecía verdadera preocupación en el rostro de Mateo.

- ¿No sabe lo del documento? - miró al fondo de su vaso notando que ya estaba vacío. 

- Doña Raquel hablaba algo sobre eso con mi esposa Betania - Mateo lo miró con cierta gracia. "Mi esposa Betania" había dicho Gregorio. 

- La verdad caballero, es que si en unas semanas no aparece ese documento... lo que no va a suceder...

- ¿Cómo está tan seguro? 

- ¿Gusta? - Mateo le extendió la pequeña botella junto al vaso. Gregorio miró el licor oscuro mecerse y dudó aceptar. Al final se negó. El Bardolín miró con lamentación que no aceptara, pero terminó encongiéndose de hombros -. La verdad, si no ha aparecido en cuarenta y cuatro años no lo hará justo ahora. 

- ¿Cuarenta y cuatro años? Pero ¿que sudeció realmente con ese documento? ¿Cómo es que Doña Raquel debe tenerlo? 

- Lo tenía pero mi tío lo escondió.

- ¡Pues no me sorprende...!

- Caballero... caballero... mi tío era esposo de Raquel... lo escondió no de Raquel, mi tío escondió el documento de nuestra familia.

-  Eh... no... Un momento, no entiendo. ¿Me está tomando el pelo? ¿Un Bardolín escondió el documento de su propia familia? ¿Y el esposo de Doña Raquel era familia de usted? Me toma el pelo. No, esto no tiene nada de sentido 

- Lo tiene, más del que se imagina. Muy pocos recuerdan la historia de la tía abuela de su esposa. Pero yo no quiero hablar de la vida de Raquel. Sino de lo que está por acontecer en este lugar.

- Usted dirá.

Mateo miró unos segundos a Gregorio cómo estudiándolo. Se sonrió para sí mismo, en fin de cuentas le caía bien el esposo de Betania. Un buen tipo, pensó, con carácter bravío.

- Me puedes tutear. No es necesario que seamos tan formales - dijo el hombre del bastón, inclinándose hacia atrás un poco.

- Yo solo tuteo a mis amigos.

-  Yo también amigo - respondió Mateo con una amplia sonrisa en el rostro.

- Yo no soy su amigo - dijo entre dientes Gregorio, imaginando la cabeza de Mateo sumergida en el fondo de la fuente sujetada por el cuello por sus propias manos.

- Pero yo sí el tuyo.

- ¿Porque sería usted mi amigo?

- Por la señorita Adelaida. Magnífica dama. Inteligente y madura.

- ¡Me molesta que mencione a mi hija a cada momento y no vaya al punto!

-  ¿El punto? El punto es que parte de mi familia trama algo sucio. Y lo que traman será perjudicial tanto para la señorita Adelaida, tanto cómo para Raquel.

- ¿Y por qué le preocupa eso?

- Porque yo tengo principios - Mateo miró a los ojos de Gregorio mostrándole que era honesto en sus palabras.

- Me parece que la trampa me la quiere tender usted.

- ¡Oh! Pues créeme que no. Me preocupo de verdad - dijo Mateo haciendo un gesto en el aire.

- Me cuesta creerle. ¿Por qué usted va a ser distinto de su familia? Le escuché decir a Doña Raquel cómo querían sacar de aquí a todos, hacerse con las tierras aledañas alegando que aquí hay petróleo.

- Me interesa lo del petróleo, pero mi propio padre años atrás fracasó en su búsqueda. Me interesa más este lugar por razones distintas.

- ¿Qué razones?

- Personales. Ciertos apegos podemos decir. Y por la memoria de mi abuelo.

- ¿En serio? ¿Todo eso es más importante para usted que el petróleo? - Gregorio respondió irónico.

- En ese sentido no me preocupa que no me creas - respondió Mateo con su típica altanería -. Sin embargo me preocupa la señorita Adelaida. Pronto a Bardolín llegará el hijo de los Villafranca...

- ¿Qué demonios dice? ¡Lo mato! ¡Cuando llegue no va a salir de este pueblo con vida! ¿Por qué viene? ¿viene por Luisa Adelaida?

- No. En verdad dudo que sepa que ella esté aquí, pero no lo puedo asegurar. Viene por lo mismo que la mayoría, por las riquezas que presuponen este lugar. Y mi hermano León y él tienen "negocios" pendientes.

- ¿Negocios? ¿Su hermano y los Villafranca se conocen?

- Sin duda alguna. Dos familias tan prestigiosas de la ciudad sin duda se conocen.

Gregorio se quedó en silencio. Era demasiado para un solo día. El entrecejo casi le llegaba a la punta de la nariz, le daba mucha desconfianza todo aquello. ¿Por qué Mateo Bardolín le decía todas esas cosas? ¿Lo intentaba timar? ¿Burlarse de él por rencor, por envidia, porque él era el esposo de Betania? Lo miró con soberbia. Sin embargo Mateo parecía indiferente a él, seguía sentado con la pierna cruzada, relajado, meditativo en su igual repentino silencio. Miraba la pequeña botella de licor que tenía en manos, prácticamente llena.

- Es una pena lo que le tocó vivir a la señorita Adelaida - dijo al fin Mateo. El padre de la pecosa tragó hondo. ¿Acaso todos sabían lo que había pasado con su hija menos él? -. Pero es admirable. Por Dios que es de admirar.

- ¿A qué se refiere con lo que le tocó vivir?

- Si quieres matar al hijo de los Villafranca, sabes a que me refiero. Mas sin embargo tu hija es mi heroína. Hablar con ella demuestra la magnífica educación que le han dado, lo inteligente y madura que es. Y lo fuerte que ha sido, más que nadie, para hacerle frente a tanta gente vacía que la señaló, sin saber que ella era una víctima.

- Mi hija es una dama... - Gregorio intentó defender la dignidad de Adelaida.

- Sin duda alguna amigo mío. Cómo muy pocas que se consiguen en la vida. Una dama de verdad.

- Cuando llegue Joshep tendrá que vérselas conmigo.

- Eso empeorará las cosas Gregorio.

- Pero... ¿Qué quiere que haga, que me quedé de brazos cruzados viéndolo pasar como si nada, burlándose y humillando aun más a mi hija?

- No, pero te propongo algo. Necesito de tu ayuda. La idea de mi hermano León es humillar a Raquel, y valerse del afecto que tiene por su sobrina, la señorita Adelaida para hundirla aun más. Quiere desposeerla de todas sus bienes, y he escuchado cosas, en caso de que milagrosamente aparezca el documento, mi primo trama una jugada sucia. Que tiene un as bajo la manga.

- A que se refiere.

- Bueno, en el documento que hay que firmar existe una cláusula que reza, que cualquier heredero de Guillermo Bardolín, mi tío que en paz descanse, automáticamente se hace dueño del título de propiedad de todas estas tierras.

- Pero tengo entendido que la hija de Doña Raquel y su esposo cayó en uno de los pozos, y luego él no tuvo una suerte mejor. Y nunca dejaron herederos.

- Te tengo que contar algo. La muerte de Jazmín es un misterio. Yo estuve el día de la tormenta en la que ella cayó en aquel pozo. Yo era un niño pequeño de seis años. Y ahora no tengo clara la imagen, pero yo recuerdo haberla visto caer en aquel pozo. Dos niños más y yo la vimos caer - señaló con su pulgar hacia el callejón detrás de la fuente, en dirección de la casa de Galleta -. Margot y Gaspar estaban conmigo esa vez, jugábamos con Jazmín. Ese día estaba aquí toda mi familia, pero ese día la única que se fue antes, y apenas terminó la tormenta, llena de mucho misterio fue mi tía Celia. Decían que estaba trastornada porque nunca pudo casarse y tener hijos. Y bueno, siempre corrió un rumor al respecto de ese día y de la partida misteriosa de mi tía.

- ¿Qué rumor?

- Qué en medio de la confusión de la tormenta, ella raptó a Jazmín y se la llevó. Si eso es así, cosa que no sabría que decirte, de estar viva, sería la dueña de todo esto. Y si fuese cierto, de haber sido criada por mi tía Celia que despreciaba a Raquel, pues ya imaginarás cual sería la actitud de Jazmín respecto a su madre y a todo este lugar... pero yo no lo recuerdo así, yo recuerdo haberla visto caer, pero ya no estoy tan seguro. Hace tanto tiempo de eso, estuve teniendo pesadillas mucho tiempo que no sé cuales de esos recuerdos son los reales y cuales no.

- Un momento, algo no me cuadra. Si fuese así, por qué no la han traído antes, o por qué ella misma no ha venido a reclamar lo suyo.

- Ahí es donde entras tú - dijo Mateo puliendo contra su manga un poco la empuñadura dorada de su bastón.

- ¿Qué tengo que ver yo con todo eso?

-  Te voy a pedir que hagas un viaje...

- ¡No, no, no! ¡Esto es una broma! ¡Yo no voy a dejar a mi hija y a mi esposa aquí solas! ¿Me toma por imbécil?

- No, realmente no. Si fuera así no te pediría tu ayuda. Y mi idea es que puedas llevarte a la señorita Adelaida y a Betania lejos de aquí. Mientras averiguas la verdad sobre Jazmín. Los tres tendrán todos los gastos pagos. El viaje es para Europa.

Gregorio se quedó mudo. Pensaba que si aquello era cierto, podría llevarse a su familia lejos de todos esos dementes, alejar a su hija de Santiago, un pueblerino que no estaba a la altura de Luisa Adelaida, alejarla de la llegada de Joshep Villafranca, y alejarla de todo aquel conflicto que parecía avecinarse, y en especial alejarla del mismo Mateo Bardolín. Tanto a su hija como a su esposa.

- Yo te daré todas las indicaciones necesarias. Mi tía Celia aun vive, está muy anciana pero aun vive.

- ¿Y si no es cierto, si no está allá? - preguntó Gregorio aun desconfiado.

- Bueno, habrán viajado de paseo por Europa con todos los gastos pagos.

- Usted... realmente me confunde mucho, que con anterioridad parecía estar a favor de esa idea de mi hija de estar cerca del pueblerino ese.

- Santiago... buen muchacho. Pero lo he pensado y aquí las cosas se pondrán demasiado duras y sería injusto que la señorita Adelaida tenga que pasar de nuevo por la humillación de Joshep y de mi familia.    

 - Mi hija no va a aceptar.

- ¿Un viaje a Europa? Pues claro que lo va aceptar. Es una oportunidad de conocer y es joven, esas cosas atraen a la gente joven. Conocer mundo.

- Ella ya conoce Europa.

- Aceptará - dijo Mateo llenando de nuevo el pequeño vaso.

- ¿Y que gano yo con todo esto?

- ¿Te parece poco? - el Bardolín lo miró levantando las cejas -. Viajarás con tu familia a Europa sin gastar un centavo, y te las llevarás lejos de aquí, cosa que deseas hacer.

- ¿Y usted que gana?

- Si es cierta la historia, le gano a León e impido otra injusticia más. Si no es cierta, igual gano, porque por lo menos sé la verdad. Y tendré claro que si aparece el documento mi familia tendrá que resignarse.

- Se rumorea que los Bardolín van camino a la quiebra. ¿Cómo es que usted parece tan despreocupado de no hacerse con estas tierras?

- Soy el que más ha venido a este pueblo, amigo mío. Y tengo ojos y oídos donde nadie se imagina. Yo sé que puedo negociar con Raquel para sortear la suerte de mi familia, que casi me ha desterrado.

- ¿Desterrado?

- Y desheredado. Por defender a la señorita Adelaida ante mi hermano León.

- ¿Lo desheredaron...?

- No, no... pero casi.

- ¿Defenderla? ¿A que se refiere? ¿Acaso su hermano León intentó acercarse y propasarse con Luisa Adelaida?

- Mi hermano es un cobarde que nunca hace las cosas él mismo. Sin embargo...

- Me cuesta creer lo que me dice. Me parece que se burla de mi.

- No, yo no me burlo de ti, sin embargo lo que suceda aquí pasará así me creas o no.

- Y si acepto cuando tendría que partir.

- Cuando quieras - Mateo le ofreció de nuevo el vaso lleno de licor, el que no había probado después de haberlo servido. Esta vez Gregorio lo sostuvo.

- ¿Y por qué no va usted personalmente a averiguar?

- Obvio. Soy un Bardolín en desgracia y no me voy a poder acercar a mi tía Celia ni a los sitios donde tengo que ir. Mejor alguien que la familia no conozcan.

- A Betania la conocen.

- No realmente, pocos de mi familia llegaron a conocerla y ninguna de esa familia está en Europa.

Gregorio probó el licor, pensativo, dio un pequeño sorbo y sintió un sabor espeso y dulce llenarle la boca.

- Me cuesta creerle - le respondió aun sintiendo el concentrado sabor del licor en su paladar.

- Amigo mío, cómo ya te lo he comentado; me creas o no, sucederán cosas aquí en Bardolín que no son buenas para Raquel y sus seres queridos.

Gregorio lo miró en silencio. Parecía sincero. Entre todo ese aire altanero, podía sentir honestidad en Mateo. Comenzaba a bajar la guardia ante aquel hombre que en un pasado había sido el amor de su esposa. Internamente se sonrió, pensando lo irónico que sería entablar amistad con precisamente aquel fantasma del pasado de Betania. Ese al que él le había tenido tantos celos sin conocerlo. Ahora lo tenía en frente y parecía honesto frente a los afectos que expresaba sobre Adelaida, incluso sobre Raquel.

- Entonces conoció a Jazmín, la hija de Doña Raquel - el padre de la pecosa rompió el breve silencio.

- Sí. A ella le recuerdo cómo si la hubiera visto ayer por última vez.  Muy vivaz, extrovertida, divertida, sonriente. Así es el recuerdo que tengo de ella. Si la hubieras conocido, te sorprendería lo que se parece tu hija  Jazmín.

- Luisa Adelaida no es extrovertida, nunca lo ha sido. Tal vez sonriente, pero no vivaz. Más bien introvertida, dura de carácter aunque puede ser muy amistosa. Amable, tierna, y muy sensible.

- ¡Oh!... Bueno... me refería en apariencia... físicamente... Pelirrojas, pecosas, sus rostros ovalados como una avellana. La misma mirada, la misma sonrisa. Te sorprenderías de verdad. No tengo duda que Jazmín se hubiera visto igual que la señorita Adelaida de haber llegado a la misma edad.

- ¿Y dice que la vio caer en uno de los pozos que están aquí en Bardolín?

- Tres la vimos caer. O ya no sé lo que ví. Después de eso sufrí muchas pesadillas, donde la veía caer siempre en un pozo distinto. Tenía seis años. Ya no sé que es un recuerdo de lo real o un recuerdo de lo que soñaba.

- Betania me contó que nunca fue encontrada. ¿Y los tres que la vieron caer no coincidieron en el lugar donde cayó?

- En semejante tormenta, no había orientación, llegamos a la verja de Los Jardines por un milagro. Es lo único que puedo creer, porque no se podía ver más allá de unos cuantos metros.

- Pero... ¿cuanto tiempo la buscaron?

- Muchas semanas se invirtieron para recuperar su cuerpo, pero nunca se le pudo hallar. He ahí que surgieron muchas versiones. Una de esas, la que te conté hace unos minutos, que mi tía se la llevó. Otra versión es que cayó en "La Boca del Diablo"...

- ¿En la que?

- El pozo más hondo que se conoce. Ese es el nombre que le han puesto los bardolideños. Otros que podía estar en cualquiera de los otros pozos, que muchos de ellos estaban hasta arriba de lodo y agua de la lluvia. Yo frecuentaba mucho la casa de mi tío Guillermo y en aquellos días ya no era tan amable como lo era antes. No me trataba mal, pero estaba siempre en silencio o hablando demasiado de cualquier cosa. En especial se encerraba en su biblioteca y nadie le podía molestar. Solo Raquel.

- Entonces Doña Raquel es su tía política.

- Ahora que lo dices - Mateo sonrió taciturno -. ¿Irónico no? Sí. Jazmín era mi prima.

- Es una historia muy triste la de Doña Raquel.

- Y pareciera que la vida quisiera hacerla aun más triste. No vienen días fáciles. Nadie piensa que si ella se queda sin su hogar no tiene ningún lugar a donde irse. Toda su vida transcurrió aquí, sola, con sus recuerdos. Ella muere el mismo día que la saquen de este pueblo. No tengo duda. Su vida es este lugar. Igual cómo sería tan difícil imaginar a Los Jardines de Bardolín sin Raquel.

- ¿Y nadie más puede hacer nada?

- No... - Mateo Suspiró hondamente - Raquel está sola. Sí no hacemos algo por ella, claro está.

- Todavía no puedo creer que quiera ayudar a Doña Raquel.

- Sí, difícil de creer. No lo dudo. Pero te lo vuelvo a decir, no importa que creas...

- Ya lo tengo claro.

- ¿Entonces que me dices?

- Lo voy a pensar.

- Eso es mejor que nada. Esperaré tú respuesta, pero recuerda que el tiempo apremia.

El padre de la pelirroja lo volvió a mirar en silencio mientras tomaba otro sorbo de licor. Tendría que pensarlo muy bien y pensar que decirle a Luisa Adelaida y a Betania al respecto.

- Muy buen licor - dijo Gregorio, después de saborear el sorbo que acaba de tomar.

- Muy bueno, sí. Es algo local, lo hacen aquí. Le dicen Magdala.

- ¿Magdala?

- Sí, dicen que quien creó ese licor fue una mujer que vivió hace mucho tiempo atrás aquí. La llamaban "Magdalena", según que había llorado mucho por un amor que perdió trágicamente...

- ¿Cómo?

- La verdad lo ignoro. Cuentan que un día un hombre llegó a Bardolín y se enamoró de ella perdidamente, pero ella solo tenía amor para la memoria de aquel que amaba. Pero dicen que ese forastero fue tan dedicado que logró que ella fuera olvidando su dolor. Ella fue poco a poco dejándose querer, sin embargo decían que había llorado tanto que sus propios besos eran desagradables, sabían a lágrimas y ella lo sabía. Evitaba ser besada, aunque deseaba ser besada por aquel, que ya comenzaba a entristecerse y a comenzar a alejarse. Movido por la desesperación de no perder a ese hombre que la había sacado de su honda pena, pensó que para retenerlo, para demostrarle con un beso lo tanto que lo comenzaba a amar, debía endulzar sus besos. Lo que tenía a la mano eran cerezas de Los Jardines y otras hierbas y almendras y un licor neutro. Dicen que mientras lo hacía, mientras lo preparaba comenzó a llorar de nuevo y movida por sus emociones, se dejó guiar y logró este licor. Cuando recibió esa tarde a su amado, le dio a probar de su licor, pero decían que no se lo dio en un vaso, sino en un beso. Dicen que humedeció sus labios con aquel licor y lo besó y fue tan dulce el beso, que aquel hombre alzó voces de alegría aquel día, y se quedó junto con ella para siempre. Dicen que el gran secreto real de aquel licor, es que en aquella preparación cayeron aquellas lágrimas de amor de ella. Por eso a este licor le dicen Magdala. Obviamente no se prepara con lágrimas de nadie. Pero deja un sabor dulce y agradable en la boca que te hace sentir optimista del futuro. Que en realidad el mañana puede ser dulce, después de las lágrimas.

Gregorio vio dentro del vaso el magadla mecerse silencioso y espeso. Vaya historia, pensó. El mañana puede ser dulce, después de las lágrimas. Deseó de pronto lo mismo para Luisa Adelaida, recordó todo lo que su hija lloraba a solas, o aquellos silencios por días, o aquellos claustros que hacía la pecosa en su habitación, o aquellas largas horas frente al piano sin producir más sonido que el que pudiera hacer el gran instrumento musical. Parecía un alma en pena en la casa. Ahora sabía por qué. Sin duda alguna la Adelaida que encontró al llegar a Bardolín era otra. Con vida en los ojos, la había visto sonreída, radiante, al verla llegar junto al tal Santiago. Aunque estaba mugre, que parecía que había salido de una cueva, Adelaida se veía feliz. Hace tanto tiempo que no había vuelto a ver la sonrisa de su amada hija, hasta ese momento. Su hija había sido una Magdala también. ¿Habría encontrado dulzura para sus días en la presencia de aquel muchacho? Suspiró profundamente. No sabía que pensar y sentir en ese momento.

- Salud por la señorita Adelaida - Mateo alzó la pequeña botella y la acercó a Gregorio. El padre de la pecosa acercó su vaso a la botella y se dejó escuchar el pequeño armónico del contacto de metal y cristal.

- Salud - respondió taciturno.

- Por un dulce mañana para ella - el Bardolín miró solidario al Castelán.

- Por un dulce mañana para Adelaida - tomó otro sorbo.

Era cierto, aquel magdala le dejaba un sabor dulce y agradable en la boca que lo hacía sentir optimista del futuro. Las lágrimas pueden ser cambiadas por algo mejor.

Acercó de nuevo su vaso hacia Mateo. Este lo vio un segundo, sonrió y se lo volvió a llenar. Cada uno en silencio brindó por los días que estaban por venir.


 



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