tag:blogger.com,1999:blog-80212149271465462312024-03-05T10:25:03.780-08:00Los Jardines de Bardolin pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.comBlogger39125tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-41417983206937016812016-03-19T02:13:00.002-07:002016-03-22T20:35:17.226-07:00Capítulo 34<div style="text-align: justify;">
- ¿Sabes de quién me estaba acordando? - dijo ella después de un largo silencio. El Sr. Emilio Villafranca levantó la mirada del libro que tenía en frente y la miró cavilando un poco. Se mantuvo en silencio unos segundos, pero al ver que su esposa ni siquiera alzó la mirada de la taza de café en la que parecía estar absorta, regresó su mirada a su lectura. </div>
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- Recordaba a la come cerezas - continuó por fin ella, sin apartar la mirada de su taza. Villafranca levantó de nuevo la mirada y la observó con curiosidad un momento. ¿A que vendría que de pronto ella la recordara? Su mente giró con prisa y se detuvo en un recuerdo. Un recuerdo de abril, hubiera dicho él. Un recuerdo que le vino en mente por estar en los primeros días de ese mes. Arqueando las cejas se incorporó en su silla dejando el libro sobre la mesa de jardín que tenía en frente. </div>
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- Rosalía - le dijo por fin con su voz ronca -, la come cerezas cumple años mañana. </div>
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- Sí - dijo ella bajamente, sin levantar la mirada de la taza. Se veía pensativa y nostálgica -. Tan buena muchacha. Es tan difícil creer lo que pasó esa noche. </div>
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- Jmmm - bufó incomodo Emilio. A él también se le hacía difícil creerlo. ¿Pero en que momento pudo haber pasado aquello? ¿La come cerezas ebria? Nunca alcanzó ver a Adelaida llevarse una sola copa de licor a los labios. Por más que lo pensaba la recordaba era como a las demás señoritas, bebiendo del dulce cóctel que se había dispuesto para ellas esa noche. Lo único que se sabía era lo que decía su propio hijo y el par de amigotes con quien solía pasársela, perdiendo el tiempo. El que menos en gracia le traía era Oscar, el hijo de León Bardolín. Uno tan arrogante cómo el otro. Durante días después de esa noche, él mismo investigó, y no encontró a nadie que la hubiese visto ebria, sin embargo, aún así media ciudad creía que si lo había estado. Si el hijo del tan respetado Villafranca lo decía, no podía ser una falsedad. Pero él lo dudaba. Las únicas voces que lo aseguraban con certeza, eran la de Joshep y la de sus dos amigos. Nunca tuvo la oportunidad de preguntárselo a Adelaida. El vendedor de frutas del mercado principal no la había visto más. El maestro de música y su amigo Carlos Borgoñez, quien le enseñaba piano a la pelirroja tampoco supo más de ella. Luego se enteró que se habían mudado al otro lado de la ciudad, pues la familia Castelán por el presunto comportamiento de su hija había caído en la desgracia social.</div>
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- ¿Qué será de ella? - al fin levantó la mirada hacia el rostro endurecido de su esposo, que parecía traspasarla con la mirada como si ella no estuviese ahí. </div>
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- Espero que este bien - volvió a tomar el libro sobre la mesa y se recostó de nuevo en la silla sin abrirlo. </div>
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- Recuerdo el día en que comenzaste a llamarla come cerezas - dijo ella risueña, el también sonrió -. Ese día teníamos cerezas aquí en casa y cuando las vio era como si hubiera visto un tesoro...</div>
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- Sí. Comió tantas que hasta se sintió mal después - Villafranca meneó la cabeza y abrió el libro y puso sus ojos en las líneas sin verlas. </div>
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- Casi las acabó todas y cada vez que se comía una pedía perdón.</div>
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- No podía parar - sonrió él -. Qué lástima. Tan buena muchacha. Nos alegraba la casa cuando venía de visita - dijo luego de unos segundos, antes de buscar concentrarse de nuevo en la lectura que había interrumpido. </div>
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- Sí, una pena. Aun me cuesta creerlo. Pero no creo que Joshep mienta sobre un asunto como ese. Tomando en cuenta que esa niña se desapareció de todas partes. Nunca se defendió, nunca dio la cara. Su silencio otorga demasiado. </div>
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- Algún día sabré la verdad de lo que pasó - gruñó Villafranca con la mirada metida en el libro. </div>
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- ¿Dudas de lo que dice Joshep? A mi me cuesta creer lo de esa muchacha, pero más todavía me cuesta creer que Joshep mienta al respecto. </div>
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- Le doy el beneficio de la duda a todo, Rosalía. De las personas que estuvieron esa noche ante el supuesto comportamiento de Adelaida, de la única persona que no hemos escuchado la versión de lo sucedido es de ella. </div>
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- Pero Emilio, si ella misma no la ha querido dar es por algo. </div>
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- Sin duda que es por algo. </div>
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- Le dará tanta vergüenza...</div>
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- O miedo - dijo él interrumpiendo. </div>
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- ¿Miedo? ¿Qué quieres decir? ¿Que mi hijo la amenazó? - se puso ella a la defensiva. </div>
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- No he dicho eso. Solo intento buscarle lógica al asunto - dijo Villafranca comenzando a desear cambiar de tema. </div>
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- Para mi es lógico que su silencio es lo que termina dándole la razón a nuestro hijo. </div>
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- Nuestro hijo no estaba solo esa noche ¿recuerdas? A mi ver, no con las mejores compañías. En especial el hijo de León Bardolín. </div>
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- Siento que estás queriendo inculpar a Joshep de algo que no puedo aceptar. ¿Pretendes decir que ellos le hicieron algo a Adelaida? ¿Qué por eso ella tiene miedo? </div>
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- No digo que Joshep... pero no sé... No quiero que el hecho de que seamos los padres llegue a cegarnos de algo que no queramos creer. ¿Has visto lo extraño que está tu hijo desde entonces? Y lo que hace es un misterio para nosotros. Ahora dice que tiene planeado viajar a yo no sé donde con León Bardolín. </div>
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- No es para menos que esté actuando extraño desde entonces - atacó la madre de Joshep -. ¿Olvidas que se iba a casar con ella? ¿No puedes pensar que nuestro hijo pueda estar sufriendo en silencio?</div>
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- Sufriendo con la hija de los Cautiño. </div>
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- Estará intentando rehacer su vida. Y respecto al viaje me dijo que era algo relacionado con negocios. ¿A caso no vives diciendo que se la pasa perdiendo el tiempo con sus amigos? ¿No te alegra que esté pensando en relacionarse y hacer negocios? Los Bardolín son muy conocidos por sus grandes negocios - Rosalía estaba ofuscada por la posición de su marido. </div>
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- ¿Negocios? Don Guillermo era el genio en ese sentido. Sus hijos no heredaron tal virtud. Poco sabes mujer de como están las cosas. Esa familia va camino al desastre económico. ¿Negocios? Habrá que ver que es lo que Joshep llama negocios junto a León Bardolín - se dispuso a ponerse de pie e irse adentro de la casa -. Viaje de negocios... viaje de negocios... yo voy a ir a ese viaje de negocios a ver que se traen entre manos. </div>
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- Espero que lo apoyes, cuando descubras que solo quiere tener aspiraciones. </div>
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- Si voy Rosalía es porque me interesa nuestro hijo y me preocupa que esté tomando un mal camino, que termine haciéndole daño a alguien, a él mismo más que a nadie, pero tampoco le voy a tolerar, ni menos aceptar que haga algo que no sea noble. Me tienen bien molesto todos sus misterios.</div>
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- Ya estamos discutiendo otra vez por Joshep... pero es mi culpa... por estar nombrando a la muchachita esa, que parecieras querer más que a tu propio hijo - dijo furiosa y adolorida con los ojos llorosos. </div>
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- ¿Por qué no intentas comprender que lo que evito es ponerme una venda en los ojos? - se terminó de poner de pie decidido a alejarse hacia el interior de la casa -. Me importa nuestro hijo, tanto que no quiero cegarme. Porque si es cierto, es nuestro hijo, pero también conocimos a "la muchachita esa" como le acabas de decir y estoy seguro que en el fondo no lo puedes creer del todo. Algo no encaja. </div>
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- Yo le creo a mi hijo - para Rosalía no había más nada que decir, aunque en el fondo de sí, tras de su enojo y orgullo, le daba la razón a su esposo. Él la miró unos segundos en silencio, respirando profundo, mientras ella miraba a lo lejos dejando claro con su actitud que la discusión para ella había llegado hasta ahí. La conocía bien, no le quedaba más que resignarse e irse de una vez a su habitación. Dentro de él, tanto como ella, existía miedo de que su hijo hubiera hecho algo indigno, y la única que le podía decir la verdad era Adelaida. Tenía que encontrarla y conversar con ella. Al llegar a la puerta se giró a mirar a Rosalía que estaba mirando aun entristecida hacia la nada, inmóvil. La miró unos segundos más y entró al final. Él entendía a su esposa, él quería lo mejor para su hijo también, pero sin embargo no quería evadirse de la realidad y después lamentarse cuando fuese demasiado tarde. Entró y cerró la puerta detrás de sí, silenciosamente.<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
Gaspar escuchó que alguien tocaba a su puerta, caminó hasta la entrada y la abrió para encontrarse con una mujer que le resultó conocida. Ella le sonrió en silencio y vio como por detrás de su hombro se asomaba una muy sonriente Adelaida con los ojos llenos de chispas de luz. Volvió a mirar el rostro a aquella mujer, y cómo era típico de sus expresiones, arqueó las cejas hasta arriba lleno de emoción al reconocerla.<br />
<br />
- Betania - casi no le salió la voz. Le extendió los brazos y ella se le metió en el pecho cariñosamente. Tanto tiempo había pasado, pero el afecto conque la recibía hacía que el paso de los años fuese algo inexistente. Cómo si nunca se hubiera ido de Bardolín. A ella se le humedecieron los ojos de la alegría y se miraron en silencio unos segundos con tanto amor. En un silencio que decía más que mil saludos y mil bienvenidas.<br />
<br />
- ¿Cómo has estado? - le dijo ella al fin.<br />
<br />
- Cómo ves aun aquí en Los Jardines de Bardolín... - dijo el gran Gaspar escurriéndose una lágrima detrás de su sonrisa bonachona.<br />
<br />
- ¿Dónde está Margot? - le interrumpió ella mirando hacia dentro de la casa - Me enteré que se casaron.<br />
<br />
- Pues sí, cosas de la vida. Cómo que nuestro destino era estar juntos siempre - le respondió él aun lleno de emoción. Se giró hacia Adelaida y le extendió los brazos, la que en silencio con una sonrisa de un extremo al otro extremo de su cara pecosa, miraba la escena que tenía en frente. Ella lo abrazó y le estampó el sonoro beso en la mejilla, que ya era una costumbre darle.<br />
<br />
- Hola Don Gaspar, le traje a mi mamá que quería verlos.<br />
<br />
- Es una gran sorpresa - le dijo, luego mirando a Betanía continuó: Tú mamá es una gran amiga. Betanía, tu hija es una preciosura. Debes estar demasiado orgullosa de ella, aquí en Bardolín la adoramos.<br />
<br />
Adelaida se ruborizó mientras su mamá la miraba con admiración. Que tan poco conocía a su propia hija, de la que todos le decían cosas tan buenas. Sí, en ese momento se sentía enormemente orgullosa de su pelirroja, como nunca en la vida. Gaspar dando un pequeño salto, se separó de ellas y salió de prisa hacia dentro de la casa, sin decir palabra. Betanía y Adelaida se miraron curiosas. De pronto apareció llevando a Margot con los ojos cubiertos con sus robustas manos, hasta la sala de estar.<br />
<br />
- Pero... ¡Gaspar que sucede! - iba ella sonreída imaginando que tipo de broma ahora se le habría ocurrido a su esposo - Estoy ocupada, que se nos queman los panques.<br />
<br />
El corazón de Betania se aceleró. No lo podía creer, tenía en frente a Margot, a su querida Margot. La vez que había traído a Adelaida por breve momento se preguntó que sería de ella, si aun viviría en el amable pueblo, lleno de veredas, pero tenía el alma en el suelo aún por lo que que había sucedido en la ciudad con su hija. Así como llegó, se alejó porque sentía mucho dolor, dolor contra ella misma y contra Adelaida. Vio a aquella mujer robusta, que muy risueña intentaba quitarse las manos de Gaspar de los ojos, hasta que por fin él las apartó. Margot miró a la mujer que tenía en frente, y se quedó petrificada, la reconoció en el acto, ni deparó que Adelaida estaba al lado. De igual manera que Gaspar ella le extendió los brazos y las dos se acercaron una a la otra para darse un amoroso abrazo. Comenzaron a llorar como chiquillas.<br />
<br />
- Mi amiguita - le temblaba la voz a Margot -. La azabache.<br />
<br />
- Ya ni tanto - le dijo ella aludiendo a que tenía muchas canas y su cabello no era tan negro como antes. Margot la miraba y la volvía a abrazar, no se lo podía creer. Pensó que nunca volvería a verla, después de lo de Mateo y la familia de este.<br />
<br />
- ¡Niña! - Margot se volteó hacía la pecosa y la abrazó como a un peluche como siempre lo hacía - Disculpa que no... te había... es que tanto tiempo que... Ah tú mamá y yo eramos grandes amigas, siempre juntas. ¿Te acuerdas que te lo había comentado alguna vez?<br />
<br />
- Sí recuerdo.<br />
<br />
- Siempre los cuatro juntos - dijo Betania. Adelaida hizo un gesto de confusión. ¿Cuatro? ¿Quién era el cuarto?<br />
<br />
- ¿Lo has visto? - le murmuró de cerca Margot a su vieja amiga - Está aquí en...<br />
<br />
- Sí - asintió Betania.<br />
<br />
- Dios - dijo Margot con los ojos abiertos a lo grande.<br />
<br />
- Tenemos tantas cosas de que conversar... Mar, Mar... Adelaida me dijo que tienen una hija preciosa. Quiero conocerla.<br />
<br />
- ¡Oh mi hija! Sí, no es porque sea mi hija pero es una princesa - sus mejillas rollizas se le pusieron coloradas.<br />
<br />
- ¿Puedo ir por ella? - le preguntó Adelaida emocionada.<br />
<br />
- Sí mi niña, vaya y búsquela. Ya sabes donde está metida. <br />
<br />
Adelaida tocó la puerta de la habitación de Lili la que reconociendo la manera de tocar, se levantó pronto de su cama a abrirle contenta. Abrió la puerta de improvisto para encontrarse con una Adelaida con el rostro iluminado con una gran sonrisa, la que la tomó de una mano llevándola junto a ella.<br />
<br />
- Ven quiero que conozcas a mi mamá.<br />
<br />
- ¿Tú mamá? - la muchacha de ojos marrones se llenó de timidez antes de quedar frente a Betania.<br />
<br />
- Mamá, ella es Lilibeth, mi amiga y hermana - dijo muy honrada la pecosa.<br />
<br />
- ¡Oh pero que linda esta niña! - la mamá de Adelaida se acercó a Lili, la que estaba ruborizada y casi inmóvil -. ¡Es idéntica a ti Margot, cuando estabas muchacha! ¡Es tu retrato!<br />
<br />
- Mi hija es más bella que su mamá - dijo halagada la dulce Margot.<br />
<br />
- Hola mucho gusto, soy Betania la mamá de Adelaida - le extendió la mano a Lili. La muchacha tímida, en el primer segundo no se movió.<br />
<br />
- Vamos Galleta, dale la mano - la aupó con cariño el gran Gaspar.<br />
<br />
- ¿Galleta? - Betania hizo un gesto de curiosidad.<br />
<br />
- Es por cariño mamá - le explicó la pecosa -. Le dicen Galleta por cariño.<br />
<br />
- ¡Oh!... Bueno... mucho gusto Galleta.<br />
<br />
Al fin la muchacha de cabellos como cortinas le extendió la mano y se saludaron con mucha cortesía.<br />
<br />
- Mucho gusto - Lili dejó oír su armónica voz.<br />
<br />
- Pero que bella es.<br />
<br />
- Mamá, es la más bella de todo Bardolín - dijo la pecosa abrazando por la cintura a su amiga. Galleta se ruborizó a un más sin saber donde mirar.<br />
<br />
- Es algo tímida - dijo Gaspar - pero es el ángel de la casa.<br />
<br />
- ¿Tímida? Con estos padres tan extrovertidos ¿tímida? - Betania no dejaba de sorprenderse del parecido físico que tenía Lilibeth con la Margot de tiempos antaños-. Esta muchacha tan parecida a ti ¿tímida?<br />
<br />
- Cosas de Dios - dijo Margot -. Pero para nosotros es perfecta.<br />
<br />
- Galleta es nuestra vida - dijo el gran Gaspar.<br />
<br />
- Por qué le dicen Galleta - Betania no estaba tan extrañada por aquello. Bardolín era un lugar así, donde cada cosa podía tener su propia esencia, su propia manera de llamarse sin que eso llegara a ser realmente un apodo. Ella seguía siendo "la azabache" para Margot.<br />
<br />
- Gaspar y yo seguimos con la tradición de papá y hacemos pasteles y galletas, y bueno... la primera palabra de la niña fue esa: "Galleta". Y comenzamos a decirle así hasta que nos acostumbramos.<br />
<br />
- Ah pero yo quiero probar de esos pasteles - dijo Betania emocionada. La pecosa veía a su mamá con asombro, nunca la había visto tan desenvuelta, tan auténtica como en ese momento. Amó verla así -. Y realmente Galleta, suena tan bonito, y va con ella. Se ve tan dulce.<br />
<br />
- Ven Betania, vamos a la cocina para invitarte a que pruebes nuestros postres - dijo el gran Gaspar.<br />
<br />
- Vamos Adelaida - dijo su mamá emocionada.<br />
<br />
- No no no, déjalas que ellas tienen que hablar cosas de muchachas y nosotras cosas de viejas - se interpuso Margot llevándose a Betania por un brazo -. Ven por aquí... ¡Qué emoción! ¡La azabache en casa!<br />
<br />
- Mañana cumple mi hija - dijo la mamá de la pecosa mientras se dejaba guiar.<br />
<br />
- ¡Mañana! No nos había dicho nada. Pues le haremos un gran pastel.<br />
<br />
Los viejos amigos se alejaron y dejaron a las dos muchachas solas.<br />
<br />
-Te quiero mostrar algo - Lili caminó hacía su habitación y Adelaida la siguió. La pelirroja se sentó en la cama mientras esperaba que su amiga le trajera aquello que parecía tener guardado como un tesoro. La muchacha de ojos marrones se sentó al lado de ella con una pequeña caja de madera pulida en las manos. Tenía una pequeña cobertura de vidrió. Sin duda era un pequeño muestrario. Se lo extendió en silencio. Adelaida lo tomó con delicadeza y al ver su interior se maravilló.<br />
<br />
- Lili... que hermosa es... - dijo al ver la mariposa que estaba detrás del pequeño vidrio.<br />
<br />
- Es una Monarca. Es para ti. Tu regalo de cumpleaños.<br />
<br />
- ¡Oh!... ¡Gracias, es muy hermosa!<br />
<br />
- Pelirroja como tú.<br />
<br />
- Qué linda eres... pero Lili... ¿por qué no me la das mañana? Sabes que mi tía Raquel va hacer una reunión en su casa por mi cumpleaños... ¿es que no vas a ir?<br />
<br />
- Seguro va ir mucha gente y sabes que no me siento cómoda...<br />
<br />
- Por favor Lili, no vayas a faltar. Fabián va estar.<br />
<br />
- Yo sé... pero... no me voy a sentir cómoda.<br />
<br />
- No te lo voy a aceptar sino vas - la pecosa le puso de nuevo en las manos el pequeño muestrario. Los grandes ojos marrones de Lili la miraron abiertos y redondos como dos platos. Titubeó, se sintió mal al ver a Adelaida molesta.<br />
<br />
- Adelaida... yo...<br />
<br />
- La única forma que la reciba es mañana en casa de tía Raquel. Es mi cumpleaños Lili. ¿Entiendes lo importante que es para mi tenerte conmigo mañana? Sin ti no será igual.<br />
<br />
- Yo... esta bién... iré - dijo en baja voz no muy convencida con la idea.<br />
<br />
- ¡Gracias mi hermanita! - la pecosa le dio un gran abrazo. Se puso de pie y le extendió la mano -. Vamos donde tu mamá y mi mamá.<br />
<br />
Lili guardó el muestrario con tristeza y se acercó a la pelirroja. Adelaida notó su melancolía.<br />
<br />
- Lili, es una mariposa preciosa. De verdad que es un regalo precioso, pero lo más importante para mi es que estés presente. Mañana quiero que me la des allá.<br />
<br />
La muchacha de lacios cabellos asintió y salieron juntas de la habitación.<br />
<br />
<br />
<br />
En horas de la tarde, en las afueras de Bardolín, por la entrada del arco, caminaban dos jóvenes. Él iba con rostro muy serio mientras ella trataba de parecer interesante. Era poco lo que a él le podía importar lo que ella estuviera diciendo, en su mente solo daba vueltas una idea, una morbosa idea que se le había metido en la cabeza desde hace tiempo atrás. Y como él lo veía, podía tener la gran oportunidad de llevarla a cabo en aquel lugar. Lo único que le interesaba de la pueblerina que tenía al lado era toda la información que pudiera sacarle sobre Adelaida.<br />
<br />
- En el pueblo piensan que tu familia nos van a dejar sin hogar - dijo Rebeca mirándolo de soslayo.<br />
<br />
- Es que este lugar es nuestro. ¿En verdad crees eso? Nunca los hemos sacado de aquí ¿crees que en verdad hemos venido a sacarlos de aquí? - mintió tan adrede como le fue posible hacerlo.<br />
<br />
- Yo de esa situación sé poco. Yo... a mi no me parece... - le dijo ella intentando coquetearle.<br />
<br />
- Pues no creas en esos chismes de ancianos - dijo él, secamente sin mirarla.<br />
<br />
- No creo en chismes de viejos - respondió ella algo molesta, por el comentario.<br />
<br />
- De quien deberían preocuparse es de otras personas que están aquí en el pueblo.<br />
<br />
- ¿Te refieres a la pretenciosa sobrina de Doña Raquel y de los familiares de ella que están ahí?<br />
<br />
Oscar se detuvo y la miró en silencio, quemándola con la mirada. Luego comenzó a andar al lado de ella, con una expresión aun más dura en el rostro.<br />
<br />
- Sí. De ellos es de quien deben tener cuidado - bufó.<br />
<br />
- La pelirroja engreída me debe una - dijo Rebeca como si la tuviera en frente y la pudiera torturar desde sus pensamientos.<br />
<br />
- ¿Ya se conocen?<br />
<br />
- Por desgracia. Se cree mejor que yo - la muchacha lo miró. Él pensó que cualquiera era mejor que ella. Incluso <i>la sangre de cabaretera, </i>como solía recordarla siempre.<br />
<br />
- También tengo una deuda pendiente con ella - vino a él un recuerdo que le retorció el estómago de la irá que le producía.<br />
<br />
- La conoces también - Rebeca lo miró de arriba a abajo. Él no le respondió, se quedó en aquel recuerdo. En ese momento entraron por la entrada del arco y comenzaron a andar por la vereda principal. A unos cuantos metros estaba la Masión Bardolín.<br />
<br />
- Y... ¿por qué deberíamos temer de Doña Raquel y sus familiares? - ella rompió el duro silencio que había quedado entre los dos. En ese momento, cerca a ellos pasó Gaspar acompañado de Lilibeth, que llevaban un encargo a una de las casas cercanas al lugar que llamaban La Vereda Ciega. Oscar puso los ojos sobre la tímida muchacha que no alzaba la mirada de la cesta que llevaba en brazos.<br />
<br />
- Esa... ¿Quién es? - preguntó deteniéndose bajo la sombra de uno de los cerezos de un jardín al notar la belleza de Lilibeth. Ella miró a Galleta con nauseas.<br />
<br />
- ¿Galleta? Una retrasada mental a la que tu amiguita, la colorada, vive protegiendo.<br />
<br />
- Amiga de Adelaida ¿no? - dijo para sí mismo mientras con un pañuelo se quitaba el sudor del rostro.<br />
<br />
- Sí, pero Galleta es una retrasada - Rebeca sintió celos de ver la manera en que Oscar miraba a Lili.<br />
<br />
- ¿Galleta?<br />
<br />
- Un sobrenombre que le tienen en su casa.<br />
<br />
- ¿Quien es el señor? ¿Su padre?<br />
<br />
- ¿Don Gaspar? Sí... es el pastelero del pueblo... ¿quieres un pastel? - terminó diciendo ella con ironía.<br />
<br />
- Puede ser - dijo él mirando a Lilibeth -. Quizá me provoque una galleta.<br />
<br />
Gaspar y Lilibeth salieron de la vista de los dos jóvenes sin percatarse de ellos. Oscar se volteó hacia Rebeca y habilidoso como una sierpes la tomó por el rostro con firmeza y la besó.<br />
<br />
- ¿Quieres saldar tu deuda con la "colorada"? - le dijo cerca a ella. Rebeca confundida por el repentino beso, con el corazón latiéndole con fuerzas, se sintió temblorosa. Y asintió, pensó que haría cualquier cosa por ganarse el corazón de Oscar. Él podría llevársela de ese pueblo y convertirla en una "dama de la cuidad".<br />
<br />
- Quiero darle lo que se merece - dijo ella llenándose de soberbia.<br />
<br />
- Haz lo que yo te pida y tendrás ese gusto - le dijo él sin soltarle aun del rostro.<br />
<br />
<br />
Se quedaron largo rato conversando bajo aquel cerezo. Él comenzaría a tejer su tela de araña en las veredas de Bardolín. Cada vez el tiempo iba a favor de ellos, de recuperar lo que sentían era su derecho. Más sin embargo, él quería algo más, algo con lo que se había encaprichado tiempo atrás. Gaspar y Lilibeth pasaron de regreso, él iba adelante conversando con una señora, muy animosamente y no volvió a deparar en los jóvenes. Pero la muchacha de ojos marrones si giró su rostro hacia ellos. Primero miró la mirada incómoda de Oscar y luego miró a Rebeca a su lado; nerviosa apartó el rostro hacia la cesta vacía que llevaba en manos. Apuró un poco el paso para ir cerca de su papá y al alzar la mirada hacia a él miro pasar frente a ella una mariposa azul. Cómo se creía en Bardolín, las mariposas azules eran ángeles y cada vez que se veía una se pedía un deseo. Cuando la pequeña azulada pasó frente a su rostro, Lilibeth le rogó.<br />
<br />
<br />
La mariposa azul apuró su vaivén entre el cálido vendaval de la tarde y se elevó en su vuelo hacia algún lugar desconocido, llevándose consigo, la plegaria de Galleta.<br />
<br />
- Protégeme.<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
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<b><span style="color: #b45f06;"><br /></span></b></div>
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<b><span style="color: #b45f06;">Próximamente el Capítulo 35</span></b></div>
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<br />
<br />
<br /></div>
pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com17tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-38226713381285264812015-11-25T00:46:00.001-08:002016-03-21T02:02:56.979-07:00Capítulo 33<!--[if gte mso 9]><xml>
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<br />
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<br />
<div align="center" class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: center;">
<span style="border: none; color: #cc0000; font-size: 18.0pt;">Dos Cerezas
para Santiago</span><span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: center;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Cuarta Parte</span><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlAkUuXBNOeYXboIYU6Elm2cYlAMJn1uOZXKNGzdSrvHCfpWpMBd-UfPdd4CzFjrZiDdSEOSeU5yXzWOiZfKNcmnjVQ4iQGUS59JuqiIN1Mr8tnF8mCPE4MlGGCaLJfLAOvmA2lEcVfhg8/s1600/Adelaida_000.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="317" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlAkUuXBNOeYXboIYU6Elm2cYlAMJn1uOZXKNGzdSrvHCfpWpMBd-UfPdd4CzFjrZiDdSEOSeU5yXzWOiZfKNcmnjVQ4iQGUS59JuqiIN1Mr8tnF8mCPE4MlGGCaLJfLAOvmA2lEcVfhg8/s320/Adelaida_000.jpg" width="320" /></a></div>
</div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: center;">
<span style="border: none; font-size: 14.0pt; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"><br />
<br />
</span><b><i><span style="border: none; font-size: 18.0pt; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Capítulo
33</span></i></b></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">En Los Jardines
de Bardolín, las noches frías de invierno comenzaban a ser cada vez más cálidas
con la llegada del mes de Abril. Las estrellas silenciosas titilaban a lo lejos
y los rumores nocturnos se escuchaban en las durmientes veredas. La pecosa se
frotó los brazos mientras caminaba hacia la ventana y la cerraba, trotó de
regreso a su cama y se metió entre los edredones. Se acurrucó junto a su
almohada y sacó debajo de ella, su amado maltrecho libro. Lo abrió en la página
de su última lectura y recostándose de lado, comenzó a leer muy concentrada. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: center;">
<i><span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">DESPERTAD</span></i><span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<i><span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Sé, soñadora,
que vivís tras un sueño. Que lo añoráis ver realizado. Ese sueño que habéis construido
con ideas e imágenes dadas por otros, por la vida, por tu pasado. Sueñas que tu
futuro sea opuesto a tu ayer, sueñas poder tener la fortuna y la dicha que
nunca os dieron. Sueñas ser más de lo que ahora sois, ese es tu más alto sueño.
Pero os digo, que perdéis el tiempo soñando en lo que ya es. Los sueños no son
para alcanzarlos. ¡Haz de vivir la vida como si fuera un sueño! En un sueño
todo es posible e irreal. Más tú, hermosa, quien leéis, vivís soñando
imposibles realistas. Todo aquello que existe, pero que no creéis posible a tu
alcance.</span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<i><span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Mientras lo
soñáis, lo alejáis. Despertad y vivid cómo si estuvierais soñando. En vez de
dormir, y soñar cómo si estuvieseis viviendo. No tengáis sueños; tú, hermosa,
sois vuestros sueños. En la crisálida, la oruga duerme, pero la mariposa está despierta.
Vivid así. Dejad atrás a la durmiente, y salid al mundo extendiendo vuestras
alas. Yo soñé que por llamarme distinta mi vida sería distinta, mas viví persiguiendo
un sueño que nunca podría alcanzar por soñado, por intangible, por diáfano, por
idealizado. Por eso, el sueño de la flor es florecer mientras florece. No puede
evitar realizarse. No puede suceder otra cosa, porque ella es su sueño. La rosa
no puede soñar ser ave, pues se perderá de la felicidad de estar florecida</span></i><span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"></span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<i><span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Mira quien
sois, pues solo esa que sois es la que se transforma. No aquella que fuisteis o
creéis que sois. O aquella que creéis necesitar llegar a ser para ser aprobada
y amada y feliz. Pero ya lo sabéis, tú eres la felicidad. ¿Por qué entonces
soñáis alcanzarla? Solo se tu sueño, se feliz. Eso es vivir. Ámate, ahí el
secreto de todo sueño realizado. El sueño amado es el sueño en acción. ¿Soñáis
cantar? No lo soñéis. ¡Qué en vuestra calle y las vecinas, se escuche vuestro
canto! Que te conozcan por cantora, no por soñadora.</span></i><span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"></span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<i><span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Pero os digo,
que si habéis de soñar, soñad vuestros sueños. No soñéis los sueños de otros.
No perdáis la vida soñando lo que no os pertenece. Sin embargo, hermosa, tú que
leéis, despertad de vuestro propio sueño lo antes posible. Yo sé lo que es amar
un sueño compartido, sé lo que es hacer de vuestro amado el mismo sueño en sí,
mas os te digo la verdad, no podéis compartir vuestro sueño si no lo vivís
entre dos. El sueño de la golondrina es volar en el viento, y no dudéis que el
sueño del viento es sostener a la golondrina. De otra forma no fuera posible;
si el Universo no está en armonía solo podéis soñar y no vivir vuestro sueño.
Entonces decidle al Universo que estáis en armonía con vuestro sueño y
¡vividlo! y verías que todo fluye a tu favor. </span></i><span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"></span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<i><span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Os repito,
hermosa, os repito mil veces, vivid como si estuvierais en vuestro sueño, así sabréis
que los que vivan contigo vuestro sueño, están despiertos junto a ti en el
camino de la vida y no se quedarán atrás, esperando el futuro. El futuro es un
sueño que nunca llega, pues lo único que existe es el ahora para vivir, y el
ahora es el único lugar donde se puede estar despierto. Así que, abrid los
hermosos ojos y vivid la vida con Amor hacia ti misma. No veréis sueño
realizado más maravilloso que este, pues esta realización os hará realidad
todos vuestros más amados sueños. Ámate, ahí el secreto de todo sueño
realizado. Eres la fuente de tu felicidad. </span></i><span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"></span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Adelaida posó el
pequeño libro a su lado y lo cerró. Lo miró en silencio. Vivir mis sueños en
vez de soñarlos, pensó, es algo contradictorio. Entonces no habría que soñar
nunca. ¿Cuál sería mi mayor sueño en este preciso momento para vivirlo? Se giró
mirando al techo y respiró profundo cerrando los ojos. Suspiró hondamente una
vez más y se dejó llevar. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Quedarme así -
susurró. Se sentía en plena paz, al quedarse inmóvil sintió como si hubiera podido
levantar el vuelo de su alma. Se sintió ligera, no quería pensar, solo sentir
eso que vibraba dentro de ella. Paz, hace tanto tiempo que no se sentía de esa
manera. En un entonces había sido su sueño hallar sosiego para su corazón y
ahora lo había conseguido. ¿Pero por soñarlo o por vivirlo? La paz es inútil si
se sueña y no se posee. No hay más remedio que vivirla, que ganarla, que
hacerla florecer. Quién espera la paz, nunca estará en paz. ¿Todo será tan
simple como la felicidad? pensó, ¿no buscar sino más bien ser? Sin embargo
parecían existir cosas que se escapaban de ser vividas en el ahora, las que
justificaban la necesidad de soñar, tal vez para no perder la fe. Cómo el hecho
de encontrar el documento y salvar Los Jardines de Bardolín y el hogar de tía
Raquel y el de todos los demás en tan amado lugar. El hecho de no alejarse de
Santiago, que existiese una manera de que el destino no los separara sin antes
intentarlo, sin antes saber hasta donde podría llegar esa llama que había en el
corazón de ambos danzando. ¿No valía la pena soñar por eso? </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Despierta
tontilla - se dijo así misma cubriéndose la cara con las manos -. Quizá lo que
quiere decir el libro es que es mejor ver de frente la cara de la realidad.
Poner pie en tierra y dejar de andar con la cabecita en las nubes. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Volvió a mirar
el amarillento libro y trató de imaginar a la autora de aquellas líneas.
¿Habría logrado vivir en verdad como en su más amado sueño? O solo era aquel
libro toda una sarta de sueños más, que jugaban a parecer palabras sabias. Se
giró al otro lado de la cama dándole la espalda al libro. Despertar, dejar de
soñar y vivir el sueño. Suspiró. Miró a la ventana, entre las cortinas, observó
el diáfano halo de luz que entraba sigilosamente hasta la habitación y se desvanecía
antes de llegar al suelo. Imaginó que los sueños serían como ese halo de luz,
algo diáfano e intangible que se extingue en la distancia. Pero si acercamos
esa luz a las cosas que amamos las detallamos, las miramos como son y las
podemos sostener. Entonces la luz ya no es necesaria. Despertar sería cómo
iluminar el mundo con los sueños para descubrir que lo amado está ahí, al
alcance de la mano, tras la oscuridad de nuestros propios miedos, detrás de
nuestras propias dudas. Despertar es usar tus sueños cómo una linterna para
hallarlos en la realidad. El sueño en sí mismo no es aquello que se ama,
aquello que se espera; el sueño es aquello que alumbra sobre lo que ya es,
sobre lo que ya se posee, sobre lo que ya existe, sobre lo que ha sido dado y
solo espera ser tomado. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- No hay nada
que buscar - se dijo a sí misma. La Felicidad igual se persigue como un sueño,
hasta el punto de ser un sueño demasiado perseguido. Pero al detener la
búsqueda, al descubrir que la felicidad es el mismo ser manifestándose pleno,
es cómo despertar de un sueño, del engaño de creer que nos quitaron la
felicidad, o que hemos perdido el derecho de poseerla. Somos la felicidad, no
soñadores persiguiéndola en la nada. Infeliz aquel que no puede hallar en sí mismo
un espacio de festejo dentro de su propia alma. Aunque consiga la felicidad
fuera de sí, no podrá gozarla dentro de ella misma. Cuantas veces soñó tener de
Joshep todo su amor, cuantas veces despierta dejó de mirar el paisaje por estar
sumergida en un sueño consentido por sus anhelos. Lo recordaba bien, en el
fondo de su alma algo le gritaba que eso aun debía llegar, que estaba a pasos
de distancia adelante de ella. Que el amor de Joshep era algo que debía
conquistar. Aunque a veces se aseguraba que lo tenía conquistado ¿No era un
sueño eso? Sí, el amor de Joshep era diáfano como un halo de luz. Y hoy usaba
esa luz para mirar en la realidad el hallazgo del Amor soñado. Sin embargo,
Santiago estaba ahí. A la mano, tangible, metido en su corazón antes de que
ella misma pudiera tenerse a sí misma un mínimo afecto. Era por esa mirada. La
mirada de ese muchacho tímido, que la hacía llenarse de rubor. Esa mirada que
no tenía que soñarla, porque ya estaba ahí. Para ella, más cerca que cualquier
sueño. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; margin-bottom: 12.0pt; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Nunca te amé Joshep
- sintió como si de pronto dentro de ella todo se revelaba. Descubrió que él
era su propia excusa para sentirse digna de Amor. Si Joshep, aquel en que ella
fijó su interés, lograba amarla ella podría creer que era digna de Amor. Joshep
era la búsqueda de su felicidad, por eso nunca la encontró. Lo usó sin darse
cuenta, como él la usaba a ella. Porque ninguno de los dos sentía verdadero
Amor propio. Cada uno iba detrás de un sueño, perseguía una luz que se
extinguía en la distancia y que nunca llegaría a iluminar nada en la realidad
del otro. Simplemente porque un sueño es eso. Un halo de luz. Y por mucho que
se tuvieran el uno frente al otro, eran algo diáfano. Nunca se darían cuenta de
lo que eran capaces de dar, porque se sentían vacíos, y creyendo que al recibir
iban a tener para devolver, nunca recibieron. Porque ambos carecían de Amor
para dar. Adelaida se sentó en la cama pensativa. Recordó la noche del chalet y
reconoció su ingenuidad, su inocencia. Era cierto, ella no tenía culpa. Mas sin
embargo, sabía que tenía responsabilidad, por creer de manera equivocada, por
buscar el Amor fuera de ella, lejos de ella. Por no entender que la aceptación
de Joshep significaría sencillamente eso, aceptación. Pero el Amor no es
aceptación, el Amor era eso que le estaba sucediendo en ese preciso momento. El
Amor era comprensión. El Amor era sencillamente el Amor manifestado hacia
el propio ser. Sintió compasión por Joshep, por su alma perdida, por su alma
temerosa como la tenía ella antes de llegar a Bardolín. Ahora sí tenía Amor
para darle a Joshep, y se lo daría de la única forma que podía dárselo.
Perdonándolo, aunque el nunca lo supiera. Dejándolo ir para siempre de su alma.
Sin rencor. El pasado ya no importaba. El pasado es un sueño de algo que ya se
vivió. Otra luz diáfana. Ahora frente a ella estaba la vida, su propia vida,
nueva en cada segundo, llena de oportunidades. Y tenía a Santiago. El pasado y
el futuro, dos sueños que se apoderan del presente. No buscaría ni esperaría
más sus sueños. No viviría de nuevo perdida en el tiempo. Despertaría en el
ahora. Era el momento de vivir. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Se puso de pie
y caminó descalza hasta frente del espejo. Se miró unos segundos en silencio,
se admiró a sí misma por primera vez en mucho tiempo. Por un momento se sintió
extraña, cómo si mirara a una desconocida, cómo si era la primera vez en toda
su vida que se observaba de esa manera, que se detallaba realmente como era,
que buscaba encontrar en el fondo de sus pupilas su propia alma. Recorrió
lentamente la línea de sus ojos, sus pestañas rojizas, miró en sus párpados las
diminutas pecas que en ellos estaban dibujadas. Sus odiadas pecas, una a una
las observó, y descubrió que ya no las odiaba tanto. Supo que sin ellas su
belleza sería otra, mas ella entendía que no podía ser otra, era la que era.
Sonrió mirando su rostro lleno de esas estrellas cálidas, sobre su piel de
porcelana, enmarcado en su cabellera pelirroja, como dos cascadas de fuego cayendo
a lado y lado de sus mejillas. Se supo hermosa, sin pretensiones, sin vanidad,
se reconoció en el espejo. Su corazón se sentía libre, se sentía vacío de
cargas innecesarias, todo el dolor que en su pecho antes había vivido había
hecho grandes espacios que ahora llenaría de Amor y de Felicidad. Pensó en
Santiago, y sintió en su cuerpo un escalofrío que la recorrió, un calor abrazador
que contrastó con el frío que se colaba por entre las cortinas y las ventanas
cerradas. Un calor que llegó de la nada, o desde adentro de ella misma. Una
certeza que la tomaba de la mano, certeza de un mañana jamás imaginado, un
regalo de la vida, del destino. La justicia que hace el Amor, en el alma de
quién despierta del letargo de la ilusión, de su largo sueño lleno de lejanas
esperanzas. Sintiéndose así, todo era posible. Dentro de ella de pronto solo
había espacio para la certeza. Se miró a los ojos una vez más y se sonrió a sí
misma como lo hace una amiga inamovible, como lo hace una hermana, cómo solo se
mira al ser amado. Sonrió y su corazón se regocijó. Sin poder evitarlo, sus
lágrimas se vertieron abundantes sobres sus mejillas, lágrimas felices. Así
cómo había leído en uno de los tantos pasajes del maltrecho libro, la esencia
de sus lágrimas comenzaba a cambiar. Llorar dejaría de ser una expresión del
dolor a ser una expresión del Amor. Reía y lloraba, lloraba y reía.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Tenía ganas de
abrazar al mundo entero, de dejar que el Amor que sentía lo llenara todo. Nada,
sentía que nada podría quitarle toda esa dicha recién descubierta. Podría
tropezar de nuevo, ya no tenía miedo de caer, de equivocarse una vez más si
fuese a suceder. Se pondría de pie, porque sabía quién era, porque sabía su
verdadero valor, porque había despertado de todos los sueños, para vivir la
vida como si fuera el más amado de todos los sueños. La única forma de vivir,
es siendo libre. Ir en la dirección elegida, por felicidad, por Amor... porque
sí. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Fabián, Toñoño
y Santiago caminaban algo distantes de ellos. Habían convenido en seguirlos esa
noche para intentar saber que era lo que hacían en Los Jardines con tanta
frecuencia. Eran cinco muchachos contemporáneos con ellos, caminaban con prisa
y miraban de vez en cuando hacía las casas vigilando de que alguien no los
estuviese observando. Cruzaron por la puerta de hierro hacia Los Jardines y se
perdieron en la penumbra de la noche. Santiago tomó del brazo a Fabián que
avanzó decidido a entrar detrás de ellos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- No... creo
que es peligroso ir - le advirtió.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Santiago, no
vamos a retroceder justo ahora - le reprochó su hermano, mientras lo miraba con
el entrecejo fruncido -. Esos Bardolín se traman algo y debemos saber que es.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Lo sé...
pero... estamos en desventaja si entramos después que ellos. Están amparados
por la oscuridad. No sabemos si están justo después de la entrada a Los
Jardines. Si venimos mañana antes que ellos y los esperamos nosotros allá
adentro seremos nosotros los que estaremos en posición de ventaja.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Tiene razón -
Toñoño apoyó a su amigo -. Sería mejor que viniéramos mañana antes que ellos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- ¡Y si no
vienen! Deberíamos averiguar de una santa vez que es lo que hacen ahí - se
quejó Fabián.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Por favor
piénsalo con calma - dijo Toñoño -, si no vienen venimos la siguiente noche
temprano, hasta que vengan. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- El tiempo
está pasando y ellos están aquí porque quieren quedarse con nuestro hogar. Algo
traman. Yo no puedo esperar más - Fabián miró hacía la entrada de Los Jardines
aun decidido a entrar. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Podemos ir
por la parte de atrás - dijo Santiago tratando de convencer a su hermano a que
desistiera de seguir a los extraños, en aquella oscuridad. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Tenemos que
treparnos por el techo de la casa - le observó Fabián.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Usamos la escalera
del Sr. Márquez - dijo Toñoño -. Siempre la deja en el jardín.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Si nos pilla
nos soltará a los perros rabiosos que tiene - le respondió Santiago.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- No se dará
cuenta, siempre la uso para recoger las frutillas que quedan sobre el techo de
mi casa - se confesó Toñoño sonriendo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Pero la
vuelta que tenemos que dar es mucho más larga y es muy oscuro por el borde de
las casas - Fabián comenzó a contemplar la idea de Santiago.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Pero es más
seguro que llegar de frente por Los Jardines - dijo el muchacho de las herramientas.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Esta bién -
Fabián lo pensó mejor -, iremos por la parte de atrás. Toñoño trae la escalera.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Espérenme
frente su casa - dijo el joven de mejillas coloradas.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Toñoño caminó
con rapidez y cruzando por una de las veredas desapareció de la vista de los
hermanos. Comenzaron a caminar en silencio cuando escucharon unas voces que
venían por la entrada de Los Jardines. Corrieron hacia las escaleras que
bajaban hacia su casa, se acostaron en ellas ocultándose del ángulo de visión
de los dos jóvenes que salieron hacia la vereda. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Cálmate
primo, ya sabes cómo es él - dijo uno de los muchachos. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- ¡Es un
idiota! ¿Quién se cree que es? - respondió el otro muy molesto. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Félix, sabes
que mi tío Mateo retó a mi tío León.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Mi papá no lo
retó. Tió León fue el que lo amenazó.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Oscar dice
que fue tu papá el que...</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Oscar no es
más que un mentiroso. Su papá y él son unos mentirosos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Pero... no me
tomes a mal primo, pero pareciera que mi tío Mateo no estuviera muy dispuesto a
que toda esta gente que está en nuestras tierras se marche de aquí.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Mi papá es un
sentimental. Presume siempre de astuto, pero en el fondo es muy bondadoso.
Estará encariñado con algunas personas de aquí. En fin de cuentas él es el
único que se ha mantenido en constante contacto con este pueblo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Félix, estas
personas no deben estar aquí. Esto nos pertenece y si debajo de este suelo hay
petróleo la familia podrá salir de la terrible crisis que estamos viviendo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Mi abuelo
Vicencio llenó de hoyos todo el borde de Los Jardines buscando petróleo, y solo
encontró tierra.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Oscar dice
que con las nuevas técnicas que existen de extracción se puede lograr lo que no
consiguió el tío abuelo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- ¡Qué va a
saber ese imberbe sobre eso!</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Dice que mi
tío León y los Villafranca se están preparando para conseguir las maquinarias y
a los obreros capacitados para explorar nuevamente...</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- ¿Los
Villafranca? Solo está conversando con el hijo de los Villafranca. Otro idiota
más como Oscar.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Joshep
Villafranca es el hijo del alcalde. Félix, no creo que sea ningún idiota.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Sí que lo es.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Es de una de
las familias más prestigiosas de la ciudad. Está comprometido con la hija de
los Cuatiño.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Otra pobre
ilusa, como la hija de los Castelán.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Santiago se
estremeció. Sería coincidencia. En la ciudad seguramente habrían otras familias
con el apellido de Adelaida. Tendrían que haber más hijas de otros Castelán.
Ahora era él que sentía el brío de ponerse de pie y acercarse e interpelar a
aquellos Bardolín para exigirles que les hablara sobre el tal Villafranca.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- ¿La muchacha
del chalet? Media ciudad sabe que tipo de muchacha es.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Lo que se
sabe es lo que dijeron Joshep, Oscar y Martín. Eso es lo único que se sabe,
pero te voy a decir algo, "la muchacha del chalet" como le
llamas yo la conocí y te puedo decir que me pareció toda una dama. No llegamos
a ser amigos, no se dieron las circunstancias, pero las pocas veces que pude
tener la oportunidad de conversar con ella, era una muchacha sencilla, con principios
y valores admirables. Yo no me creo del todo esa historia del chalet.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Martín lo
afirma. Da fe de lo que dice Oscar es cierto, dice que estuvo ahí.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Martín es
otro idiota. ¿Cómo puedes creer todo lo que dicen?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Una vez yo
estaba con él y nos encontramos a la pelirroja, cuando ella lo vio se puso nerviosa
y se alejó con prisa de donde estábamos. Y eso seguro porque ella sabe que
Martín fue testigo del tipo de mujer que es.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Santiago y
Fabián se miraron a los ojos. ¿La pelirroja? ¿La hija de los Castelán? No podía
haber duda. Debían estar refiriéndose a Adelaida. El muchacho de las
herramientas mostró la intención de ponerse de pie pero está vez fue Fabián que
lo sostuvo del brazo. Le negó con la cabeza, ordenándole que se quedara
quieto.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"> </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Realmente no
me interesa la vida de esa muchacha. Ni de la hija de los Cautiño. No me
interesa las ínfulas de Oscar ni las pleitesías de Martín para con él. Este
lugar nos pertenece a todos por igual... claro, si es que el documento de Gran
Papá no aparece.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Si no
aparece, tío León dice tener un as bajo la manga.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Ah sí, la
supuesta tía.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- ¿La supuesta?
Asdrúbal y yo escuchamos una conversación entre mi papá y tío León y...</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Sí, sí, tu
hermano y tú se creen todo lo que escuchan. Seguro tío Pablo fue más
astuto que ustedes y no se creyó esa historia de...</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Papá viajó
a...</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- No me
interesa, Andrés. En realidad no me interesa lo que diga uno, lo que haga el
otro. Esta familia está en la decadencia. Yo quiero es que se termine esto de
una vez, saber que va a suceder con este lugar y regresarme a la ciudad. Lo que
si quiero que tengas claro es que no dejaré que Oscar se crea superior que los
demás. Tú deberías hacer lo mismo, no dejar que se burle de ti a cada rato como
lo hace. Su papá no es el dueño de este lugar ni de su destino.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- En eso tienes
razón - Andrés bajó la mirada molesto hacia el suelo cómo si pudiera ver proyectados
sus pensamientos sobre las piedras de la vereda -. No es dueño de Los Jardines
de Bardolín, estamos todos aquí porque esto nos pertenece a todos en la
familia. En eso si te acompaño. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;"> De pronto
de la entrada de Los Jardines salieron los otros tres muchachos y se detuvieron
frente a Félix y Andrés. Miraron al hijo de Mateo con burla. El más alto
de ellos lo miró de arriba a abajo con desprecio.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Un Bardolín
de verdad lucharía por lo que es suyo. Lucharía por estas tierras. Pero tu papá
no es un Bardolín de verdad - le dijo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Ustedes
tampoco son mejores que mi papá. Son unos simples buitres que esperan que pasen
los días que es lo único que tienen a favor, porque esto no les pertenece todavía.
Y me gustaría verte la cara, Oscar, si nunca llega a pertenecernos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Pase lo que
pase, nos pertenecerá. A nosotros, no a ti ni a tu papá. Le pertenecerá a los
Bardolín de verdad.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Que así sea -
le dijo Félix, mientras comenzaba a caminar para alejarse del lugar. Andrés le hizo la par. Los otros tres se fueron detrás de ellos a cierta distancia,
murmurando unos con otros.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Cuando ya se
habían ido Fabián y Santiago se incorporaron y se quedaron sentados en los escalones
de piedra. Estuvieron un rato en silencio. Santiago no hacía más que pensar en
Adelaida y en el tal Villafranca. Podría ser solo casualidad, coincidencia. En
la ciudad había mucha gente, podría haber otra pelirroja que llevara el
apellido Castelán. Fabián por su parte, pensaba más en el evidente conflicto
interno en que se encontraba la familia Bardolín, y sobre el "as bajo la
manga" que habían comentado. Al día siguiente lo hablaría con su papá,
tendrían que estar preparados para cualquier cosa.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- ¿Crees que se
referían a Adelaida? - rompió el silencio Santiago.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- No sé.
Realmente no lo creo - respondió Fabián no muy convencido de sus propias
palabras.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- "La
muchacha del chalet"... ¿Qué habrán querido decir con eso? ¿Crees que
Adelaida haya sido la prometida de la hija del Alcalde de la ciudad?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Ella es muy
elegante, muy educada y refinada. Si lo puedo creer. Pero tal vez solo es una
coincidencia Santiago, no te mortifiques. Por otro lado no creo que
Adelaida pueda comprometerse con gente como esa, gente sin corazón.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Santiago se
quedó en silencio, hundido en sus pensamientos. Revuelto en sus emociones. De
pronto por una de las veredas cercanas apareció Toñoño con una larga escalera,
venía sigiloso. Fabián que se había puesto de pie lo vio acercarse. Santiago le
pidió que no le comentara lo que habían dicho sobre la hija de los Castelán y
el hijo de los Villafranca.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Ya no están
en Los Jardines, ya se fueron - le dijo Fabián a Toñoño saliéndole al paso.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- ¡Qué! - el
muchacho con la escalera, todo sudoroso casi se desmayó.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Sí. Santiago
y yo los escuchamos discutir aquí en la entrada a Los Jardines. Nosotros
estábamos escondido, tirados sobre los escalones de piedra.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- ¿Los
escucharon discutir? ¿Sobre qué?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Al parecer la
familia Bardolín está dividida. Se pelean por el pueblo, unos con otros.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- ¿Entre ellos
mismos se pelean por Los Jardines?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Sí, pero
también traman algo. Tienen un plan por si no logran sacarnos de aquí.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- ¿Cual plan?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Aun no
sabemos. No lo dijeron claro.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Toñoño se quedó
pensando unos segundos, miró la escalera que sostenía en los cansados brazos y
bufó.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">- Entonces ya
no necesitamos esto - dijo resignado a regresar cargando la escalera.
Fabián le asintió.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Comenzaron a
caminar los tres sosteniendo la escalera, para regresarla a su lugar. Fabían
ponía al tanto a Toñoño, sobre la discusión que habían escuchado de los
Bardolín. No le comentó sobre lo que habían dicho, pareciendo aludir a
Adelaida, como le había pedido su hermano.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Santiago,
silencioso, sosteniendo la parte de atrás de la escalera iba pensando en
su amada pecosa. ¿Sería ella la prometida de Joshep Villafranca, el hijo del
alcalde? Si era así ¿sobre él era que ella se refería cuando decía que nunca la
habían tratado con amor? Sintió como el coraje se le encendía en el pecho. Si
esa era la verdad, estaría muy de acuerdo con aquel Bardolín. Joshep Villfranca
era un idiota. Sin embargo, por alguna razón, cuando recordaba aquello sobre
"la muchacha del chalet", en el fondo de su corazón sentía un extraño
dolor.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="border: none; mso-ansi-language: ES-VE; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-VE;">Sólo sabía que
su alma le pedía poder abrazar a Adelaida con todo su Amor.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="border: none; mso-margin-bottom-alt: auto; mso-margin-top-alt: auto; mso-padding-alt: 0cm 0cm 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
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<span style="color: #38761d;"><b><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2016/03/capitulo-34.html">Lee Aquí el Capítulo 34</a></b></span></div>
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<![endif]-->pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-63036012151819513922015-10-26T22:28:00.001-07:002015-12-04T21:58:15.168-08:00Capítulo 32<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiydZTcsPUzxgH6JRYVtmaR6eEZ5iVR-APTTgII97VMhYf8by5hxZXwuO_LhRDo3HZS8zLJSutHL3_5hqhMHSeltUpANeK7X09AcaSD9ZQIgswCFioXm94ouhh0IG5bmE_01O7RKfu3mE4a/s1600/nacimiento-venus.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="416" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiydZTcsPUzxgH6JRYVtmaR6eEZ5iVR-APTTgII97VMhYf8by5hxZXwuO_LhRDo3HZS8zLJSutHL3_5hqhMHSeltUpANeK7X09AcaSD9ZQIgswCFioXm94ouhh0IG5bmE_01O7RKfu3mE4a/s640/nacimiento-venus.jpg" width="640" /></a>Raquel y Adelaida se encontraban absortas cada una en su lectura, lo que se había vuelto una costumbre para ambas. La pelirroja siempre se sentaba en su lugar predilecto cerca del vitral del ángel. Había conseguido un gran libro de ciencias naturales donde hablaba de muchas especies de insectos; encontró contenido sobre las mariposas y no dejaba de pensar que Lili se fascinaría al ver y leer todo lo que frente a ella tenía, sobre aquellas páginas. Poco entendía sobre las explicaciones demasiado científicas sobre las características de las mariposas, pero no tenía duda que para su querida amiga y hermana, todo aquello sería un poema para su provecho. Mientras más iba avanzando en la lectura, su fascinación creció por las pequeñas compañeras aladas de Lilibeth; poco a poco fue comprendiendo la pasión que tenía por las mariposas. Esas pequeñas pinceladas vivientes que llenaban el paisaje de Los Jardines; esos silenciosos seres que parecían ser la alegoría de la madurez. Nacían siendo deboradores de plantas, incluso algunas especies llegaban a ser plagas temidas en muchos cultivos, para luego encerrarse en sus propias crisálidas y transformarse en unos seres más hermosos, de apariencia más sabia, convirtiéndose en polinizadoras, en portadoras de vida de la naturaleza misma en su gran extensión. Una parte de su alma se entristeció al recordar lo que ello significaba también para Galleta. El deseo de metamorfosis. Salir de la crisálida transformada en una mariposa, dejar de ser vista como la oruga del lugar. Si se lo preguntaban a ella, diría que la mariposa fantástica de Bardolín era Lilibeth, y que todas las demás necesitaban salir de la crisálida. Incluso ella misma. Un mundo lleno de orugas sin duda juzgaría a la única mariposa del lugar. <br />
<br />
Tenía el cabello suelto, el que caía cómo una cascada de cobre sobre sus hombros y espalda. La luz que sorteaba los colores del vitral daban sobre ellos, haciendo saltar reflejos hermosos de su melena pelirroja. La dama de damas levantó la mirada de su lectura un momento para mirar a Adelaida en silencio. Miró aquel rostro maravillado y curioso lleno de pecas, absorto, con los ojos sumergidos en las páginas del gran libro que tenía en frente. No pudo y no quiso evitar compararla por un minuto con Jazmín, se permitió soñar con la idea de que su sobrina era realmente su hija, que nunca se había ido de su lado. Se permitió amarla de esa manera brevemente, infinitamente. De todos modos la quería cómo a una madre quiere a su pequeña. De todos modos, al pasar ese minuto de ensueños, la quería así, cómo a una hija. Supo que de igual manera Jazmín jamás podría ser remplazada en su corazón y Adelaida tampoco. Si dentro de ella quedaba un espacio vacío, Luisa Adelaida lo había llenado completamente. La pecosa sintió la mirada profunda de su tía abuela y la miró con el rabillo del ojo. Raquel sonrió.<br />
<br />
- Qué hermosa estás Adelaida - dijo la dama de damas tras una bonita sonrisa.<br />
<br />
- La belleza está en los ojos de quien mira - le respondió la pecosa con las orejas coloradas, sin dejarla de mirar con el rabillo del ojo de vez en cuando. Raquel sonrió graciosa. <br />
<br />
- Mírame un segundo - le pidió cariñosamente la tía abuela. Ella la miró -. Qué hermosa estás de verdad. Te ves tan serena, tan felíz. Dime hija... ¿En verdad cómo te sientes?<br />
<br />
Adelaida miró hacia el vitral unos segundos en silencio, buscando dentro de ella las palabras precisas. Miró de nuevo a su querida tía, meditativa. No encontró las palabras adecuadas para describir sus propias emociones. No sabía si estaba de pleno feliz, o de pleno triste. Amaba a Los Jardines de Bardolín y todo lo que significaba para ella, sin embargo, sus padres estaban en casa de la tía abuela, dejando correr los días hasta el momento que tuviesen que volver juntos a la ciudad.<br />
<br />
- Me siento bien - pudo por lo bajo decir.<br />
<br />
- Oh... mira esa carita que has puesto... Adelaida, escúchame, se feliz. Tú sabes que <i>no hay nada que buscar, nada que encontrar - </i>A la pecosa le dio escalofrío al escuchar esas últimas palabras. Eran del libro de Maira. "Tú sabes" había dicho la tía abuela, como si intuyera que ella había leído aquellas líneas -. La felicidad es algo que llevas por dentro, no se encuentra en un lugar o cosa. Solo en ti. Sé que esto no es facil de entender, menos de llevar a la práctica. Que te lo dice esta anciana, pero créeme, no hay mejor dicha que descubrir que toda buenaventura en la vida procede de uno mismo.<br />
<br />
- Tía... ¿Por qué se quedó sola? - le preguntó la pecosa después de verla un par de segundos pensativa.<br />
<br />
- Bueno hija - Raquel suspiró hondamente -, por levantar muros demasiado altos; por vivir abrazada al miedo, a la soledad cómo una protección para mi misma. Decisiones de las que una vieja como yo solo le queda arrepentirse en silencio. No creerme digna de la felicidad, por pensar que mi pasado iba a encontrármelo siempre de frente en mi futuro, mi lamentable pasado. A veces me traiciona, y suelo creer que aun me castiga, pero a estas alturas de mi vida, hija, vivir casi es un lujo.<br />
<br />
- No diga eso tía. Usted es una persona muy positiva, muy llena de vida, yo le estoy tan agradecida por todo su calor, por toda su comprensión hacia mi. Sé que su pasado ha sido duro. Perder a su hija, no ver volver a su esposo y quedarse sola en esta casa, esperando que alguien viniera por usted. Quizá a traerle consuelo, quizá a traerle la vida que sintió había perdido; pero por encima de eso, a pesar de todas las cosas, usted me ha enseñado a vivir de frente a la verdad, a creer en mi misma, porque sé que usted cree en sí misma.<br />
<br />
- La vida es hermosa Adelaida, por muy difíciles que parezcan ciertas épocas la vida tiene sus maravillas. Sin embargo, la mía ha tenido de todo. Mi hermosa vida ha sido muchas veces dolorosa, equivocada, errada. Fue mi responsabilidad, mi rebeldía. Ya ni sé, o ya no me importa, en todo caso es igual. El pasado es el pasado, de donde solo intento traerme lo mejor, solo eso. Y muchas personas vinieron por mi, muchos amores después de Guillermo quisieron este corazón renuente a dejarse amar de nuevo. Y quien sabe Adelaida, quien sabe, quizá hasta pude ser feliz de nuevo.<br />
<br />
- Yo creo que sí. ¿Cómo no la iba a querer otra persona de verdad siendo como ustede es? Una mujer tan buena, tan alegre y rediante.<br />
<br />
- ¡Bueno! - la dama de damas rió con mucha gracia - Te lo he dicho antes. No conociste a Raquel Lamuza de los años antaños.<br />
<br />
- Pero es que usted no era una persona tan difícil cómo lo puedo ser yo. No me lo puedo imaginar.<br />
<br />
- ¡Oh hija! ¡Era una fiera! Pobre de aquel que mal se pusiera en mi camino. Pero el mundo me había hecho así.<br />
<br />
- Yo podría entenderla tía, yo también estaba enfurecida con la vida. Fuí muy lastimada y acosada en la ciudad después de lo de Joshep. Y me sentía tan mal. Impura, de poco valor. Sentía que nunca otro hombre me miraría con respeto, sino que me había ganado el estigma de mujer fácil. <br />
<br />
- Y solo fuiste una niña inocente en las fauces de un lobo, mas yo mi hija, yo si pisé hondo. Cosas de las que no son gratas hablar.<br />
<br />
- Pero tía ¿Qué pudo haber hecho tan malo?<br />
<br />
- Ay Adelaida - Raquel pareció mirar el pasado, cómo un lejano mal conocido que cruzara de pronto la esquina -, yo caí de todas las formas que puede caer una mujer. Sólo Dios sabe por qué Guillermo puso sus ojos en mi, por qué se me cruzó en la vida para cambiar el camino de está alma que estaba sin rumbo. <br />
<br />
- ¿Y no me puede decir que fueron esas cosas que hizo? - Adelaida recostó la barbilla sobre una de sus manos mientras apoyaba el codo sobre la otra. Miró con curiosidad a su tía abuela, intentado mirar en ella esos rastros del pasado, cómo si pudiera mirar en la mujer de cabellos de plata, su historia proyectada cómo una película.<br />
<br />
- Hay cosas que son mejor olvidarlas.<br />
<br />
- Incluso no se olvidan - dijo la pecosa meditativa. Raquel sonrió.<br />
<br />
- Sí hija, incluso no se olvidan, pero mejor olvidarlas.<br />
<br />
- Entiendo. No quiere decírmelo.<br />
<br />
- No lo digas así.<br />
<br />
- Yo entiendo tía. No se preocupe - le pecosa le sonrió comprensiva y regresó a su lectura. Aunque ella se seguía preguntando en secreto sobre el pasado de su tía abuela, se reservaría las ganas de preguntarle sobre aquello, sobre esas cosas que "son mejor olvidarlas". <br />
<br />
- Lo importante hija es que al final aprendí a ser feliz. A veces se llora, a veces la tristeza aparece, pero somos humanos. La tristeza solo debe venir de vez en cuando, mas la felicidad, mi felicidad está en mi.<br />
<br />
- ¿En verdad tía es feliz estando tan sola? - la pecosa volvió a mirarla.<br />
<br />
- Oh... No, hija... no es la soledad un resultado de mi felicidad... Yo aprendí a ser feliz conmigo misma, pero eso no implica que estar sola en esta casa signifique para mi una dicha plena. Dichosa soy desde que viniste a llenar los silencios de este lugar. Tú le has dado vida a esta casa, la llenas con tu sonrisa, con tus cosas, con tus ocurrencias. <br />
<br />
- ¿Mis ocurrencias? - Adelaida levantó las cejas. La dama de damas rió nuevamente.<br />
<br />
- Desde lanzarle jugo en la cara a Santiago, hasta pelear con la puerta cerrada de la entrada principal. Darle vuelta a los cerezos del huerto, y vivirles preguntando cuando se cargarán de cerezas para ti. Verte hablar a solas con Jazmín...<br />
<br />
- Usted también lo hace - le interrumpió ruborizada.<br />
<br />
- Sí, pero yo no le hablo sobre Santiago - la dama de damas la miró pícara. La pelirroja hermosa metió la cara en su gran libro de nuevo, apenada, cerrándolo un poco escondiendo su rostro entre las portadas.<br />
<br />
- No sé ha que se refiere - murmuró tan cerca de las páginas que no podía leer nada sobre ellas.<br />
<br />
- No te preocupes, ni ella ni yo diremos nada - respondió la tía abuela sonriente.<br />
<br />
- Usted me espía - dijo Adelaida sin sacar su rostro pecoso de su escondite.<br />
<br />
- No hija - Raquel rió a boca de jarro - ¿Espiarte? Te abstraes tanto cuando le hablas que no te das cuenta de nada a tu alrededor.<br />
<br />
- No es cierto.<br />
<br />
- Si la muñeca hablara.<br />
<br />
- Ojalá lo hiciera, que seguro me cuenta algunas cosas de usted también - dijo la pecosa medio asomando su hermoso rostro sobre el libro, como un sol de amanecer en el horizonte.<br />
<br />
- Estamos a salvo, pues no lo hace - Raquel le guiñó un ojo - Jazmín es muy leal con los secretos.<br />
<br />
Las dos sonrieron en silencio. Escucharon pasos por la escalera y se giraron a ver quien subía a la biblioteca. Eran Betania y Gregorio. La madre de la pecosa miraba el lugar con nostalgia y admiración, su mente y su alma se llenaron de recuerdos, de tan amados recuerdos.<br />
<br />
- Tía... la biblioteca está idéntica... - dijo acercándose a ellas. Gregorio le seguía de cerca mirando todo a su alrededor. <br />
<br />
- No he movido nada de su lugar.<br />
<br />
- Me parece que no hubiese pasado el tiempo - Betania se sentía conmovida. Luego miró a Adelaida, la que la observaba con curiosidad -. Me sentaba justo ahí donde estás tú.<br />
<br />
- Es cierto - dijo la dama de damas mostrándose sorprendida.<br />
<br />
- ¿Justo aquí? - Adelaida también se sorprendió. <br />
<br />
- Sí hija, era mi lugar favorito - se acercó hasta la pequeña mesa donde estaba sentada Adelaida y se sentó a su lado. La pecosa sintió dentro de ella una extraña emoción. Imaginó a Betania en el mismo lugar donde ella estaba leyendo. Intentó imaginarla en sus años de juventud, pasando las horas leyendo al lado de la tía abuela Raquel. La visualizó con su cabello azabache y brillante recogido muy pulcramente, muy comedida, juciosa en la postura, en esos años en Bardolín cuando... conoció al señor Mateo... cuando conoció el amor y también el dolor... De pronto la invadió una secreta tristeza. Bardolín parecía ser un lugar maravilloso, donde el Amor podía resurgir de la nada, aparecer cómo el replandor del amanecer llenando el ocaso triste de la soledad, sin embargo, para su mamá y para ella parecía que solo el Amor de Los Jardines era para llevarse en la memoria como un tesoro silencioso. Sabía que pronto tendría que irse de tan amado pueblo y dejar atrás a Santiago... Le preguntó a Dios por qué, cual era la razón por la cual se lo había puesto en su camino. Después de tanto tiempo, de tanto miedo, de tanta soledad le había abierto poco a poco su alma a Santiago, sin medir el mañana, poniendo en las manos de él, nuevamente su frágil corazón. Si pudiera quedarme cerca de él, deseó, si Dios, fuese tu mandato unir nuestras vidas por alguna razón que nos permita llegar al final de este camino, que todo mi ser quiere recorrer. Quiero ir hacia él, quiero correr el riesgo... quiero amarlo... <br />
<br />
- También es el mío - la pecosa respondió taciturna.<br />
<br />
- Y ¿Qué lees? - Betania se inclinó hacia ella mirando dentro del gran libro que su hija sostenía - Oh... sobre mariposas... ¿Te gustan las mariposas?<br />
<br />
- Realmente lo leo para mostrárselo a una amiga, que las colecciona aquí en Bardolín.<br />
<br />
- ¿Tienes una amiga aquí? - su madre sonrió.<br />
<br />
- Sí, se llama Lilibeth.<br />
<br />
- ¿Quienes son sus padres?<br />
<br />
- Doña Margot y Don Gaspar.<br />
<br />
- ¡Margot y Gaspar! - Betania rió con gracia - Han tenido una hija. Es que no me sorprende, ellos siempre juntos para arriba y para abajo. Era de esperarse que terminaran casados.<br />
<br />
- ¿Sabes quienes son? - preguntó la pecosa mirando a su mamá cómo alguien a quien poco conocía, cómo alguien con la que ahora compartía muchas cosas, sin saberlo. <br />
<br />
- Sí Adelaida, claro que sí, Gaspar era muy amigo de... - inclinó la cabeza y habló en voz baja - Mateo.<br />
<br />
- ¿Eran amigos?<br />
<br />
- De los mejores. A través de Gaspar fue que lo conocí - Betania se quedó en silencio unos momentos mirando el pasado y su rostro dibujo una tierna sonrisa -. Margot y él siempre estaban juntos, los tres de hecho siempre estaban juntos. Frecuentaban mucho Los Jardines. Los unía un recuerdo muy triste.<br />
<br />
- ¿Un recuerdo triste?<br />
<br />
- Sí. Ellos estuvieron con la hija de la tía Raquel, el día que desapareció. Llegó un momento en que ya no estaban seguros si la habían visto caer, o si realmente dentro de la confusión de ese día eso fue lo que ellos creyeron que pasó. <br />
<br />
- ¿Pero si no cayó en un pozo, mamá, que pasó con ella? ¿Dónde está?<br />
<br />
- Bueno hija - Betania miró a la dama de damas con tristeza -, pudo suceder que alguien se la llevara dentro de la confusión de ese día. Ese día, cuentan, cayó una tormenta inesperada en Bardolín un día en que estaba mucha gente del pueblo en Los Jardines, tanto como la familia de Mateo, cómo las demás familias del pueblo. Dicen que en un descuido cuatro niños cruzaron la cerca hacia los pozos, y la tormenta los tomó ahí por sorpresa. Solo regresaron tres...<br />
<br />
- El señor Mateo, Doña Margot y Don Gaspar.<br />
<br />
- Sí hija, y lo único que repetían era que Jazmín había caído en un pozo.<br />
<br />
- ¿Mi tía estaba ahí? - la pecosa miró hacia su tía abuela sintiendo tanta pena por ella.<br />
<br />
- Sí. Mi tía estuvo ahí.<br />
<br />
- Pero... ¿Si no cayó en un pozo, si alguien se la llevó, por qué? ¿Mamá por qué?<br />
<br />
- Por odio a la tía Raquel. Los Bardolín nunca la han querido, a excepción de pocos. Se dice que posiblemente se la llevó una de las tías de Mateo.<br />
<br />
- ¿Una hermana de tío Guillermo?<br />
<br />
- Sí, eso se dijo, pero nunca se comprobó dicho rumor.<br />
<br />
- ¿Pero mi tía fue a buscarla?<br />
<br />
- No sé hija, lo que sé es que desde entonces ella muy pocas veces a salido de Bardolín. En los pozos se buscó día tras día, por hallar a la niña. Hasta que la dieron por perdida.<br />
<br />
- Que historia tan triste mamá.<br />
<br />
- Sí hija, pero ya de eso tanto tiempo.<br />
<br />
- Pero para tía Raquel Jazmín sigue estando muy presente. Nunca la olvida.<br />
<br />
- La puedo entender - Betania miró a Adelaida, reconoció para sí misma que no había sido la mejor madre para su pelirroja en esos días en que tanto la necesitó, pero sabía que se moriría si le llegara faltar su hija. No podría vivir, no tendría sentido para ella nada en la vida.<br />
<br />
- Si Jazmín estuviese viva, sería una bendición si apareciera por Bardolín, en busca de la tía Raquel.<br />
<br />
- Sí hija, pero quien sabe. Pero no hablemos más de esas cosas tan tristes. Háblame de tu amiga.<br />
<br />
Adelaida miró unos segundos en silencio a su tía abuela mientras hablaba con Gregorio. Sintió tanta compasión y amor por ella. Y dentro de ella no tuvo ninguna duda, la dama de damas merecía que todo saliera a su favor, que Bardolín se salvara de ser perdido, que sus últimos años fuesen hermosos, llenos de alegrías. Sabía que aunque se fuese, volvería muchas veces a visitarla, no la dejaría sola. Ella no.<br />
<br />
- Lilibeth es una persona muy especial mamá. Bastante tímida, pero muy hermosa persona. De un corazón muy bueno cómo pocas personas lo tienen. Y vive en su mundo, coleccionando mariposas, estudiándolas, aprendiendo de ellas.<br />
<br />
- Debe ser una muchacha muy interesante.<br />
<br />
- Lo es. Aunque hay muchas personas que la molestan por ser diferente.<br />
<br />
- ¿Diferente? A que te refieres.<br />
<br />
- A que lo que le interesa a ella no es lo que le interesa a la mayoría. Es muy reservada, pareciera que caminara dentro de una caja de cristal, cómo si ella no pudiera alcanzar el mundo, y el mundo no quisiera alcanzarla. No cualquiera puede conocerla realmente, sin embargo, tiene un alma digna de ser conocida. Es muy pura. Muy buena.<br />
<br />
- Me gustaría conocerla. Si quieres podemos visitarlos.<br />
<br />
- ¿Ir juntas? - Adelaida le emocionó la idea.<br />
<br />
- Si hija, y así verlos que tengo mucho tiempo sin saber de ellos.<br />
<br />
- Me encantaría mamá - la pecosa sintió mucha emoción. Sintió a Betanía más cercana aún, más amiga. <br />
<br />
<br />
Gregorio miró el vitral mientras conversaba con Doña Raquel. Estaba fascinado como le sucedía a todo aquel que lo obsevababa por primera vez. Miraba el gran ángel construido majestuosamente con diferentes cristales, habilmente cortados y armados con plomo fundido. La luz del día entraba esplendoroza a través del vitral, dándole una atmósfera casi sacra a la biblioteca.<br />
<br />
- Una obra de arte - dijo para sí mismo.<br />
<br />
- Hay que reconocer que los Bardolín siempre tuvieron buen gusto - le comentó Raquel, mientras lo veía, admirado ante el gran ventanal.<br />
<br />
- Se refiere a su esposo, sospecho - respondió él sin apartar los ojos de los coloridos cristales.<br />
<br />
- De todos en general. Pero sí, mi esposo tenía una predilección por el arte muy grande - la dama de damas se puso de pie y se le acercó. Gregorio miró un momento en silencio a aquella mujer casi tan alta como él.<br />
<br />
- ¿Y qué fue de su esposo, Doña Raquel? Si no es muy atrevido de mi parte preguntar.<br />
<br />
Se mantuvo un momento pensativa, cómo si escuchara una voz lejana que le dictara alguna historia triste.<br />
<br />
- ¿Betanía nunca te contó? - él negó con la cabeza - Un día se fue y nunca volvió.<br />
<br />
- ¿Qué quiere decir que nunca volvió? - la miró lleno de enigmas - ¿Se fue y sencillamente nunca volvió? ¿Por qué? ¿Nunca tuvo noticias de él?<br />
<br />
- Las peores noticias. Yo nunca las creí.<br />
<br />
- ¿Pero... le sucedió algo o... él...?<br />
<br />
- ¿Si se quedó con otra mujer? - la dama de damas lo miró sólida. Gregorio carraspeó -. Mi vida está llena de misterios, Gregorio. Los seres que más amé en la vida, desaparecieron. Sin dejar rastro. Es todo lo que te puedo decir.<br />
<br />
- Pero... si alguno de ellos apareciera... - él recordó su conversación con Mateo Bardolín.<br />
<br />
- No aparecerán.<br />
<br />
- Pero si apareciera... - Gregorio se quedó en silencio al ver como la dama de damas lo miró cómo si su mirada podía escrutarlo por dentro, cómo si eso era lo que intentaba hacer, leerle la mente.<br />
<br />
- No lo harán - le respondió Raquel sin dejar de mirarlo de aquella manera tan penetrante.<br />
<br />
- Sí Adelaida me faltara algún día, por mucho que pasaran los años, nunca perdería la esperanza de volverla a ver. No podría vivir sin esa esperanza - dijo el padre de la pecosa mientras volteaba a mirar a su hija.<br />
<br />
- Yo tampoco Gregorio, pero entre la esperanza y la realidad, una se vuelve tu compañera y la otra tu enemiga.<br />
<br />
El padre de la pecosa guardó silencio. Sintió dentro de sí mucha compasión por la tía abuela de su esposa; no se imaginaba estando en su lugar. Él no lo soportaría. Se movió en lo más profundo de su alma una gran tristeza, se despertó en su ser el deseo de que fuese cierto que Jazmín estuviese sana y salva en algún lugar de Europa. Sí fuese Adelaida, sí fuese mi niña, daría lo que fuese por volverla a ver, después de eso podría morir en paz, pensó. Sintió que la vida le ofrecía un compromiso, un propósito altísimo, una misión. Lo haría, le tomaría la palabra a Mateo Bardolín e iría a buscar a la hija de la dama de damas, pero no por las razones que le pedía el Bardolín sino por las razones que solo puede darlas el corazón de un padre, por las razones de una angustia comprendida, por desear que hicieran lo mismo por él si la vida le tratara de igual manera como lo había hecho con Doña Raquel. Buscaría a Jazmín para decirle que su madre aun vivía y que nunca había podido olvidarla.<br />
<br />
Se escucharon unos pasos por la escalera. Betania y Adelaida las más cercanas, voltearon a ver quien era. Tímidamente asomó el rostro el muchacho de las herramientas. Al ver a Adelaida su corazón se aceleró, y sintió cómo su rostro se le llenaba de un calor nervioso. Terminó de entrar a la biblioteca con paso menos decidido que con el que subió. Su mirada después de embelesarse en la pecosa, como siempre, busco apremiante a Doña Raquel, dejándola con las orejas ruborizadas. Traía entre manos una cesta con el mandado que le había pedido la dama de damas a tempranas horas al verlo merodear cerca de su jardín. Le dejó la orden que al regresar subiera directo a la biblioteca y que no se detuviera por nadie, aludiendo a los padres de Adelaida. <br />
<br />
- Buenos días - saludó a madre e hija. La pecosa le respondió con su hermosa sonrisa; Betania le hizo un amable gesto con la cabeza.<br />
<br />
El padre de la pelirroja no pudo impedir que su entrecejo se le hundiera, sin embargo no podía dejar de notar ese brillo en los ojos de su hija y la forma en que aquel joven la miraba. No, Joshep Villafranca nunca la miró así. Podía reconocer que el hijo de los Villafranca la miraba y la presentaba frecuentemente con orgullo. Mas aquel bardolideño ponía sus ojos en Luisa Adelaida como una caricia, con un embeleso que solo tienen los enamorados en la tonta expresión, meditó.<br />
<br />
- Santiago - la dama de damas se mostró contenta al verlo -, pasa acércate, pon la cesta aquí.<br />
<br />
- He conseguido todo, incluso - el muchacho de las herramientas bajó la voz y se acercó un poco a ella - conseguí las cerezas.<br />
<br />
- Excelente - se emocionó Raquel.<br />
<br />
- Buenos días - saludó Santiago algo rígido al Señor Castelán al sentir que este no le quitaba la escrutadora mirada.<br />
<br />
- Buenos días joven.<br />
<br />
- Betania ven, acércate - Raquel llamó a su sobrina. Betania se puso de pie y caminó hacia ellos. Santiago en ese momento se sintió intimidado por primera vez por la distinguida madre de su amada. Por el porte, la elegancia, de donde podía entender el origen de la belleza de Adelaida. Pasó entre Gregorio y el muchacho y al ver las cerezas también se sonrió en complicidad con su tía abuela.<br />
<br />
- ¡Vamos, vamos! - aupó Raquel a Santiago - Ve con Adelaida. Acompáñala.<br />
<br />
El muchacho de las herramientas miró con el rabillo del ojo a los padres de la pecosa, pero la dama de damas moviendo los brazos hacia él le volvió a aupar. Algo nervioso caminó cerca de su musa. <br />
<br />
- Hola Santiago - le sonrió la bella pelirroja -. Siéntate.<br />
<br />
- Hola - él se sentó respetuoso al lado de ella. Miró su melena de fuego suelta, hermosa, ondulada. Cada segundo sentía que la amaba más que el anterior. ¿Por qué? Se preguntaba por dentro ¿Por qué este amor me crece en el pecho con solo verla? ¿Por qué la amo tanto sin razón aparente? Sin embargo, una parte de él sabía que esa era una pregunta que no podía responder. Puesto que el Amor es el significado de sí mismo, por lo que no puede definirse en términos distintos de lo que es. No hay sinónimos para el Amor. El Amor es, con eso le basta.<br />
<br />
- Mira lo que he conseguido - la pecosa le mostró el gran libro abierto en unas páginas llenas de ilustraciones de mariposas. Pero Santiago no vio las mariposas en el primer momento, ni siquiera bajó su mirada a las páginas. Se quedó mirando la blanca piel de Adelaida, el dibujo de sus pecas, el color rojo toronja de sus labios, el encendido destello de la luz del vitral bañando la cabellera de fuego de su musa -. A Galleta esto le va a encantar.<br />
<br />
- Eh... que... Oh sí, sí. <br />
<br />
- Mira todo lo que hay en este libro. Para ella esto será un tesoro.<br />
<br />
- La vi que iba...<br />
<br />
- Donde Fabián - le interrumpió la pecosa con una sonrisa suspicaz.<br />
<br />
- ¿Cómo sabes? ¿Pasó por aquí?<br />
<br />
- No, es que ayer consiguió una mariposa nueva para su colección y ya sabes lo que sucede.<br />
<br />
- Sí, Galleta corre a mostrársela a mi hermano. No sé por qué Fabián no... - se detuvo, al sentir que quedaría atrapado en su propio argumento si seguía hablando.<br />
<br />
- No qué - preguntó la pecosa incorporándose en su silla con los ojos curiosos.<br />
<br />
- Nada, pensé con la boca. - sonrió nervioso. Adelaida lo vio con los ojos entreabiertos unos segundos.<br />
<br />
- Vamos, que sabes tú que no me lo quieres confiar. La otra tarde en Los Jardines no quisiste decirme nada tampoco.<br />
<br />
- Nada Adelaida, es que esos dos... tú sabes... ¿no es obvio?<br />
<br />
- Hay cosas que a veces parecen obvias y no lo son, y hay cosas que no lo parecen y lo son - la pelirroja hermosa regresó su mirada al gran libro que sostenía con sus gráciles manos.<br />
<br />
- Mas yo diría que en este caso parece y es.<br />
<br />
- ¿Y cuál es el parecido y con qué obviedad? - después que pronunció aquel trabalenguas los dos rieron graciosamente. <br />
<br />
- Los dos se quieren - dijo al fin el muchacho de las herramientas mientras bajaba la mirada hacía las vetas de la madera de la mesa. La pecosa lo miró con amor en silencio unos segundos. ¿Y nosotros Santiago? pensó ¿Nosotros cuanto nos queremos? ¿Sabemos cuanto? o nuestro deseo ha de ser el querer saber cuanto nos podríamos amar de aquí hasta donde el alma no pueda más. Sonrió sonrojada.<br />
<br />
- Ellos se quieren a su manera - musitó ella.<br />
<br />
- Tienen suerte - ella le pareció de pronto lejano en aquellas palabras, quizá triste. Santiago no pudo evitar la idea de imaginar a Adelaida partiendo de Bardolín. Constantemente se atormentaba con ello. La miró de nuevo de la única forma que sabía hacerlo. Amándola.<br />
<br />
- Tú también tendrás suerte Santiago - respondió la pecosa adivinando al final los pensamientos de él. Sentía que su corazón se desbordaba por aquel joven amante, pero entendía su tristeza. Era la misma tristeza de ella. Sin embargo no podía dejar de desear en su corazón lo mejor para Santiago, el mejor amor que se le pudiera cruzar en el camino. Quizá, un mejor amor que ella. A él, por el contrario, esas palabras le apuñalaron. Le parecieron una despedida indirecta, un adios anunciado con antelación sin haberse pronunciado aun. ¿Suerte? Suerte sería tenerte para siempre, se dijo en sus adentros.<br />
<br />
- Más que suerte, necesito un milagro.<br />
<br />
Adelaida le tomó la mano y le sonrió con mucha ternura.<br />
<br />
- Eres un buen hombre. No eres para cualquier mujer Santiago. Quienes no han valorado lo que eres se han perdido de todo el calor que puedes hacer sentir en un corazón. La vida tiene algo bueno guardado para ti. Eres especial...<br />
<br />
- Quédate... - él mismo se sorprendió de aquella palabra que se le escapó de la boca disparada desde su corazón.<br />
<br />
- Quisiera quedarme... pero es como pedirte que vengas conmigo... Dejarlo todo por mi...<br />
<br />
- Pídelo. Pídelo Adelaida, aquí nada me retiene.<br />
<br />
- Santi...<br />
<br />
- Yo... en mi corazón... ¿cómo se pueden explicar estas cosas? Tú lo has cambiado todo para mi. Este lugar no será lo mismo sin tí. Eres para mi... eres... Adelaida lo llenas todo... ¿Cómo? No lo sé. Pero todo lo llenas, todo me recuerda a ti en cada rincón de cada vereda, en cada flor de Los Jardines, en cada flor de los cerezos. En especial de aquel cerezo - la pecosa se sonrojó tímida y conmovida -. Adelaida... yo necesito...<br />
<br />
La pecosa con los ojos humedecidos y emocionados, le cubrió los labios con sus finos dedos, antes de que la hiciera llorar como a una chiquilla. <i>Un milagro</i>, pensó, también deseo ese milagro. Y el milagro para mi no es poder quedarme en Bardolín, sino poder quedarme en tu vida. ¿Cómo no desear ser amada así como tú lo haces? Sin embargo esas palabras no era capaz de pronunciarlas. Tal vez solo aumentarían la tristeza del mañana, harían más pesaroso el adiós cuando este llegara. Él con delicadeza apartó su mano.<br />
<br />
- Adelaida...<br />
<br />
- No lo digas Santi. No digas lo que yo callo. Que sí lo dices tú, nos dolerá a ambos igual. A veces es mejor lo que dice el silencio.<br />
<br />
- No entiendo... ¿lo que dice el silencio? ¿A que te refieres?<br />
<br />
- El silencio nos deja imaginar lo no dicho, nos permite soñar la respuesta deseada, nos permite corregir lo que evitó decirse, para esperar poder tener las palabras adecuadas.<br />
<br />
- Entonces quédate y no respondas. Quédate y déjame imaginar la respuesta deseada.<br />
<br />
Adelaida lo miró con tanto Amor. Y se mantuvo en silencio. Deseó como nunca aquel milagro.<br />
<br />
- ¿Sabes lo hermosa que eres?<br />
<br />
- La hermosura está en los ojos de quién mira - dijo la pecosa alelada, mirándolo.<br />
<br />
- La hermosura está en los ojos de quién ama - dijo él perdido entre las pecas de ella.<br />
<br />
- Santiago... - murmuró ella.<br />
<br />
- Dime Adelaida.<br />
<br />
- Ven conmigo y no respondas.<br />
<br />
Santiago la miró ambilado, en silencio. Sonrió para ella, sonrió para sí mismo. Es cierto, a veces el silencio susurra con la voz de la esperanza. A veces lo que las palabras separan, el silencio mantiene, porque quien entiende no es la razón sino el alma que está atenta para comprender en el otro, el más mínimo brillo hermoso en las ilusionadas pupilas. Traduce el lenguaje de las miradas, entiende la conversación de dos manos que se rozan, dejando limitada toda palabra. El muchacho de las herramientas siguió con la mirada el hermoso cabello de fuego de su amada y de nuevo se le vino a la mente aquella Venus de la que le había hablado alguna vez Doña Raquel, su rostro se iluminó un poco y miró hacía las paredes de la biblioteca y ahí estaba: La replica de El Nacimiento de Venus de Botticelli. Adelaida volteó a mirar en la dirección en que lo hacía Santiago y al ver de nuevo aquella pintura en presencia de él se sonrojó un poco llena de pudor, al ver de nuevo a aquella dama de piel de porcelana desnuda sobre su concha de mar.<br />
<br />
- Ella me recuerda a ti - dijo movido por las emociones el pobre muchacho, tan alto que los padres de Adelaida voltearon a escucharlo. La pecosa se le subió a las orejas la sangre hirviendo de la vergüenza. ¡Cómo se le ocurre de pronto decir, delante de papá y mamá y de mi tía que yo le recuerdo a esa mujer desnuda! pensó mientras palidecía. Acto reflejo se puso de pie y alzando el gran libro que tenía en las manos lo abanicó contra la cabeza de Santiago el que reaccionando en el último segundo se agachó sintiendo como se libraba del golpe por milímetros.<br />
<br />
Gregorio ya había dado un paso cuando Betania y Raquel lo sostuvieron. La dama de damas miraba al muchacho con resignación mientras meneaba la cabeza como siempre cuando se trataba de una ocurrencia de él. Vieron como Adelaida volvía a levantar el pesado libro en el aire y pretendía aplastar a Santiago como a un insecto. La vergüenza que sentía era muy grande, como en un momento como aquel se le ocurría hacer tal comparación.<br />
<br />
- Pervertido... - volvió rozar con el libro la humanidad del muchacho de las herramientas que esta vez había caído sentado en el piso sentado con los ojos tan abiertos como los de un gato aterrado.<br />
<br />
- A... Adela...<br />
<br />
- Cómo te... - alzó en lo alto el libro y lo dejó caer como un matamoscas gigante - como te atreves.<br />
<br />
Santiago pudo esquivar de nuevo el impacto gateando, quedando casi de cabeza en los primeros escalones de la escalera.<br />
<br />
- ¿Cómo que esa mujer desnuda te recuerda a mi? ¡Pervertido!<br />
<br />
- Esa es una diosa... Doña Raquel... - gritó pidiendo socorro a la dama de damas - La de la pintura, dígale, dígale que es una diosa del Amor y la Belleza...<br />
<br />
La pecosa se quedó con el libro en alto, ruborizada aun más. No acomoda la situación ante papá y mamá, pensó un poco ansiosa. Sin embargo, de pronto había entendido la comparación que hacía su Santiago. No era realmente el parecido físico, era el significado poético que le estaba dando él. Eso la conmovió. La estaba comparando no con la mujer desnuda de aquel lienzo, sino con la diosa del Amor. Comenzó poco a poco a reírse primero de sí misma, por impetuosa y luego del asustado muchacho arrinconado en la escalera. Comenzó a reírse gustosamente y bajó el libro. Santiago se quedó sorprendido y embelesado aún más al escuchar y ver por primera vez en ella una sonrisa tan libre, tan armónica, tan feliz, tan natural, tan llena de belleza. Pero no solo él estaba pasmado, los padres de Adelaida no la escuchaban reír desde hace tanto tiempo, que no recordaban como sonaba la risa de su hija y quedaron conmovidos ante aquella escena. Raquel la miraba admirada. Era cierto, Santiago tenía razón. Ahí ante ellos estaba una diosa de la hermosura y del Amor, de esa hermosura que viene de adentro y de ese Amor que voltea hacia sí mismo y se contempla digno. La risa de la pecosa llenaba el lugar como si fuera música, como si fuera luz. <br />
<br />
<br />
<br />
Sí Santiago, pensó Raquel, así es cómo nace Venus, espléndida, fantástica, mostrando lo más hermoso que tiene.<br />
<br />
<br />
La desnudez de su alma. <br />
<br />
<br />
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<div style="text-align: center;">
<br /></div>
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<a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2015/11/capitulo-33.html"><span style="color: #38761d;"><span style="font-size: small;"><b><span style="color: #b45f06;">Lee aquí el Capítulo 33</span></b></span></span></a> </div>
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pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-36570865046081970082015-07-28T21:29:00.000-07:002015-07-31T10:04:43.737-07:00Cómo leer la Novela Cómodamente<div id="fb-root"></div><script>(function(d, s, id) { var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0]; if (d.getElementById(id)) return; js = d.createElement(s); js.id = id; js.src = "//connect.facebook.net/es_ES/sdk.js#xfbml=1&version=v2.3"; fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs);}(document, 'script', 'facebook-jssdk'));</script><div class="fb-post" data-href="https://www.facebook.com/media/set/?set=a.1696121910615556.1073741833.1514278665466549&type=3" data-width="500"><div class="fb-xfbml-parse-ignore"><blockquote cite="https://www.facebook.com/media/set/?set=a.1696121910615556.1073741833.1514278665466549&type=3">Posted by <a href="https://www.facebook.com/LosJardinesDeBardolinNovela">Los Jardines de Bardolín</a> on <a href="https://www.facebook.com/media/set/?set=a.1696121910615556.1073741833.1514278665466549&type=3">Martes, 28 de julio de 2015</a></blockquote></div></div><br />
pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-92147463873047254382015-07-25T22:36:00.000-07:002015-10-26T22:36:41.756-07:00Capítulo 31<br />
<div style="text-align: justify;">
Entró al mercado con paso alegre y decidido. El sol besó sus mejillas dulcemente al salir de la sombra de la última casa de la vereda. La suave brisa de la mañana volvió a acariciar sus cabellos de fuego, meciéndose en ellos como si un hada invisible se tratara. Nuevamente los olores de los tarantines la alcanzaron y la hicieron aspirar profundamente, amando todos aquellos aromas. Se detuvo frente a una repisa llena de frascos llenos de todo tipo de conservas, muy provocativos a la vista. Podría llevar uno para su papá y su mamá cómo obsequio, sostuvo uno de ellos y lo miró con ojos de joyero. Por detrás de ella pasó un grupo de tres jovencitas que iban conversando muy animosas, y a cada minuto dejaban oir sonoras risas al únisono. Ella volteó a mirarlas un segundo, al trío de muchachas alegres que parecían hablar de cuanta cosa y cuanta persona les pasara cerca. Les perdió interés rápido y regresó sus pequeños hermosos ojos sobre el frasco que tenía entre sus pequeñas y delicadas manos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Señor Marcos, me llevo este - Adelaida le extendió unas monedas al mercader, las que con una amable sonrisa las recibió. Él anciano con premura buscó para darle el cambio, pero la pecosa lo rechazó. Con un gesto amable le hizo saber que podía quedárselo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Muchas gracias señorita.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Sus conservas valen mucho más de lo que usted las cobra. ¡Son una delicia! - le dijo con holluelos en las mejillas la hermosa pelirroja. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Muy amable. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Hasta luego - se despidió contenta con su frasco en manos y siguió caminando entre los tarantines hasta llegar cerca de una gran cesta llena de ciruelas. Su olor y colores intensos la hicieron detenerse en frente tentada a probar uno, pero al estar ahí escuchó cerca a las tres muchachas que había visto minutos antes, un poco más adelante de donde ella estaba. Entre el bullicio del lugar, entre las voces que venían en todas direcciones, se filtró la voz de una de ellas hasta sus oídos. Había dicho algo de Santiago. Puso mucha atención intentando alcanzar a escuchar la conversación pero haciéndose la desentendida. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Tú le diste la dos cerezas Rebeca, muchos pensábamos que ibas a romper la maldición de Santiago hace tres años atrás - dijo una, las otras dos rieron a boca de jarro. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Hubiera sido Fabián y le daba hasta seis... - respondió Rebeca. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Pero Fabián te daba vueltas. Algo le hiciste que se alejó de ti - dijo Clara.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Él no me daba vueltas, él es pícaro con todas por igual.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, eso es cierto - dijo Clara dándole giros entre sus dedos a uno de sus mechones. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Pero con que cara lo dices - la codeó Rebeca. La muchacha rió ampliamente.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Bueno, a mi también me dio vueltas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Estás inventando. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No, lo juro - Clara abrió los ojos ampliamente, con expresión de cordero. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- La verdad es que a ninguna nos llegó serenata de él, el año pasado - dijo Laura. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Pero a todas nos coqueteó - dijo Clara.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No ha todas - dijo Laura.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Ah... es que Fabián es de buenos gustos - rieron dos de ellas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué te crees? Se te pudrieron las cerezas esperándolo - dijo Laura un poco mal humorada. Volvieron a reír las otra. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Yo no lo esperaba a él - dijo Clara.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿A Santiago? - dijeron las otras casi al unísono. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡No! Esperaba a Cristobal... pero para esas fechas viajó.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Es un chico listo - dijo Rebeca.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué quieres decir? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Nada. Pero tú sabes que todas esperamos a Fabián en el mes de las cerezas - volvieron a reír. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Tiene un tiempo que no se le ve con nadie - reflexionó Laura.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Con alguien sí - dijo Clara.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Ah sí... - Rebeca hizo un gesto despectivo - con la rarita. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A Adelaida se le estremeció el cuerpo. "La rarita", sabía de quien iban a hablar. Tenía ganas de arrojarle el frasco contra la cabeza, pero se contuvo e intentó seguirlas escuchando a paso retirado mientras estás comenzaban a caminar de nuevo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Le tendrá cariño - dijo Laura.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- O ella lo embrujó - Clara se pasó un dedo por la muñeca haciendo un gesto extraño. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Yo creo que es lástima - dijo Rebeca.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, pero por lástima él no va a dejar de darle serenata a alguna de las muchachas de Bardolín. Siempre tan galante, siempre se le ha conocido teniendo alguna novia. De verdad que no dura mucho solo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Es que difícil no lo tiene. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Pero es muy extraño, como dices. ¿Estará enamorado de Galleta? - dijo Laura. Las otras rieron tanto que casi se caen al avanzar. Adelaida iba detrás de ellas tragando hondo, estaba a un paso de acercarse y de ponerlas en su lugar.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Cómo se te ocurren tonterías? - dijo una de ellas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Entonces explícame. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Por favor, seamos serias. Fabián se le han conocido las más bellas novias de Bardolín. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Si hablamos en serio Galleta es muy bonita... - dijo Laura. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Es rara. Escurridiza como un perro callejero. Silenciosa como un muerto en pie. Metida todo el santo día en Los Jardines recogiendo hierbas y sapos. Seguro hará hechizos encerrada en su cuarto y tendrá a Fabián embrujado - dijo Clara. Rebeca no pudo contener la risa. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Hablo en serio - gruñó Clara -. Pues miren, hablando del Rey de Roma... </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Galleta estaba en el mercado, cargaba algunas frutas en una cesta y caminaba delante de ellas sumergida como siempre en sus pensamientos. El trío de parlanchinas aceleraron el paso hacia ella y el corazón de Adelaida se sacudió, también apresuró el paso. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Hola Galleta - la rodearon. Lili dio un respingo y las miró con sus grandes ojos marrones, algo llenos de temor. No estaba acostumbrada a que se le acercaran los demás de esa manera y menos el trío de parlanchinas en particular. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Está muda - murmuró Clara. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Nos estabamos preguntando Galleta... - Rebeca la miró maliciosa - ¿Te gusta Fabián? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Galleta se quedó petrificada mirándola fijamente, sus ojos se le humedecieron. Sintió tanta vergüenza ante tal pregunta. Terminó bajando la mirada queriendo salir corriendo pero le tenían el paso cerrado. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- La vas a hacer llorar - dijo Laura por lo bajo, sintiendo un poco de pena por la muchacha tímida y temerosa -. Mejor déjala.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Por favor Laura, ¿qué le cuesta responder? Todos saben que le encanta ir donde Fabián y que él la atiende porque tiene buen corazón. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿También esperas que Fabián algún día te lleve tu primera serenata? - dijo Clara. Ella y Rebeca estallaron en risa, a Laura aquello no le estaba gustando al ver el rostro de Lili tan adolorido. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Muchachas, mejor seguimos andando - dijo Laura. Mas las otras dos la ignoraron. Rebeca tomó por la barbilla a Galleta y le levantó el rostro suavemente.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Fabián tiene un buen corazón, por eso te recibe en su casa, porque le das pena. Te digo esto para que no vayas a sufrir. Él no se fijará nunca en una muchacha como tú. Lo sabes ¿verdad? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No la escuches Lili - Adelaida dijo de improvisto, que las hizo dar un salto a todas -. No escuches a estas frustradas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Cómo dijo? - preguntó Clara a sus amigas. La pecosa con las orejas enrogecidas de la rabia, pasó entre ellas y tomó de la mano a Galleta e intentó sacarla de en medio de sus agresoras. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué te crees tú, muñequita de la ciudad, para decirnos frustradas? - dijo Rebeca retadora, cerrándole el paso a la pelirroja, la que por su frágil estampa parecía una niña entre ellas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué te crees en verdad? ¿Con tus vestiditos y modales burgueses crees que tienes el derecho de insultarnos? - dijo Clara. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Insultarlas? - le respondió Adelaida - Si ustedes mismas se hacen el favor. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Las tres se miraron sin enteder muy bien. Logró hacerse paso entre ellas llevándose consigo a Lili. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Nos dijiste frustradas y pretendes irte como si nada - dijo Rebeca -. De seguro la frustrada eres tú, que vienes a rescatar a la frustrada de Galleta que en su vida a recibido una serenata de nadie. Esa si es una frustrada. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Adelaida se detuvo en seco y se giró hacia ellas. Sintió cómo Lili comenzaba a llorar intentando repremir con todas sus fuerzas el llanto. Eso le bastó, esa era la gota que derramaría el vaso. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Les voy a decir algo y espero que su limitado entendimiento les alcance para comprender - dijo la pecosa en alta voz que los que estaban cerca se detuvieron a escucharla -. Cuando miran a los demás y los señalan desde sus propios juicios, están señalando la propia idea que tienen en sus huecas cabezas. Cuando le dicen "rara" a Lili, no es que ella lo sea, sino que en sus estrechas mentes no pueden ver más allá de lo que ustedes mismas son. ¿Les da gracia que ella nunca haya recibido una serenata? Ustedes habrán recibido muchas para seguir solas, cómo un trío de cuervos que se creen cisnes, que no les queda más que reunirse con sus semenjantes para no sentirse desdichadas. Por eso Lili anda sola, porque no hay como ella semejante en este lugar, porque es única, porque es un alma pura, algo que ustedes no tienen. ¿Qué les importa si a ella le gusta o no le gusta alguien en Bardolín? ¿Quieren desahogar su frustrarción en la única muchacha que ha logrado la atención de Fabián últimamente? ¿Se preguntan por qué Fabián la recibe? Claro, obvio, es menos doloroso que preguntarse por qué Fabián NO las recibe a ustedes. ¿Se preguntan que tiene Lili? Pregúntense que NO tienen ustedes. Esa es la verdadera pregunta que se deben hacer. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Quién te recuerda esa escena? - dijo risueño Gerónimo Valdez al amigo que lo acompañaba en el mercado, mientras escuchaban a Adelaida.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Pues sin duda a La Señora de Bardolín - dijo el segundo. Sonrieron los dos asintiendo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Van por todos lados murmurando de todos, siseando entre ustedes como una cesta llena de serpientes. ¿Se creen mejores que Lili? Demuéstrenlo. Vamos, este es el momento, frente a todos los presentes demuestren que tan mejores son ustedes. Desmuestren en que la superan. Bueno, si de chismes se trata, nadie las supera...<br />
<br />
- Nos dijo serpientes - balbuceó Clara. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Tú no eres de aquí y no tienes derecho de... - Rebeca intentó interrumpir a la pelirroja.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- A mi no me hables de tener o no tener derecho y poco me importa de donde seas tú, de Bardolín o del Cielo, jamás te voy a permitir que humilles a Lili solo porque te gana con sencillez donde tú tienes que hacer hazañas. Ella no tiene la culpa que seas tan nula. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Son unos cuervos - comenzó a decir un señor desde su tarantín -. Galleta es un ángel. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, en verdad son unos cuevos - dijeron desde otras partes los que escuchaban. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Vieron muchachas? Yo les dije que era mejor que... - intentó hablar Laura. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Es mejor que te calles - le espetó Rebeca a su amiga, luego miró con soberbia a Adelaida -. Todo tu palabrerío refinado me tiene sin cuidado. Ella sigue siendo la rara, y todos aquí lo saben y quieren hacerse los solidarios con la sobrina de Doña Raquel, solo porque es la sobrina de Doña Raquel. Galleta es un bicho raro. Así como Santiago, ellos son los bichos raros de Bardolín. ¡Y-todos-lo-saben!<br />
<br />
A la pelirroja le hirvió la sangre. ¡Santiago bicho raro! Era demasiado, primero a Lili después a Santiago, no se lo iba a permitir. Tenía que ponerla en su lugar. Lili le apretó la mano queriendo que su amiga dejárara todo aquello y poder irse de ahí, pero Adelaida no lo iba a dejar así.<br />
<br />
- ¿Cómo te llamas? - miró con autoridad a una de las muchachas.<br />
<br />
- Laura - dijo esta casi temerosa.<br />
<br />
- Ven, eres lo único rescatable de ahí - le extendió la mano.<br />
<br />
- Si das un paso, te tocará andar en los rincones sola, como la rara esa - le amenazó Clara.<br />
<br />
- No se te ocurra Laura - le regañó Rebeca.<br />
<br />
- Ven Laura, ya estás sola estando con ellas. Tú no eres como ellas - Adelaida mentenía la mano extendida hacia ella con determinación, con seguridad.<br />
<br />
- Sí das un paso hacia allá es que te crees mejor que nosotras y no lo eres - dijo Clara.<br />
<br />
- Demuéstrale que si lo eres Laura. Ven, tú no eres cómo ellas. Mira a Lili ¿Le harías daño si no estuvieras junto a ellas?<br />
<br />
- No - dijo bajamente mirando a Galleta.<br />
<br />
- Yo sé que no - le sonrió Adelaida -. Ven, Laura.<br />
<br />
- Si das un paso pierdes nuestra amistad - dijo Clara molesta.<br />
<br />
- Pero gana la nuestra - respondió la pecosa -. Pierde de andar con dos cuervos y gana de andar con dos damas.<br />
<br />
- Muchachas reconozcamos que estabamos haciendo mal y...<br />
<br />
- ¡Laura la boba, siempre tú! Nunca puedes ser solidaria - le dijo Rebeca.<br />
<br />
- Ven Laura, eres mejor que eso. Eres mejor que ellas, por eso quieren tenerte por debajo, porque son unas frustradas. De aquel lado, las demás son raras, o bobas. Del lado nuestro no hay nada de eso, hay personas, y las respetamos. Ven.<br />
<br />
Laura miró a Rebeca y a Clara, desepcionada y triste. Le habían dicho una vez más "la boba", por solo querer hacer lo correcto. Miró a Adelaida tan solidaria con Galleta, miró como aquella pelirroja que tenía en frente hacía lo que ella, de tener el valor, hubiera hecho. Estaba del lado equivocado, solo por miedo a estar sola, a que le dijeran rara, a que la despreciaran como a Galleta. Pero no más, pensó que no más, que le valdría más estar sola que con tan mala compañía.<br />
<br />
- Nunca me creí mejor que ustedes muchachas - al fin les dijo -, pero tampoco soy menos que ustedes. No soy una boba.<br />
<br />
- Siempre lo has sido - le dijo Rebeca -, y lo estás demostrando una vez más.<br />
<br />
La muchacha llena de desepción las miró en silencio unos segundos, se giró y caminó hasta la mano extendida de Adelaida y se la tomó. Se le salieron las lágrimas, en el fondo seguía teniendo miedo de que la trataran como lo hacían con Galleta.<br />
<br />
- Y así es cómo de tres cuervos contra dos damas, se logra obtener tres damas contra dos cuervos - les dijo Adelaida. Las otras dos por mucho orgullo que tenían sintieron vergüenza ante la mirada de todos, cuando entraron en razón que medio mercado las miraba. Se sintieron reducidas en su propia pena. Sintieron ganas de salir corriendo. Gerónimo cerca del lugar escuchó todo el enfrentamiento, junto al amigo que siempre lo recibía en Bardolín.<br />
<br />
- Divide et impera - dijo para sí mismo con su gran sonrisa de abuelo, orgulloso de la sobrina de su preciada Raquel. El anciano que le acompañaba asintió al escucharlo.<br />
<br />
Adelaida tomada de las manos de Galleta y Laura las alejó del lugar cómo si de dos niñas pequeñas se tratara, protegidas bajo su amparo. Las otras dos muchachas se quedaron mudas viendo como su amiga las dejaba atrás, sin siquiera voltear. El resto de las personas que escuchaban aplaudieron a Adelaida. <br />
<br />
- No temas Laura, no estarás sola, nosotras seremos tus amigas - le dijo la pecosa mientras le soltaba las manos a ambas y tomaba de nuevo el frasco que había puesto sobre las frutas que llevaba Lili.<br />
<br />
- Discúlpame Galleta - le dijo la muchacha a la tímida de cabellos lacios, la que asintió sin levantar la mirada.<br />
<br />
- No te preocupes Laura, no permitiré que ellas se metan contigo - le animó la pecosa.<br />
<br />
- Rebeca tiene razón - dijo Lili aun sin levantar la mirada. Adelaida suspiró profundo sabiendo el daño que habían hecho en la frágil autoconfianza de su adorada amiga.<br />
<br />
- No Lili, no tiene razón. Olvídate de lo que te dijo. Sabes que Fabián contigo es cómo no lo es con nadie, y eso es porque eres especial para él.<br />
<br />
- Porque tiene buen...<br />
<br />
- ¡Lilibeth! - la pecosa le habló con carácter, la muchacha de cabellos lacios levantó la mirada con los ojos amplios, como de costrumbre, parecidos a dos grandes ventanas abiertas -. Te prohibo que repitas las palabras de esa muchacha.<br />
<br />
- Galleta - dijo Laura con afecto -, ella solo quería lastimarte. No le creas lo que te dijo. Yo si puedo creer que Fabián se fije en ti. ¿Por qué no? Mira todo lo bonita que eres. Y quizá lo que más le gusta a él de ti, es que no te le lanzas en los brazos como ya quisiera una de ellas. Que el tiene que hacer su mejor esfuerzo para llegar a ti, que tiene que ser todo lo delicado que nunca ha sido, todo lo cariñoso que nunca ha sido, todo lo paciente que nunca ha sido y si está haciendo cada una de esas cosas, es porque te quiere.<br />
<br />
- No me equivoqué contigo - le sonrió Adelaida. Lili miró a Laura, con sus lágrimas aun a punto de desbordarse, pero la miró pensando en todas sus palabras.<br />
<br />
- Se ha ganado a dos enemigas - Laura le advirtió a la pecosa.<br />
<br />
- Perderán su tiempo porque jamás me pondré al nivel de ellas. Pero tampoco le permitiré que humillen a Lili. Más bien siento pena por ellas.<br />
<br />
- ¿Pena? - Laura pareció extrañada.<br />
<br />
- Cuando una persona está tan molesta con la vida como ellas, es porque no se quiere a sí misma. Que para sentirse mejor ataca al mundo, intenta reducirlo, porque desprecia lo que ella mísma es. Hasta que no cambien esa actitud vivirán a la defensiva y lastimarán a los demás queriéndolo o sin querer. Ellas son personas más solitarias de lo que parecen.<br />
<br />
- Creo que tiene razón señorita - dijo Laura.<br />
<br />
- Mi nombre es Adelaida y por favor no seas tan formal conmigo.<br />
<br />
- Es que usted es tan refinada...<br />
<br />
- Nada de eso - le interrumpió la pelirroja hermosa -. Aquí las tres somos por igual. Así que nada de usted, ni de señorita Adelaida, nada de eso. Para las amigas yo soy Adelaida.<br />
<br />
- Esta bién - sonrió Laura.<br />
<br />
- Me tengo que ir - dijo Lili, sin levantar la mirada.<br />
<br />
- Oh, bueno... yo te acompaño - la pecosa se dispuso a acompañarla.<br />
<br />
- No quiero molestar, Adelaida, puedo irme sola.<br />
<br />
- Sola imposible.<br />
<br />
- Estoy acostumbrada a estas cosas. He vivido con ello toda mi vida.<br />
<br />
- No tienes por qué seguirlo viviendo. Mientras yo...<br />
<br />
- No estarás aquí para siempre - le dijo la muchacha de ojos marrones.<br />
<br />
- Lili...<br />
<br />
- Lo sabes, no vas a estar ahí siempre para protegerme, cómo no lo estuviste antes de llegar aquí.<br />
<br />
- No me digas esas cosas Lili, me haces sentir mal - Adelaida metió el cabello de Galleta trás sus orejas dejando al descubierto su hermoso rostro ovalado y simétrico -. Mírame, tú y yo somos amigas y hermanas. Desearía poder estar siempre cuidándote, no porque te crea desvalida, sino porque eres importante para mi. Tú fuiste el primer cimiento que conseguí aquí en Bardolín, yo era una flor marchita y tú me recibiste en tu mundo sin reservar nada para ti. Gracias a lo sincero de tu amistad, de lo puro de tu corazón yo pude ir abriendo mi corazón poco a poco, tanto que gracias a ti, pude sincerarme con mi tía abuela y desde entonces mi vida cambió. Soy otra, más feliz. Y yo estoy muy agradecida contigo. Es cierto lo que dices, no sé cuanto tiempo estaré aquí, pero mientras esté aquí, sea una hora más o toda la vida, cuentas conmigo. No te voy a dejar sola.<br />
<br />
La muchacha de grandes ojos marrones y tristes se abrazó a ella fuertemente. Que sería de ella cuando Adelaida no estuviera, cuando llegaran esos días que parecían tan cercanos, con la presencia de los padres de la pelirroja en Bardolín, los días en que volvería a caminar siempre sola por las veredas sin mayor compañía que el viento de las tardes, o de los pequeños insectos de los cuales siempre andaba observando y aprendiendo. Quién la acompañaría en su habitación lleno de sus ilusiones a escucharla leer sus libros favoritos. Quién la sacaría de sus depresiones, de sus soledades. Quién la haría sentir bonita ante el espejo, quién le daría esa confianza. A parte de Fabián, a quién más le podría hablar de sus mariposas. Con quién se sentaría al borde de la fuente a reír y a hablar de todas sus reflexiones intrincadas de la vida. Quién la escucharía sin mirarla como algo extraño. No te vayas nunca, quería decirle, pero sabía que su pelirroja amiga no pertenecía a ese lugar, que la vida de ella la esperaba en la ciudad donde estaba su verdadero hogar. No te vayas, repetía una y otra vez en sus pensamientos, cómo si deseara que Adelaida lograra alcanzarla a oír, aunque sabía que no se podía quedar.<br />
<br />
- Vamos - la pecosa se enjugó los ojos; también dentro de ella sentía la falta que le haría Lili en el momento que tuviese que irse de verdad. Sin embargo dentro de su alma abrazaba una ilusión, deseaba que la vida le diera un milagro, porque no solo la ausencia de Galleta sería dura para ella, también la ausencia de su tía abuela... y Santiago. Sí, aquel muchacho que la miraba de esa forma, cómo nunca había sido mirada. Que la trataba como nunca había sido tratada. Que por alguna razón la amaba, no importaba cual, ella lo sentía, Santiago la amaba, no porque ella se metiera en la cabeza esa idea, sino que el muchacho de ojos nobles se lo hacía sentir en cada momento que lo tenía cerca, la hacía sentir protegida, la hacía sentir segura, hermosa, valorada. Lili, la tía Raquel y Santiago... No se podía imaginar el día que ya no puediera verlos. Invitó a Laura que las acompañara la que en silencio se unió a ellas, respetando los afectos de las dos amigas, admirándolas. Supo que había hecho lo correcto alejándose de Clara y de Rebeca y se sentía más a gusto, más cómoda junto a Adelaida y Galleta. En tan breve tiempo se sintió relajada como hace mucho no se sentía junto a sus antiguas amigas. <br />
<br />
Mientras caminaban, Adelaida meditaba dentro de sí, miraba a Lili y miraba a Laura. Quizá Dios se la había mandado para que cuando ella tuviera que irse, su amiga y hermana, no se quedara sola. Sigue siendo injusto, pensaba, yo soy la que pierde más. Miró a su alrededor, amo todo lo que veía, las casas, las veredas, los jardines dividos por bajos muros o por verjas blancas. Rosas, claveles, trinitarias, cerezos, granados, sin fin de flores y arbustos que hacían de aquel lugar un pequeño Edén. Aunque era el mismo Sol que iluminaba sobre su ciudad, en Bardolín le parecía distinto, amable y cálido, llenando todo de colores tostados. Hasta amó el canto de un pequeño grillo escondido entre los pequeños pastos verdes bordeando la vereda. Entendió cuando tía Raquel había dicho que solo muerta salía de tan amable pueblo, cierto era, que cuando ella se fuera una parte se quedaría en Bardolín, una parte de ella se iría sin vida a la ciudad, vacía, hueca, silenciosa en ella. <br />
<br />
Aunque presentía que ese día se acercaba ella seguía esperando en el centro de su alma, su milagro. Y de algo estaba segura, Los Jardines de Bardolín era un lugar que tenía su hechizo, dónde hasta una tristeza como la suya podía ser sanada. Un lugar donde al Amor se le daba la bienvenida con tres cerezas. Y ella amaba las cerezas. ¿Acaso no era el lugar perfecto para ella?<br />
<br />
Su alma sabía que lo era. <br />
<br />
<br />
</div>
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<a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2015/10/capitulo-32.html"><span style="color: #38761d;"><b>Lee Aquí el Capítulo 32</b></span></a></div>
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<br />
<br />
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<br />
<br />
A tod@s mis querid@s lector@s les informo que<br />
el <b>Capítulo Final</b> de <b><span style="color: #990000;">Los Jardines de Bardolín (Libro de Adelaida)</span></b><br />
no se publicará en el blog sino que se le enviará directamente<br />
a las personas subscritas a la novela por este formulario:</div>
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<br /></div>
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<div style="text-align: center;">
<br />
<br />
<br />
<span style="font-size: large;"><span style="color: #990000;"><b>Muchas Gracias por ser parte de esta historia. </b></span></span><br />
<br />
<br />
<br />
<br /></div>
<!--End mc_embed_signup-->pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-38685150049418193272015-07-23T12:30:00.001-07:002015-07-31T17:42:54.450-07:00Capítulo 30<div style="text-align: justify;">Se quedó de pie mirándolo con desagrado. Estuvo a punto de voltearse e irse del lugar. Ya bastante tenía en ese momento recordando lo que le había acabado de contar Adelaida, para tener que enfrentarse también con la presencia de Mateo Bardolín. Sintió como si la impotencia y la ira le corrieran por las venas, como si fueran carcajadas que se burlaran de él. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Por favor - habló Mateo -, siéntese. Hay algo que me gustaría decirle. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Sobre qué, sobre Betania? - bufó Gregorio sin la más mínima muestra de acceder. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No. Realmente lo que tengo que decirle es sobre mi familia. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Vaya engreído. ¿Cree que me interesa algo sobre su familia? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Suponía que sí porque implica a Raquel - Mateo hizo alarde cómo siempre de su actitud altanera, y mirando de soslayo a Gregorio prosiguió: y también a la señorita Adelaida.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Cómo que también a Adelaida? - dio un paso hacia él fúrico, mas el hombre del bastón solo alzó una pequeña botella de cristal y vació un poco de licor, oscuro y de olor dulce, en un pequeño vaso de metal. Ni siquiera miró al rabioso hombre que tenía en frente a punto de hacerlo nadar en la fuente de un puñetazo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Pues sí - respondió sin mirarlo, bebiendo un sorbo. Al final se inclinó y lo miró cómo si viera a un muñeco de paja -. Siéntese y conversemos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No me voy a sentar. Explíqueme a que se refiere - a Gregorio se le tensó el cuello como una soga que intenta sostener a un barco de un muelle en un día de tormenta.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Siéntese y le digo - Mateo cruzó la pierna y tomó otro sorbo sin mirarlo. El padre de Adelaida sintió verdaderas ganas de ahogar en la fuente a tan prepotente personaje, más al ver que este no hacía el más mínimo caso de su mal humor, dudó un momento en quedarse de pie o sentarse, en fin de cuentas no se quedaría ahora con la intriga sobre lo que aquel Bardolín tenía que decir sobre su niña, sobre su amada hija. No la volvería a desamparar. Terminó sentándose con desconfianza, como si se acercara al lado de un oso salvaje. Sin embargo Mateo siguió sin mirarlo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Le escucho - gruñó Gregorio. El hombre del bastón suspiró profundo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Vienen días difíciles para este amable lugar - miró las casas cercanas como objetos amados - y Raquel está perdiendo la batalla... Se la está ganando el tiempo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Qué quiere decir? - Gregorio notó con extrañeza lo que parecía verdadera preocupación en el rostro de Mateo.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿No sabe lo del documento? - miró al fondo de su vaso notando que ya estaba vacío. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Doña Raquel hablaba algo sobre eso con mi esposa Betania - Mateo lo miró con cierta gracia. "Mi esposa Betania" había dicho Gregorio. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- La verdad caballero, es que si en unas semanas no aparece ese documento... lo que no va a suceder...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Cómo está tan seguro? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Gusta? - Mateo le extendió la pequeña botella junto al vaso. Gregorio miró el licor oscuro mecerse y dudó aceptar. Al final se negó. El Bardolín miró con lamentación que no aceptara, pero terminó encongiéndose de hombros -. La verdad, si no ha aparecido en cuarenta y cuatro años no lo hará justo ahora. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Cuarenta y cuatro años? Pero ¿que sudeció realmente con ese documento? ¿Cómo es que Doña Raquel debe tenerlo? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Lo tenía pero mi tío lo escondió.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Pues no me sorprende...!</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Caballero... caballero... mi tío era esposo de Raquel... lo escondió no de Raquel, mi tío escondió el documento de nuestra familia.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Eh... no... Un momento, no entiendo. ¿Me está tomando el pelo? ¿Un Bardolín escondió el documento de su propia familia? ¿Y el esposo de Doña Raquel era familia de usted? Me toma el pelo. No, esto no tiene nada de sentido </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Lo tiene, más del que se imagina. Muy pocos recuerdan la historia de la tía abuela de <i>su esposa. </i>Pero yo no quiero hablar de la vida de Raquel. Sino de lo que está por acontecer en este lugar.<br />
<br />
- Usted dirá.<br />
<br />
Mateo miró unos segundos a Gregorio cómo estudiándolo. Se sonrió para sí mismo, en fin de cuentas le caía bien el esposo de Betania. Un buen tipo, pensó, con carácter bravío.<br />
<br />
- Me puedes tutear. No es necesario que seamos tan formales - dijo el hombre del bastón, inclinándose hacia atrás un poco. <br />
<br />
- Yo solo tuteo a mis amigos.<br />
<br />
- Yo también amigo - respondió Mateo con una amplia sonrisa en el rostro.<br />
<br />
- Yo no soy su amigo - dijo entre dientes Gregorio, imaginando la cabeza de Mateo sumergida en el fondo de la fuente sujetada por el cuello por sus propias manos.<br />
<br />
- Pero yo sí el tuyo.<br />
<br />
- ¿Porque sería usted mi amigo?<br />
<br />
- Por la señorita Adelaida. Magnífica dama. Inteligente y madura.<br />
<br />
- ¡Me molesta que mencione a mi hija a cada momento y no vaya al punto! <br />
<br />
- ¿El punto? El punto es que parte de mi familia trama algo sucio. Y lo que traman será perjudicial tanto para la señorita Adelaida, tanto cómo para Raquel.<br />
<br />
- ¿Y por qué le preocupa eso?<br />
<br />
- Porque yo tengo principios - Mateo miró a los ojos de Gregorio mostrándole que era honesto en sus palabras.<br />
<br />
- Me parece que la trampa me la quiere tender usted.<br />
<br />
- ¡Oh! Pues créeme que no. Me preocupo de verdad - dijo Mateo haciendo un gesto en el aire.<br />
<br />
- Me cuesta creerle. ¿Por qué usted va a ser distinto de su familia? Le escuché decir a Doña Raquel cómo querían sacar de aquí a todos, hacerse con las tierras aledañas alegando que aquí hay petróleo.<br />
<br />
- Me interesa lo del petróleo, pero mi propio padre años atrás fracasó en su búsqueda. Me interesa más este lugar por razones distintas.<br />
<br />
- ¿Qué razones?<br />
<br />
- Personales. Ciertos apegos podemos decir. Y por la memoria de mi abuelo.<br />
<br />
- ¿En serio? ¿Todo eso es más importante para usted que el petróleo? - Gregorio respondió irónico.<br />
<br />
- En ese sentido no me preocupa que no me creas - respondió Mateo con su típica altanería -. Sin embargo me preocupa la señorita Adelaida. Pronto a Bardolín llegará el hijo de los Villafranca...<br />
<br />
- ¿Qué demonios dice? ¡Lo mato! ¡Cuando llegue no va a salir de este pueblo con vida! ¿Por qué viene? ¿viene por Luisa Adelaida?<br />
<br />
- No. En verdad dudo que sepa que ella esté aquí, pero no lo puedo asegurar. Viene por lo mismo que la mayoría, por las riquezas que presuponen este lugar. Y mi hermano León y él tienen "negocios" pendientes.<br />
<br />
- ¿Negocios? ¿Su hermano y los Villafranca se conocen?<br />
<br />
- Sin duda alguna. Dos familias tan prestigiosas de la ciudad sin duda se conocen.<br />
<br />
Gregorio se quedó en silencio. Era demasiado para un solo día. El entrecejo casi le llegaba a la punta de la nariz, le daba mucha desconfianza todo aquello. ¿Por qué Mateo Bardolín le decía todas esas cosas? ¿Lo intentaba timar? ¿Burlarse de él por rencor, por envidia, porque él era el esposo de Betania? Lo miró con soberbia. Sin embargo Mateo parecía indiferente a él, seguía sentado con la pierna cruzada, relajado, meditativo en su igual repentino silencio. Miraba la pequeña botella de licor que tenía en manos, prácticamente llena.<br />
<br />
- Es una pena lo que le tocó vivir a la señorita Adelaida - dijo al fin Mateo. El padre de la pecosa tragó hondo. ¿Acaso todos sabían lo que había pasado con su hija menos él? -. Pero es admirable. Por Dios que es de admirar.<br />
<br />
- ¿A qué se refiere con lo que le tocó vivir?<br />
<br />
- Si quieres matar al hijo de los Villafranca, sabes a que me refiero. Mas sin embargo tu hija es mi heroína. Hablar con ella demuestra la magnífica educación que le han dado, lo inteligente y madura que es. Y lo fuerte que ha sido, más que nadie, para hacerle frente a tanta gente vacía que la señaló, sin saber que ella era una víctima.<br />
<br />
- Mi hija es una dama... - Gregorio intentó defender la dignidad de Adelaida.<br />
<br />
- Sin duda alguna amigo mío. Cómo muy pocas que se consiguen en la vida. Una dama de verdad.<br />
<br />
- Cuando llegue Joshep tendrá que vérselas conmigo.<br />
<br />
- Eso empeorará las cosas Gregorio.<br />
<br />
- Pero... ¿Qué quiere que haga, que me quedé de brazos cruzados viéndolo pasar como si nada, burlándose y humillando aun más a mi hija?<br />
<br />
- No, pero te propongo algo. Necesito de tu ayuda. La idea de mi hermano León es humillar a Raquel, y valerse del afecto que tiene por su sobrina, la señorita Adelaida para hundirla aun más. Quiere desposeerla de todas sus bienes, y he escuchado cosas, en caso de que milagrosamente aparezca el documento, mi primo trama una jugada sucia. Que tiene un as bajo la manga.<br />
<br />
- A que se refiere.<br />
<br />
- Bueno, en el documento que hay que firmar existe una cláusula que reza, que cualquier heredero de Guillermo Bardolín, mi tío que en paz descanse, automáticamente se hace dueño del título de propiedad de todas estas tierras.<br />
<br />
- Pero tengo entendido que la hija de Doña Raquel y su esposo cayó en uno de los pozos, y luego él no tuvo una suerte mejor. Y nunca dejaron herederos.<br />
<br />
- Te tengo que contar algo. La muerte de Jazmín es un misterio. Yo estuve el día de la tormenta en la que ella cayó en aquel pozo. Yo era un niño pequeño de seis años. Y ahora no tengo clara la imagen, pero yo recuerdo haberla visto caer en aquel pozo. Dos niños más y yo la vimos caer - señaló con su pulgar hacia el callejón detrás de la fuente, en dirección de la casa de Galleta -. Margot y Gaspar estaban conmigo esa vez, jugábamos con Jazmín. Ese día estaba aquí toda mi familia, pero ese día la única que se fue antes, y apenas terminó la tormenta, llena de mucho misterio fue mi tía Celia. Decían que estaba trastornada porque nunca pudo casarse y tener hijos. Y bueno, siempre corrió un rumor al respecto de ese día y de la partida misteriosa de mi tía.<br />
<br />
- ¿Qué rumor?<br />
<br />
- Qué en medio de la confusión de la tormenta, ella raptó a Jazmín y se la llevó. Si eso es así, cosa que no sabría que decirte, de estar viva, sería la dueña de todo esto. Y si fuese cierto, de haber sido criada por mi tía Celia que despreciaba a Raquel, pues ya imaginarás cual sería la actitud de Jazmín respecto a su madre y a todo este lugar... pero yo no lo recuerdo así, yo recuerdo haberla visto caer, pero ya no estoy tan seguro. Hace tanto tiempo de eso, estuve teniendo pesadillas mucho tiempo que no sé cuales de esos recuerdos son los reales y cuales no. <br />
<br />
- Un momento, algo no me cuadra. Si fuese así, por qué no la han traído antes, o por qué ella misma no ha venido a reclamar lo suyo.<br />
<br />
- Ahí es donde entras tú - dijo Mateo puliendo contra su manga un poco la empuñadura dorada de su bastón. <br />
<br />
- ¿Qué tengo que ver yo con todo eso?<br />
<br />
- Te voy a pedir que hagas un viaje...<br />
<br />
- ¡No, no, no! ¡Esto es una broma! ¡Yo no voy a dejar a mi hija y a mi esposa aquí solas! ¿Me toma por imbécil?<br />
<br />
- No, realmente no. Si fuera así no te pediría tu ayuda. Y mi idea es que puedas llevarte a la señorita Adelaida y a Betania lejos de aquí. Mientras averiguas la verdad sobre Jazmín. Los tres tendrán todos los gastos pagos. El viaje es para Europa.<br />
<br />
Gregorio se quedó mudo. Pensaba que si aquello era cierto, podría llevarse a su familia lejos de todos esos dementes, alejar a su hija de Santiago, un pueblerino que no estaba a la altura de Luisa Adelaida, alejarla de la llegada de Joshep Villafranca, y alejarla de todo aquel conflicto que parecía avecinarse, y en especial alejarla del mismo Mateo Bardolín. Tanto a su hija como a su esposa.<br />
<br />
- Yo te daré todas las indicaciones necesarias. Mi tía Celia aun vive, está muy anciana pero aun vive.<br />
<br />
- ¿Y si no es cierto, si no está allá? - preguntó Gregorio aun desconfiado.<br />
<br />
- Bueno, habrán viajado de paseo por Europa con todos los gastos pagos.<br />
<br />
- Usted... realmente me confunde mucho, que con anterioridad parecía estar a favor de esa idea de mi hija de estar cerca del pueblerino ese.<br />
<br />
- Santiago... buen muchacho. Pero lo he pensado y aquí las cosas se pondrán demasiado duras y sería injusto que la señorita Adelaida tenga que pasar de nuevo por la humillación de Joshep y de mi familia. <br />
<br />
- Mi hija no va a aceptar.<br />
<br />
- ¿Un viaje a Europa? Pues claro que lo va aceptar. Es una oportunidad de conocer y es joven, esas cosas atraen a la gente joven. Conocer mundo. <br />
<br />
- Ella ya conoce Europa.<br />
<br />
- Aceptará - dijo Mateo llenando de nuevo el pequeño vaso.<br />
<br />
- ¿Y que gano yo con todo esto?<br />
<br />
- ¿Te parece poco? - el Bardolín lo miró levantando las cejas -. Viajarás con tu familia a Europa sin gastar un centavo, y te las llevarás lejos de aquí, cosa que deseas hacer.<br />
<br />
- ¿Y usted que gana?<br />
<br />
- Si es cierta la historia, le gano a León e impido otra injusticia más. Si no es cierta, igual gano, porque por lo menos sé la verdad. Y tendré claro que si aparece el documento mi familia tendrá que resignarse.<br />
<br />
- Se rumorea que los Bardolín van camino a la quiebra. ¿Cómo es que usted parece tan despreocupado de no hacerse con estas tierras?<br />
<br />
- Soy el que más ha venido a este pueblo, amigo mío. Y tengo ojos y oídos donde nadie se imagina. Yo sé que puedo negociar con Raquel para sortear la suerte de mi familia, que casi me ha desterrado.<br />
<br />
- ¿Desterrado?<br />
<br />
- Y desheredado. Por defender a la señorita Adelaida ante mi hermano León.<br />
<br />
- ¿Lo desheredaron...?<br />
<br />
- No, no... pero casi.<br />
<br />
- ¿Defenderla? ¿A que se refiere? ¿Acaso su hermano León intentó acercarse y propasarse con Luisa Adelaida?<br />
<br />
- Mi hermano es un cobarde que nunca hace las cosas él mismo. Sin embargo...<br />
<br />
- Me cuesta creer lo que me dice. Me parece que se burla de mi.<br />
<br />
- No, yo no me burlo de ti, sin embargo lo que suceda aquí pasará así me creas o no.<br />
<br />
- Y si acepto cuando tendría que partir.<br />
<br />
- Cuando quieras - Mateo le ofreció de nuevo el vaso lleno de licor, el que no había probado después de haberlo servido. Esta vez Gregorio lo sostuvo.<br />
<br />
- ¿Y por qué no va usted personalmente a averiguar?<br />
<br />
- Obvio. Soy un Bardolín en desgracia y no me voy a poder acercar a mi tía Celia ni a los sitios donde tengo que ir. Mejor alguien que la familia no conozcan.<br />
<br />
- A Betania la conocen.<br />
<br />
- No realmente, pocos de mi familia llegaron a conocerla y ninguna de esa familia está en Europa.<br />
<br />
Gregorio probó el licor, pensativo, dio un pequeño sorbo y sintió un sabor espeso y dulce llenarle la boca.<br />
<br />
- Me cuesta creerle - le respondió aun sintiendo el concentrado sabor del licor en su paladar.<br />
<br />
- Amigo mío, cómo ya te lo he comentado; me creas o no, sucederán cosas aquí en Bardolín que no son buenas para Raquel y sus seres queridos.<br />
<br />
Gregorio lo miró en silencio. Parecía sincero. Entre todo ese aire altanero, podía sentir honestidad en Mateo. Comenzaba a bajar la guardia ante aquel hombre que en un pasado había sido el amor de su esposa. Internamente se sonrió, pensando lo irónico que sería entablar amistad con precisamente aquel fantasma del pasado de Betania. Ese al que él le había tenido tantos celos sin conocerlo. Ahora lo tenía en frente y parecía honesto frente a los afectos que expresaba sobre Adelaida, incluso sobre Raquel.<br />
<br />
- Entonces conoció a Jazmín, la hija de Doña Raquel - el padre de la pecosa rompió el breve silencio.<br />
<br />
- Sí. A ella le recuerdo cómo si la hubiera visto ayer por última vez. Muy vivaz, extrovertida, divertida, sonriente. Así es el recuerdo que tengo de ella. Si la hubieras conocido, te sorprendería lo que se parece tu hija Jazmín.<br />
<br />
- Luisa Adelaida no es extrovertida, nunca lo ha sido. Tal vez sonriente, pero no vivaz. Más bien introvertida, dura de carácter aunque puede ser muy amistosa. Amable, tierna, y muy sensible.<br />
<br />
- ¡Oh!... Bueno... me refería en apariencia... físicamente... Pelirrojas, pecosas, sus rostros ovalados como una avellana. La misma mirada, la misma sonrisa. Te sorprenderías de verdad. No tengo duda que Jazmín se hubiera visto igual que la señorita Adelaida de haber llegado a la misma edad.<br />
<br />
- ¿Y dice que la vio caer en uno de los pozos que están aquí en Bardolín?<br />
<br />
- Tres la vimos caer. O ya no sé lo que ví. Después de eso sufrí muchas pesadillas, donde la veía caer siempre en un pozo distinto. Tenía seis años. Ya no sé que es un recuerdo de lo real o un recuerdo de lo que soñaba.<br />
<br />
- Betania me contó que nunca fue encontrada. ¿Y los tres que la vieron caer no coincidieron en el lugar donde cayó?<br />
<br />
- En semejante tormenta, no había orientación, llegamos a la verja de Los Jardines por un milagro. Es lo único que puedo creer, porque no se podía ver más allá de unos cuantos metros.<br />
<br />
- Pero... ¿cuanto tiempo la buscaron?<br />
<br />
- Muchas semanas se invirtieron para recuperar su cuerpo, pero nunca se le pudo hallar. He ahí que surgieron muchas versiones. Una de esas, la que te conté hace unos minutos, que mi tía se la llevó. Otra versión es que cayó en "La Boca del Diablo"...<br />
<br />
- ¿En la que?<br />
<br />
- El pozo más hondo que se conoce. Ese es el nombre que le han puesto los bardolideños. Otros que podía estar en cualquiera de los otros pozos, que muchos de ellos estaban hasta arriba de lodo y agua de la lluvia. Yo frecuentaba mucho la casa de mi tío Guillermo y en aquellos días ya no era tan amable como lo era antes. No me trataba mal, pero estaba siempre en silencio o hablando demasiado de cualquier cosa. En especial se encerraba en su biblioteca y nadie le podía molestar. Solo Raquel.<br />
<br />
- Entonces Doña Raquel es su tía política.<br />
<br />
- Ahora que lo dices - Mateo sonrió taciturno -. ¿Irónico no? Sí. Jazmín era mi prima.<br />
<br />
- Es una historia muy triste la de Doña Raquel.<br />
<br />
- Y pareciera que la vida quisiera hacerla aun más triste. No vienen días fáciles. Nadie piensa que si ella se queda sin su hogar no tiene ningún lugar a donde irse. Toda su vida transcurrió aquí, sola, con sus recuerdos. Ella muere el mismo día que la saquen de este pueblo. No tengo duda. Su vida es este lugar. Igual cómo sería tan difícil imaginar a Los Jardines de Bardolín sin Raquel.<br />
<br />
- ¿Y nadie más puede hacer nada?<br />
<br />
- No... - Mateo Suspiró hondamente - Raquel está sola. Sí no hacemos algo por ella, claro está.<br />
<br />
- Todavía no puedo creer que quiera ayudar a Doña Raquel.<br />
<br />
- Sí, difícil de creer. No lo dudo. Pero te lo vuelvo a decir, no importa que creas...<br />
<br />
- Ya lo tengo claro.<br />
<br />
- ¿Entonces que me dices?<br />
<br />
- Lo voy a pensar.<br />
<br />
- Eso es mejor que nada. Esperaré tú respuesta, pero recuerda que el tiempo apremia.<br />
<br />
El padre de la pelirroja lo volvió a mirar en silencio mientras tomaba otro sorbo de licor. Tendría que pensarlo muy bien y pensar que decirle a Luisa Adelaida y a Betania al respecto.<br />
<br />
- Muy buen licor - dijo Gregorio, después de saborear el sorbo que acaba de tomar.<br />
<br />
- Muy bueno, sí. Es algo local, lo hacen aquí. Le dicen Magdala.<br />
<br />
- ¿Magdala?<br />
<br />
- Sí, dicen que quien creó ese licor fue una mujer que vivió hace mucho tiempo atrás aquí. La llamaban "Magdalena", según que había llorado mucho por un amor que perdió trágicamente...<br />
<br />
- ¿Cómo?<br />
<br />
- La verdad lo ignoro. Cuentan que un día un hombre llegó a Bardolín y se enamoró de ella perdidamente, pero ella solo tenía amor para la memoria de aquel que amaba. Pero dicen que ese forastero fue tan dedicado que logró que ella fuera olvidando su dolor. Ella fue poco a poco dejándose querer, sin embargo decían que había llorado tanto que sus propios besos eran desagradables, sabían a lágrimas y ella lo sabía. Evitaba ser besada, aunque deseaba ser besada por aquel, que ya comenzaba a entristecerse y a comenzar a alejarse. Movido por la desesperación de no perder a ese hombre que la había sacado de su honda pena, pensó que para retenerlo, para demostrarle con un beso lo tanto que lo comenzaba a amar, debía endulzar sus besos. Lo que tenía a la mano eran cerezas de Los Jardines y otras hierbas y almendras y un licor neutro. Dicen que mientras lo hacía, mientras lo preparaba comenzó a llorar de nuevo y movida por sus emociones, se dejó guiar y logró este licor. Cuando recibió esa tarde a su amado, le dio a probar de su licor, pero decían que no se lo dio en un vaso, sino en un beso. Dicen que humedeció sus labios con aquel licor y lo besó y fue tan dulce el beso, que aquel hombre alzó voces de alegría aquel día, y se quedó junto con ella para siempre. Dicen que el gran secreto real de aquel licor, es que en aquella preparación cayeron aquellas lágrimas de amor de ella. Por eso a este licor le dicen Magdala. Obviamente no se prepara con lágrimas de nadie. Pero deja un sabor dulce y agradable en la boca que te hace sentir optimista del futuro. Que en realidad el mañana puede ser dulce, después de las lágrimas.<br />
<br />
Gregorio vio dentro del vaso el magadla mecerse silencioso y espeso. Vaya historia, pensó. El mañana puede ser dulce, después de las lágrimas. Deseó de pronto lo mismo para Luisa Adelaida, recordó todo lo que su hija lloraba a solas, o aquellos silencios por días, o aquellos claustros que hacía la pecosa en su habitación, o aquellas largas horas frente al piano sin producir más sonido que el que pudiera hacer el gran instrumento musical. Parecía un alma en pena en la casa. Ahora sabía por qué. Sin duda alguna la Adelaida que encontró al llegar a Bardolín era otra. Con vida en los ojos, la había visto sonreída, radiante, al verla llegar junto al tal Santiago. Aunque estaba mugre, que parecía que había salido de una cueva, Adelaida se veía feliz. Hace tanto tiempo que no había vuelto a ver la sonrisa de su amada hija, hasta ese momento. Su hija había sido una Magdala también. ¿Habría encontrado dulzura para sus días en la presencia de aquel muchacho? Suspiró profundamente. No sabía que pensar y sentir en ese momento.<br />
<br />
- Salud por la señorita Adelaida - Mateo alzó la pequeña botella y la acercó a Gregorio. El padre de la pecosa acercó su vaso a la botella y se dejó escuchar el pequeño armónico del contacto de metal y cristal.<br />
<br />
- Salud - respondió taciturno.<br />
<br />
- Por un dulce mañana para ella - el Bardolín miró solidario al Castelán.<br />
<br />
- Por un dulce mañana para Adelaida - tomó otro sorbo.<br />
<br />
Era cierto, aquel magdala le dejaba un sabor dulce y agradable en la boca que lo hacía sentir optimista del futuro. Las lágrimas pueden ser cambiadas por algo mejor.<br />
<br />
Acercó de nuevo su vaso hacia Mateo. Este lo vio un segundo, sonrió y se lo volvió a llenar. Cada uno en silencio brindó por los días que estaban por venir. <br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
<a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2015/07/capitulo-31.html"><span style="color: #38761d;"><b> Lee Aquí el Capítulo 31</b></span></a></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"> </div><br />
<br />
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</div><div style="text-align: justify;">Su mano recorría suavemente el cabello cobrizo de su amada hija. Hacía tanto tiempo que no se detanía a admirar la belleza exótica de Adelaida. Miró su perfil hundido en la almohada, sus pequeños y hermosos ojos cerrados, el contraste entre sus encendidas pecas, al lado de aquellas más tenues y suaves; su tez blanca. Sus graciosos labios que en cualquier mínimo gesto parecían simular un inocente beso. Le pareció de pronto tan indefensa, tan frágil. ¿Cómo pudo esta niña tan frágil soportar tanto dolor? pensó. La pelirroja hermosa llegó a ser tan dura, tan fuerte, pero cómo todas las cosas de la naturaleza que tienen corazas, son tan indefensas por dentro, tan vulnerables, tan sutiles. La admiró de pronto, reconoció que Adelaida tuvo más fortaleza de espíritu que ella. Betania no pudo soportar llevar a cuestas el dolor que sufría su hija, sin embargo la pecosa sobrellevo su propia pena y el desprecio de los demás y la frialdad de su madre. ¿Cómo hizo para poder levantarse cada día y enfrentarse a un mundo que de un día para otro se le volvió en contra, que luego de ser un lugar de oportunidades y alegrías, se le volvió un pandemonium? Un alma pura puede elevarse sobre todas esas miserias, un alma que aun tiene esperanza de encontrar su propia luz. Se le volvió hacer un nudo en el pecho, la dejé tan sola, se dijo en sus pensamientos, le di la espalda y ella siguió adelante. ¿Importaba tanto que Adelaida fuese una dama ejemplar? ¿Ejemplar para quién? El hijo de los Villafranca poco pudo mirar la pureza y la belleza verdadera que traslucía en su hija. ¿La prefería considerada una dama respetable ante la sociedad, o la prefería sin heridas y felíz? Si tuviese que elegir entre una de ambas, sin duda que fuese felíz lejos de todo mal dolor. Sus lágrimas volvieron a surcar su rostro. Nunca había pensado así de su niña antes, le exigía tanto, la enderezaba con estrictas normas, y nunca se preguntó nada sobre la paz y la felicidad que en verdad deseaba que debía merecer Adelaida. La pecosa entreabrió los ojos, parecía aun lejana en sus pensamientos y emociones, pero cercana a las constantes caricias que dejaba su lastimada madre en sus largos y hermosos cabellos pelirrojos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Cómo te sientes? - preguntó Betania sin saber como sonar maternal para su hija. De que ella sintiera de que su pregunta era auténtica y no una evaluación más de su conducta. Mas la muchacha se quedó en silencio. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Le contaste todo a tu papá? - Adelaida sentía que su madre estaba siendo honesta en sus atenciones, pero no estaba segura si eso duraría mucho tiempo. De igual modo le asintió suavemente. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Y qué te dijo? ¿Está molesto contigo? Conmigo sé que lo está - dijo entristecida su madre a la pecosa. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No... - apenas musitó Adelaida. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Te dijo algo? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Solo me preguntó por qué nunca le dije nada. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Por mi culpa... yo te lo prohibí. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mamá - la pelirroja movió la cabeza suavemente de lado a lado negando -. Nunca le dije por miedo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- A que te tratara como lo hice yo - la pecosa se quedó en silencio -. Tu papá fue tu soporte, siempre te defendió de todos, siempre te miró y aún te mira cómo su niña... apesar de tus errores. Yo te fallé cómo madre... yo te fallé...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Adelaida miró hacía el rostro compungido de Betania y al mirar en él tan profundo dolor, se compadeció; le sostuvo de una mano con firmeza. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No mamá - con los ojos también humedecidos la pelirroja triste respondió -, me fallé a mi misma. Me falló Joshep. Tú no estabas ahí. Tú y papá confiaban en mi. Yo tengo responsabilidad, pero he aprendido a reconocer que tampoco tengo la culpa. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Hija es lo mismo...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No... Antes me sentía culpable, pero no tengo culpa de lo que me pasó mamá. Sin embargo reconozco mi responsabilidad y por eso he decidio avanzar. Dejar de sentenciarme todos los días, asumir mis actos errados, aprender de ellos y dejar de vivir en una autocondena. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Que madura te has vuelto. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No te culpes más mamá. Tú tampoco te culpes más. Házte responsable...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- De tí - le interrumpió. Adelaida se quedó en silencio mirándola -. Sí hija, entiendo lo que me quieres decir. No culpar a nadie que a estas alturas nada hace cambiar lo que pasó, lo que si puedo hacer es hacerme responsable de mi hija, de su tristeza, de su dolor, de su alegría, de su futuro. Hacerme responsable de mi propia conducta para contigo y ser una madre no culpadora, sino más bien una madre responsable. ¿Sabes hija lo tanto que te amo? Te amo Luisa Adelaida desde el primer momento que te tuve en mis brazos...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La pecosa se incorporó en la cama queriendo abrazar a Betania, pero no sabía que hacer. Aun sostenía su mano con calidez. Vió como su madre tomó la almohada y se la puso sobre las piernas y la intentaba alisar con la palma de su mano mientras de sus ojos las lágrimas corrían desbordadas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mamá yo también te amo mucho - Betania al escucharla sintió crecer su remordimiento. ¿Cómo puede amarme si la dejé tan sola, si fuí tan indobleganble con ella? Se abrazó a la almohada y bajó la mirada. No se la pudo sostener.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mamá suelta esa almohada... y ven... abrázame a mi - dijo por fin Adelaida convencida de sus propias palabras y emociones. Le tuvo que quitar de las manos la almohada y envolverla en sus brazos. Betania lloró dolorosa, mientras su hija le tomaba los brazos y con ellos se rodeaba el cuerpo. Recostó su cabeza en el hombre de la pecosa y se abandonó ahí. No hallaba la manera de conseguir consuelo. No hallaba la manera de aligerar el remordimiento que tenía. Reconocía que era muy difícil dejar de sentirse culpable cómo se sentía en ese momento. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Perdóname hija... </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Adelaida miró en el espacio vacío de su almohada sobre su cama y ahí estaba; el libro de Maira. Lo sostuvo en sus manos un segundo y luego se apartó de Betania; caminó rápido hasta la puerta escondiendo el libro detrás de sí al ver a la tía Raquel sentada en el sillón vinotinto mirando hacia ella. Le mostró una sonrisa, que a la dama de damas le pareció extrañamente nerviosa y cerró respetuosamente la puerta de la habitación y giró la llave. A Raquel aquello le dio curiosidad extrema. La pelirroja hermosa de regreso trotó hasta la cama y se sentó al lado de su madre y comenzó a buscar entre las páginas maltrechas del pequeño libro.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Mi Dios! - exclamó Betania - ¡Ese libro!</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Lo conoces? - Adelaida la miró sorprendida. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Sí... ya ni lo recordaba... mi tía te va a matar si se entera que tienes un libro fuera de su biblioteca. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Lo sé - sonrió -. Quiero leerte algo.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No está bien que tengas esto aquí...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mamá...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Está bién - Betania suspiró profundo y le sonrió intentando bordear su pragmatismo. La pecosa buscó rápidamente entre el pequeño y antiguo libro, se detuvo en uno de los capítulos y se le llenó el rostro de ternura. Y comenzó a leer</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: center;"><i>EL PERDÓN.</i></div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><i>No te juzgueís más. Mirad a tu alrededor y no encontrareís ni el tribunal ni al acusante. Los culpables son los que obran con alevosía. Más yo sé, tú, quien leéis estas líneas, que obraste con inocencia y por eso fuistéis lastimada. Pero os digo, sigue inocente, porque no fue la culpa de vuestra inocencia. Culpar vuestra inocencia es culparte a ti misma. Perdonad a aquel que te hizo daño para que puedas estar libre de él. Perdonad siempre. </i></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><i>Culpar es una carga, el perdón es su purga. Sentir culpa es una carga, perdonarte a ti misma, es su liberación. No llevéis cargas innecesarias, ni de otros, ni vuestras. La vida aunque os parezca un viaje, en ella no necesitáis llevar de equipaje vuestras penas. Mientras más pesadas nuestras valijas, menos lejos llegaréis. Os juro que la vida solo vale su pena cuando podéis ir lejos. Lejos de vuestro pasado, incluso, lejos de vuestro futuro. Ahora es hoy, en este preciso momento en cada paso del segundero la vida avanza. No espera. Y la culpa es solo un ancla que has puesto en vuestro tiempo, no viváis más anclada en el pasado, que el segundero os deja atrás y la vida va adelante.</i></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><i>Yo odié a quién tanto dolor marcó en mi pecho y por mucho que se alejó de mi vida, yo no me alejé de su recuerdo. Un puñal que yo misma clavaba a capricho sobre mi lacerado corazón. Me odié, me culpé, me sentí indigna de amor y a su vez, culpé a otros de mi desdicha. Mi única culpa fue culparme. ¿Si vuestros pies tropiezan con la piedra, de quién es la culpa, de vuestro pie o de la piedra? Os aseguro que no importa la respuesta mientras estéis tirada en el suelo lamentándote de vuestras heridas. No seréis la primera que tropiece contra la piedra, os juro que caí más veces de lo que puede caer un ave sin alas en un hoyo infinito. Perdonad a vuestros pies, perdonad a la piedra, y seguid adelante. Y os suplico, hazte responsable de tu andar. No caminéis como una víctima del camino, vuestro camino es el que dibujan vuestras huellas, no esa senda ajena que han marcado delante de ti. Y Maira te da su palabra de honor, que no tropezaréis más y si tropezáis, no os caeréis de bruces. Ya deja de lamentaros por la piedra que no vistéis venir al paso, ya has caído, eso no lo borrará vuestro juicio. Solo lo cambiará vuestra voluntad de poneros de pie, mirar el resto del camino y andar dejando el tropiezo en el espacio de suelo donde sucedió. No llevéis la piedra en el pie. Dejadla en el camino. Perdonadle y avanzad.</i><br />
<br />
<i>Sé que pensáis que perdonar es tolerar. Mas os digo que tolerar es aguantar el dolor y perdonar es sanarlo. No tenéis que tolerar el dolor, menos el recuerdo y el rencor, que iguales son sirvientes del primero. Perdonad, y libérate de tu pena. Dejadle ir. Abre tus manos, soltadle y veréis que las mismas corrientes del destino alejan su barca de ti. No te afligáis más, tú, preciosa, quien leéis, que sentenciar en vuestro corazón y memoria no somete al agresor a tu condena. Él sigue libre, mientras eres prosionera de vuestro propio dolor y recordatorio. No le retengáis más. Cortad la cadena que los une, pues a ti es a quien arrastra. Creédme, perdonar no es aceptar el golpe. Perdonar es demostrarle a tu alma que ni en tu recuerdo serás de nuevo agredida por aquel. Porque eres valiosa, porque en la vida hay cosas más hermosas para recordar, cómo la mirada de aquel que te ama. Por eso el perdón es Amor, porque solo el alma se sana y se repara en el Amor. No en el rencor, no en la soberbia, no en la venganza, no en la tristeza. Amad y avanzad. Perdonar es avanzar hacia el Amor. </i><br />
<br />
<i>Sin embargo yo sé, porque quién escribe lo supo así, en la propia piel, que el peor agresor, el más despreciado, el que una y otra vez le permitimos flagelarnos, el que nos hunde a capricho, al que odiamos pero permanecemos a su lado, es nuestro propio Juicio. Ámate y avanzad. Perdonarte es avanzar hacia el amor. Líberaos de vuestra propia iniquidad. Liberaos de vuestra propia venganza. Liberaos de vuestro propio rencor. Queréis ser feliz mientras os acusas. ¿Qué alma puede ser feliz condenada por sí misma? ¿Queréis vuestra alma libre? Perdonádla. Amadla. Avanzad. </i><br />
<br />
<i>Delante vuestro hay brazos abiertos extendidos, pero estáis mirando siempre al pasado, culpando y culpándote. ¡Girad el rostro, hermosa, y lanzaros a los brazos amorosos que te esperan! Y dejad el pasado en el pasado, el ayer en el ayer, el dolor en el dolor. Perdonadle para que no te duela más, dejadle atrás en el dolor, y vuela libre hacia la alegría. ¡Vivid en el presente! ¡Vivid en la alegría! ¡Corred hacia vuestro Amor, que el dolor perdonado jamás podrá daros alcance! ¿Sabéis por qué? Porque perdonar es purgar el dolor. Porque perdonar es tener el alma libre de cargas innecesarias. Mirad, quien tanto desea amarte, y estáis cegada por la rabia, por la tristeza, por la culpa, y no podéis ver toda la hermosura que te devuelve el espejo en su reflejo. Porque te odiáis y odiáis aquellos que te hicieron odiarte. Perdónate y no tendréis que perdonarlos, porque ya quedarán perdonados. Perdónate y volveréis a mirar tu verdadera belleza. No ese pergemino de sentencias que crees merecer. Inocente, mantente inocente, que solo los inocentes perdonan al siguiente minuto. Solo los inocentes son felices. Porque un alma sin cargas, es libre. Ojalá nunca hubiera sido necesario que perdonaras, pero lleváis dolor en el alma. Perdonad. Preciosa perdónate y avanza hacia vuestro propio Amor. </i><br />
<br />
<i>Es el primer paso para amar y ser amada de verdad.</i><br />
<br />
<br />
Adelaida levantó la mirada del pequeño anónimo libro, hacia el rostro de su madre. La que la miraba con tanto amor, y tanta tristeza al mismo tiempo. ¿Cómo? se decía en su alma ¿Cómo me voy a perdonar haber lastimado tanto a mi niña, a esta alma tan pura? ¿Cómo puedo perdonarme? Los labios de Betania estaban trémulos, repletos de palabras que no se ordenaban para salir. Quería volver abrazar a su dama, a su hermosa hija. Pero por más que lo intentaba se sentía indigna.<br />
<br />
- Hija...<br />
<br />
- Mamá que tienes - la pecosa se acercó a ella, dejando el libro de Maira a un lado -. Estás pálida.<br />
<br />
- No me lo puedo perdonar - y lloró de nuevo.<br />
<br />
- Mamá... mírame... - la muchacha de cabellos de fuego tomó el rostro de su amada madre y con delicadeza, con sus dedos sutiles, le alzó la mirada hacia la de ella - Te amo.<br />
<br />
- Ay Luisa... perdóname...<br />
<br />
- Mamá - le sonrió con ternura -, no quiero tu perdón, quiero tu amor. Y para eso debes perdonarte. Yo lo he ido entendiendo. Perdónate y avanza hacia mi, hacia mi cariño, hacia mi amor.<br />
<br />
- Adelaida hay cosas que aun no me has perdonado, yo lo sé.<br />
<br />
- Tal vez mamá, tal vez, pero te amo. ¿Y el amor no es en sí mismo perdón?<br />
<br />
- Lo que acabas de leer decía que perdonar es alejarse del que te lastimó.<br />
<br />
- No mamá, míralo de esta manera, para mi, lo que entiendo es que perdonar es tener el alma libre de rencor para poder seguir viviendo, para poder seguir amando. Y que solo los culpables son aquellos que hacen daño sabiendo que lo están haciendo. Pero incluso a esos hay que perdonar.<br />
<br />
- Hija... ¿tú has perdonado a Joshep lo que te hizo?<br />
<br />
- Mamá, no has entendido... Me perdono a mi misma y no tengo que perdonarle, porque ya queda perdonado cómo parte de mis antiguas culpas. Me perdono y sigo adelante con mi vida, hacia un más digno amor. Me libero del mal que me dejó; me perdono, dejo de condenarme, de sentirme indigna; dejo de sentirme merecedora de lo que me sucedió.<br />
<br />
- Yo tengo culpa de que te sien...<br />
<br />
- ¡Mamá!... ¡Por favor basta! ¡no te culpes más! Quiero que te acerques a mi sin remordimientos - a Adelaida los ojos se le nublaron de lágrimas -. Te necesito.<br />
<br />
- Ahora lo sé hija, lo tanto que me necesitaste...<br />
<br />
- No importa ya lo pasado. Mamá, te necesito ahora. Te amo mucho. Si supieras lo bien que me ha hecho estar aquí con la tía abuela, en este precioso pueblo. Te lo debo a ti, yo estaba tan hundida que en tu desesperanza no se te ocurrió más que traerme. Y tu decisión me salvó de mi misma. Yo me menospreciaba, yo me odiaba mamá, yo me sentía culpable de toda mi mala suerte. Pero yo actué con mi corazón delante de mi, yo di mi alma, yo di mi amor inocentemente mamá. ¿Cómo puedo ser culpable? ¿Cómo? No hay manera de serlo. Pero tampoco quiero ser la víctima. Tampoco quiero vivir debajo de la sombra del maltrato que sufrí de todos en el Oeste de la ciudad. No quiero vivir bajo la sombra de lo que me hizo Joshep. Yo soy más digna que todo eso. Yo soy más elevada. Yo valgo mamá. Soy una buena mujer, soy una buena dama. Sé que no soy perfecta mamá, pero tengo un buen corazón. Yo estoy por encima de todo lo que me sucedió, porque quiero ser feliz y no voy a seguir permitiendo que el pasado me robe mi paz. No quiero esa carga en mi alma. Me perdono mamá, porque he ido aprendiendo amarme, y solo el amor perdona, porque el perdón es eso...<br />
<br />
- Es Amor - asintió llorosa Betania.<br />
<br />
- ¿Ves que si lo entiendes? Perdónate mamá y sigamos juntas, más que antes.<br />
<br />
Se abrazaron de nuevo. Raquel cerca de la ventana desde el jardín escuchó todo aquello. Le había movido la curiosidad por la extraña actitud de la pecosa al cerrar la puerta. Ya lo comprendía, era por aquel libro. Caminó hasta la verja del jardín y miró la noche clara, iluminada por aquella luna resplandeciente, que dejaba su halo misterioso sobre todas las soñolientas casas de Bardolín. Los insectos nocturnos seguían dando sus serenatas y conciertos entre los pastos mozos de las veredas.<br />
<br />
- Así que lo conseguiste Adelaida, el libro de Maira - murmuró para sí misma -. Es una de las mejores cosas que te pudo haber pasado. Escúchala.<br />
<br />
Recordó el día que consiguió aquel libro tirado en una de las primeras veredas de Bardolín. Época en la que aquel lugar era muy concurrido por cercanos de la familia de Guillermo. Estaba casi segura que el pequeño texto le pertenecía a una dama muy particular que había visto por aquel entonces. Era muy independiente, muy segura, muy valiente al hablar. Era una mujer que parecía traída de otro mundo. Se veía feliz siempre. Ella en el fondo de su ser la admiraba, porque ella no hayaba la manera de dejar de ser cada vez tan dura. Había todo un mundo de personas señalándola y señalando a Guillermo por elegirla a ella, de entre tantas mujeres.<br />
<br />
- ¿De verdad Guillermo... por qué a mi? - se volvió a preguntar después de tan largos años -. Gracias -musitó -, gracias por amarme de la forma en que lo hiciste. Miraste en mi lo que ni yo misma miraba.<br />
<br />
Miró de nuevo hacia la ventana de la pecosa y sonrió. Niña valiente, pensó, te has atrevido a sacar ese libro de mi biblioteca. Mas no estaba molesta como lo podrían temer Betania y Adelaida. Estaba muy contenta de que lo estuvieran leyendo juntas. Deseó que su pelirroja sobrina lograra ser como aquella dama que de pronto recordó, aquella mujer que parecía ser la misma autora del libro de Maira. Nunca supo su nombre, pero siempre tuvo la idea que solo una mujer como aquella podía haber escrito un libro tan valiente como aquel, en un mundo dominado por hombres. Un libro de una mujer escrito para otras mujeres. Aunque también creía que era una bendición no saber quien lo había escrito, pues quien siempre lo leía terminaba siendo reflejo de la autora, como la autora decía que era el reflejo de quién le lee. Libro misterioso, se dijo, escrito anónimamente para que puediera llevar la autoria de todas nosotras, la que lo hemos tenido en manos. Vino a su mente el día en que se acercó a aquella desluzbrante mujer de cabellos café y le extendió el libro, preguntándole si le pertenecía, la dama luminosa, lo miró unos segundos en silencio sin decir nada, luego la miró a los ojos, le sonrió y le dijo que no le pertenecía, que si se lo había encontrado ella, es porque algo tenía que decirle. Recordó que le dijo que un libro aparece como lo hacen los maestros, solo cuando el aprendíz está listo. Fue la última vez que la vio en Bardolín, nunca pudo darle las gracias por esas palabras porque en realidad cuando se sentó a leer el pequeño libro, se conmovió tanto que comenzó a cambiar mucho de sí misma, y casi pudo jurar que aquella dama de melena café, era Maira. ¿Acaso Guillermo no le había dicho que era la esposa de Juan Valladares? <i>"Incluso os ruego, no olvidéis a Juan, llevaros en vuestra memoria un rato más"</i>, decía Maira en una de sus páginas.<br />
<br />
Volvió a sonreír. Tenía esperanzas en Adelaida, cómo en mucho tiempo no las tenía en nadie, supo que la vida, que Dios, le había traído a la pelirroja y endurecida muchacha no solo para sanarse a sí misma, sino para cambiarle la vida a tan solitaria anciana y tenía el presentimiento, de los cuales había aprendido a confiar con el paso de los años, que Adelaida cambiaría a Los Jardines de Bardolín. Algo brillaba en esa jovencita cada día con mayor intensidad, que hacía que ella no dejara de pensar que la pecosa tenía un propósito y un destino muy grande en tan amable pueblo.<br />
<br />
- Preciosa pelirroja, has cambiado la vida de todos los que has conocido en Bardolín... incluyéndome - dijo a la luz de la luna. Regresó sigilosa dentro de casa y se dirigió hacia su habitación, recogió a Jazmín de la repisa donde estaba siempre con su cara de felicidad perpetua, le acarició la rojiza melena y suspiró.<br />
<br />
- Vámonos a domir Jazmín. Mañana será otro día - le dijo a la niña de porcelana. Entró en su habitación y cerró la puerta detrás de sí.<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<div style="text-align: right;"><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2015/07/capitulo-30.html"><span style="color: #38761d;"><b>Lee Aquí el Capítulo 30</b></span></a></div><br />
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Estuvo de pie largo rato al final de la vereda, mirando hacia la luna. Cómo si ella pudiera desde su altura ver el futuro y mostrarle alguna imagen de los días por venir. Una que otra vez un oculto grillo rompía el nocturnal silencio sacándolo de sus cavilaciones, cómo si intentara con su canto traerlo al presente. Se sentía lleno de esperanzas, pero a la vez dentro suyo giraban temores espesos y sinuosos. ¿Y si de pronto todo cambiara mañana? ¿Si de igual forma Los Jardines de Bardolín no tuviesen salvación, que pasaría con ellos? Suspiró profundamente, mirando hacia abajo, hacia el final de los escalones. Su casa estaba a obscuras, durmiente. Se sentó en el primer escalón y se recostó sobre sus brazos cruzados sobres sus rodillas, miró a lo lejos a un perro que acostumbraba recorrer las veredas todas las noches, un alma solitaria como la suya. Lo llamó en voz baja y el can lo miró dudoso, desconfiado, inmóvil; luego subió las escaleras pasando esquivo por su lado. Lo volvió a llamar pero con mucha más amabilidad y el perro dio unos pasos inseguros hacia él, moviendo su cola entre amistoso y temeroso. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Ven amiguito - le extendió la mano y el perro olfateó el aire, intentando adivinar si le estaba ofreciendo algo de comer. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Dónde vas durante todo el día que solo apareces a estas horas? - le habló amistosamente, pero el perro aunque parecía interesado en acercarse prefirió seguir su camino, lejos de él, dónde si hubiese algo que llevarse al estómago. Santiago lo miró silenciosamente, mientras el animal cruzaba hacia Los Jardines. Tuvo ganas de seguirlo, para salir de la curiosidad, para ver si lograba saber si el flaco perro venía del pueblo vecino del otro lado de los pozos. Sin embargo, en la noche, a pesar de su belleza diurna, aquel hermoso jardín tomaba un aspecto espectral. Había el que decía que podían verse entre las hierbas fugaces fantasmas correr de un lado a otro las noches de luna como aquella. Él no se dejaba asustar por esas historias, aunque a veces, durante las noches que se quedaba en su lugar secreto en Los Jardines, creía escuchar susurros que se mezclaban con el pasar del vendabal nocturno. Galleta le decía que era la hija de Doña Raquel que aun moraba entre las flores, jugando, sin darse cuenta de su suerte. A él no le parecían voces de una niña, le parecían en verdad almas susurrantes, y las veces que las escuchaba terminaba alejándose del lugar. No le gustaban, fuesen lo que fuesen, voces o el simple viento entre las hojas afiladas de los pastos verdes. Y esa noche, lleno de tantas emociones tan profundas, no se sentía de ánimos, ni tan veleroso para ir hasta el gran vergel. Volvió a preguntarse sobre los días siguientes, los cofres, los padres de Adelaida... y sin duda sobre Adelaida y él. Volvió a suspirar profundamente. Sintió el gran deseo de tenerla de nuevo recostada sobre su regazo, con sus delicados brazos rodeándole el cuello. Cuando la tenía cerca se sentía capaz de cualquier cosa en la vida. De que nada podría detenerle. Recordó el momento en que se despidieron, el deseoso de besarla, ella mirando a lo lejos, pensativa. ¿Estaría ella como yo por dentro? se preguntó. La pecosa no le decía nada, solo lo miraba lo que lo ponía nervioso, sin saber que hacer. ¿Se estará arrepintiendo? pensó en ese momento. Más ella le sonreía suavemente y a él se le llenaba el alma de ella. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Tengo que entrar - le dijo su amada. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Sucede algo? Te has puesto muy pensativa - preguntó el muchacho de las herramientas. Ella movió la cabeza de un lado a otro suavemente. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Estás segura que quieres quedarte en Bardolín? - Santiago titubeó un poco temiendo a la respuesta de la hermosa pelirroja. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Santiago... te soy sincera... hay cosas que extraño de mi casa... pero son más las cosas a las que no quiero volver. En cambio aquí... aquí está mi tía Raquel... le debo tanto, Santiago, no tienes idea. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Es una gran persona - dijo él.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Es maravillosa... También está Lili, la hermana que nunca tuve. A veces siento que la necesito tanto, a veces siento que es ella la que me necesita tanto. En la ciudad nunca tuve una amiga así y no creo que la tenga - Adelaida se quedó en silencio unos segundos mirándolo de nuevo, cómo si estuviera diciéndose en el secreto de sus pensamientos cosas sobre él. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, Galleta es única. Yo tampoco sé que haría sin ella. También es cómo una hermanita para mi - respondió Santiago un poco confuso. Esos silencios repentinos que hacía Adelaida lo preocupaban un poco. Lamentó que la pelirroja no le dijera que él era una de las razones por las que también decidía quedarse, aunque ¿no debía ser obvio? Temprano cuando se abrazó a él frente a los padres de ella. Cuando se aferró a él cómo si tenía la certeza de que estaría segura entre sus brazos, que nadie la podría mover de ahí. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Lili es única - dijo al fin ella rompiendo su silencio. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Yo... es mejor que yo me vaya - dijo él dando un paso hacia atrás haciendo la muestra de que ya iba a retirarse -. Es tarde. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí. Ya debería entrar y papá y mamá me están esperando. Tengo tiempo que no los veo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No te retengo más - le sonrió. Ella lo volvió a mirar silenciosa y sin decirle palabras caminó hasta él y se le abrazó al pecho muy cariñosamente. Él la envolvió en sus brazos y la sintió suspirar. Tan frágil, tan delicada, siempre sentía esa necesidad de protegerla e impedir que nada la volviera a lastimar nunca más. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Te quiero - dijo ella tan bajamente que él no la escuchó. Se apartó de su pecho y lo miró con los ojos llenos de estrellas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Descansa Adelaida.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Nos vemos mañana.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Nos vemos mañana - respondió mientras comenzó a alejarse. Ella no se apartó de la pequeña puerta de la verja del jardín, se quedó ahí mirándolo. Incluso estándo lejos volteó hacia casa de Doña Raquel, y aun estaba ahí, mirándolo en la distancia. Le saludó con la mano y ella le correspondió, luego ella giró y caminó fuera de su vista entrando por fin. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se inclinó hacia atrás y apoyó sus manos en el suelo, mientras alzaba la mirada una vez más hacía la luna. Recordaba a la pecosa abrazada a su pecho, pero no podía dejar de pensar que de pronto le parecía lejana de nuevo. Lamentó tener la costumbre de quemarse la cabeza pensando demasiado sobres las cosas que le preocupaban. Deseaba poder olvidarse de esas ideas que estaba teniendo y dedicarse a irse a dormir. En ese momento escuchó la puerta de su casa abrirse, y se incorporó hacia adelante sentado aun en el primer escalón de arriba hacia abajo. Miró en la medio penunbra a Fabián que se detuvo cuando lo miró en la distancia. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Iba a buscarte - balbuceó notariamente soñoliento. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Desde cuando me sales a buscar en las noches? - le respondió a su hermano sonreído. Aquello le pareció gracioso, más Fabián lo miró con gravedad.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No olvides que los Bardolín están en el pueblo y se comenta que los han visto muy de noche recorriendo esta zona, hacia la entrada de Los Jardines. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No he visto más que un perro...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Entra Santiago - le interrumpió Fabián con autoridad -. Es mejor prevenir. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Esta bién, pero no me regañes. Y yo sé cuidarme - el muchacho de las herramientas se puso de pie y caminó hasta el lado de su hermano y este lo envolvió con un brazo, aun con la mirada llena de sueño.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Santiago, no me perdonaría si te pasara algo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Caminaron hacia la entrada de la casa en silencio y Santiago se lo pensó mejor y pasando también su brazo por sobre el hombro de Fabián le dijo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Gracias por preocuparte. Seré cuidadoso. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sonrieron, cruzaron el umbral y la puerta quedó cerrada detrás de ellos.<br />
<br />
<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br />
Betania estaba pensativa, a solas en el jardín escuchando los sonidos de la noche. Las emociones del día habían mermado y sentía la cabeza más fría para meditar las cosas. No estaba tan emocional como antes y sentía que podía ser crítica de sus propias palabras horas antes. Después de haber conversado largo rato con tía Raquel sobre los acontecimientos de los últimos meses y en especial los de esa tarde en Los Jardines, no podía apartar de su mente la imagen de Adelaida llena de mugre, sudorosa, desaliñada. Su niña haciendo el trabajo de un hombre. ¿En realidad estaba bien que aquel joven que decía amarla la hubiese dejado hacer semanjante trabajo? ¿Palear cómo un obrero? Su hija no había ido a ese lugar a perder su delicadeza, a romperse las manos en labores tan rudas. En el fondo no podía aceptarlo, en fin de cuentas Adelaida debía ser una dama... o era que... ¿estaría condenada su hija a no serlo? Aquella lejana noche en el jardín de los Villafranca, su hija olvidó todo lo que una mujer respetable no debe olvidar. No olvidó una sola cosa de muchas, en un minuto las olvidó todas en manos del hijo del alcalde. Nada más y nada menos. En ese momento, pensó, que la excusa de Adelaida había sido el amor. ¡Nuevamente la excusa era la misma! Mi hija es muy ligera, se dijo en baja voz a sí misma, parece no haber valido tanto esfuerzo. Se descorazonó de pronto. No podía comparar su pasado con Mateo, con el presente de Adelaida con Santiago. No eran la misma cosa. Y fuera de toda comparación era obvio para ella, que los Bardolín eran una familia muy influyente y adinerada, de haber podido vivir su vida junto a Mateo no hubiera sufrido carencias. ¿Qué podía ofrecerle Santiago a su hija? ¿El hijo de Antonio? ¿Qué sería, un cartero más? ¿Adelaida de ser la prometida del hijo de un alcalde a ser la enamorada de un cartero? Respiró un poco angustiada. ¿El amor justifica todas estas cosas? En un mundo de fantasías solamente, en el mundo que solo puede crearse en la cabeza de una muchacha sin rumbo como la de mi hija, pensó. <br />
<br />
- No está bien - dijo apretando los dientes y aferrando con fuerza con una de sus manos la verja del jardín. Comenzaba a arrepentirse de la aprobación que había tenido de la idea de que Luisa Adelaida se quedara en Bardolín, aunque fuese un tiempo más. Por lo menos sabía que había logrado salir de su encierro emocional, que así como había logrado abrir su corazón hacia Santiago, podría hacerlo con otro más respetable. Con otro que si le pudiera ofrecer un verdadero futuro a su hija. Tal vez sería lo mejor, convencer a Adelaida de volver a la ciudad. Cierto era y lo tenía bien claro, que cuando conoció a Gregorio era un comerciante que no poseía gran cosa. Pero Santiago no era Gregorio, eran casos muy diferentes para ella. Y aunque su esposo con los años logró una excelente prosperidad monetaria y vivieron desde entonces cómodamente, a su vez que era un buen hombre; su ideal no era que Adelaida intentara la misma suerte. No tenía por qué. Era su hija y no iba a vivir las mismas angustias que ella, su pelirroja niña tenía que tener una vida distinta. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué haces sola aquí en este frío? - se acercó Gregorio por su espalda envolviéndola en sus brazos.<br />
<br />
- Estoy arrepentida - dijo ella mirándolo a los ojos.<br />
<br />
- ¿Arrepentida?<br />
<br />
- Adelaida no debe quedarse aquí - dijo en cierta forma temerosa. Sabía que Gregorio no lo tomaría de muy buena gana al ser él quien primero se opuso a que la niña de sus ojos durara un día más en tan lejano pueblo.<br />
<br />
- ¿Eh?... Qué tú... ¡Válgame Dios! - se apartó de ella -. ¿Qué sucede ahora?<br />
<br />
- Baja la voz...<br />
<br />
- ¿Qué baje la voz? ¿Estás escuchando lo que estás diciendo? ¿Ahora estás arrepentida de que Adelaida se quede?<br />
<br />
Aquellas palabras se filtraron cómo un espíritu burlón por la ventana de la pecosa y llegaron a sus desprevenidos oídos. La pecosa se paralizó al escucharlas con el cepillo en una mano y su melena roja humedecida en la otra, frente al espejo de la habitación. ¿Había escuchado bien? Dejó el cepillo suavemente sobre la mesa y caminó silenciosa hasta la ventana y miró a sus padres uno frente al otro discutiendo.<br />
<br />
- ¿Puedes bajar la voz Gregorio? Es que... no sé Gregorio, es que... lo mejor es llevarla a casa...<br />
<br />
- Le hemos llenado la cabeza de una gran ilusión Betania, ¿ahora vamos a quitársela?<br />
<br />
- Esa muchacha ya tenía la cabeza llena de ilusiones antes de que llegaramos y precisamente por eso pienso que lo mejor es llevarla a casa.<br />
<br />
- No nos lo perdonará - gruñó él.<br />
<br />
- Ella no tiene moral para no perdonarnos - Betania no dejaba de recordar el acontecimiento del chalet. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br />
- ¿A que te refieres?<br />
<br />
- Recuerda lo que hizo donde los Villafranca.<br />
<br />
- No estuvo bien, es cierto. Pero solo se pasó de copas, una muchacha que no sabe beber. Eso no puede ser tan grave tampoco - él se comenzó a sentir muy molesto.<br />
<br />
- Gregorio... - Betania se mordió los labios evitando contarle lo realmente sucedido.<br />
<br />
- Yo soy el primero que quiere llevársela de aquí, pero tampoco me parece bien que...<br />
<br />
- ¿Te la quieres llevar con nosotros? - le interrumpió ella.<br />
<br />
- ¡Claro que quiero! - alzó la voz colérico.<br />
<br />
- ¡No grites! - Betania trató de cubrirle la boca - ¡Apóyame entonces!<br />
<br />
- Estás demente mujer. ¿Por qué no me apoyaste primero a mi en la tarde cuando llegamos? - apartó la mano de su esposa. Ella se quedó en silencio -. Ah claro... comprendo... en la tarde era más importante el tal Mateo.<br />
<br />
- Gregorio...<br />
<br />
- Eras otra temprano, todo aquel nerviosismo, toda aquella actitud misteriosa.<br />
<br />
- No se trata de mi Gregorio, estamos hablando de Adelaida.<br />
<br />
- Ahora eres tú quien quiere hablar de Adelaida y sortear el tema. Siempre evadiendo el hecho de venirla a buscar, de hablar de tu hija que estaba distante de nosotros, ahora eres tú la que quiere hablar de Adelaida.<br />
<br />
- ¿Sucede algo? - Raquel se acercó hasta su puerta, hablando con su característica autoridad.<br />
<br />
- No tía... nada.<br />
<br />
- Sí sucede Doña Raquel. Sucede que en la tarde Betania le dice a Adelaida que se quede en este lugar, ahora dice que no la va a dejar quedarse. Después de llenarle de ilusión la cabeza a Luisa Adelaida, ahora ella "lo ha pensado mejor". Después de convencerme a mi de apoyar que se quedara, el que casi le tuvo que arrastrar para venir a buscar a Adelaida, porque si es por Betania ni para su cumpleaños veníamos.<br />
<br />
- ¡Por favor Gregorio, no me pongas ante mi tía Raquel como una madre insensible!<br />
<br />
- Les suplico que por favor se calmen un poco - dijo la dama de damas -. Adelaida no está sola aquí en Bardolín. Está bajo mi tutela. Yo no puedo evitar que decidan llevársela, pero si les puedo decir todo el daño que pueden hacerle sino piensan en ella, en especial tú Betania.<br />
<br />
- Tía... ¿yo?... Tía pero si en este preciso momento estoy pensando en ella - respondió la madre de la pecosa indignada.<br />
<br />
- ¿Cómo cuando me la trajiste?<br />
<br />
- ¿Qué quiere decir? - Betania se estremeció, le tenía elevado respeto y temor al mismo tiempo a su tía Raquel.<br />
<br />
- En la carta que me enviaste antes de traerla decías que Adelaida solo estaba despechada, "cosas de jovencita" - dentro de la anciana comenzó a arder un resquemor - Te pregunto Betania ¿en verdad lo que tenía tu hija eran cosas de jovencita? ¿Un simple despecho?<br />
<br />
- Eh... yo... - la madre de la pelirroja balbuceó un poco. ¿Qué le intentaba decir la dama de damas? ¿Sería que Adelaida le había confesado todo lo que pasó? -. Tía... cosas de muchacha... Estaba deprimida porque su prometido terminó con ella porque Adelaida no cuidó su comportamien...<br />
<br />
- ¡Tu hija fue abusada Betania! - Raquel pareció rugir.<br />
<br />
- ¿Qué...? ¿Cómo...? - Gregorio sintió como si el alma se le hubiera salido del cuerpo.<br />
<br />
- Tía, Adelaida dejó de comportarse como una dama y...<br />
<br />
- ¡Esa pobre niña es más dama de lo que tú y yo juntas jamás llegaremos a ser nunca! ¿Cómo tienes corazón para no reconocer que el tal Villfranca abuso de ella?<br />
<br />
Betania se puso pálida. Gregorio le hizo la par, miró como un león furioso a su esposa con sentimientos encontrados.<br />
<br />
- ¿Abusada? ¿Me puedes explicar Betania de que está hablando Doña Raquel?<br />
<br />
- ¡Luisa Adelaida no fue abusada! ¡Ella se olvido de lo que era, una dama; ella se le entreg...<br />
<br />
No había terminado de decirlo cuando sintió una fuerte cachetada que la sacó de equilibrio haciéndola caer sentada sobre la hierba del jardín. Se quedó petrificada en donde estaba viendo a su tía muchísimo más alta de lo que era desde ese ángulo en que la miraba. Raquel estaba fúrica y le daba gracias a Dios que Betania había caído sentada, que si hubiese quedado de pie le daba otra cachetada con mucha más fuerza. Adelaida estaba en la ventana viendo todo aquello suceder. Su corazón volvió a sentir dolor. Su madre la seguía juzgando, su madre la seguía viendo menos de lo que ella sentía que era. Sintió mucha vergüenza saber que su padre supiera lo que realmente sucedió, ella era la niña de sus ojos, ella lo sabía bien. ¿Ahora cómo la vería su padre? ¿De la misma manera dura y crítica con que se había acostubrado a ser mirada por su madre?<br />
<br />
- ¿Qué clase de madre eres? ¡Tú niña fue embaucada por el joven Villafranca! ¡La engañó hablándole de amor, la metió en aquel chalet y valiéndose de la inocencia de Adelaida, abusó de ella! ¡Luego la humilló aun más pues no estaban solos, habían dos jóvenes entre arbustos viendo todo lo que pasaba! ¡Tu hija fue violada!<br />
<br />
Gregorio caminó con pasos amplios hacia dentro de la casa rumbo a la habitación de su hija. Adelaida no lo vio entrar, sus ojos estaban inundados por dolorosas lágrimas, el dolor que ahora enfrentaba no tenía nada que ver con lo que había pasado en el jardín de los Villfranca, sino en casa, en presencia de su propia madre. Regresó a ella el recuerdo de cómo Betania no quiso acercarse a ella, no quiso abrazarla mientras ella con el alma destruída le contaba lo que le había sucedido. Tuvo la vana esperanza de que su madre la envolviera en sus brazos, que la hiciera sentir protegida, pero la miró con descontento, la miró con decepción. ¡Qué vergüenza tan grande me estás haciendo pasar! le dijo. No la dejó llorar, le dijo que todo lo sucedido le debía servir de lección. Eso le pasa a las libertinas, no a las damas, le dijo.<br />
<br />
- Luisa Adelaida - retumbó la voz de Gregorio. Cuando la pecosa lo escuchó cerca de su puerta corrió hacia ella con la intención de girar la llave y no dejarlo pasar, pero antes de llegar hasta la manilla la puerta se abrió bruscamente. Su padre la miró al descompuesto rostro, hinchado de pena, de llanto. Ella se alejó de él.<br />
<br />
- No, papá, no, no te acerques - lloraba la pecosa. Gregorio dio un paso hacia ella al ver la reacción de temor tan grande que vio en Adelaida.<br />
<br />
- Hija...<br />
<br />
- Por favor papá... no... perdóname papá... - Adelaida sintió una vez más como sus rodillas le temblaron, cómo las piernas le fallaron.<br />
<br />
- Luisa... por el amor de Dios... dime la verdad...<br />
<br />
- Perdóname papá... - su llanto se hacía más doloroso cada segundo que pasaba.<br />
<br />
- Dime hija ¿Es cierto lo que dice Doña Raquel?<br />
<br />
Adelaida solo pudo estallar en llanto de pie donde estaba. Gregorio se acercó con cuidado hasta ella y la abrazó. Su alma la sentía partida en incontables trozos. Sentía cómo Adelaida intentaba safarse de él, cómo si le tuviese miedo, pero él no la dejó liberarse de sus brazos, la sostuvo con mucha más fuerza intentando transmitirle todo su amor y toda su compasión.<br />
<br />
- Hija, mi niña - sin poder contenerlo más de sus ojos también se escaparon sendas lágrimas mientras la pecosa se rendía y dejaba de luchar, mientras se entregaba al resguardo que le estaba ofreciendo paternalmente.<br />
<br />
- No me odies como mamá - sollozó la pecosa.<br />
<br />
- Luisa, hija, que sucedió esa noche.<br />
<br />
- No me odies papá.<br />
<br />
- No lo haré hija, lo juro, pero dime que pasó esa noche.<br />
<br />
Betania llegó hasta la puerta y se quedó bajo su umbral sin saber que hacer. Gregorio llevó a Adelaida hasta la cama y se sentó junto a ella en su orilla. La pecosa miró a su madre sin saber que sentir, sin saber que buscar en aquella mirada igualmente dolorosa de Betania. La triste muchacha se abrazó con fuerza de nuevo a su padre y cerró los ojos queriendo que toda aquella tristeza se fuera lo antes posible.<br />
<br />
- Déjame solo con mi hija - le ordenó Gregorio a Betania de mala gana. Pero en primer momento ella no se movió de donde estaba, no quitaba la mirada de su hija. Sentía la ambigüedad del rencor y la compasión. Le costaba en el fondo perdonarle a su hija lo que había hecho, pero otra parte de ella sabía que no podía lidíar con el dolor de lo que a Adelaida le habían hecho. Sentía una parte de ella que Adelaida pudo haber evitado esa suerte siendo más comedida, más decente, más dama; pero la otra le decía que fue usada en su inocencia, una niña jugando con un lobo, un amor atrapado entre su inocencia de niña y su sentir de mujer. No sabía cómo llevar ese dolor, que sin darse cuenta rechazaba a Adelaida para no sufrir ella, a costa del sufrimiento y la soledad en que dejaba a su propia hija. Su alma intuía eso, más su razón la torturaba con todo aquel pragmatismo de sociedad en donde proyectaba la imagen, tal vez irreal que tenía de Adelaida. Raquel se acercó y la tomó por el brazo y ella se dejó llevar, se dejó alejar de la puerta quedando fuera de la vista de su esposo y de su pequeña. Mientras se alejaba junto a su tía, recordó la primera vez que la tuvo en brazos, esa pequeña muñeca impecablemente blanca, con aquel mechón rojizo de pelo en la cabecita. Era su adoración, no había visto en su vida nada tan hermoso como su niña. La amaba más que nada, su nena sería una de las más bellas de toda la ciudad y tenía el deseo de que fuese respetable, muy admirada, muy noble. Luisa Adelaida la bautizaron, incluso recordó la lucha que dio su nena cuando recibía el agua bendita sobre su cabecita. Será una mujer fuerte, se dijo admirada para sí misma en aquel entonces. Tuvo la mayor aspiración de felicidad para su hija, creó mil sueños en torno a su pelirroja niña. Cuando el hijo de los Villafranca puso sus ojos sobre Adelaida y la cortejó tan caballerosamente se sintió tan orgullosa de la crianza que le había dado, estaba tan orgullosa de ella, de su pequeña dama. Sin embargo, lo que aconteció después la dividió en dos. Se sentía decepcionada, pero no así en el fondo de su alma, pues muy dentro de sí sentía un dolor inmesurable, un sufrimiento indescriptible por lo que le había sucedido a Adelaida. ¿Cómo podía soportar tanto dolor? ¿cómo mirar día a día a su hija hundida en la miseria de haber sido ultrajada? No, no podía. Debía de alguna manera levantarla, hacerla fuerte, hacerle ver que lo que había sucedido no era tan grave como realmente lo era, que debía estar por encima de eso y que no lo olvidara, que nunca olvidara la lección que toda aquella fatal noche tenía que significar. Toda su dureza con Adelaida era porque la amaba y no sabía cómo expresar ese amor sumido en tanto dolor. Quiso hacer de su hija una mujer de acero, que ningún otro pudiese acercarse a ella llenándola de nuevo con romanticismos, pero al mismo tiempo ella, su propia madre la rechazaba. Es que si llegaba a abrazarla se desmoronaría en llanto y sentía que debía ser fuerte para sí misma y para fortalecer a Adelaida. Nunca midió la soledad en la que la había dejado, nunca sopesó el abandono interno en el que debió sentirse su hija. Nunca... hasta ese momento... Horas antes, frente a Santiago había logrado en un lapso repentino poder mirarla de mujer a mujer, pero en ese momento regresaba a ella la necesidad de mirar a la hija, no a la dama caída en desgracia. Necesitaba mirar a la hija lastimada, a la hija que pedía silenciosamente ser consolada, envuelta, sanada. Sentía cómo la amargura que tanto se tragaba le ardía en el pecho y sin quererlo evitar más, lloró, se desbordó.<br />
<br />
- Hija - la dama de damas la ayudó a sentarse frente a la mesa redonda. Betania se odió a sí misma, se despreció por lo mala madre que se sentía que había sido. Se llevaba las manos al pecho, se afixiaba de momentos al recordar el rostro de Adelaida el día siguiente cuando despertó de su desmayo después de lo del chalet, la noche que Gregorio la encontró tirada en el jardín. El rostro de temor, de desamparo, la mirada de una niña maltrecha. Recordó esa mirada que le había dolido tanto, la que se negaba aceptar en su pequeña. Recordó cómo a Adelaida le temblaban las piernas, cómo tenía trémulas las manos cuando las extendió hacia ella, sin que ella diera un paso hacia la muchacha llorosa. Ese ser marchito que tenía en frente no era su niña, no era su razón de ser, no era su sol. No, no lo podía aceptar, su dolor la envolvió. Se negó a reconocer la realidad tal como había sido, mejor era tomar la experiencia y convertirla en una lección para Adelaida. Por lo que la hizo sentir merecedora de lo que le había pasado, la hizo sentir culpable para que desde ese momento en adelante se cuidara como debió haberlo hecho ante Joshep y cualquier otro.<br />
<br />
- Tía... que mala madre he sido... - miró con ojos atormentados a Raquel.<br />
<br />
- Ha necesitado mucho de ti. Aun te necesita Betania - la dama de damas se sentó junto a ella -. No es tarde.<br />
<br />
- Ella me debe odiar... - miró hacia la habitación de la pelirroja - He sido... tan...<br />
<br />
- Solo tienes que rectificar. Mirarla con verdadero amor y comprensión. Tu hija es una víctima.<br />
<br />
- Yo no supe que hacer - respondió Betania sin dejar de mirar hacia la entrada de la habitación -. ¿Cómo debe actuar una madre llena de tanto dolor por el sufrimiento de su hija? Oh tía... mi error fue poner por encima mi propio dolor por el de mi hija que era superior al mio. Pero ¿cómo soportar el dolor de ella? Si acaso apenas podía con el mio. Llevar el de ella me hubiera matado, tía, me hubiera matado.<br />
<br />
- Quizá haberle dado espacio entre tus brazos para hacerla sentir resguardada, defendida, consolada, te hubiera hecho algo de bien a ti también - le habló Raquel maternalmente.<br />
<br />
- ¿Qué hubiera hecho tía usted en mi lugar? - Betania buscó en los ojos de su tía cómo si pudiera tener la certeza que podría regresar al pasado con la respuesta que le diera ella, para enderezar las cosas.<br />
<br />
- Yo buscaba a ese muchacho y lo castraba - Raquel le sonrió -. Hija, para serte sincera ¿quién sabe que hubiera hecho? Lo que si tengo claro es que, si Jazmín hubiera crecido y hubiera vivido algo así, ella hubiera contado conmigo en todo momento. Yo iba a significar para ella todo lo contrario de lo que hubiese significado el dolor, el abuso, el abandono. Si los demás la lastimaban, yo iba a ser su bálsamo. <br />
<br />
- Yo no supe que hacer tía. Y terminé siendo tan mala cómo los que le hicieron daño a mi hija. Sus amigas le dieron la espalda, la señalaban en el colegio de señoritas, le decían que ese no podía ser ya su lugar. La muchacha del chalet le gritaban desde lejos, cuando íbamos por la calle. Y Adelaida bajaba el rostro y yo le exigía que lo levantara. Me importó más el que dirían, que lo ella sentía. Los muchachos la acediaban, pensaban que ella era una libertina, que ella se acostaría con cualquiera. Los que no sabían lo que realmente había pasado, le decían la borracha roja. Y Adelaida cada vez se me marchitaba más, hablaba menos, sonreía menos. Se encerraba en su habitación y a veces la prefería encerrada que en la calle, recibiendo ofensas. A veces prefería no verla, para no juzgarla yo. Pero hasta en el colegio nos pidieron retirarla porque no era un buen ejemplo para las otras damas. No tuvimos mejor elección que mudarnos al otro extremo de la ciudad donde nadie la conociera. Cuando nos mudamos el encierro de Adelaida fue tan férreo que Gregorio y yo nos comenzamos a preocupar por su salud mental. Sólo se dedicaba a tocar el piano, aunque a su maestro particular lo dejó de recibir. Cuando venía a casa ella no salía de su habitación.<br />
<br />
- ¿Adelaida toca el piano? - Raquel se sintió admirada.<br />
<br />
- Hermosamente tía - Betania se enjugó los ojos -. Pero incluso eso dejó de hacerlo. Dejó de escribir poesía...<br />
<br />
- ¡Oh por el Amor de Dios! - la dama de damas no salía del asombro -. ¿También escribía, la muchacha que dice odiar la poesía?<br />
<br />
- Tía se marchitó. Yo permití que se marchitara. Escritos hermosos hacía... yo estaba tan orgullosa... - nuevamente sus lágrimas asomaron.<br />
<br />
- Betania, mírame, Adelaida no está marchita, solo está lastimada. No sabes el bien que puedes hacerle dándole tu apoyo, tu fe en ella.<br />
<br />
- Entiendo por qué no quiere irse... no quiere volver a estar cerca de mi...<br />
<br />
- No digas eso. Está enamorada.<br />
<br />
- Sí, de ese muchacho.<br />
<br />
- No Betania, está enamorada de su nueva vida.<br />
<br />
- ¿Su nueva vida?<br />
<br />
- Date la oportunidad de conocer a tu hija realmente.<br />
<br />
- Pero que quiere decir tía. ¿Su nueva vida? <br />
<br />
- Betania, acércate a ella. Déjala que se muestre cómo es. Ella necesita que la mires directo a su alma. <br />
<br />
La madre de la pecosa se quedó en silencio, opaca, meditativa. ¿Conocer a Adelaida? ¿a su propia hija? Ella creía conocerla. ¿O no era así? ¿Qué debo hacer? pensaba ¿Qué le debo decir al verla? Sintió nuevas ganas de abrazarla, de pronto se sintió extrañándola cómo nunca.<br />
<br />
- Pronto es su cumpleaños - murmuró Betania.<br />
<br />
- ¿Cuando? Sé que es pronto pero no sé el día.<br />
<br />
- El cinco.<br />
<br />
- Bueno, prepárale una gran celebración aquí en mi casa - le sonrió Raquel -. Ese puede ser un gran nuevo comienzo para las dos.<br />
<br />
Betania también sonrió en silencio, tal vez su tía tendría mucha razón. Comenzó a desear con todo su corazón que Adelaida pudiera perdonarla y que esa parte de su propia alma también pudiera perdonar a la pecosa. De pronto Gregorio salió fuera de la habitación de la triste pelirroja y se detuvo unos segundos y miró a su esposa en silencio, cómo decaído, como si mirara a través de ella. Luego prosiguió hacia la entrada principal.<br />
<br />
- Gregorio ¿A dónde vas? - Betania se puso de pie notoriamente preocupada. El se detuvo de nuevo sin mirarla, sus ojos estaban perdidos en muchos pensamientos.<br />
<br />
- Necesito aire fresco. Necesito caminar - sin más avanzó y salió de la casa.<br />
<br />
Ella no hizo nada, lo dejó irse. Por el contrario caminó hacia la habitación en busca de Adelaida y la encontró recostada, soñolienta, lloroza. Se sentó a su lado sin decirle palabra y comenzó a acariciar la hermosa melana de fuego de su hija. Adelaida cerró los ojos, abandonándose a ese extraño afecto que estaba teniendo su mamá con ella, y bajo la pena de su depresión sintió mucho sueño y quiso dormir para olvidarlo todo. <br />
<br />
</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Gregorio se dejó llevar por sus pasos, su alma estaba pendiendo de un hilo. Hace más de un año que le habían ocultado tan grande tragedia. Recordaba una y otra vez el relato de Adelaida, se repetía una y otra vez la imagen horrorosa que creaba en su mente del momento que cayó víctima de la vulgar trampa de Joshep. Y pensar que respetaba y quería a ese muchacho. El que sería el esposo de su hija y parte de su familia, pero no podía superar el hecho de que Joshep no estuviera solo, que hubieran dos jóvenes más viendo a su hija ser abusada, de que la vieran desnuda. Que el hijo de los Villafranca la expusiera de esa manera como si su hija fuera una cualquiera. Sentía que podía matarlo si se le cruzaba en frente en ese momento. La adoración de su vida, su pequeña, su amada hija había sido ultrajada, humillada, abandonada como una poca cosa. Tenía el desmedido impulso de partir a la ciudad en busca de los Villafranca y torcerle el cuello a Joshep. A Adelaida se le tenía que hacer justicia de alguna manera. Lloró mientras apretaba los puños impotente. Esa noche no debió dejarla en la fiesta de los Villafranca, se arrepintió de confiar en el prometido de su hija. Él era su protector y esa noche, sin imaginarlo la había dejado desprotegida. Cuando la consiguió desmayada en el jardín no estaba ebria, estaba moribunda, estaba con el cuerpo y el alma heridos. La hubiera preferido mil veces ebria, hubiera deseado que la historia que conocía fuese la verdadera y no esa pesadilla, su hija abusada y luego humillada por media ciudad, porque el hijo de los Villafranca fue tan poco hombre, por no desmentir y decir la verdad de lo que había pasado aquella noche. Escuchó un suave rumor, el gorgoteo de la fuente de la vereda principal. Se encaminó hacia a ella y de pronto se detuvo al ver una sombra sentada en su borde. No era susperticioso ni creía en apariciones, pero en ese momento esperó no estarse encontrando con algún alma en pena de aquel lugar. Aquella persona se giró al sentirlo cerca. Se miraron uno al otro y se quedaron en silencio.<br />
<br />
- Es bienvenido a sentarse - dijo la sombra. <br />
<br />
Era Mateo.</div>
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<br /></div>
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<br />
<div style="text-align: right;">
<span style="color: #b45f06;"><b><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2015/06/capitulo-29.html">Lee aquí el Capítulo 29</a> </b></span></div>
</div>
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<br /></div>
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</div>
<br />
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</div><div style="text-align: justify;">- Buenas noches - dijo Betania entrando a casa de la dama de damas -. ¿Dónde está mi tía?</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Los presentes la miraron en silencio y con extrañeza. ¿Quién era aquella mujer y aquel hombre que de pronto llegaban en ese momento a Bardolín? ¡Otra traquiñuela de los que querían despojarlos de sus hogares seguramente! Pero Betania parecía en verdad preocupada.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Dónde está mi tía Raquel? - dijo un poco más nerviosa y voz más en alto.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Oh... señora, ¿usted es sobrina de Doña Raquel? - dijo una mujer que se le acercó. Betania asintió mirándola como si esperara de ella una mala noticia.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿A sucedido algo? - Gregorio rompió su silencio. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- El pueblo está en peligro y Doña Raquel cree que hemos conseguido algo que nos puede ayudar.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿El pueblo en peligro? - preguntó Betania llena de incógnitas - ¿Dónde está mi tía? ¿Dondé está mi hija? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Usted es la madre de la hermosa sobrina de Doña Raquel? Que orgullosa debe estar de tan hermosa muchacha y tan sagaz y tan valiente.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Sagaz y valiente. No sabía si en verdad eran palabras que definieran a Adelaida pero se sintió honrada de que le hablaran tan bien de su hija. Podría ser que aquella mujer se lo decía porque era el resultado de la tutía de la dama de damas sobre Adelaida. Una dama ha de ser sagaz, que sino valiente por lo menos determinante en sus acciones, pensó para sí misma. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Sí, yo soy la madre de Luisa Adelaida. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Dónde está ella? No la veo por ningún lado - dijo Gregorio también orgulloso de escuchar que hablaran bondades de su pequeña. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Creo que se ha quedado en Los Jardines. Pero Doña Raquel está en la parte de atrás en el salón. Si gustan pasan. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Gracias - dijeron ambos y se encaminaron hacia donde estaba la dueña de la casa. Al llegar la vieron sentada al lado de un cofre mugroso y sosteniendo en una mano unas pequeñas piezas doradas, las que observaba en silencio. Raquel alzó la mirada y los vio, el rostro pareció iluminársele en un segundo y en el siguiente irsele toda expresión nuevamente. Se puso de pie y caminó hasta Betania.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Hija, pensé que vendrían la semana siguiente - la dama de damas lo dijo en alusión a la carta que le enviaron para avisarle de su visita para el cumpleaños de Adelaida.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Gregorio no aguntaba más y quería venir a ver a la niña de sus ojos - dijo Betania sonreída. Él se sonrió en silencio. En cambio en el fondo de Raquel se comenzaba asomar una tristeza. Sabía que la presencia de ellos en su casa, era la certeza de que el tiempo de Adelaida en Los Jardines de Bardolín se estaban acabando. Ella no pudo sonreír, aunque hubiera querido. Pasó por su mente la imange de Santiago y Adelaida juntos, en la tarde, sintió una pena muy grande en su alma. Dos que se encontraron en el amor, parecían estar destinados a separarse pronto fuera de su propia voluntad. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Dónde está Luisa? - preguntó Gregorio.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Debe estar por llegar - dijo Raquel. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Una mujer allá adelante nos dijo que estaba en Los Jardines. Tía ¿no es muy tarde para que esté allá, en esa oscuridad? - preguntó Betania tratando de no sonar juiciosa, temiendo molestar a su admirada tía abuela Raquel. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Oh... no, no. Ella no está sola. Está con Santiago - la dama de damas la miró de frente, lo que puso a Betania nerviosa.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Quién es ese Santiago? - preguntó Gregorio celoso.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Un amigo de mi casa. Un buen muchacho - respondió Raquel. El padre de la pecosa tragó hondo.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Y están solos? - él parecía con ganas de salir a buscar a su niña. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Ya deben venir en camino. Santiago es un caballero - dijo Raquel, luego mirando a Betania prosiguió: y Adelaida es toda una dama. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Y que hacían en... que... ¿porque está a esta hora allá? Tía, no sé... pero...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Recuerdas los cerezos? - la dama de damas interrumpio a Betania. Ella asintió. Claro que recordaba los famososo cerezos de Bardolín. Jamás los olvidaría. Le latió el corazón raro. ¿Su hija se habría enamorado como le pasó a ella en el pasado? ¡Oh Dios! pensó, ¡que ese tal Santiago no sea hijo de Matteo! </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Bueno está en los cerezos con Santiago - continuó diciéndole la dama de damas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Y... tía... ¿con él en los cerezos...? y ese muchacho... ¿de dónde es?</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Bardolín - le respondió Raquel notando a Betania nerviosa.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Ba... tía, se refiere...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Me refiero que es de aquí de Bardolín.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Pero en los cerezos... ¿Que hace en los cerezos con ese muchacho? - respondió la madre de la pecosa, sintiendo un efímero alivio al saber que Santiago era un bardolideño y no un Bardolín. Gregorio notaba muy extraña a Betania. No lo dejaba indiferente notar el nerviosismo que no parecía dejar de crecer en su esposa. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Son los cerezos Betania. Tus los conoces - la dama de damas se descubrió así misma, intentando jugar con las emociones de la madre de la pecosa, tratando de evocarle su propio amor del pasado, trantado de conseguir, en su honda esperanza, que Betania tuviese la compasión que no tuvieron con ella y con Matteo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Creo que no estoy entendiedo? - dijo Gregorio. Su esposa se mantuvo en silencio. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Por favor Betania, vayan a las habitaciones del pasillo lateral y acomodense en la que más les guste, yo tengo que atender a toda esta gente. Es urgente lo que está pasando aquí - Raquel miró al esposo de su sobrina -. Gregorio, no te preocupes. Adelaida es una muchacha llena de mucha felicidad. Solo te pido que recuerdes eso.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Sin más los dejó a los dos de pie donde estaban y se dirigió de nuevo cerca del cofre. Betania miró a Gregorio, tratando de adivinar el estado de ánimo de su esposo, el que tenía el entrecejo cayéndole sobre la nariz. Le tomó del brazo invitándolo a andar, a que le siguiera, pero en ese momento vio a lo lejos a Adelaida, en la vereda principal dispuesta a entrar al jardín de la casa. Gregorio giró su rostro hacia donde Betania miraba petrificada. Miraron a una Adelaida sucia en toda su humanidad, llena de tierra las ropas, y sucia la cara. El cabello sujeto desordenado al cenit, con tantos mechones sueltos, tantos que a su madre casi le da un infarto. Gregorio por su parte, bufó cómo un animal molesto, al pensar que esas suciedades sobre las telas habían sido el retosar de aquellos dos jóvenes sobre aquellos tan mentados jardines. No, no y no, a su Luisa Adelaida ningún muchacho de pueblo la iba a enamorar para usarla como capricho de su placer y se encaminó hacia ellos. Betania no salía de su asombro, y su decepsión que aumentó sin creces la hizo adelantarse a su esposo y salió hasta el jardín.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Luisa Adelaida! - prácticamente le gritó. La pecosa dio un salto y Santiago sin dificultad supo deducir que aquella mujer era la madre de su amada. Pero al ver a Gregorio que no le quitaba los fieros ojos de encima tuvo un mal sentir dentro de su ser. Eran los padres de Adelaida. El alma le dolió. Todo su ser se lo decía, Adelaida se iría pronto de Bardolín, de él, de su lado. El sueño en el que estaba comenzaba a extinguirse. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Mamá! - la pecosa vio con alegría a su madre, pero al segundo siguiente al tomar consciencia de como estaba, sucia de pies a cabeza, frente a la dura expresión de Betania, tan dura como un cuchillo de acero, la helaron de inmediato. Vio a su padre que no quitaba los ojos de Santiago como si quisiera desintegrarlo como un haz de luz del sol que atraviesa un cristal sobre ojas secas, incinerándolas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Qué es esto! ¡Luisa Adelaida! Mi Dios... tú... tú estás perdida... - habló el descontento de Betania. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mamá - a la pelirroja le dolieron aquellas palabras -, no me trates así. Yo...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Qué vergüenza... ¡Mírate! ¿Qué hacías en Los Jardines? ¿Te revolcabas en las hierbas con este muchacho? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Señora, Adelaida es una dama íntegra. Ella está en ese estado porque...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Cierra la boca que nadie te pidió que hablaras! - gruñó Gregorio. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Papá no lo trates así - le rogó Adelaida a su padre. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Qué te pasa Adelaida? ¡Estás arruinando tu vida! ¡Arruinaste tu futuro con Joshep! Pensé que con traerte aquí ibas a... - Betania se quedó en silencio, la verdad es que su esperanza era que su hija se enamorara en Bardolín como lo hizo ella, conmovida por la magía de aquel pueblo. Pero lo que tenía en frente la sobrepasaba, su hija le parecía la mujer de un minero de una mina de carbón. No era la dama que imaginaba encontrarse. Era demasiado para ella. Su hija la había desilucionado hasta los límites.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mañana mismo nos vamos de aquí - le dijo Gregorio -. Tomaremos el tren del mediodía.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No papá - Adelaida trató de acercársele, con sus pequeños hermosos ojos llenos de lágrimas -, no me quiero ir. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Pero si te vas a ir. No te dejaré ni un día más en este lugar.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Adelaida miró por encima de ellos, tratando de encontrar a su tía abuela, protegerse en su ámparo. Se sintió demasiado sola, olvidada por Dios y su ángel de la guarda, una vez más. No quería irse. No ahora. Ella trató de acercarse a Betania, trató de sostenerse de su mano, trató de sostenerle el corazón de mujer a mujer, pero su madre no podía con su desencanto y no permitió que ella se le acercara más.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Ni un paso más Luisa Adelaida. Quédate dónde estás. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mamá...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No sé como no tienes vergüenza de verme a la cara. Creí que podrías ser una dama. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mamá... soy una dama...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Ja!... mírate... ¿una dama? Mugre, llena de tierra, despeinada como una pordiosera y libertina con ese muchacho de pueblo. A estas horas, en la oscuridad con un hombre. ¿Acaso te parece que eso sea ser una dama?</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Yo conocí una vez a una dama, que se despeinó en Los Jardines enamorada y fue cuando más hermosa se veía - de pronto habló alguien detrás de la sombra de los arbustos que cubrían la verja del jardín. Betania se puso pálida -. Cuantas horas esa dama miró las estrellas a mi lado. Cuantas veces no le importó llenar sus faldas de tierra y hierbas recostada sobre el regazo de Los Jardines. La más dama de todas las damas que jamás conocí. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Mateo dio un pasó y salió de aquella oscuridad que lo venía resguardando un par de minutos atrás, al llegar en silencio hasta la altura de la casa de la dama de damas. Gregorio lo miró de arriba a abajo. Betania, después de tantos años, miró ese rostro de nuevo. El alma se le quería salir del cuerpo. Quería correr a abrazarlo, quería correr lejos de él. Un amor que no pudo ser porque la familia Bardolín se opuso sin consideración alguna. Un amor que quedó con todas sus puertas abiertas, y sus ventanas rebosantes de la luz de aquellas ilusiones que eran suyas, que siempre fueron suyas. Las piernas le temblaron, se quiso desmayar, como si esa fuera la manera más rapida de huir de toda su tormenta interna. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Quién es este - volvió a gruñir Gregorio. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mateo Bardolín, para servirle - inclinó levemente la cabeza.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Mateo! - Gregorio volteó su rostro hacia su esposa - ¿es el famoso Mateo de tu juventud? ¿Qué demonios hace ese tipo aquí?</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Más la pobre mujer tenía el alma en un torbellino, se quedó muda. Se quedó pálida dónde estaba. Y reconoció que era cierto, reconoció que muchas horas, días, meses, se resguardaron en Los Jardines, recostados sobre la hierba, entre las flores, bajo la amable brisa y sus murmullos. De todas las veces que se despeinó en un beso, tan apasionado e inocente a la vez. Ninguna de esas cosas la manchó, por el contrario la hicieron sentir viva, capaz de todo en la vida. ¿En que momento había dejado de ser tan libre como lo fue en ese entonces? Y de pronto lo supo... cuando lo perdió a él... cuando Vicencio Bardolín se lo tuvo que llevar a rastras sostenido por dos fuertes obreros de la Masión Bardolín. Cuando vio a Mateo intentar con todas sus fuerzas liberarse, para correr hacia a ella y huir juntos. ¿Dónde? No importaba. Juntos, cualquier lugar estaría bien para comenzar a vivir con libertad todo su amor. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mi familia es dueña de este pueblo, caballero - respondió Mateo tan respetuosamente que a Adelaida le parecía otro. No era el señor altanero de siempre. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Su familia? Pensé que doña Raquel...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No, Raquel no es la dueña de este lugar. O por lo menos no lo será por mucho más - respondió Mateo -. Pero Raquel no está sola. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mi tía no perderá su hogar - Adelaida lo retó. Betania la miró con ojos confusos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Señorita Adelaida ¿Qué le sucedió? - Mateo la miró con gracia. Betania no dejaba de estremecerse por dentro. Su antiguo amado y su hija al parecer ya había conversado con anterioridad - Espero que tú tampoco pierdas lo que te ha dado este lugar. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La pecosa lo miró sin decirle nada. Pudo ver en el rostro de Mateo una verdadera solidaridad con ella. Casi que entendió la relación de odio y respeto que existía entre su tía abuela y aquel hombre que presumía de tener mucha autoconfianza. Excepto en ese momento ante su madre, ante Betania. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Tú sabías que este estaba aquí? - le regañó Gregorio a su esposa, ella lo vio con ojos temerosos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No, Gregorio. No sabía nada.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Creo que si sabías. Por eso tu comportamineto tan extraño. Ya me parecía raro.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No sabía...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡No me mientas! ¿Quieres verme la cara de idiota?</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Papá... - Adelaida intentó interceder por su mamá.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Tú no te metas en esto Luisa. No te metas en esto, que tu también tienes mucho que responder.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- He estado tres meses sola aquí, lejos de ustedes. Ni una sola vez recibí una carta de mamá o de ti y ¿tengo mucho que responder? - Adelaida sentía como su orgullo comenzó a emerger - Te quiero papá, y a ti también te quiero mamá pero me dejaron sola con mi dolor en este lugar. Jamás se los reproché. De pronto aparecen como si nada, como si supieran mucho de mi...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Tu dolor hija? ¡No sabiamos ya que hacer contigo! ¡No salías de tu encierro! Y Luisa Adelaida, aun no hemos podido superar lo que hiciste en casa de los Villafranca. Aun me cuesta creerlo. Pero de eso no quiero hablar ahorita. ¿Cerca de la estación del tren no hay un hotel? Vamonos de aquí Betania. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No me voy a ir - la pecosa tembló, pues nunca había retado a su amado padre.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Tú vas a venir quieras o no quieras. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No papá, no me iré - Adelaida se acercó a Santiago y se abrazó fuertemente a él. El muchacho de las herramientas la envolvió con sus brazos. Muerto, pensó, muerto me la quitan de mi lado. Mateo miró a Betania como si pudieran hablarse con la mirada todavía, como en esa juventud donde casi se entendían con el solo hecho de hacer un gesto. ¿No harás nada? parecía decirle con sus ojos y ella, no sabía que hacer. ¿Dejarás que tu hija y su amado vivan la misma suerte nuestra? parecía decirle con la mirada. Betania miró a su hija, puso sus ojos por primera vez sobre ella de una forma distinta. No vio a la hija, miró a la mujer, se miró en Adelaida, se reconoció en ella. Por eso es que la había traido aquí, para que el mágico embeleso de Los Jardines la regresaran a la vida, que encontrara el amor bajo los cerezos como todo aquel que se quedaba el suficiente tiempo en aquel noble pueblo.Y al verse feliz las dos, tanto Adelaida como ella, pudieran olvidar el triste dolor de lo sucedido en aquel oscuro chalet.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Entra Adelaida - le dijo Betania aun compungida por sus emociones. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No, mamá, no me apartaré de Santiago. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Muchacho - Betania miró directo a los ojos al joven de las herramientas. Miró en sus ojos la nobleza y la fortaleza de espíritu de él -, ¿Tú amas a mi hija? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Qué pregunta es esa Betania! - estalló molesto Gregorio. Betania ni siquiera lo miró. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Repóndeme. ¿Cuánto amas a mi hija? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No puedo decirle cuanto señora - respondió Santiago sin titubear.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Por qué? - Betania parecía ida, lejana, melancólica. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Porque si le pudiera decir cuanto, no sería amor.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Adelaida se abrazó a él aun más. Betania lo miró admirada dentro de sí. Si le dijera cuanto ya no sería amor. Porque el amor no puede medirse, el amor no puede cuantificarse. El amor está lejos de poder ponerse entero en una respuesta. Era cierto, una pregunta como esa solo se puede responder reconociendo que no tiene manera de responderse. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Y que serías capaz de hacer por la felicidad de Adelaida - preguntó aun taciturna - ¿Lo que sea?</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No. Solo lo que ella quiera que yo haga. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Betania lo siguió admirando. Buena respuesta pensó, no haría lo que fuera, pues si la felicidad de Adelaida dependiera de que yo le pidiera que la dejara ir, porque son de lugares diferentes, el perdería con su propia respuesta. Pero responde tomando en cuenta lo que le pida Adelaida, porque sabe que se quieren el uno al otro. Lo único que haría por hacerla feliz es lo que ella le pidiera en su felicidad. Que dichosa eres hija, pensó. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Y si no dependiera de ella?</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No tiene sentido que su felicidad no dependa de ella. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Pareciera que depende de ti.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Santiago miró de cerca los amantes y nerviosos ojos de su amada pelirroja un segundo. La miró con todo su amor, pensó en cada momento desde el primer segundo que la vio por primera vez y supo que no era así. Adelaida no dependía de él, como un efermo de una muleta. Aquello no era cierto.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Adelaida no depende de mi. Cuando la conocí casi que la amé de inmediato, pero ella no se dejaba alcanzar, ella estaba lejana, llena de dureza. Estaba triste por dentro y solo cuando en ella comenzó a brillar una felicidad que nunca supe de donde vino, fue cuando pude acceder a su cariño, a ese lado de Adelaida que pocos conocen porque no se han dado la tarea de tener paciencia para descubrirla. Se quedan en su superficie, en su belleza externa y no entienden que lo que la hace tan hermosa es aquello que no se puede poner en palabras que viene de adentro de ella. Ella se ha acercado más a mi desde que luce tan feliz, tan radiante, tan luminosa. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Gregorio se quedó pasmado dividido en dos. Reconociendo dentro de sí que ese muchacho que tenía en frente se expresaba de su Luisa Adelaida como nunca escuchó al hijo de los Villafranca hablar de ella. Por un lado se sentía ardiendo en celos al ver como la niña de sus ojos se abrazaba a él y por el otro, algo dentro de sí le decía que ese joven quería a Adelaida como nadie la había querido antes. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Ella no se irá sino quiere - Santiago no sonó retador. Sus palabras fueron tal como eran. Una verdad. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No me iré mamá - dijo la pecosa mirándola esperando en su madre un pequeño vestigio de entendimiento. Betania la miró en silencio, la miró dolorosa, porque de pronto se descubrió perdonándola con todo su amor, se descubrió reconociéndose demasiado dura para su niña, que ya era una mujer y movida por su alma, por la necesidad que bajo todo su orgullo moraba, le extendió los brazos a Luisa Adelaida. La pecosa titubeó un poco. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Ven hija - le pidió Betania. Mas Adelaida no se movió del lado de Santiago sin saber que hacer.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Ven hija - le rogó. Y la pecosa miró a Santiago sin saber que hacer. El muchacho la soltó y besándola en la frente le dijo que fuera. Adelaida se detuvo a mirar a su madre aun insegura. Hace tanto tiempo que no sabía que era un abrazo de Betania, se había habituado a su expresión dura contra ella, a su distancia, a su estricta educación y tutela, que no sabía como actuar. Pensaba que estaba llena de tierra, sudada. Pero los brazos abiertos de su madre la llamaban con mucha fuerza, deseaba ese abrazo más que muchas cosas en la vida.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Hija - las lágrimas de Betania empezaron a correr como dos pequeños ríos sobre sus mejillas. El corazón de Adelaida se conmovió y caminando con rapidez se abrazó a ella fuertemente -. Hija, perdóname.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No llores mamá.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Perdóname hija... entiende mi dolor. Lo que te sucedió... hija... nadie más que a mi le duele lo que te sucedió. Entiendeme hija que no supe como manejar tanto dolor, tanta pena. Perdóname mi hija, perdóname... estaba aterrada, estaba paralizada que no sabía que hacer... perdóname por traerte aquí por no saber como consolarte... es que yo misma no tenía consuelo hija... yo misma no lo he tenido...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mamá - Adelaida cerca del oido de Betania habló en voz baja - No hay nada que perdonar... pero si te hace sentir mejor... te perdono. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Gracias hija mia.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No estés triste. Estoy agradecida por haberme traído aquí. Si supieras lo feliz que soy en todo sentido. Mamá estarías orgullosa de ti misma. Te quiero mamá y comprendo tu dolor. Ahora te comprendo. No llores, pero por favor mamá, por favor, no me lleves de aquí. Si me has traído para mi bién, por mi bién no me lleves de aquí. Y no llores más.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Tu vida está en la ciudad hija.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mi vida está donde mi corazón está mamá. Y está aquí. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Sólo estás enamorada. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Y tú mamá - se le acercó al oído - ¿Cuanto quieres al señor Mateo todavía? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Betania por encima del hombro de Adelaida miró a su antiguo amor. ¿Cuanto? No podía decir cuanto. Se apartó un poco de su hija y quedaron una frente a la otra mirándose a los ojos. Ella no sabía que decirle a la pecosa. No sabía. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No puedes decir cuanto - Adelaida le dijo bajamente. De los ojos de su madre volvieron a correr las lágrimas. Y la pecosa la abrazó con tanta compasión.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mañana nos vamos Betania. Adelaida ve preparando tus cosas - dijo Gregorio ya no tan seguro como antes.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Se queda Gregorio - dijo la madre de la pecosa.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Co... ¿Cómo que se queda? - él se estremeció - ¡Falta que me digas que también te quedas! </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Gregorio, tú sabes mi historia, yo te la confié... no le hagamos lo mismo a nuestra hija...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Pero tú me encontraste después, y tuvimos a Adelaida. El mundo no se acabo porque no pudieras estar con este - señaló de mala gana a Mateo con un gesto sin dirección. Mateo no dejaba de hacer otra cosa que mirar a Betania.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Gregorio, por el amor de Dios... - era cierto que ella intentó seguir con su vida, pero es que aquel amor con Mateo nunca terminó, nunca se cerró, porque los dos fueron separados cuando más se amaban mutuamente, nunca pudieron odiarse, despreciarse el uno al otro. Solo extrañarse, llorarse, anhelarse, resaborearse lo besos en los labios, soñarse hasta el delirio y luego pretender que lo habían olvidado todo... para nunca olvidarlo...</div><div style="text-align: justify;">- Luisa Adelaida se viene con nosotros.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No. Gregorio, tú y yo nos vamos. Adelaida se queda.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Mateo sintió una gran pena dentro de sí. Se alegró por Adelaida pero por el contrario sabía que Betania seguía siendo un imposible para él. Y en la ciudad estaba su esposa, mujer a la que quería. Pero mirar a su más grande amor de su juventud lo hizo sentirse fraccionado en tantos trozos. Por lo menos se sintió satisfecho que su presencia de algun forma había influido en favor de la pecosa. En silencio se colocó el sobrero y comenzó a irse en silencio, pero Betania lo vió. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mateo - no pudo evitar llamarlo. Él se detuvo sacudido de pronto. Volteó lentamente a mirarla.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Por favor Gregorio, permíteme hablar con él un momento - Betania le rogó a su esposo, que solo la miró en silencio con el entrecejo casi alcanzándole la punta de la nariz - Por favor. Después de esto no lo veré más y tengo que hablar con él. Por favor. Gregorio confía en mi, te amo. Pero por f...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Está bién, ve antes de que me arrepienta - ella se acercó y lo besó en la boca pero él no respondió al beso. Luego se acercó a Mateo, no lo miró solo caminó a su lado y él la acompañó.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Estás hermosa - rompió el silencio Mateo, mientras se detenían algo distante bajo la luz de las estrellas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Gracias... Mateo... </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Eres feliz Betania? - se adelantó a hablar él. Ella asintió.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Gregorio es un gran hombre.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No es esa mi pregunta. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Qué si soy feliz?<br />
<br />
- ¿Lo eres?<br />
<br />
- Una parte de mi, la que vivió esta vida hasta aquí. Sí Mateo, esa parte de mi es feliz. Tengo un buen esposo y una hermosa hija. Pero no te miento, otra parte de mi, esa la que no pudo vivir esta vida hasta aquí, se lamenta, preguntándose cómo pudo haber sido, lo que no fue. ¿Me entiendes?<br />
<br />
- Te entiendo. Solo quería saberlo, saber si valió la pena perderte. Si lograste ser feliz, nada fue en vano.<br />
<br />
- No sé que tan feliz he sido Mateo, no sé si he sido más dichosa de lo que hubiera sido contigo, solo quiero que no olvides que cuando estuve a tu lado, en tus brazos, era la mujer más feliz del mundo. <br />
<br />
- Y yo el hombre más feliz del mundo.<br />
<br />
- Nunca te he podido olvidar.<br />
<br />
- Nunca la hablaste a tu hija de mi.<br />
<br />
- Directamente nunca lo hice. ¿Crees en verdad que jamás podría hablarle de ti? Claro que lo hice, pero nunca directamente.<br />
<br />
- Tanto tiempo queriendo tenerte en frente y ahora no sé que decir.<br />
<br />
- Yo tampoco sé que decirte Mateo. Solo que te quiero, que te llevo en mi corazón como algo muy especial.<br />
<br />
- Quizá preferiría que me odiaras... sería más fácil dejarte ir...<br />
<br />
- ¿Dejarme ir? No puedes retenerme Mateo, soy una mujer casada.<br />
<br />
- Te retengo dentro de mi, en mi memoria.<br />
<br />
- Esa Betania no soy yo. Esa muchacha en tu mente no es la misma que tienes en frente.<br />
<br />
- ¿Y el Mateo que está en tu mente?<br />
<br />
- Dos fantasmas que no pueden amarse. Dos ilusiones que solo viven en la ilusión. Esa es la Betania en tu cabeza y el Mateo en la mia.<br />
<br />
- Pero acabas de decir que me quieres aun.<br />
<br />
- Como sé que me quieres tú... ¿pero no sigue siendo un imposible?<br />
<br />
- ¿Por qué no me dejaste ir simplemente? ¿Por qué me detuviste? ¿Para hacerme más dificil el recordarte?<br />
<br />
- Te detuve porque debemos...<br />
<br />
- Decirnos adios... - el completó las palabras de ella, como sucedía en el pasado, cómo si le leyera la mente.<br />
<br />
- Cerrar las puertas abiertas. Y darle descanso a nuestros corazones.<br />
<br />
- Sabe que te hubiese amado como nadie.<br />
<br />
- Lo sé Mateo, lo sé... pero no fue...<br />
<br />
- Betania... <br />
<br />
- Yo también te hubiese amado como ninguna mujer lo hubiese hecho.<br />
<br />
- Pero no fue...<br />
<br />
- No fue Mateo. No por nosotros, no fue nuestra culpa.<br />
<br />
- Después de esto no te veré más ¿Cierto?<br />
<br />
- No lo sé. Pero quienes deben decirse adios son esos fantasmas que llevamos dentro.<br />
<br />
- Esta bién Betania. Será así, nos diremos adios.<br />
<br />
Y sin que ella se lo esperara, él se acercó y la besó. Ella no luchó, se dejó besar y lo besó, pero así supo que lo llevaba en su corazón como algo sumamente especial, como un amor que jamás olvidaría... mas supo de esa manera que ya no lo amaba. Él descubrió lo mismo. Besó a una extraña, no eran los labios que recordaba y soñaba, en verdad ese beso había sido un adios. Un hermoso adios, donde las almas se despedían en paz, reconociéndose por fin, libre una de la otra. Ella se abrazó a él con mucho cariño y Mateo la envolvió en sus brazos solo un momento. Luego se miraron en silencio y se separaron cada uno tomando su camino. Ahora el recuerdo que llevarían el uno del otro sería una luz y no una cruz. Personalmente habían cerrado las puertas abiertas y bajado las ventanas. Una casa que jamás sería habitada. Pero se amaron de una forma diferente, de una manera más universal, donde sus corazones estaban llenos de gratitud.<br />
<br />
- Gracias por amarme como lo hiciste - murmuró para sí mismo Mateo.<br />
<br />
- Gracias por todo tu amor - pensó ella en su alma.<br />
<br />
Se acercó de nuevo a la entrada de la casa de la dama de damas y miró a su esposo con un amor que antes no había sentido. Estaba libre por fin. Adelaida no se apartaba de Santiago y Gregorio estaba con expresión melancólica. Betania se acercó a él y le sonrió distinta. Él la miró desconfiado.<br />
<br />
- Te amo Gregorio, que no te quede duda de eso. Te amo esposo mio - Betania lo besó. Eso si fue un beso. Luego miró a su hija y le sonrió llena de comprensión y feliz por su niña.<br />
<br />
- Vive hija, vive tu historia que no tiene que ser igual a la de tu mamá. Vive.<br />
<br />
- Gracias mamá - la pecosa le sonrió con amor.<br />
<br />
- Cuídala - Betania miró a Santigo y le extendió la mano. Santiago se la tomó.<br />
<br />
- Con mi vida señora, con mi vida la cuido - respondió él.<br />
<br />
Gregorio por su parte no dijo nada, le hizo un gesto al muchacho de las herramientas y le abrió los brazos a su hija la que se abrazó por fin a él amorosa.<br />
<br />
- Papá confía en mi. Confía en tu hija.<br />
<br />
- Yo confio plenamente en mi hermosa dama. Solo quiero que nadie te haga daño.<br />
<br />
- No me hagas daño tú papá y déjame aquí. No me quiero ir.<br />
<br />
- Hija te amo tanto - la abrazó y la besó en la coronilla varias veces como si fuera aun su nena pequeña.<br />
<br />
- Yo también papá, te amo mucho. ¿Confías en mi?<br />
<br />
- Confío en ti hija... pero si lo piensas mejor mañana mismo podemos...<br />
<br />
- Papá mejor no lo puedo pensar. ¿Me quieres ver amada?<br />
<br />
- Claro hija.<br />
<br />
- Déjame junto a Santiago. ¿Me quieres ver feliz?<br />
<br />
- Sí hija.<br />
<br />
- Cree en mi. ¿Me quieres siempre a tu lado?<br />
<br />
- Por siempre mi niña.<br />
<br />
- Llévame en tu corazón sabiendo que soy feliz y amada. <br />
<br />
- Hija, cuando estabas junto a Joshep creía que ibas a ser tan feliz ahora me asusta que no lo seas aquí tan lejos de nosotros.<br />
<br />
- Papá, con Joshep nunca supe que era la felicidad. Nunca, no hay comparación. Y soy feliz no por Santigo sino porque he decido que viviré feliz cada día de mi vida. Y esa felicidad la quiero compartir con él porque sé que me ama como nadie nunca me amó. Merece mi felicidad.<br />
<br />
- ¿Tan bueno ha sido contigo?<br />
<br />
- Lo amarás tú también si te das la oportunidad de concerlo.<br />
<br />
- Que dices... amar a un hombre...<br />
<br />
- No te hagas el listo conmigo papá - sonrieron los dos -. Sabes a que me refiero. Lo amarás como a un hijo, porque verás lo bien que ama a tu hija.<br />
<br />
- Eso espero.<br />
<br />
- Cree en mi.<br />
<br />
Gregorio la miró varios segundos en silencio orgulloso de la belleza de su hija. Sintió el gran impulso de abrazarla como si fuera su niña pequeña, pero se esforzó por entender que era ya una mujer. Que sentía como una mujer y que tenía fe en ella.<br />
<br />
- Creo en ti hija. Bardolín será tu hogar si así quieres.<br />
<br />
Adelaida lo envolvió en sus brazos con tanto amor, con tanta gratitud. Santiago suspiró. Habían esperanzas.<br />
<br />
Dios por fin le sonreía.<br />
<br />
<br />
Mas Dios le sonreía desde el primer día que estrelló su bicicleta frente de la ventana de la más hermosa de las hermosas damas que jamás hubiese visto. Su hermosa Adelaida. <br />
<br />
<br />
<br />
<br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: right;"><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2015/05/capitulo-28.html"><span style="color: #38761d;"><b>Lee Aquí el Capítulo 28</b></span></a></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
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pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-53365898103939802392015-04-03T23:17:00.001-07:002015-07-31T17:41:25.615-07:00Capítulo 26<br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">Su corazón latía suave, mecido suavemente por las manos de su amor. Cerró los ojos en un sueño despierto, recostada sutil en su hombro. Los pétalos silenciosos caían desde los cerezos, alrededor de ellos. La brisa amable de la tarde, bañada en los perfumes de Los Jardines llegó a ella como un hechizo. Se acercó más a él, intentando sentirlo de maneras nuevas y mientras su miedo se alejaba, sentía que podía unirse más y más a Santiago. En su mente las palabras eran como aves curiosas en las ramas del gran árbol de sus pensamientos; presentes, pero silenciosas. Curiosamente se sentía una dama, cómo nunca lo había sentido antes, con su cabello despeinado, su vestido lleno de tierra de arriba hasta abajo, sudorosas las pieles. Sentía que ya nada mancharía su esencia, porque brillaba con su propia luz. Él acarició su mejilla apartando un pequeño pétalo que se había atrevido a besar ese rostro que por deseo y amor le pertenecía; ella se dejó tocar el alma, se dejó alcanzar por primera vez en esa caricia. Se sintió liviana, cómo si estuviese llegando a la vida por primera vez, sin cargas, sin penas, sin miedos, se sintió amada. Él sentía el calor de ella sobre la mitad de su pecho, el cálido y acompasado aliento de ella rozando su cuello. La miró, observó sus ojos cerrados. La envolvió con mayor deseo de protegerla, la acercó suavemente hacia él y a diferencia de ella, su mente estaba llena de pensamientos inquietos, como aves que vuelan en las primeras horas del día, dándole la bienvenida al Sol y a su luz dorada, trayendo la buenanueva de un nuevo día. Ella dejó deslizar su brazo hasta que su pequeña mano quedó sobre el pecho de él, sobre su corazón, sobre sus latidos. La sostuvo, cómo la vez que la conoció, la sostuvo como una paloma blanca en su mano, y miró compasivo, una vez más, las heridas que se había hecho horas antes. Frágil, como un pétalo de cerezo, hermosa y suave. La volvió a dejar sobre su pecho y la cubrió con la suya, como si la mano de ella fuera toda ella, como si pudiera amarla y protegerla dos veces. Adelaida suspiró tan leve, tan delicada, tan profunda, que no había duda que la felicidad era lo que buscaba salir de su alma a través de su ser, hacia Santiago. Él apartó un mechón de fuego del cabello de ella, que había caído silencioso sobre los labios de su musa. Esos labios, pequeños, que dibujaban la forma de un beso, o el deseo de uno; llenos de rubor, cálidos; tan cerca, unidos a él por todo el intenso deseo que cabía entre el breve espacio que los separaba de los suyos. Un beso, una caricia con los labios, una pregunta sustituyéndolo. ¿La beso? No sabía a quién le preguntaba, su corazón le decía que sí, su alma le decía que sí. ¿La beso? Si tan solo lo pidiera, si tan solo mostrara la mínima evidencia del mismo deseo. ¿La beso? Si ya antes de besarla con los labios, mil veces ya la he besado con mis ojos. Mil veces besada, sobre sus pecas, sobre sus labios, sobre su alma. Besada infinitamente en la distancia. Besada sobre un minuto silencioso mientras ella sonríe, mientras el amor crece sin hacer ruido, como un retoño de cerezo. Ella, abrió lentamente sus ojos y lo miró, en lo más hondo de sus pupilas, lo miró tan amorosa, tan suya, como si hubiera escuchado su pregunta silenciosa. Él acarició su rostro y mirándola a los labios... se acercó... </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">Mas ella puso suavemente sus delicados dedos sobre los labios de él deteniéndolo y se le volvió a abrazar del cuello, fuertemente. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">Santiago pudo sentir el corazón de ella latir tan velozmente. Se le aniñó en los brazos, la sintió sumamente frágil, la sintió nerviosa. Aunque quería ser amada, no sabía como serlo, nunca la habían amado. Y aunque su miedo se iba de ella como el hielo del invierno se va poco a poco con la llegada de la primavera, aun llevaba el recuerdo del último beso que tocó sus labios, del que la destruyó estando confiada, entregándose por completo. Si Santiago lo hubiera sabido, le hubiera dicho que aquello nunca había sido un beso. Que un beso no es lo que sucede cuando dos labios se encuentran, un beso es lo que vive después de que esos labios se separan. Un beso siempre se da con el alma, sino es así, es simplemente el tropiezo de dos labios, encontrándose vacíos. Un beso une invisiblemente a dos amantes, un beso que muere al instante, no es un beso. Es solo una chispa de un fuego más grande que no consiguió encenderse. No importa Adelaida, pensó él, yo estaré aquí pacientemente hasta que estés lista de unirte a mi alma, no temas, no tiembles como una pequeña liebre acurrucada en mis brazos, estás a salvo. Hay tantas formas de amarte y un beso es solo una de ellas, te amaré de todas las maneras posibles, Adelaida, hasta que desees mis besos. Te amaré de todos los modos posibles, hasta que me pidas un beso. Te amaré de todas las formas posibles hasta que me ruegues un beso, y entonces, ¡Oh preciosa, te besaré de tal manera que sabrás por primera vez lo que es ser besada! Y más que ser besada, serás amada en un beso. Y así me besarás y seré amado en tus labios, en su suavidad, en su dulce calor de sol diminuto. Y nos besaremos, y serán dos besos tocándose con labios, serán dos labios tocándose con besos. No temas, que acepto mientras tanto, el beso de tu mirada, el beso que me da tu voz, el beso del sonido de tu risa. No temas Adelaida, el Amor es paciente, porque el tiempo le pertenece. Por eso sé que te amo, porque te espero cada hora, cada día, cada momento indefinido. Porque puedo seguirte esperando hasta que estés lista para recibir todo el inmenso amor que llevo dentro y tú, pelirroja hermosa, has desatado en mi como una hoguera hecha con nuevas leñas. Llenando de tibio descanso de paz la morada de mi alma y de mi corazón. No temas, no tiembles, que estás en mis brazos y ahí solo puedes ser amada. Solo eso. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;"></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">De los ojos de ella, una lágrima se escurrió, pero no era una lágrima llena de tristezas. Era un cristal lleno de gratitud, una respuesta de su alma por sentirse protegida cerca a él. Se lamentó de no estar lista para ser besada, se lamentó de no estar segura de cómo besarlo. ¿Cómo se pone tanto amor en un beso? No, realmente es al contrario, un beso tiene que ponerse en el amor. Pero ella sentía que aun le faltaba amarse un poco más a sí misma. Así podría entregarse sin los traspiés que daba su alma de vez en vez, llenando su andar de divergencias. Perdóname Santiago, pensó, no eres tú, soy yo que no sé como ser besada, soy yo que solo he sabido ser lastimada y no quiero que saborees eso en mis labios. Quiero que recibas lo mismo que estás dispuesto a darme, quiero besarte con ese mismo deseo que brilla en tus ojos... ¡Y sí amor, sí quiero besarte! Pero quiero besarte con labios amantes, quiero besarte desde adentro de mi, porque quiero besarte hasta dentro de ti. Perdóname Santiago, por detenerte en lo indetenible, te juro que tu beso que quedó en mis dedos lo llevaré a mis labios. Ese beso no se desperdiciará, lo recibiré por partes, lo llevaré a mi antojo donde vaya, y así aprenderé a besarte, porque sé que con el mismo amor que hubiese quedado tu beso en mis labios, así quedó en mis dedos. ¿Sientes como tiemblo? ¿Ves como evito verte? Son cosas del amor de una mujer, que mostrándote una cosa quiero lo contrario. Porque el dolor me enseñó a ser así. No te pongas triste Santiago, solo que aun no, todavía no. Esta fruta no está madura aun, aunque sueña con su propio dulzor, aunque sueña endulzar la vida de aquel que sepa saborear de mi, lo mejor de mi ser, amándome hasta la última gota de lo que soy. Estoy en tus brazos ¿lo ves? ¿Acaso nuestros cuerpos no están en un largo beso, juntos, desde largo rato? Estoy en tus brazos Santiago, eso debe decirte más de lo que digo. ¿Si no quisiera tus besos estaría así en tus brazos, tan a tu merced? Pero se que aquí estoy segura, sobre tu pecho, abrazada a ti como si fueras mi isla, dentro del mar turbulento de mi vida. Gracias por hacerme sentir protegida. Gracias por mirarme como lo haces, haciéndome sentir que mi belleza es real. Haciéndome sentir una mujer deseada, más allá de mis formas y molduras. ¿Me perdonas? Date cuenta de lo arrepentida que estoy de no dejarte avanzar. Pero estoy en tus brazos... Santiago, estoy en tus brazos... sigue amándome cómo lo haces y yo querré más... mucho más de ti.... Santiago... </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">- Abrázame - le rogó como un susurro, él la envolvió aun más con sus brazos. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">- Discúlpame - le dijo él por intentar besarla. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">- No digas nada Santiago - le imploró ella suavemente cerca de su cuello -, solo abrázame.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">Se volvieron a quedar en silencio, es que estaban en el lugar donde las palabras sobran, donde lo que se quiere decir no tiene pronunciación. Donde callar vale más que decir mil discursos. Santiago comenzó a acariciar el cabello de su musa y ella, poco a poco se fue relajando, tanto que comenzó a quedarse dormida, sintiéndose segura y agotada por el arduo trabajo con la pala. Suspiró llena de paz y el mundo se quedó en silencio para ella, se quedó ligeramente dormida en brazos de Santiago. El terminó de soltar los moños del cabello de ella, y acomodó la hermosa melena roja de Adelaida sobre el hombro de la pecosa. Le pareció una diosa dormida, se sintió extrañamente poderoso, inamovible, al sentir que era el guardián de los sueños de tan hermosa dama. Pasó por su mente el fugaz pensamiento de la ausencia de ella, su mente le hizo el mal juego de imaginar como sería de pronto no tenerla en Bardolín. La miró respirar hondamente, la sintió tan de él, tan dentro de su regazo que le pareció imposible la idea de no verla más en algún día cercano. Alejó ese pensamiento de sí mismo lo que más pudo. Nada, absolutamente nada en el mundo podría en ese momento quitársela de los brazos, ni el más grande pensamiento, ni la más férrea tormenta, nada. La sostenía con su amor y eso era un lazo que solo el podía romper. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">La brisa sopló sobre ellos amablemente, después del largo viaje en el tren, querían llegar lo más rápido posible. El automóvil se desplazaba con premura en dirección a Los Jardines de Bardolín. Habían querido llegar el mismo día de su cumpleaños pero él estaba demasiado impaciente de ver a su niña. No era que ella no quería verla, por el contrario, se moría por ver a Adelaida, pero aun llevaba por dentro el trago amargo, la decepción que sentía por el mal comportamiento de su hija. ¿Cómo habría influido su tía abuela Raquel en Adelaida? No había duda de que la había enderezado, de que la había convertido en una respetable dama de altura, de sociedad, digna de una vida decente. Tenía ansiedad de ver a su hija, de ver a la dama en que tenía que haber sido convertida durante todos esos meses. Aunque... en el fondo, Betania guardaba un deseo muy oculto. La verdadera razón por la que la había llevado a ese pueblo, lejos de todo. Recordaba la magia de Los Jardines, recordaba lo amable de ese lugar, tanto que nunca olvidó uno solo de los días que vivió y disfrutó en Bardolín. Pero ese deseo lo llevaba muy en el fondo de ella, casi que se lo ocultaba a sí misma. Había comenzado a oscurecer y ya en el horizonte se podían divisar el primer guiño de las estrellas y en la lontananza a un lado de la carretera unas lejanas luces. Era Los Jardines de Bardolín. Mientras más se acercaban, Betania comenzó a sentirse confundida. La casa más alta del pueblo era la mansión y tenía entendido que ya no estaba habitada, según cartas de la tía abuela. Mas en la distancia podía ver que la planta alta estaba iluminada, las lámparas de algunas habitaciones estaban encendidas. El corazón le latió ansioso y temeroso. Ha de ser efecto de la distancia, se decía a sí misma, las luces me deben estar jugando una mala pasada. Sin embargo, mientras se acortaba la distancia no quedaba duda de que la Mansión Bardolín, estaba ocupada. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">- Ya estamos llegando - dijo Gregorio deseoso de poder ver a Adelaida. Escucharlo decir eso la puso aun más nerviosa. ¿Estaría en Bardolín, Mateo? Dios quisiera que no... ¿o que sí? Su corazón se sacudió confuso en dos direcciones. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">- Sí - asintió ella y volvió a mirar en la distancia hacia Bardolín. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">- Va a ser una sorpresa para Luisa Adelaida. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">- De seguro se alegrará de vernos. Querrá volver pronto a casa. Si es así nos regresamos lo más pronto posible.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">- Pensé que querías compartir varios días con tu tía - Gregorio la miró extrañado.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">- Sí, pero piensa, Adelaida estará desesperada por volver a casa también. Todos estos meses aquí que debe extrañar su casa, su habitación y la vida de la ciudad - Betania parecía un poco ansiosa mientras hablaba.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">Él solo la miró en silencio. Era posible lo que le decía su esposa. Lo importante para él es que ya estaban llegando a Bardolín y pronto vería a su hija adorada. Y lo mejor es que pronto se la llevarían de vuelta a su hogar. No importaba si era un par de días o de semanas que estuviesen ahí. Él había ido por Adelaida, y sin ella no se regresaría a la ciudad. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">El automóvil terminó de llegar y el chofer se detuvo en la entrada del arco. Dos jóvenes cargaron con el equipaje de los dos esposos y comenzaron a caminar detrás de ellos. Gregorio miraba todo con curiosidad, como aquel para el que el paisaje es nuevo. Mas ella, ella no dejaba de atisbar en la distancia hacia la mansión. No estaba lejos de la entrada, no estaba distante de donde estaban y tenían que pasar por frente. No había otra ruta por esa entrada. Al llegar frente a la mansión, Gregorio se maravilló de la bella arquitectura de dicha gran casa. Ella deparó que la puerta estaba abierta y adentro iluminado, pero tragó hondo cuando miró dentro de su campo de visión aquella ventana en lo alto, aquella ventana que se mantenía viva en sus más ocultos recuerdos. Estaba iluminada y parecía haber alguien en ella. Los esposos caminaron vereda arriba dejando atrás a la Mansión Bardolín, mientras que Betania evadía las preguntas de Gregorio sobre aquella propiedad. Sin embargo, no pudo evitarlo, ni con todas las fuerzas de su ser, voltear hacia atrás, hacia aquella ventana en lo alto, justo cuando pasaba caminando por el lugar donde estuvo parada de muchacha llorando, mirando a su amor el último día que lo vio antes de que se lo llevaran lejos de ella. El corazón se le agitó en el pecho tan duro que casi se desmaya. Había un hombre en la ventana, solo pudo ver su silueta por la luz que salía de la habitación y la noche ya había reinado afuera. Aquel hombre pareció reconocerla, se enderezó, se irguió y ella quiso salir corriendo. No podía ser, era la silueta de Mateo, no tenía duda. Comenzó a ponerse muy nerviosa. Lo mejor era llegar donde la tía Raquel, y esperar al día siguiente para partir a la ciudad lo antes posible. No sabía como iba a reaccionar si se encontraba con Mateo de frente y menos si iba acompañado de Gregorio.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">Mañana antes del anochecer, ya debemos estar de vuelta con Adelaida a la ciudad, se aseguró a sí misma en sus pensamientos. No podían estar un día más ahí. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;"> En la Mansión Bardolín, en la habitación del piso superior con vista a la vereda principal estaba Mateo, asomado en su ventana tratando de volver en sí mismo.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">- Betania - dijo en la soledad de su habitación como si hablara con alguien, caminando de un lado a otro -, juro por Dios que esa era Betania.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">Regresó a la ventana y la vio andar a lo lejos. No podía haber dudas, era ella. Era su porte, era su rostro, aunque la joven noche podía estarle jugando una broma con sus luces y sombras caprichosas, dibujando un parecido en otra persona solo para jugar con su alma. Pero la ansiedad lo venció y silbó, como hace años no lo hacía, aquellas tres notas con que la llamaba en la distancia. Vio como aquella mujer se detuvo, pero no volteó, se detuvo abruptamente como si le hubiera dolido algo. ¡Dios Santo! ¡Es ella! pensó con el alma en un espiral. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">- ¿Betania te sucede algo? - se le acercó Gregorio un poco preocupado por la expresión de su esposa la que se había puesto pálida y la que se había detenido con una extraña expresión en la mirada. En el primer momento él no relacionó el lejano silbido con la reacción de ella. Lo atribuyó al largo viaje. Solo es cansancio. La tomó del brazo y la ayudó a avanzar. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">En el corazón de Betania se abría una encrucijada. Mateo la había reconocido y le había silbado como en el pasado. Como se llamaban en secreto. Una parte de ella quería correr hacia la ciudad junto a Adelaida y Gregorio, y la otra directo hacia Mateo. Sin embargo sabía que la mejor opción era la primera, buscar a Adelaida y salir lo antes posible de Bardolín. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;">Al día siguiente estarían de vuelta en la cuidad. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;"> </span></div><div style="text-align: right;"><br />
<br />
<span style="color: #38761d;"><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2015/04/capitulo-27.html"><b>Lee Aquí el Capítulo 27</b></a></span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"></div><br />
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pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-43227288040303774362015-03-27T15:58:00.001-07:002015-07-31T17:41:10.716-07:00Capítulo 25<br />
<br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">La esbelta dama caminó solemne hasta el cofre. Se inclinó frente a él y miró el diseño de aquel escudo, labrado e incrustado magníficamente sobre la tapa de madera con fuertes soportes de metal. Su corazón parecía haberse quedado mudo, no lo sentía en el pecho. Puso su mano sobre la sucia superficie en la parte baja de aquel emblema y apartando la tierra húmeda hacia a un lado dejó al descubierto dos iniciales: "G.B."</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Las miró unos segundos en silencio. Suspiró profundamente, pero la expresión de su rostro no salió de su lejanía. Se incorporó mirando hacia Santiago y Toñoño, y les pidió que se acercaran. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Diga usted - dijo Toñoño, mientras el joven de las herramientas se mantuvo en silencio muy tenso. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Necesito que en ese mismo lugar sigan buscando. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Pe... pero... ¿no cree que esté el documento en ese baúl? - titubeó el joven de mejillas rosadas. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Hagamos lo que nos pide - dijo Santiago en baja voz sin quitar la mirada de la dama de damas. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Se dio la vuelta pero antes de alejarse miró hacia a Adelaida. Ella se ruborizó. Luego caminó decidido directo hacia su pala y Toñoño lo alcanzó a trote, haciendo lo mismo. Sin pensárselo dos veces comenzó a palear en el mismo lugar donde había aparecido el misterioso cofre. Tenía un mal presentimiento. ¿Seguir buscando? ¿Qué? Por el contrario todos los demás comenzaban a moverse incómodos, a murmurar. Las mujeres de estos que estaban hacia un borde de Los Jardines se acercaron. Los ánimos comenzaban a caldearse un poco en los que no entendían la actitud silenciosa de la Señora de Bardolín. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- ¿Por qué a mandado a los chicos a seguir paleando? - estalló molesto un hombre de mediana edad - ¿Por qué no nos dice nada? ¿El documento no está ahí?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">La Raquel de acero lo miró y aquella mirada hizo que el hombre tragara hondo. Pero ella no le dijo nada. Silenciosamente volvió a mirar sobre aquellas iniciales. <i>G.B.</i> Guillermo Bardolín. Mas ella sabía que no era su Guillermo, sino el padre de este. Su bien apreciado Gran Papá. Si aparecía otro cofre, entonces sería cierta la historia que siempre le había contado su amado. Si era así, sino aparecía el documento, podría que Los Jardines de Bardolín aun pudiesen salvarse. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Tía... ese cofre... ¿Lo conoce? ¿es lo que estamos buscando? - la pecosa se le acercó al oído casi punta en pie. La dama de damas le sonrió maternalmente. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- El cofre es de Gran Papá - le respondió como un susurro. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- ¿De Gran Papá? ¿El documento no está ahí? - la pecosa se aferró con fuerza a la cintura de su alta tía. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Me temo que no - Raquel volvió a mirar por encima de los presentes hacia los jóvenes que continuaban buscando, mirando que Fabián y Gaspar se habían unido a ellos. Otros se iban acercando poco a poco, mientras un grupo de hombres con sus esposas comenzaban a retirarse descorazonados. Ella los dejó ir. En cambio Gerónimo intentaba convencerlos de que regresaran, que no perdieran la fe. Que en mucho tiempo no se había conseguido nada y ahora tenían una gran posibilidad de que dentro de aquel cofre estuviera el documento. Pero no le creían. Si era así ¿por qué Doña Raquel no se veía contenta? ¿Por qué no detuvo la búsqueda de lo que se estaba buscando, por el contrario la continuó? Lo más sano para ellos era comenzar a pensar que hacer, donde irse de perderlo todo, sino era que ya lo habían perdido. Adelaida volteó a mirarlos también y el corazón se le agitó con brío. ¿Por qué se van? pensó ¿Por qué? ¿Acaso no aman este hermoso lugar más de lo que lo amo yo? Y sin darse cuenta de sus propias acciones, se soltó de su tía abuela.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Adelaida - Raquel intentó sostenerla pero la pecosa avanzó decidida hacía los cerezos y tomando con un poco de dificultad la primera pala que se le cruzó en el camino la levantó con sus delicadas manos y caminó hasta el borde de la zanja. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Santiago - lo llamó haciéndole dar un respingo. Cuando el la miró ella le extendió la mano para que la ayudara a entrar, pero él dudó. La miró con la herramienta en la mano y dudó. ¿Adelaida quería escarbar también? Era un trabajo demasiado rudo para sus manos. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Adelaida, no es necesario...</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Santiago - le volvió a extender la mano con mayor firmeza, mirándolo sin pestañar. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- ¡Luisa Adelaida! - la dama de damas la llamaba pero su bravía sobrina la ignoraba - ¡Santiago no!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Santiago - una vez más la pecosa le pidió su ayuda para entrar -. Me ayudas a bajar o bajo yo sola. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Hija esto es un trabajo rudo, para hombres - se acercó Gaspar -. Te lastimarás las manos. Si es necesario nosotros cuatro buscaremos por todo el lugar si los demás se dan por vencidos - los que estaban fuera de la zanja se movieron incómodos al escucharlo. Adelaida lo miró pero no le respondió. Entre aquel grupo de hombres que estaban impávidos y hasta admirados por la determinación de la preciosa pelirroja, no les quedó duda de que Adelaida llevaba en su sangre la fortaleza de espíritu de Doña Raquel. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Santiago - por última vez miró al joven de las herramientas a los ojos. Y movido sin saber por qué motivos, le extendió la mano y se la sostuvo. Tan suave, piel tan delicada, manos pequeñas y amadas, pero tan valientes, tan capaces, pensó él. Adelaida bajó con cuidado apoyada en su mano y al quedar frente a frente ella lo miró solidaria. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- No perderás tu hogar - le dijo muy cercana a él. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- No tienes por qué hacer esto. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Sí. Sí tengo. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Adelaida...</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Amo este lugar Santiago - la pecosa sintió como sus mejillas se le pusieron cálidas al decir eso, un hermoso rubor llenó su rostro. Se sintió tímida y desvió la mirada. No era solo ese lugar que comenzaba a amar. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- No tienes por qué hacerlo - se acercó Fabián. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Hija, puedes apoyarnos de otras formas - dijo Gaspar. Al rededor los que se habían quedado mirando comenzaron a sentir remordimiento de su propio actuar, al ver lo decidida que estaba la sobrina de Doña Raquel, al ver a esa joven dama tan "bonita y refinada" dispuesta a luchar por lo que ellos estaban desesperanzados por conseguir, cuando ellos eran los que perdían más sino luchaban.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Adelaida... - Santiago no soltaba su mano - no quiero que te lastimes... </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- No permitas que me lastime - ella lo miró con cariño. Él le sostuvo la mirada en silencio unos segundos y luego, sin pensarlo más sacó de sus bolsillos una venda, la que cortó a la mitad y tomando las manos de la preciosa dama, se las envolvió con determinación, con toda la intención de crear para su delicada piel la mejor protección posible. Ella lo miraba con tanto amor, se sentía protegida por él, se sentía que podría palear con Santiago hasta el otro lado del mundo, si ahí debían llegar. La dama de damas se había acercado pero se detuvo algo distante con la mano en el pecho. La imagen de Adelaida y Santiago, uno frente al otro, juntos, tan cercanos, casi íntimos, dispuestos a luchar por el futuro de Bardolín la dejó paralizada llena de inmedibles emociones. Los miraba como si fuera una proyección en el tiempo, como si pudiera verse a sí misma frente a Guillermo, retando al mundo al que se enfrentaron por estar juntos, por vivir de su amor tanto como pudieran, por hacer realidad ese lugar tan lleno de historias suyas. Los Jardines de Bardolín tenían esa magia, en especial si se estaba cerca de los cerezos con el corazón lleno de amor. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Adelaida se acercó a Santiago y lo besó en la mejilla. Luego aferró sus pequeñas manos a la pala que sostenía y avanzó entre Fabían, Toñoño y Gaspar y se dispuso, con toda su determinación comenzar a remover la tierra que tenía ante ella. Los tres hombres no salían de su asombro, se habían quedado estáticos viéndola, una imagen tan ambigua y tan hermosa, la delicadeza y la rudeza juntas. Adelaida hizo su primer intento, pero fue poco lo que pudo lograr, supo desde el primer momento que sería una labor exigente. Santiago se acercó a ella y desde atrás puso sus manos sobre las de la pecosa, ella lo miró trémula, pero al segundo siguiente se acunó en su pecho mientras él la guiaba sin palabras, le enseñaba como debía hacer uso de la pala. Alguno de los hombres que se habían mantenido de mirones, comenzaron a saltar dentro de la zanja y como si hubieran recibido una dura lección comenzaron a cavar sin más. Gaspar sonrió, la niña ha hecho el trabajo más rudo de todos, pensó, motivar a esta cuerda de desmoralizados. Algo que él sabía no se lograba con fuerza bruta. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Lo lograremos - dijo Adelaida.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Ahora sé que sí - le dijo él cerca de su oído. Ella sonrió. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Santiago y Adelaida formaron un equipo, él removía la húmeda oscura y pesada tierra bajo sus pies y Adelaida la paleaba hacia un lado donde los demás la arrojaban fuera de la fosa. Con la cooperación de todos los que se iban sumando, no tardó mucho tiempo ante los pies de la dama y su caballero, aparecer otro cofre idéntico al anterior. Alzaron las voces y Doña Raquel comenzó a cambiarle el semblante. Su expresión iba suavizándose poco a poco, aunque seguía en absoluto silencio. Entonces era cierto. La historia era cierta. Ahora debían aparecer dos cofres más, si aparecían no habría falta abrirlos para saber que había dentro de ellos. Por su parte Gaspar al aparecer el segundo cofre, se quedó pensativo. Él también había escuchado la historia de los cuatro cofres, la escuchó de Don Guillermo y de Doña Raquel, cuando apenas era un niño, el que corría por Los Jardines junto a Margot y junto a Jazmín. De pronto tuvo una visión tan clara de la niña pelirroja de Doña Raquel y alzó la mirada hacia Adelaida. La observó casi nostálgico. La presencia de la sobrina de la dama de damas se volvió casi mística. ¿Eres Jazmín que ha vuelto para ayudar a su amada madre? pensó en sus adentros. Jazmín, Adelaida, los cofres, Los Jardines, todo se unía como si fuera un plan del destino. Miró a Doña Raquel y ella le devolvió la mirada, se sintió de nuevo como ese infante que escuchaba las maravillosas historias de Guillermo y Raquel, sentado junto a Jazmín y Margot... y recordó... incluso Mateo. Recordó que Mateo era muy cercano a su tío, el esposo de Raquel, porque Vicencio, el padre de Mateo, y Guillermo habían sido muy unidos. La dama de damas le sonrió como si hubiera leído sus pensamientos. Le asintió en complicidad. Gaspar le regresó el gesto. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- ¡Hay otro! - otro grupo de bardolideños había dado con un tercer cofre. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Falta uno nada más - dijo para sí misma la dama de damas. Al intentar sacar los dos cofres no pudieron. Pesaban mucho, tuvieron que sacarlos entre seis hombres, tres por cada lado. Adelaida estaba agotada y se sentía adolorida, estaba llena de tierra de arriba hasta abajo. Su vestido estaba desastroso, pero seguía viéndose hermosa, seductora para el joven de las herramientas, el que se acercó y le quitó la pala de las manos y ella vencida no le dio oposición. Tenía ampollas en sus finos dedos, Santiago sintió pena por ella. Le quitó poco a poco las vendas y vio las manos de la pelirroja hermosa coloradas por el roce del arduo trabajo. La piel estaba lesionada. Ella se miró las manos y suspiró compungida. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- ¿Te duelen? - preguntó con ternura Santiago, ella asintió sin apartar la mirada de sus manos. Él estaba muy cerca de ella, mucho, y no se atrevía a levantar la mirada, aunque lo deseaba. Deseaba con toda su alma mirarlo en tan diminuta distancia. Él acercó las suaves manos de la pecosa a sus labios y sopló suavemente en ellas. El cálido aliento de Santiago aliviaba mucho el ardor que sentía sobre la piel. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- No pude evitar que te lastimaras - dijo con algo de pena el joven de las herramientas, pero ella sonrió dulcemente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- No estoy lastimada - le susurró. Él la miró al rostro, ella tuvo el valor de mirarlo. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Pero te duelen las manos - él pereció acercarse más a ella.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Pero no estoy lastimada - a ella el corazón le latió en todas direcciones y se quedó casi inmóvil. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Adelaida... </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- ¡Otro! ¡Aquí está otro! - gritaron una vez más al encontrar el último cofre. Adelaida y Santiago casi dieron un brinco. Voltearon a ver como sacaban otro pesado cofre de las oscuras y fértiles tierras de Los Jardines. La pecosa le sonrió a Santiago y comenzó a caminar en dirección de los tres cofres encontrados, él suspiró. Estaba apunto de conseguir su propio tesoro, solo si hubiera tenido un par de segundos más. Caminó detrás de ella resignado a su suerte. La dama de damas estaba al borde de la amplia fosa, y pidiéndole a Gaspar que se acercara le pidió que abriera uno de los cofres. El corazón de aquel robusto hombre latió como el de una pequeña avecilla. Valiéndose de una barra de metal hizo fuerza entre la tapa y la vieja cerradura de la estructura de madera, reforzada con piezas de metal, bastante corroídas por la humedad y el tiempo. Aun así aquella tapa le opuso resistencia, pero el gran Gaspar no se dejaría vencer por un pedazo antiguo de madera. Crujió fuertemente la superficie y la cerradura se desprendió llevándose consigo trozos y astillas pegadas. La tapa había quedado libre. Un silencio cayó encima de todos los presentes. Parecía que hasta las aves habían dejado de trinar en los altos árboles. Como si la brisa se hubiera detenido a curiosear. Miró a la dama de damas que le asintió para que prosiguiera. Gaspar abrió el cofre. Había una cobertura casi hermética cubriendo la boca, soltó la barra que tenía en la mano y le pidió a Toñoño la pequeña pala que llevaba en la braga. El joven chancho se la pasó y sin perder ni un solo segundo la incrusto por todo el borde y comenzó a destaparlo. Retiró la cobertura caoba y se escuchó un gran rumor correr entre todos al mirar el contenido. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Estaba repleto de oro. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Gaspar sonrió al verlo con sus propios ojos. ¡Era cierto! ¡La historia de los cofres era cierta! En ese momento era mucho más feliz por ser parte de la verdad de uno de los misterios más grandes de su infancia en Los Jardines, que por la fortuna que tenía frente a él. Los cofres llenos de oro de Gran Papá existían. Raquel tenía la certeza que con aquella cantidad de oro se podía llegar a un acuerdo con los Bardolín y así salvar a su tan amado pueblo y a sus tan amados jardines. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Con esto salvaremos nuestros hogares - dijo por fin la dama de damas, con su voz potente y señorial. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- ¿Comprará el pueblo? - preguntó una mujer que estaba abrazada a su sudoroso esposo. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Digamos que sí. Con esto podemos llegar a un acuerdo en caso de que no aparezca el documento - respondió Raquel.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- ¿Es que vamos a seguir buscándolo? - dijo un anciano. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Lo único que nos hará dueños de Los Jardines es ese documento en caso de que la familia Bardolín no quiera negociar - se adelantó a decir Gerónimo. Corrieron comentarios entre todos los presentes una vez más, aunque ya no se sentían tan desamparados. Santiago salió de la zanja y ayudó a la pecosa a hacer lo mismo. La muchacha caminó hasta su tía abuela la que la miró de arriba a abajo lleno el rostro de una expresión graciosa. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Estás irreconocible Adelaida - le dijo la dama de damas. Su sobrina le sonrió.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Hay esperanzas tía. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Pero Raquel - gruñó el anciano de nuevo -. ¿No sería mejor repartir ese oro entre todos y comenzar a buscar donde irnos?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- ¡No me saqué ampollas en las manos para que aun quieran salir corriendo de aquí! - a Adelaida aquella palabras se le escaparon de la boca sin poder evitarlo. Se sintió tan indignada por el comentario de aquel hombre. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Señorita usted no sabe...</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Señor no importa lo que yo sepa o no sepa. Lo importante es que este hermoso lugar no se pierda. Soy yo según usted una ignorante, pero que intenta salvar su hogar. Cada día que pasa amo más este lugar y me pareciera que cada día que pasa, muchos de ustedes lo aman menos. ¿Cómo es posible? </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- No es necesario que se moleste... - el anciano intentó calmarla ante la mirada atónita de todos los presentes. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Pero sí estoy molesta. Porque yo estoy dispuesta a ayudar a mi tía y a las personas que quiero en este tan bello pueblo que haré todo lo que esté a mi alcance, hasta el último momento. Y me molesta ver el abandono de muchos aquí ante esta situación. Quieren seguir teniendo una vida plácida ¿pero sin hacer nada para evitar lo que se avecina? Yo si quiero que aparezca el documento así sea el último día, en el último momento - Adelaida tenía el entrecejo anudado de lo furiosa que se sentía. Por el contrario Raquel estaba admirada, del ímpetu, del coraje que en todo sentido había demostrado su sobrina ese día en Los Jardines. Es como si ese vergel la estaba terminando de transformar, de llenar en las partes vacías de su alma. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Ya lo dije antes - dijo Raquel - el que ya se siente perdido ¿por qué sigue aquí? Pero les voy a decir algo. Sé que en el fondo siguen aquí porque tienen esperanza, igual que mi querida sobrina. Sé que tienen miedo. ¿Pero si no tuvieran miedo que harían por Bardolín? Harían lo que Adelaida, actuarían, amaran, lucharan por lo que por años ha sido nuestro, por lo que por años ha sido nuestra vida y nuestro hogar. Espero no estar equivocada con ustedes. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Raquel... muchos estamos agotados, han sido tantos años buscan... - el anciano intentó intervenir una vez más.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- ¡Parece que no dije nada! Yo definitivamente también estoy molesta - le interrumpió la dama de damas - y si no tienes nada a favor que decir con la suerte de Los Jardines de Bardolín, es mejor, Bernardo, que no digas nada. O seré yo misma, con la autoridad que aun tengo y de la que nunca he hecho uso, la que comenzaré a sacarlos de sus casas, porque el que no luche por este lugar no se lo merece - la dama de damas se sorprendió a ella misma soltando tal sentencia, pero el coraje de Adelaida la había despertado desde el centro de su ser.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Todos se pusieron pálidos, en especial el anciano al escucharla hablar tan decidida. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Ahora necesito voluntarios para llevar los cofres hasta mi casa. Y necesito que se siga buscando el documento - dijo Raquel. Nadie dijo más, y hubo voluntarios tanto como para una cosa como para la otra. Trajeron hasta la entrada de Los Jardines una pequeña carreta jalada por un asno, donde subieron los cofres y emprendieron camino a la vereda principal. La carreta apenas si cabía por las veredas del pueblo pero avanzó sin problemas hasta la casa de Doña Raquel. Ella se fue detrás siguiéndolos a todos, dejando a Adelaida junto a sus amigos, Lili, Fabían y Santiago en Los Jardines. No sin antes rogarle a la pecosa que por ningún motivo fuera más allá de los cerezos, hacia los pozos. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Santiago se sentó a descansar recostado de uno de los cerezos cerca de la fosa y Adelaida hizo lo mismo sin darle importancia a lo que correspondía a los modales de una dama. Estaba muy cansada. Uno junto al otro sobre la hierba se quedaron en silencio mirando a cierta distancia a Galleta y a Fabián que conversaban a solas. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Ojalá aparezca el documento - dijo Lili mirando a Fabián de momentos. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Hay que mantener la fe - el joven de sonrisa de centella trato de darse ánimos a sí mismo con sus palabras. Se quedaron en silencio. Él miró a la tímida muchacha de cabellos lisos como cortinas, tan negros como un azabache y ella se puso rígida sin saber como actuar. Si tuviera mis mariposas aquí, pensaba, tendría que decir. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Galleta, estás muy bonita hoy - terminó diciéndole él.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- No sigas con eso - dijo ella muy apenada. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- No quiero molestarte... es que... hoy he querido decírtelo. No es que sea la primera vez que te veas tan bonita. Es... es como dice Adelaida... todos los días... Galleta...</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Yo no soy bonita Fabián. Bonita es Carolina, María, Verónica... - se quedó callada de pronto. Se sintió celosa. Sin querer le había nombrado a alguna de las muchachas a las que Fabián había cortejado alguna vez y con la que con una de ellas tuvo un noviazgo. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Galleta... - él titubeó un poco - Indiferentemente de lo bonitas que puedan ser ellas. Tú eres hermosa...</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Fa...</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Galleta, yo no sé que irá a suceder con este pueblo. Pero si el destino decide que cada uno de nosotros debe tomar rumbos diferentes - a Lili los ojos se le abrieron tan amplios como de costumbre, era cierto, lo que decía Fabián era cierto. Si no aparecía el documento ¿a donde iría cada cual? ¿No vería más a Adelaida ni a Fabián? Eso era demasiado duro para ella - quiero que sepas que eres una mujer muy especial, que entre todas las mujeres que he conocido ninguna ha tenido un alma tan pura como la tuya. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Fabián... - ella se sonrojó como el sol al atardecer - ¿que te sucede? </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Es una buena pregunta - se le acercó. La pobre muchacha no sabía donde mirar, no sabía si correr o no moverse en lo más mínimo. Lili lo amaba, pero estaba asustada, ella nunca había sido abordada así. Y él parecía querer acercarse mucho a ella. Si la besaba la mataría de la impresión. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Yo mejor me voy - dijo ella en contra de sí misma. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Yo te acompaño.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- No... yo... no gracias... yo me voy - y dando la vuelta comenzó a alejarse de él. Fabián intento alcanzarla pero ella aceleró al paso. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Galleta - la llamó. Pero ella no volteó. Se repitió mil veces lo idiota que había sido. ¿Qué me pasa? Se preguntó. Bien sabía que ha Lilibeth se le debía tratar con suma delicadeza, pero tal vez el temor de perderla, si tenían que irse de Bardolín, lo seguro que el destino los pudiese llevar por caminos muy distantes el uno del otro. No quería eso. Y sabía que podía encontra por el mundo infinidad de mujeres hermosas y buenas, pero con la ternura de Galleta nunca, porque lo que había terminado amando de ella, más que su frágil belleza era su alma. Miró hacia Santiago y se despidió de él desde donde estaba, hizo lo mismo con Adelaida. Avanzó algo cabizbajo y se dirigió a la salida de Los Jardines.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Vaya con estos dos - murmuró Santiago. Adelaida lo miró. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- ¿Por qué lo dices? </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Por nada. Tanto que tienen que decirse y no se lo dicen. Tan fácil que sería para ellos - Santiago tragó hondo, pues de pronto se sintió en la misma situación. Tanto que decir. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- ¿Tú crees? - la pecosa no dejaba de ver su perfil. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- No me hagas caso - intentó evadir las aguas en las que se estaba metiendo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Gracias por apoyarme temprano - le dijo la pecosa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Lamento que te hayas lastimado las manos de esa manera... y mira tu vestido...</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- ¡Oh! - ella se rió de sí misma - Sí parezco un huerto andante. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Más bien un jardín - dijo él soltándose un poco. Ella sonrió y arrancó una pequeña flor que se mecía silenciosamente frente a ella.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- Gracias Santiago.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Él levantó los ojos hacia ella, hacia esos pequeños ojos inocentes y pudo sentir que lo miraba de otra manera. Casi que quiso besarla, casi que no pudo contenerse. El amor adentro hacía tanto ruido, pero por fuera se quedó silencioso. Adelaida bajó la mirada, lejana en un pensamiento miró la pequeña flor que hacía girar entre sus dedos. Volvió a mirarlo, se quedó en sus ojos un segundo. Casi que quiso besarlo, casi que quiso que él la besara.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: white; color: #141823; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">Pero solo se sonrieron, aunque en el alma de ambos, eso contó como un beso. Luego cada uno cayó dentro de sus propios pensamientos. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: white; color: #141823; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: white; color: #141823; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">- Los cerezos están en flor - dijo ella rompiendo el largo silencio - Amo las cerezas. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: white; color: #141823; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">Él la miró, miró sus labios rojos como toronjas, mientras ella miraba hacia arriba, hacia las floridas ramas de los cerezos. Miró sus pecas, las siguió por todo su rostro. Su cabellera rojiza y atractivamente despeinada que caía libre sobre sus hombros y medio sostenido por moños que ya no cumplían la labor de tener ordenado su peinado. Ella sintió la mirada silente de él, como si la llamara sin palabras. Lo miró. No me mires así, pensó ella, que no sé de mi. Pero él no sabía mirarla de otra manera. No estando tan cerca. </span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">- No me mires así - le susurró ella. </span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">- ¿Cómo?</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">- No sé. Así, como lo haces. </span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">- Disculpa ¿te estoy incomodando? Yo... pero ¿cómo te estoy mirando?</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">Ella lo miró sin decir nada. ¿A donde se había ido Joshep? Pensó. Aquel recuerdo incesante que se interponía entre su corazón y sus emociones. Por primera vez tuvo consciencia de una verdad que apareció ante ella como una luz. Se sentía digna de ser amada. Merezco Amor, se dijo en sus pensamientos. Merezco ser valorada por quien soy. Soy digna de ser tratada con delicadeza, soy digna de que se me respete, soy digna de lo mejor de la vida. No quiero menos. </span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">- Perdóname si te estoy incomodando - él apartó la mirada, sintiéndose confundido. </span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">- No. No me incomodas - le dijo ella como un murmullo -. Mírame. </span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">Él aun el doble de confundido la volvió a mirar. </span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">- No estoy acostumbrada a ser tratada con tanta dulzura. Yo he sido lastimada hondamente en mi alma Santiago y la vida, y las personas más cercanas a mi me golpearon muy duramente en toda mi confianza y en mi ingenuidad. No estoy acostumbrada a creer que merezco ser querida. No estoy acostumbrada a confiar. No quiero ser lastimada de nuevo. Por eso te he dicho que no me miraras...</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">- No te quiero lastimar - dijo él apartando la mirada de ella por segunda vez. </span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">- Mírame Santiago. No quiero tener miedo de una mirada como la tuya. Mírame, merezco ser mirada así. Mírame Santiago, merezco ser mirada como lo haces - los ojos de la pecosa se llenaron de lágrimas. Él sintió tanto amor, tanta compasión por ella - Mírame, porque tus ojos me hacen recordar que soy bonita, que soy digna de ser valorada. Mírame como lo haces Santiago, merezco ser mirada así. </span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">Ella llena de emociones comenzó a llorar y él la acercó a su regazo y ella se acurrucó en su hombro abrazándose a su cuello. Y lloró en silencio, tan silenciosamente que la brisa cubría el sonido de sus sollozos. </span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">- No llores - le dijo el dulcemente al oído -. Mereces ser mirada con el mayor de los amores, con la mayor de las admiraciones, con la mayor de las ternuras. Para mi no hay otra forma de mirarte, porque la razón en la forma en que te veo, es porque estoy viendo en ti todas esas cosas. No llores. Si nunca te miraron con amor, que almas tan ciegas. </span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #141823;"><span style="background-color: white; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;"> Los pétalos de aquel anciano cerezo comenzaban a caer sobre ellos, cómo si festejara, una vez más, que bajo su sombra volvían a encontrarse dos almas y el amor. </span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">- <span style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px;">Mis ojos son tuyos si quieres. </span> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: white; color: #141823; font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 19.3199996948242px;">Ella lo abrazó tan fuertemente.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: right;"><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2015/04/capitulo-26.html"><b><span style="color: #b45f06;">Aquí puedes leer el Capítulo 26</span></b></a></div></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
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</div>pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-10812048915243344742015-03-15T18:52:00.001-07:002015-07-31T17:40:47.263-07:00Capítulo 24<br />
<div style="text-align: justify;">Desde tempranas horas de la mañana un grupo de jóvenes y hombres se habían reunido en torno a los cerezos con picos y palas. Guiados por Gerónimo Valdez se comenzaron las labores de búsqueda. Unos esperanzados, otros sin esperanzas. Raquel se mantenía de pie un tanto en la distancia. ¿Y si escondiste el documento ahí? pensaba ¡Oh Guillermo que locura, jamás se me hubiera ocurrido! Le había indicado a Gerónimo cual sería el perímetro donde sería más idóneo buscar. Esos lugares donde ella y su amado compartieron horas de compañía, amor y pasión. Alzó la vista hacia los viejos cerezos, sus amados testigos de aquellos tiempos. Aquellos amigos silenciosos de su alegría. ¿Serían también los custodios de la salvación de todo Bardolín y de todo lo único que había tenido en la vida? Luego su mirada se fue un poco más lejos, un poco hacia su izquierda, más allá de la cerca alambrada que delimitaba el final de Los Jardines. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Jazmín - suspiró -. Mi niña. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Miró hacia los pozos, donde estaba otro de los tesoros más importantes de su vida. En algún lugar, ahí, no lejos estaba su hija. Dormida en el tiempo acompañada por su muñeca. Por su leal compañera de porcelana. De la cual en casa tenía una réplica. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Hija - la llamó en voz baja como si Jazmín pudiera despertar lentamente de su sueño e ir a sus brazos y ser envueltos en ellos. Recordó la tarde que la perdió. Se precipitó de pronto una tormenta en todo Bardolín, no era tiempo de lluvias y aquel cielo grisáceo en la distancia no preocupó a los lugareños pensando que solo sería pasajero. Más no fue así, cuando llegó golpeó con su fuerza todo el lugar, con sus corrientes de aire furiosas como un demonio invisible que quería destruirlo todo. Cuatro niños jugaban a lo lejos cerca de los cerezos y en un descuido de los presentes cruzaron la verja hacia los pozos. Querían asomarse al borde de uno de ellos y mirar que tan hondos eran. No podían entender como podían decir que no tenían fondo. Mamá, en algún lugar deben tener un fondo, le decía Jazmín de vez en cuando a Raquel. Ojalá no lo tuviesen pensó la dama de damas al recordar las palabras de su pequeña pelirroja. Ojalá aun estés cayendo eternamente sin nunca alcanzar fondo. Entre aquellos cuatro niños estaba Jazmín. Aquella improvista tormenta tomó por sorpresa a los infantes, el suelo se hizo viscoso. El lodo se formó rápido por las pocas hierbas que había en esa zona donde estaban y la fuerte brisa empujaba sus pequeños cuerpos hacia atrás llenándolos de mucho miedo. Solo tres niños alcanzaron llegar a la verja y llegaron pálidos de terror donde estaban los demás encontrándose en el camino a una Raquel desesperada buscando a su Jazmín. ¡Se cayó! repetían los tres. ¡Se cayó! lloraban todos. Tuvieron que sostener entre varios a la desesperada madre bajo la demente lluvia, que quería correr hacia los pozos, mas la tormenta había empeorado tanto que no se podía mirar más allá de un par de metros con claridad. Era un riesgo irla a buscar. Los pozos eran demasiado peligrosos en una tormenta como esa. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Las lágrimas salieron de sus ojos en el más solemne silencio. Su rostro no cambió en lo más mínimo su expresión de lontananza, de nostalgia. Cómo si esas lágrimas fueran libres de irse de entre sus párpados a su antojo, libres en su tristeza. Se recordó a sí misma, casi demente, llorando, gritando, golpeando a los que la sostenían. Al mismo Guillermo lo tuvieron que sostener también, parecía un toro sostenido por endebles hombres, que luchaban porque no avanzara más allá de la verja. La lógica no importaba en ese momento. Jazmín lo era todo para ellos, Los Jardines se convirtieron en algo secundario cuando nació su pequeña pelirroja. Ella era la flor del lugar, ella era el jardín, ella era la primavera perpetua, ella era el Jazmín. Esa tarde el mundo cambió para Guillermo y para Raquel. Sus corazones jamás serían los mismos. La dama de damas miró en la redoma central de Los Jardines el recuerdo de los días siguientes. Ese lugar iba a ser muy distinto de lo que era en ese momento. Guillermo y Raquel intentaban seguir como podían con su vida e intentado en memoria de su hija hacer de Los Jardines un lugar único, pero él estaba quebrado por dentro y en un momento de dolor volteó contra el suelo la pequeña carreta llena de pequeñas plantas y semillas. Comenzó a pisarlas, a golpearlas, a sostener los pequeños sacos de semillas y lanzarlos a ciegas. Raquel intentó detenerlo, pero no pudo. Por el contrario terminó uniéndose a él, arrojándolo todo en todas direcciones. Cuando su alma no pudo más buscó el regazo de Guillermo y se abrazó a él con tanta fuerza que lo trajo de vuelta en sí mismo; la miró pálida, diáfana, cómo si de pronto mirara en los ojos de ella el profundo deseo de no vivir más. Sintió terror de perderla a ella también. Y trató de ser fuerte, trató de ser la columna de Raquel, aunque el seguía quebrado por dentro. Roto. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En los meses siguientes no se acercaron a Los Jardines; ella no salía de casa y él intentaba hacerla sonreír aunque fuese lo más mínimo. Sin embargo Raquel iba camino a la locura, no salía de la habitación de su niña. La ausencia de Jazmín le parecía una mentira a la dama de damas, tenía que ser todo una simple pesadilla de la que tenía que despertar en cualquier momento. Pero la ausencia no solo de su niña, sino también de su inseparable muñeca doblaban el silencio, multiplicaban el vacío en aquella casa. Raquel se culpaba a ella misma de su pasado, Dios le cobraba cuentas, le recordaba que no era digna de ser feliz por sus pecados, pero Guillermo le prohibía pensar así. La escarmentaba cuando ella se mal juzgaba, cuando se comenzaba a culpar y a odiarse ella misma por tiempos tan lejanos ya. Para salvarla de su hundimiento él decidió darle una sorpresa a Raquel. Tomó el cabello de Jazmín, la parte que él conservaba de la vez que a la niña le cortaron el cabello, tan largo y abundante que Guillermo conservó una parte, Raquel otra y la tercera parte lo usaron para la muñeca. Fue donde el artista que había hecho la primera muñeca para que este le hiciera una segunda, una réplica de la primera. Cuando el escultor supo la noticia, estuvo mucho rato en silencio sin decir nada. En el mismo silencio doloroso tomó el cabello de Jazmín y con una sonrisa compasiva se despidió de un Guillermo taciturno, después que este le diera algunas indicaciones sobre la muñeca. Una tarde llegó una carta de Gran Papá, era una carta urgente, necesitaba la ayuda de Guillermo en una de sus minas, sus otros hijos no habían querido comprometerse y sabía que de todos ellos Guillermo no lo dejaría solo. El día que tenía que partir fue el mismo día que le entregaban la muñeca terminada, corrió a la casa del escultor en el pueblo vecino para recibirla, para poder dársela a Raquel y partir lo antes posible a auxiliar a Gran Papá. Cuando tuvo la muñeca en brazos no pudo detener sus lágrimas. Agradecido se despidió de su amigo artista y con prisa llegó a casa. Raquel estaba sentada en la mesa del comedor, pensativa, ida, casi vacía, mas cuando él se acercó a ella y le mostró la nueva muñeca, la dama de damas la tomó un largo rato en manos si decir nada, luego mirando a su esposo se le lanzó al cuello abrazándolo con tanto amor, con tanta solidaridad, con toda su alma. Estuvieron abrazados no importa cuantos minutos, fue un abrazo eterno. Él la miró a los ojos con amor, ven conmigo, le pidió una vez más. Raquel negó con la cabeza regresando sus ojos al rostro de la muñeca acariciando su melena roja. Ven por favor, le imploró nuevamente preocupado por tener que dejarla sola. Pero ella se volvió a negar. El resto de su vida se arrepentiría de no haber ido. Cuando llegó la hora de irse, cuando el iba con maleta en mano, se acercó a Raquel y la besó como nunca, la besó tan intensamente amante que ella sintió alivio en su alma, luego él comenzó a caminar hacia la puerta y bajo su umbral se detuvo y volteó a mirarla. Se miraron unos segundos, él le sonrió. Te amo, le dijo y salió camino a la vereda principal.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Fue la última vez que lo vio. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Un día furiosa con la vida y con todo Bardolín, caminó hasta Los Jardines dispuesta a maldecirlos e irse para siempre de ese lugar. Abrió la puerta de hierro que existía en la entrada, pero cuando llegó frente al lugar se quedó paralizada. Las flores habían crecido mezcladas, el paisaje que tenía en frente era demasiado increíble para creerlo. ¿Cómo del dolor de Guillermo y ella nació un jardín cómo ese? Al lanzar las semillas en todas direcciones cada una decidió su mejor lugar al caer. La naturaleza multicolor que tenía en frente superaba toda imaginación que pudiese haber tenido antes de lo que ella quería que fuera el lugar. Pensó que sin duda alguna, en Los Jardines había quedado algo de Jazmín y de Guillermo, incluso de ella. Y en vez de odiarlo, lo amo más. Como si en cada flor vivieran sus dos amados. Esposo e hija. Raquel levantó la mirada de nuevo hacia los que seguían cavando en la tierra en busca de un cofre, o de algo que pudiese contener el documento. Por favor, le rogó a Dios. Deseó con toda su alma que estuviese ahí el escurridizo papel que debía ser firmado por dos personas, las que se harían dueñas absolutas de todo Bardolín. Ese era el deseo de Gran Papá, de que Guillermo y Raquel firmaran el documento. Raquel pensó que de aparecer el documento se lo daría a firmar a Margot y a Gaspar, sus más queridos bardolideños. Dos personas de gran alma y queridos en todo Bardolín. Ella ya era una anciana que no duraría muchos años más. Los Jardines de Bardolín estarían bien cuidados en manos de tan amables y amados amigos. Casi unos hijos para ella. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Adelaida! ¡Apúrate! - Lili estaba inquieta. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Ya voy! ¡Ya voy! - le dijo la pecosa desde su habitación yendo de un sitio a otro. Se probaba un sombrero y se miraba al espejo. No, meneaba la cabeza y lo lanzaba sobre la cama. Tomaba otro, igual. Estaba indecisa. La que siempre sin problema se combinaba ante el espejo sin problemas, la que era una maestra del buen vestir de pronto se encontraba dudosa. La verdad era que en ese momento no le importaba verse correcta, sino hermosa. Había perdido la costumbre de sentirse bella que no sabía que hacer. Santiago estará allá, se decía. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Adelaida! - le insistía Galleta. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La pecosa sin más tomó un sombrero blanco, con tocado de flores y se lo puso sin más, sin mirarse al espejo. Se acercó a la puerta y la muchacha de ojos marrones suspiró aliviada de que por fin su amiga saliera. Era la hora perfecta para mostrarle a Adelaida la vida en Los Jardines, que conociera el floreado lugar justo en el momento que no solo había colores en los pétalos sino también aleteando en el aire fresco de tan hermoso vergel. La hora en que aves y mariposas llenaban todo con sus cantos y matices. La hermosa pelirroja le sonrió apenada por el retraso y salieron sin perder un segundo más camino a Los Jardines, donde en ese día estaban puestas todas las oraciones de los bardolideños. Al avanzar por la vereda principal, al llegar a la altura de la fuente apareció Fabián, como siempre, con su risa de centella. Lili se sonrojó, tanto que casi parecía una manzana. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Ja! Esa era toda tu prisa - le acusó Adelaida cerca de su oído.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡No! ¡Que dices! - los ojos de Lili se abrieron amplios como dos ventanas -. No sabía que estaría aquí. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Sí. Claro - le dijo la pecosa entrecerrando los ojos como dos pequeñas rendijas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Eres injusta - se sonrió la muchacha de cabellos lacios. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Cómo que injusta?</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Me acusas por mi prisa, pero no dices nada por tu retraso. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mi... es distinto... - la pelirroja se sintió atrapada. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Sí. Claro - dijo Lili. Se rieron las dos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mi retraso solo es porque no sabía que ponerme - aun trató de defenderse. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Siempre te ves bella y es la primera vez que te veo tan preocupada de como te ves. Yo sé que no es como te ves, sino como quien te ve - dijo la muchacha de ojos marrones, al mismo tiempo que ponía expresión de desentendida. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Cómo quién me ve? - a Adelaida las orejas se le sonrojaron -. No sé que estás diciendo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Lilibeth solo la miró y le sonrió. Fabián se había acercado hasta ellas, mientras caminaban en su dirección. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Cómo estás Adelaida - caballerosamente saludó a la pecosa. Luego miró a Lili -. Hola Galleta, que bonita estás hoy. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Gracias - Lili miró con pena hacia su amiga. Nunca Fabián le había dicho algo así y menos delante de nadie. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Estarás ciego Fabián. Ella está bonita todo los días - dijo la pelirroja provocando al muchacho de sonrisa de centella. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Sí. lo mismo pienso cada vez que la veo - respondió él sin apartar los ojos de los de Galleta, la que estaba rígida. Sin saber donde mirar, queriéndolo mirar solo a él -. Solo que hoy lo he dicho. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Deberías decirlo más.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Adelaida! - Lili la jaló de la manga de su blusa. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Lo diré más - dijo Fabián, mas Galleta no sabía como mirarlo. ¿Por qué lo está haciendo? ¿Por qué dice eso? ¿Será que..? No, no. No puede ser, cavilaba en sus pensamientos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Voy de regreso a Los Jardines que estamos ya en este momento buscando el documento de Doña Raquel. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Vamos para allá - dijo la pecosa -. Voy a conocer a Los Jardines. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿No has conocido Los Jardines? - dijo sorprendido el joven - ¿La sobrina de la creadora de Los Jardines no los conoce? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Creadora de Los Jardines? ¿Mi tía? - la pecosa pareció sorprendida.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿No lo sabías? - dijo él. Galleta seguía en silencio pensando por qué Fabián le había dicho aquello. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No. Sin duda mi tía está llena de miles de historias sobre este lugar. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Este lugar es ella - pudo decir Lili por lo bajo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Así es - dijo él.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Me dije que antes de irme tenía que conocer a Los... - se quedó a mitad de lo que estaba diciendo. Se sintió mal. También pudo sentir como Galleta la miraba con desamparo. Recordó las palabras de Santiago, se le hizo un nudo en la garganta. No se quería ir. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Sucede algo? - le dijo extrañado el joven de risa de centella al verla hundida en su repentino silencio. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No. Nada - ella intentó sonreír -. Me acordé de algo, eso es todo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Lili unos pasos más adelante le tomó de la mano y la miró con sus grandes ojos llorosos. Adelaida se le estremeció el corazón. Mi hermana, pensó, la dejaré sola. Aunque miró por encima de ella al silencioso Fabián que miraba hacia el frente a lo lejos. No, no estará tan sola. Se dijo en sus adentros que ese día no había llegado, el día de su partida, que en el presente ella estaba en Bardolín y que viviría cada día como si fueran perpetuos. Que disfrutaría cada hora por venir. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Aquí estoy hermanita - le dijo acercándose a Galleta -. Aquí estoy. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Así llegaron juntas, tomadas de la mano hasta el arco de hierro forjado, que en el pasado sostuvo la reja que cuidaba el paso a Los Jardines. Cruzaron su umbral y comenzaron a recorrer el sinuoso camino que había hacia el vergel. La pecosa no disfrutaba mucho la pequeña subida, su falda se iba llenando de algunas semillas extrañas que se adherían a la tela y sus botas más sencillas, incluso eran demasiado finas para poder caminar con comodidad por ese sendero. Pero olvidó todo eso cuando vencieron la pequeña pendiente y por primera vez, con sus pequeños hermosos ojos, vio a Los Jardines de Bardolín. Se llevó una mano al pecho. Estaba viendo al paraíso. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Se quedó sin palabras.<br />
<br />
Adelaida pensó que en ese lugar debían aparecer ángeles. El vendaval hizo sisear todo el vergel, meciendo en el aire las coloridas flores que llenaban todo cuanto veía. El perfume silvestre la envolvía dándole la bienvenida a Los Jardines con sus elaborados bouquets. La cantidad de mariposas era impresionante, no tardaron en posársele en el vestido. Miró los esbeltos árboles que rodeaban, como niños gigantes tomados de la mano, todo el hermoso edén. Trataba de decir algo pero su fascinación la tenía pasmada. ¿Cómo no había venido antes? pensaba una y otra vez. Los Jardines de Bardolín parecían llenarla por dentro de energía, de vivificarla, la hacían respirar paz. Se sentía consentida por una entidad invisible, como si aquel lugar tuviera consciencia de que ella estaba ahí, recibiéndola con amor. Los Jardines eran el reflejo de la gente noble del lugar. Era sin duda el corazón de tan hermoso pueblo, lleno de veredas, flores, historias y cerezos. No tan lejos de ahí miró en silencio a su alta tía. Casi inmóvil como una gran escultura mirando a lo lejos, siguió con la mirada la dirección en donde miraba la dama de damas y vio a un grupo de hombres trabajando arduamente cerca de una robusta hilera de cerezos que delimitaban la parte trasera del vergel. Más allá están los pozos, recordó. Recordó a Jazmín. Su pecho latió con intensidad pensando en su prima, sintió profunda compasión por esa niña jamás encontrada, la que en algún lugar detrás de Los Jardines se mantenía oculta, sostenida por los brazos del tiempo.<br />
<br />
- Jazmín - le habló como un susurro -, desde aquí te envío una oración de paz. Te prometo que mientras esté aquí cuidaré de tía Raquel con todo mi ser.<br />
<br />
Lili la miró en silencio. No dijo nada. Fabián se había adelantado a ellas, dirigiéndose camino al grupo de hombres que cavaban sin parar. Al llegar cerca notó que habían encontrado restos de algunas cosas, nada útiles. Del documento aun no se tenía ni lejana idea de donde podría aparecer, los ánimos iban decayendo poco a poco incluso en los más entusiastas. Fabián miró hacia Doña Raquel, la miró en silencio, sola, mirando inamovible hacia donde ellos estaban. Sintió compasión por aquella mujer tan querida por todos, la que nunca los trató como intrusos en aquellas tierras que de momento seguían estando bajo su tutela. Ella los recibió como su familia. Realmente pensó, que todos en Bardolín eran la única familia que había tenido Raquel durante todos sus años de soledad. Regresó su atención al trabajo, aferró con fuerza el asidero de su pala y comenzó a remover la tierra que estaba frente a él.<br />
<br />
Adelaida recorrió la caminería de lozas azuladas hasta llegar al lado de su tía abuela. La dama de damas no la miró, recibió a la pecosa acunándola bajo su brazo como un ave protege a su polluelo. La muchacha de cabellos de fuego se abrazo a ella con fuerza.<br />
<br />
- Tía, que hermoso lugar.<br />
<br />
- Hermoso como ningún otro. Aquí cabe toda la tristeza y la alegría de esta anciana - le respondió Raquel sonriendo melancólica.<br />
<br />
- Ese documento tiene que aparecer - dijo la pecosa llenándose a sí misma de esperanza.<br />
<br />
- Sí hija, tiene.<br />
<br />
- No pierda la fe tía. Dios no se olvidará de usted.<br />
<br />
Ya se ha olvidado antes, pensó. Sin embargo cuando bajó su mirada a los ojos iluminados de su sobrina se dijo que también tenía sus momentos que se acordaba de ella. Hacía tanto tiempo que no estaba tan feliz por dentro, estaba tan agradecida de que Adelaida pasara por su vida, ya no importaba cuanto tiempo fuese a durar. Su alma había sido llenada de nuevo de amor, de alegría, de fe en el mañana. Se sentía de nuevo como una madre. Se sentía útil para alguien, que sus palabras, amor y compañía podían hacer de Luisa Adelaida, una dama enteramente feliz. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Santiago estaba cerca de Toñoño cavando sin detenerse. De pronto había sentido como si toda la realidad de Bardolín hubiese caído sobre él. Su hogar, dependía de que la búsqueda fuera efectiva. Que no se desmayara en los ánimos, que todo la intención estuviese centrada en encontrar el documento de como fuera lugar. Aunque en cada palada, al solo encontrar raíces y rocas se desmoralizaba gradualmente. Toñoño intentaba de igual manera no perder la fe. Tierra, pensaba, solo hay tierra y más tierra. Molesto levantó su pala con soberbia y la clavó con fuerza contra la tierra removida...<br />
<br />
¡TOC!<br />
<br />
Sonó algo hueco bajo el golpe de su pala. Toñoño sintió un escalofrío que le subió por el centro de la espalda. Se puso de rodillas y con las manos comenzó a escarbar casi sin respirar. Su sudor le corría por la frente y por lo brazos. Sus mejillas estaban un más rosadas de lo normal. Tocó algo duró, estructural, que no se movió al jalar de él con sus dedos. Sacó una pequeña pala que llevaba en el bolsillo trasero de su braga y cavó movido por una creciente ansiedad. Aquel objeto era rectangular y de medianas dimensiones.<br />
<br />
- Oh mi Dios - dijo para sí mismo. Había conseguido algo.<br />
<br />
Se puso de pie casi incapaz de hablar. Miró a su amigo Santiago el que le devolvió la mirada lleno de intriga. De pronto empezó a señalar con emoción hacia sus pies.<br />
<br />
- ¡Lo encontré! - comenzó a decirle al muchacho de las herramientas, el que de casi un brinco llegó a su lado. Todos los presentes hicieron su parte acercándose ansiosos. El muchacho chancho, se inclinó de nuevo y como un perro que busca un hueso comenzó a sacar la tierra con sus manos de los lados de aquel objeto.<br />
<br />
Era un cofre.<br />
<br />
Cuando todos salieron de su pasmo se lanzaron junto a Toñoño a escarbar, a mover de un lado a otro el mediano cofre tratando de aflojarlo de las férreas manos de las tierras fértiles de Los Jardines.<br />
<br />
- ¡Toñoño lo encontró! - gritó un señor hacia la dama de damas, la que se mantuvo sin siquiera moverse de donde estaba. Hasta que no lo tuviera en las manos no se alegraría. <br />
<br />
- Tía - Adelaida la miró, pero la dama de damas, parecía de acero mirando hacia el grupo de hombres que parecían moscas sobre un trozo de carne cruda. Lili se mantenía al lado de las dos, orando por que el extraño cofre tuviese en su interior el anhelado documento.<br />
<br />
Toñoño por una de las asas y Santiago por la otra lo arrancaron del suelo como si fuera una muela envejecida del removido suelo. Todos iban al lado de ellos llenos de emociones encontradas, mientras estos como por un acuerdo silencioso comenzaron a caminar con prisa hacia la Señora de Bardolín. Al llegar ante la silenciosa mujer, alta como una torre de acero, lo depositaron ante sus pies con cuidado. Adelaida y Santiago se miraron y se sonrieron esperanzados. El muchacho de las herramientas comenzó a quitar la tierra húmeda que estaba pegada sobre la parte superior de la tapa. Poco a poco fue apareciendo una figura. Raquel la conocía. Suspiró profundo. Cerró los ojos pidiendo a Dios el milagro que necesitaban para salvar su amado hogar.<br />
<br />
- Doña Raquel ¿Este cofre era de usted y de su esposo? - preguntó uno de los ancianos presentes, mientras los demás hicieron un impoluto silencio. Ella negó con la cabeza. Sin embargo sobre el cofre estaba aquella figura tan conocida para ella.<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
El escudo de la familia Bardolín. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
<br />
<br />
<div style="text-align: right;"><b><span style="color: #38761d;"><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2015/03/capitulo-25.html">Lee Aquí el capítulo 25 </a></span><span style="color: #b45f06;"> </span></b></div></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"> </div><br />
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pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-30127371862876350162015-03-07T12:50:00.001-08:002015-07-31T17:40:30.239-07:00Capítulo 23<div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;">Sonriente como una luna creciente, reluciente y hermosa iba ella. Ya había dejado atrás la fuente de la vereda principal y en lugar de ir hacia la izquierda en dirección a Los Jardines, cruzó a la derecha camino al pequeño mercado de Bardolín. Llevaba el cabello recogido en el cenit sostenido entre cintas que simulaban rosas. Miraba todo con ojos nuevos; aunque ya había recorrido incontables veces esa vereda, ese día todo le parecía distinto, más ordenado, más colorido. Toda la belleza que brotaba de su alma la veía reflejada en todas las cosas, como una lámpara que el resplandor<span style="line-height: 19.3199996948242px;"> que deja delante de sí es su propia luz. Al alcanzar el final de la vereda se dejó invadir por los aromas que venían de todos los tarantines a su alrededor. Especias, frutas, hierbas, colores. Se detuvo un momento frente a verdes perejiles, cilantros y hierbas buenas. Se acercó un poco para olerlas profundamente, no le interesaba llevárselas, solo quería experimentar las sensaciones de todos esos silvestres aromas. </span></div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><br />
</div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;">- Señorita ¿le puedo ayudar en algo? - dijo la señora Marta, mientras ataba un manojo de menta con sus manos rollizas. </div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><br />
</div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;">- Oh... No, no Doña Marta. Muchas gracias - dijo la pecosa mostrando una tierna sonrisa que a la mujer de las hierbas cautivo.</div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><br />
</div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;">- Señorita Adelaida, hoy está muy hermosa - le dijo pícara -. ¡Ah que mire que esos ojitos llenos de chispa yo los conozco muy bien! ¡Tantas veces que los he visto en el espejo y en otras caras!</div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><br />
</div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;">- Solo son ojos de felicidad - respondió la bella pelirroja aun manteniendo su rostro risueño. </div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">- Pero usted parece la felicidad con ojos. Afortunado el dueño de esa mirada. </span></div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="line-height: 19.3199996948242px;">La pecosa inclinó su rostro como una flor al atardecer y pareció mirar hacia el cielo tratando de alcanzar un pensamiento. Luego cerró sus pequeños hermosos ojos un segundo y sus labios volvieron a dibujar una de las más hermosas sonrisas jamás vistas en todo Bardolín. Los abrió lentamente como saliendo de un amable sueño. </span></div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="line-height: 19.3199996948242px;">- ¡Ay señorita! ¡Usted está enamorada! - dijo la señora de las hierbas mientras tomaba otro manojo de menta sin quitar los ojos de la muchacha.</span><br />
<span style="line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> - De la vida Doña Marta. Qué tenga un hermoso día. Que venda mucho - Adelaida siguió su camino dejando detrás de sí a la señora rolliza la que también le deseo un magnífico día. Cerezas, pensó, que lastima que aun no sea tiempo de cerezas, mientras miraba en todo el lugar los diferentes tarantines llenos de las matizadas frutas que llenaban gran parte del mercado.<br />
<br />
- ¡Preciosa dama! <span style="line-height: 19.3199996948242px;"> </span><span style="line-height: 19.3199996948242px;">¡Buen día! </span><span style="line-height: 19.3199996948242px;">- la llamó de pronto una voz masculina. Era Mateo Bardolín. Miraba hacia los lados como buscando a alguien -. ¿Cómo está Raquel? ¿Está por aquí para saludarla? </span><br />
<br />
- Buen día - respondió la pecosa mostrándose algo altiva y apretando un poco el entrecejo -. Mi tía abuela está como debe estar. Y no, no ha venido. Sí quiere saludarle usted sabe donde vive.<br />
<br />
- Señorita, señorita. Por favor - Mateo comenzó a andar al lado de la joven de cabellos de fuego, siempre con su actitud un tanto altanera y de excesiva autoconfianza -. Creo que debemos comenzar de nuevo a conocernos. No me tenga mala idea, no soy tan malo como a usted le parece.<br />
<br />
Adelaida apenas lo tocó con la mirada, mas no le respondió en lo absoluto. Él no dejaba de mirarla con cierta curiosidad amable.<br />
<br />
- Eres hermosa como tu madre.<br />
<br />
La muchacha pelirroja siguió sin pronunciar palabra. Aunque estuvo a punto de detenerse e interpelarlo. Que no se atreviera a mencionar a su madre, pero no quería arruinarse el día.<br />
<br />
- Tengo recuerdos muy especiales de Betania - la voz de Mateo sonó nostálgica, tanto que ella volteó a mirarlo. Él se había quedado en silencio, pensativo mientras iba a su lado mirando a lo lejos.<br />
<br />
- Mi madre nunca me ha hablado de usted - le dijo ella con algo de sequedad.<br />
<br />
- Yo tampoco nunca hablo de ella - le miró pareciendo otro, más sincero, más auténtico -. ¿Realmente hace falta?<br />
<br />
- ¿Qué quiere decir?<br />
<br />
- El silencio no es olvido - él volvió mirar a lo lejos.<br />
<br />
- A veces sí - le respondió Adelaida sintiendo algo de compasión por él. ¿Jamás a podido olvidar a mamá? Que pena. Ella si parece haberlo olvidado por completo, pensó.<br />
<br />
- A veces sí, a veces no. Pero con el silencio nunca se sabe - él le sonrió con gesto paternal. </div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span><br />
<span style="font-family: inherit;">- Obviamente no está hablando de usted ¿no? - la muchacha pareció ofuscarse un poco -. ¿Me está queriendo decir que mi mamá aunque no lo diga usted cree que aun piensa en usted?</span><br />
<span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- Señorita - se detuvo apoyándose en su bastón con las dos manos -, hablo de mi. Ante los demás soy un Bardolín intruso entre los tarantines de este lugar que poco a cambiado con los años. No tengo que decirlo, por eso nadie sospecha que vengo aquí porque allá - levantó su bastón dirección al tarantín de la flores - conocí a Betania. Hermosa, con su cabello negro como el azabache, estaba absorta con las rosas blancas que vendía Mercedes. Yo no pude evitar acercarme hasta su lado y contemplarla. Hermosa, como te he dicho. Tu madre era muy hermosa. </span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">- Lo es. </span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">- No tengo duda de ello. ¿Y cómo está ella? - dijo el enderezándose</span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">- En la ciudad, junto a mi papá. </span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">- Claro.</span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">Adelaida vio un rastro de tristeza en la mirada de Mateo, el que se quedó en silencio observándola unos segundos. Serías mi hija, pensaba él, si la vida hubiera estado de nuestra parte. Volvió a mirar hacia el puesto de las flores cómo si pudiera ver el pasado proyectado como una película ante sí. </span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">- Y... ¿usted se casó? - preguntó Adelaida después de mirarlo silentemente. </span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">- ¿Yo? - Mateo salió de su letargo -. Sí. Con una buena dama. No le gusta este lugar. Se quedó en la ciudad. </span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">A Adelaida las orejas se le encendieron. Y se le endureció un poco el rostro de nuevo.</span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">- Pero... si está casado ¿por qué me dice todas esas cosas del silencio, del olvido y de mi madre?</span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">- No sé. Espero que por tu juventud no sepas lo que es aferrar el corazón a algo que no tiene sentido. Pero en fin de cuentas, aferramos el corazón a caprichos, a personas o a recuerdos. ¿Sabrá Dios por qué motivos? Vicios del corazón. </span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">Ella se quedó en silencio pensando en esas palabras. Lo miró de nuevo a los ojos y le dijo con mucha entereza:</span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">- Lamentablemente a mi corta edad ya sé lo que es aferrar el corazón al dolor. Pero también estoy aprendiendo que si mis manos hacen un nudo, mis manos pueden desatarlo...</span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">- Señorita, hay nudos que cuando se aprietan mucho no se pueden desatar - le interrumpió él.</span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">- Se corta la soga. El problema no es el nudo. El problema son las manos que no hacen nada para desatarlo. </span><br />
<span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;">Mateo la miró con admiración. La hija de Betania le pareció muy sabia, muy madura. Sus palabras tenían sentido. Uno mismo es el que hace las ataduras, se dijo internamente, uno mismo debe soltarlas cuando necesitamos proseguir. La pelirroja que tenía en frente le acababa de dar una lección. La misma hija de su recordada Betania, tal vez le estaba enseñando a como dejar tanto pasado atrás. </span></div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><br />
- Señorita Adelaida ¿todo está bien? - se acercó de pronto el señor Ugenio, mirando de arriba a abajo a Mateo Bardolín como si mirara un montón de desperdicios uno encima de otro.<br />
<br />
- Sí señor Ugenio. No hay ningún problema - la pecosa le mostró su hermosa sonrisa. Ugenio se alejó con desconfianza aún mirando al Bardolín, el que le parecía un agravio en el paisaje.<br />
<br />
- Bueno señorita, mejor me despido - Mateo le dijo amablemente -. No quiero crearle ningún problema.<br />
<br />
- A quién no debe crearle problemas es a este noble pueblo - Adelaida lo miró directo a los ojos y con mucha determinación - y mucho menos a mi tía Raquel.<br />
<br />
- Me alegra que ya no parezcas tenerme miedo - sonrió él. Mas la hermosa pelirroja no le respondió. Por ella la conversación había terminado pues todavía quedaba mucho de ese hermoso día por disfrutar.<br />
<br />
- Buen día - le dijo ella.<br />
<br />
- Buen día señorita - respondió el alzando un poco su sombrero. La miró un segundo con admiración y cariño y se dio la vuelta regresando a su actitud altenera. Luego siguió pavoneándose camino hacia la salida del mercado. Adelaida suspiró.<br />
<br />
- Por fin - dijo al aire y al levantar la vista el corazón le vibró en el pecho, pero lleno de mucha emoción. No se movió de donde estaba y miró al muchacho de las herramientas a cierta distancia, dudoso frente a un montón de frutas de todos los colores. <br />
<br />
</div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;">Santiago estaba concentrado sosteniendo en sus manos dos duraznos. Se decidía por cual llevarse; miraba su textura, su color, su aroma. Miró hacía las sandías, luego hacia las ciruelas. Estaba un poco indeciso. ¿Qué me llevo? pensaba. El señor de las frutas lo miraba impaciente.</span></div><div style="background-color: white; color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- Jovencito... ¿vas a elegir alguna fruta o las vas a ver una por una primero? - dijo un poco malhumorado.</span></div><div class="text_exposed_show" style="background-color: white; display: inline;"><div style="color: #141823; line-height: 19.3199996948242px;"><span style="font-family: inherit;"></span></div><div style="color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- Disculpe - el muchacho de las herramientas molesto en el fondo por el comentario del frutero, estuvo apunto de soltar las frutas y darse la vuelta.</span></div><div style="color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- Hola - escuchó que lo saludaban. Era una voz que él amaba. Volteó casi dando un respingo.</span></div><div style="color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- Adelaida - dijo sonriéndole algo nervioso pero ella se veía distinta. Se veía radiante, en sus ojos brillaban muchos destellos y su rostro se veía ruborizado y luminoso.</span></div><div style="margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><div style="color: #141823; line-height: 19.3199996948242px;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></div><span style="color: #141823; font-family: inherit;"><span style="line-height: 19.3199996948242px;">- Te recomiendo los duraznos - le dijo ella -. Tienen un exquisito dulzor y están muy jugosos. Ayer mi tía llevó para la casa y estaban </span></span><span style="color: #141823;"><span style="line-height: 19.3199996948242px;">exquisitos</span></span><span style="color: #141823; font-family: inherit;"><span style="line-height: 19.3199996948242px;">. </span></span></div><div style="color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;">La pecosa tomó una de las frutas aterciopeladas de las manos de él y con su pañuelo limpió la fruta y la acercó a la nariz de Santiago.</span></div><div style="color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- Siente tan magnífico aroma - Adelaida lo miró esperando su apreciación. Él olió la fruta atrapada en la pequeña y frágil mano de la pelirroja hermosa, pero fue el aroma de ella, su perfume suave el que realmente lo alcanzó nuevamente. Mientras olía el durazno no pudo evitar mirar los hermosos y rojizos labios de ella, como dos gajos de toronja. Esa si sería una fruta digna de probar, sin duda alguna.</span></div><div style="color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- Sí, huelen muy bien - respondió alelado en ella. La bella muchacha le quitó de la mano el otro durazno y extendiéndolos hacia el impaciente señor del tarantín le dijo tras su hermosa sonrisa, ablandándolo:</span></div><div style="color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- Me los llevo - luego mirando a Santiago aun llena de esa gracia y seguridad que lo tenía cuativado le dijo: Yo invito.</span></div><div style="color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- No... Adelaida... gracias pero yo...</span></div><div style="color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- Yo invito - volvió a insistir ella mientras dejaba unas monedas en las manos del ya satisfecho frutero. Ella le entregó el durazno que ya había limpiado y luego se afanó con el otro dejándolo impecable. Así, sosteniéndolo luego como una copa con sus delicados dedos lo acercó al de Santiago -. ¡Salud!</span></div><div style="color: #141823; line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">El muchacho alzó su durazno y lo juntó al de ella. Los duraznos parecieron darse un beso.</span></div><div style="line-height: 19.3199996948242px; margin-bottom: 6px; margin-top: 6px; text-align: justify;"><div style="color: #141823;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- Salud - sonrió él. Ella se le iluminó el rostro todavía más mostrando una sonrisa llena de verdadera alegría. Santiago estaba mirando a una Adelaida distinta, una que no conocía y que le gustaba más. ¡Oh mi Dios! pensó ¡Qué hermosa es cuando sonríe así! Desde ese día Santiago amo a los duraznos y a Adelaida... mucho más.</span></div><div style="color: #141823;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- Te quiero pedir disculpas. Ayer en la tarde... por retirarme así como me fui... - el muchacho pareció apenado.</span></div><div style="color: #141823;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- No te preocupes - dijo ella antes de morder delicadamente la redonda y dorada fruta. Cerró los ojos -. ¡Deliciosa! ¡Qué deliciosa esta fruta! </span></div><div style="color: #141823;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- Hoy te ves feliz - observó el muchacho de las herramientas con el durazno aun a medio camino, atrapado como siempre en la belleza de ella, entre sus pecas. La forma de su rostro. Sus ojos cerrados suavemente. Sus labios de toronja -. Ayer te veías triste.</span></div><div style="color: #141823;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="font-family: inherit;">- Ayer Santiago - ella abrió los ojos y lo miró con gracia -, todavía hablando de ayer y no has probado el durazno. </span></div><div style="color: #141823;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span> Él mordió por fin su redondeada fruta y en verdad la disfrutó. Como ningún otro durazno que hubiese probado antes y no se debía a que estuviese maduro y dulce. Era el durazno que le había dado ella. Eso lo hacía distinto de cualquier otra fruta que hubiese probado jamás. Adelaida lo miró satisfecha, le mostró una vez más su radiante sonrisa y al muchacho de las herramientas casi se le cae el durazno de la boca. ¡Hermosa! ¡Adelaida es infinitamente hermosa cuando está feliz! pensó. Ella notó la cara de él y se le ruborizaron las orejas igual que sus mejillas. Sin embargo no se sintió tímida, se sintió hermosa como hace tiempo no lo hacía, se sintió bonita.</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Hoy soy feliz - dijo ella casi como un murmullo. Soy la felicidad; no tengo que ir a ningún lado, no tengo que encontrar nada. Soy una dama y estoy hecha de lo que está hecho mi corazón, y hoy está hecho de felicidad. ¡Soy una dama feliz! se dijo a sí misma en sus adentros.</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Entonces me alegro - respondió él. Y aunque él no lo tenía tan claro como ella, en ese preciso momento había dejado de buscar, en ese preciso momento no había nada que encontrar. Detuvo la travesía de su corazón. No tenía que buscar la felicidad en ninguna otra parte. Él y ella eran la felicidad.</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">Lo demás, el pasado, comenzaba a no importar. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Tan tierno - se le interpuso León a Mateo en el camino -. ¿Hablando con la hija que nunca tuviste?</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Déjame en paz - le respondió intentado bordearlo, pero León lo sostuvo del brazo. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Espero que no estés olvidando de quién es familia esa sangre de cabaretera - le dijo apretando los dientes lleno de soberbia. Mateo lo agarró con fuerza por la pechera del chaleco y lo pegó fuertemente contra la pared de una casa de la vereda.</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- ¿Cómo has dicho? - le gruñó.</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Por favor Mateo, tu sabes bien quién es Raquel y esa muchachita es de su estirpe - a León se le hacía imposible zafar la mano de su primo de sus ropas. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- ¿Cómo te atreves a llamarla...? - de pronto en la mente de Mateo se presentó una imagen muy conocida. Esa expresión la había escuchado antes, de otra persona, aludiendo al mismísimo León. Sacudiéndolo con más fuerza contra la pared le dijo:</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Dime una cosa León, ¿tiene alguna relación esa muchacha con tu amistad con el hijo de los Villafranca? Él me llegó a comentar que gracias a ti, por decirle que su prometida tenía <i>sangre de cabaretera</i> él se salvó de cometer el peor error de su vida. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- ¿Es que no lo sabes? - le respondió con malicia - ¿La muchacha del chalet? Recuerdas esa desafortunada historia ¿Cierto? Bueno, he ahí a la muchacha del chalet. Esa jovencita con su cara de inocentona no es diferente de su anciana tía. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- ¿Adelaida era la prometida de Joshep Villafranca? - dijo Mateo sintiendo un mal pesar en su cuerpo. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Lo era. Pero por suerte...</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Lo pusiste en contra de ella por tu odio a Raquel - casi le escupió el rostro. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Solo le dije la verdad y el mismo la comprobó - León lo miró con soberbia una vez más.</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Una cosa es querer recuperar lo que es nuestra herencia, otra destruir la vida de una jovencita tan buena como esa - dijo Mateo comprendiendo en su alma el por qué la pecosa le había dicho que a pesar de su edad ya sabía lo que era aferrar su corazón al dolor. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- ¿Tan buena como esa? - León rió burlonamente -. ¡Por favor Mateo! Toda tu ceguera es porque es la hija de Betania de la que también tuviste la suerte de no...</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">Mateo soltó el bastón el que cayó sobre las redondeadas piedras de la vereda sonando tenebrosamente seco. Con sus dos manos sostuvo casi en el aire a León y lo miró con todo el enojo y desprecio que le pudo brotar de adentro. León palideció, el sabía que cuando su primo soltaba su bastón de esa manera era mejor alejarse, pero en ese momento no tenía manera de como hacerlo.</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Tu alma está podrida León - le dijo entre dientes -. Has mandado a llamar al joven Villafranca solo para perturbarla a ella, para perturbar a Raquel a través de su sobrina. En pocas semanas él estará aquí por tu culpa, por tu maldad, por tu odio. Gran Papá estaría tan decepcionado de ti. Somos del linaje Bardolín, no somos malas personas, o por lo menos eso siempre he creído. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Ahora eres un ángel.</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Siempre he reclamado lo que por derecho creo es mio, pero jamás me atrevería pasar por encima de una inocente niña para jactar mi orgullo. Para sentirme poderoso. Que bajo eres León. Estás podrido por dentro. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Suéltame - le dijo comenzándose a poner nervioso -. Esa muchachita te ha cegado la razón. Nos han robado por años y ella y su tía y toda la marginal gente de este pueblo se nos interponen. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- No tienes dignidad - lo soltó casi dejándolo caer de bruces -. Tú no tienes nada de valor que se te pueda robar. Y si nosotros, los Bardolín somos todos como tú en el fondo no nos merecemos este hermoso lugar. Por eso Gran Papá fue sabio en sus decisiones. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- No menciones otra vez a ese maldito viejo... - no había terminado de decirlo cuando Mateo ya lo estaba abofeteando tan duro que le hizo sangrar la boca.</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- ¿Cómo se te ocurre? - Mateo no salía de su asombro - ¿Cómo se...? Todo esto por lo que estamos luchando, que ahora no sé si sea lo correcto, se lo debemos a Gran Papá. ¡Que has hecho tú y yo sino que comernos la gran fortuna de dejó! Definitivamente estás podrido. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Me has roto la boca - León miró sus dedos manchados de sangre, luego lo miró con total desprecio -. Voy a hundir a este pueblo, voy a echar casa por casa abajo, y estaré parado frente de cada una de ellas cuando caiga disfrutándolo. Escupiré sobre los pies de cada uno de estos pueblerinos mientras los vea irse de mis tierras. Y a la que más hundiré será a Raquel y si su sobrina se interpone la hundiré junto con ella, las ahogaré en el lodo de las ruinas que quedarán de este lugar. Y el hijo de los Villafranca estará aquí para montar, juntos, nuestras botas sobre sus cabezas mientras se hundan más y más. El tiempo está a mi favor, Mateo, y si te interpones tú, también te hundiré. Te lo juro por Dios que te hundiré. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- Estás demente - Mateo se acercó a su bastón y lo recogió. Luego mirándolo a los ojos casi fundiéndolo con el enojo que sentía le dijo: Tendrás que hundirme entonces. No sabes lo que acabas de hacer amenazándome. Eres un cobarde que solo tiene el valor de ser un calumniador para agredir a esa pobre muchacha. De ahí a más lejos eres un cobarde, no me asustas con tus amenazas. ¿Me vas a hundir? Vamos a ver quién se hunde primero. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- El demente eres tú - le gritó mientras Mateo comenzaba a alejarse mientras intentaba pulir la empuñadura de su bastón -. Somos toda la familia contra ti solo. Claro que te hundiré. Estás solo.</div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">Mateo volteó y lo miró en silencio, luego sonrió muy serenamente mirando a su alrededor, hacia todas las casas. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">- ¿Sólo? Eso vamos a verlo - se dio la vuelta y dejó solitario a León carcomiéndose en su propio odio. Maldijo cada hora que lo separaba del día en que Raquel ya no tuviese potestad sobre Los Jardines de Bardolín. Comenzó a caminar agitado por las emociones mientras se juraba a sí mismo que no quedaría una piedra sobre otra en cada paso que daba, que borraría de la faz de la tierra el más mínimo vestigio de aquel lugar. No dejaba de ver en su mente con profundo desprecio el rostro de Raquel y el de Adelaida. </div><div style="color: #141823;"><br />
</div><div style="color: #141823;">Y sabía que hundir a la pelirroja sería hundir a la Señora de Bardolín. </div><div style="color: #141823;"><span style="line-height: 19.3199996948242px;"><br />
</span></div><div style="color: #141823;"><span style="line-height: 19.3199996948242px;"> </span></div><span style="color: #141823; font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="color: #141823; font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="color: #141823; font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="color: #141823; font-family: inherit;"><br />
</span><br />
<div style="text-align: right;"><span style="color: #38761d; font-family: inherit;"><b style="font-family: inherit; line-height: 19.3199996948242px;"><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2015/03/capitulo-24.html">Lee aquí el capítulo 24</a> </b></span></div><span style="color: #141823; font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="color: #141823; font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="color: #141823; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="color: #141823; line-height: 19.3199996948242px;"></div></div><br />
<br />
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pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-68284326829053792022015-02-27T14:38:00.000-08:002015-07-31T17:39:57.027-07:00Capítulo 22<div style="text-align: justify;">Bajó con prisa las escaleras. Caminó rauda bajo la sombra del gran mango rumbo hacia la entrada de la casa. Ni siquiera volteó en dirección a los cerezos y sus ramos de flores como siempre lo hacía, ignoró el perfume del rosal que a esa hora envolvía todo el patio de la casa de la tía abuela. Al cruzar el umbral de la entrada se detuvo de pronto, al escuchar la voz de la dama de damas conversar con alguien. Miró sobre sí misma ¿Dónde podría esconder el libro de Maira? Que tenía prohibido sacar de la biblioteca cualquier libro por pequeño que este fuera. Sin pensarlo más lo deslizó por su espalda sostenido por la cintura de su falda, lo bastante alta como para que sus cabellos de cobre lo cubrieran como unas cortinas de fuego. Se quedó de pie muy erguida donde estaba, con los ojos cerrados respirando profundo tratando de estar calmada, serena, verse cotidiana. Escuchó la voz de él. Ni calmada ni serena, aunque podía aparentarlo. Suspiró hondamente una vez más, levantó la barbilla y caminó en dirección a la cocina con paso suave. Observó, mientras iba a través del pasillo que comunicaba el salón trasero con el resto de la casa, al joven de las herramientas que sentado frente a la mesa redonda del comedor, bebía de un vaso de cristal, cristalina agua. Parecía atento a lo que, sea lo que fuere, le decía la tía Raquel. Caminó de tal forma que sus botas no hicieron ruido, aunque temía que su corazón sonara tan duro que en la acústica del pasillo fuese a retumbar delatando su cercanía. Se sintió ruborizada, se descubrió a sí misma insegura de saber cómo actuar ante aquel que decía que ella lo iluminaba todo. ¿Cómo ha de actuar una lámpara cuando es consciente de su propia luz? Oh ilusa, pensó, tú no tienes luz, si mucho reflejas las luces que vienen de otros lugares. Sin embargo su ánimo no decayó y sin más, camino hasta quedar a la vista de su anciana tía, la que volteó a mirarla llenándosele el rostro de picardía. Acto reflejo Santiago volteó a mirarla también, con el corazón subiéndole por la garganta. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Apareció la bella durmiente - comentó graciosa la dama de damas.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Buenas tardes - saludó Adelaida mirando hacia los ojos de aquel joven que la miraba de nuevo de esa manera que le hacía sentir que tenía la bota izquierda en el pie derecho, y viceversa.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Buenas tardes señorita - respondió el muchacho de las herramientas sintiendo cómo sus manos se le ponían heladas de los nervios. Aunque por fuera de él todo pareciera estar en equilibrio. Notó que la preciosa pelirroja llevaba en sus manos la nota que le había dejado minutos atrás. Tragó hondo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Por favor mi niña - Raquel con entonación cariñosa la invitó a acercase con un gesto -. Ven siéntate con nosotros para que pruebes algunos bocadillos mientras conversamos.<br />
<br />
La muchacha miró la mesa y las pequeñas tartaletas que provocativamente estaban en el centro de ella, aunque la verdad no deparó en el postre tanto cómo lo hizo con sus propios pensamientos. Pareció dudosa un segundo, pero al siguiente avanzó sin más y se sentó cerca de su tía abuela.<br />
<br />
- Santiago me ha dicho que dormías plácidamente recostada de la mesa del ventanal - continuó su tía.<br />
<br />
- Me he sentido cansada, me recosté y sin quererlo me he quedado dormida - respondió la pecosa, sonando algo formal, sin atreverse de pronto a poner su mirada en el joven. La dama de damas miró a Santiago un segundo, y lo encontró perdido en la belleza de Adelaida. Parecía mirar un paisaje que el solo pudiese apreciar. Tuvo la idea de estar observando a su amado Bécquer diciendo "el alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada" -. Yo... no sé por qué no me despertó tía.<br />
<br />
- Oh preciosa... yo no subí a la biblioteca - contestó la tía abuela mientras tomaba una tartaleta. La muchacha se le pusieron las orejas sanguíneas y las mejillas muy coloradas. ¡A solas estuve todo el rato con Santiago! pensó. Y de la vergüenza paso del rubor a la palidez. La bella pelirroja miró al muchacho de las herramientas el que estaba presente corporalmente, pues sabe donde Dios, lo envió a volar junto a su corazón atrapado en la hermosura que le cautivaba de ella.<br />
<br />
- Eh... - A Adelaida no le salió palabra aunque intentó decir algo para disimular su vergüenza. <br />
<br />
- Pero Santiago es todo un caballero. Se dedicó a hacer su trabajo logrando no turbar tu sueño - le sonrió Raquel. El muchacho se espabiló al escuchar que lo nombraban.<br />
<br />
- No quise molestar - respondió a la pecosa pero mirando a Doña Raquel.<br />
<br />
- No es de una dama estar dormi...<br />
<br />
- ¡Luisa Adelaida! ¡Por el Amor de Dios! - su tía abuela la miró moviendo la cabeza de un lado a otro desaprobando de nuevo el repentino pragmatismo de su sobrina. Santiago se tensó un poco, conocía un poco a la Adelaida de los vasos de jugo.<br />
<br />
- Tía... se ve mal que una dama esté dormida a solas en el lugar donde un extraño trabaja - se escuchó a sí misma y quiso frenar su boca impetuosa pero no pudo.<br />
<br />
- Muchacha... - la dama de damas respiró profundo domando el trago amargo que se le movió en el pecho - Santiago en esta casa no es un extraño.<br />
<br />
- Lo sé tía. La extraña soy yo - ¡Qué me pasa! se regañaba la pecosa internamente sin saber porque se había puesto a la defensiva.<br />
<br />
- Yo pido disculpas... yo debí avisarle Doña Raquel... - Santiago trataba de pensar muy bien que iba a responder - pero es que vi que la señorita descansaba tan plácidamente, cómo si estaba en un sueño amable que pensé que sería casi tanto cómo un pecado despertarla.<br />
<br />
Adelaida impulsiva tomó una tartaleta y se le quedó mirando pero sin observarla. Solo lo hacía por no saber que otra cosa hacer ante las palabras del muchacho.<br />
<br />
- Discúlpeme señorita Adelaida - esta vez el joven miró a la pecosa lleno de total honradez. <br />
<br />
- Adelaida - solo respondió ella.<br />
<br />
- ¿Mmm? - él no entendió.<br />
<br />
- Me puedes decir Adelaida - dijo la pecosa aun pareciendo algo fría. Raquel se sonrió a solas. Eso es todo, está nerviosa, meditó. La muy bravía sobrina mía solo está aterrada ahí donde está.<br />
<br />
- ¿Qué es ese papel que tienes en la mano? - la dama de damas tratando de suavizar el ambiente intentó buscar un cambio en el tema de conversación. Pero al contrario a Adelaida pareció írsele del rostro toda la sangre, ni mucho menos que decir de Santiago. Los dos se miraron de pronto cómo en una silenciosa complicidad, buscando el uno en el otro algún tipo de amparo.<br />
<br />
- Nada de importancia tía - dijo la pecosa bajando la mano en que la tenía hacia bajo de la mesa sobre su falda. Sin embargo Raquel no le creyó. Y con la sabiduría que los años y la vida le habían dado dedujo que esa nota se la había dejado Santiago. El misterio real del asunto era saber su contenido, pero incluso era algo que ella respetaría con toda su alma. Si la pecosa quería compartirlo ella gustosa la escucharía, de ser al caso contrario respetaría su silencio.<br />
<br />
- Está bien... - la dama de damas se puso de pie y fingiendo repentino cansancio miró a Santiago - Te dejo en buenas manos y gracias una vez más por tu ayuda. Ahora soy yo la que se va a dormir un rato. Luisa Adelaida te encargo a nuestro invitado. Trátalo bien.<br />
<br />
La pecosa se quedó muda, apenas pudo asentir viendo con gesto de desamparo, a su tía abuela la que comenzó a alejarse sin siquiera mirar de nuevo hacia atrás. Santiago estuvo apunto de decir que se iba, pero todo su cuerpo estaba anclado a esa silla. Estaba a solas con ella, con la que estaba a diario en sus pensamientos, la que era objeto de su ilusión, en ese momento era objeto de su realidad, estaba frente a él, hermosa de formas imposibles de describir para su alma, la única acción que conseguía todo su ser era admirarla y, porque no decirlo, comenzar a amarla. Adelaida volvió a subir sobre la mesa su mano donde sostenía la pequeña nota. Los dos se mantuvieron en silencio no se sabría decir cuanto tiempo, cómo aquellos que tienen tanto que decir que las palabras no sirven para mucho.<br />
<br />
- Gracias - dijo la pecosa al final dejando de luchar con ella misma y relajando su cuerpo. Mas no levantó la mirada de la nota.<br />
<br />
- ¿Por qué me das las gracias? - Santiago no podía quitar los ojos de la pensativa pelirroja.<br />
<br />
- Por estas palabras - Adelaida pareció lejana de pronto, era cómo un halo de luz frente a él.<br />
<br />
- No es nada - respondió él amablemente.<br />
<br />
- Nadie me ha dicho nada así antes. Nunca he sido luz para nadie - parecía estar aun en otro tiempo, hablando desde un lugar lejos del presente.<br />
<br />
- Lo mismo pensarán muchas estrellas y sin embargo, sin que ellas lo sepan iluminan las horas de uno que otro soñador - respondió casi ajeno a sí mismo, cómo si una parte de su alma hablara por él. La pecosa lo miró a los ojos. Sin darse cuenta intentaba encontrar entre las pestañas de Santiago un rastro de mentira, las palabras hermosas son peligrosas sino están hechas con el corazón. Sino son auténticas, solo son sonidos hermosos con filos ocultos. Pero en los ojos que ante ella la miraban solo encontraba una apacible y cálida mirada, que no la hacía sentir invadida, que por alguna razón la hacía estar muy consciente de ella misma.<br />
<br />
- Pero incluso las estrellas brillan - la voz de Adelaida se llenó de un dejo de tristeza.<br />
<br />
- ¿Qué quieres decir? - Santiago percibió el letargo de su musa.<br />
<br />
- No, nada. No me hagas caso.<br />
<br />
- ¿Incluso las estrellas brillan? ¿Saben las estrellas acaso que brillan ante el ojo que las admira?<br />
<br />
- ¿Qué quieres decir? ¿Siempre hablas así?<br />
<br />
- Yo... disculpa... Solo quiero decir que... - Santiago se ruborizó, se sintió como un bicho raro como de costumbre. La verdad no sabía como ponerlo en palabras comunes. ¿Cómo? ¿si esto en mi pecho no es nada común? se dijo a sí mismo en sus pensamientos. Adelaida se arrepintió de haberle interpelado con su última pregunta.<br />
<br />
- No importa Santiago... Gracias de igual manera por las notas... - se volvió a poner pálida. Se le escapó cómo un avecilla de entre las manos, la alusión a la otra nota. Ella no sabía de quién era aquel mínimo pergamino que encontró junto a una rosa en su ventana en una de las mañanas anteriores y aquel deseo oculto o presunción de que era de Santiago terminó traicionándola.<br />
<br />
- ¿Las notas? - preguntó el muchacho de las herramientas pareciendo extrañado. La pecosa sintió un frió molesto dentro de ella. Él pareció desconocer sobre la nota anterior. ¿De quién era? Casi que ya se lo creía, pues Santiago parecía hablar de la misma manera en que estaba escrita aquellas breves líneas en aquel renuente papel de confesar su procedencia.<br />
<br />
- La nota, quise decir. Disculpa - Adelaida pareció una vez más, hundirse dentro de ella misma en un pensamiento lejano.<br />
<br />
- No te preocupes - respondió Santiago pareciendo por su lado hundirse en su propio pozo de pensamientos. Luego de unos segundos en silencio comentó:<br />
<br />
- Galleta habla mucho de ti.<br />
<br />
- Lili es muy bella - respondió la pelirroja sonriendo taciturna aún.<br />
<br />
- Siempre me comenta sobre ti. Te estima mucho - el muchacho de las herramientas hizo larga pausa. Casi dolorosa - Cuando te vayas de Bardolín será muy duro para ella.<br />
<br />
Cierto era que Santiago decía la verdad, pero indirectamente le confesaba a la muchacha de cabellos de fuego, que para él también sería una pena. La pecosa se estremeció con esa idea. ¡Volver! ¿Quería realmente volver? Todo lo que perdió en la ciudad, todo se le vino encima de un momento a otro, aunque toda la vida que quería vivir, el estilo de vida que siempre recreó en su mente estaba en los encantos de la ciudad, en su modernidad, se sintió jalada en dos direcciones. Bardolín era un lugar que se había metido en su corazón, aunque no estaba segura si podía estar ahí demasiado tiempo antes de desear salir corriendo hacia la estación del tren para regresar a su casa. Pero el imaginar alejarse de su tía abuela, de no ver más a Lili y a Fabián, al gran Gaspar y a Margot, se le hizo un nudo en el pecho. Buscó consuelo en la mirada de Santiago, cómo si de alguna manera su presencia le pudiese mostrar un pequeño trazo del futuro. Él, pensó ella, lo tengo frente a mi y me siento tan segura, me siento intrigada a la vez, no sé si del futuro, no sé si del misterioso corazón de Santiago. ¿Tiene sentido dejarse llevar por todo esto? No soy de aquí, él no es de allá. Pero incluso Dios quiso ponernos uno frente al otro. ¿Por qué? Va ser muy duro irme. ¿Dios por qué?<br />
<br />
- Para mi también será muy duro - respondió al final, tras una sonrisa triste - pero debo volver. <br />
<br />
- Lo sé - él también pareció triste -. Lo importante es que estés donde estés te encuentres bien y feliz.<br />
<br />
La pecosa lo miró atrapada entre su corazón y su realidad. ¿Feliz? Sus ojos se le enrojecieron, mientras luchaba porque sus lágrimas no se le escaparan como fugitivas de su pena interior. Se quedó en silencio porque pronunciar palabras no le era posible en ese momento. Su ser no se podía expresar de otra manera pues lo que le recorría su alma era inefable incluso para ella misma. Volvió a hundir la mirada sobre la nota que aun estaba dentro de su mano, como un ave en su nido. Y sintió la loca necesidad de sacar de su cintura el libro que traía oculto y poder ojearlo. Sin embargo alzó sus pequeños y hermosos oscuros ojos a los de Santiago.<br />
<br />
- Aquí siempre serás bienvenida - dijo él sin más. Y las lágrimas silenciosas de Adelaida se vertieron sobre sus pecas, se deslizaron por sus mejillas, sin prisa, abundantes en sentimientos. Movido por su corazón conmovido el muchacho de las herramientas la sostuvo de una de sus delicadas manos. Ella sintió su pecho sonar con fuerza.<br />
<br />
- Gracias - murmuró ella.<br />
<br />
- Adelaida... - cuando Santiago pronunció su nombre, cuando la llamó directamente por su nombre, se sintió sacudido y lo que iba a decir se le nubló de la mente. Solo giraron como en un espiral unos versos, que una y otra vez le sonaban en la cabeza. Tenerla de la mano una vez más lo movió por dentro en todas direcciones. ¿Por qué tiene que irse? gritaba su corazón.<br />
<br />
- Adelaida... - una vez más la nombró, sin saber que decir más allá de eso. Tenía los llorosos ojos de la pecosa sobre él muy atentos, abiertos sin pestañar. Y no pudo más con la idea de que un día, tal vez muy cercano, ella ya no estuviera cerca. De que estuviera tan lejana como esas estrellas que alumbran sin saber a algún soñador. Se puso de pie.<br />
<br />
- Me tengo que ir - dijo soltando suavemente su mano que pareció la separación de ambas, una tierna caricia. Ella lo miró sin decir nada. A él le pareció que ella le gritaba con sus ojos que aun no se fuera, pero tal vez solo era lo que él deseaba creer -. Ya se está haciendo de noche.<br />
<br />
La pecosa se mantuvo en silencio solo lo miraba, lo que conmovía aun más a Santiago. Miró hacía la mano de la pelirroja triste, en la que tenía la nota sostenida y volvió a notar que en su cabeza seguían girando unos versos en concreto. Y mirándola de nuevo a los ojos le dijo:<br />
<br />
- Sí tienes luz - le dijo siendo el que nunca había sido. El tímido se iba en la cercanía de tan bella dama y surgía de adentro de él, un Santiago distinto, que de un momento a otro el mismo desconocía. Caminó alejándose de ella, de la silenciosa pelirroja, pero estando cerca del jardín central se detuvo y se giró de nuevo en su dirección. Adelaida se mantenía en absoluto silencio todavía, sin apartar la mirada de Santiago, sumergida en el misterio de sus emociones.<br />
<br />
- Respecto a la otra nota... - le dijo lo suficientemente alto para que ella lo escuchara - "Cuidaría el paso de tus botas trenzadas y con una cinta blanca ataría para ti la luna llena. Y besaría tus ojos, y soñaría en tus pecas...<br />
<br />
Ella comenzó a llorar aun más.<br />
<br />
- "Serías mi reina coronada con cayenas" - se quedó de pie donde estaba unos segundos mirándola. Luego volvió a decirle:<br />
<br />
- Tienes luz Adelaida - se dio la vuelta y salió por la entrada principal rumbo a la vereda.<br />
<br />
La pecosa lloraba, no sabía por qué, si de tristeza, si de emoción, si de gratitud, si de miedo. No podía detener su caudal y guiada una vez más por la mano invisible de su alma se puso de pie y caminó hasta su habitación con prontitud y se asomó por su ventana para ver en el último momento a Santiago pasar de largo. Trató de llamarlo, trató de dirigirse hacia la vereda y alcanzarlo. Sin embargo se quedó clavada donde estaba. Luego de un minuto de contradicciones se dejó caer sentada sobre su cama. Miró hacía su mesa de noche y se acercó, revisó dentro del interior y tomó la pequeña nota de la rosa y la puso entre sus manos junto a la que había recibido esa tarde de Santiago y por un impulso desmedido las besó. Con profundo amor las guardó ambas dentro de su mesa de noche y tomando el libro de Maira de su cintura, leyó aun con la mirada nublada por lágrimas imposibles de traducir:<br />
<br />
<br />
<br />
<div style="text-align: center;">II </div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: center;"><i>LA FELICIDAD</i></div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><i>"No la busquéis. Creedme. No la hallaréis. No tiene sentido buscar lo que ya tienes. Dejad la búsqueda. ¿Recordáis que ya la habéis encontrado? ¡Amor y Felicidad son distintas cara de lo mismo! Sólo cuando dejéis de buscarle le encontraréis, pues no tenéis que iros a ninguna parte, ni tenéis que encontrar nada, ni nadie os podrá decir donde está. Mirad en el espejo la felicidad y veréis que ya la lleváis a cuestas. Tú eres la felicidad, no hay nada que encontrar, os juro. Sin embargo, todo habéis de sentiros dentro de vuestro ser. Vivid dentro de vuestro propio reino que es vuestra alma. Alegraos de vuestra alegría, os digo la verdad. Cuantos caminos recorrí para perderme en la tristeza. Acepté mil promesas, por no escuchar lo prometido por mi corazón. Sé, porque donde hoy te encontráis ya he tropezado yo, que tenéis miedo. ¿Pero que es el miedo sino una idea que no queremos que se materialice en nuestra vida? Escucha a vuestra querida Maira. </i></div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>No temáis. ¿Queréis ser feliz? No temáis. ¿Queréis ser amada? No temáis. En verdad os digo que el miedo solo es un pensamiento. La felicidad no. Tú eres la felicidad. Cuando pensáis en la felicidad o en la tristeza con miedo, te estáis negando a ti misma. No penséis, ni temáis, sed tu misma. Yo sé, porque he de saberlo por mis vivencias, que has sido lastimada, y el dolor aun te duele donde ya no queda herida alguna. ¿Recordáis que me entregué a brazos carentes de amor? Me entregué por miedo, porque fui engañada, me prometieron la felicidad cómo algo que no era mío. Como algo que debía atar y armar, construir y sostener para merecerlo. Nunca logró hacerme feliz aquel, que no sabía ser feliz él. Y tarde comprendí que Juan - conservadle aun más en la memoria - era feliz y por eso me amaba, porque su felicidad era mi felicidad y la mía la de él. Porque a su lado no había nada que buscar, nada que pensar, nada que hallar. Porque él era simplemente feliz estando cerca de quien os escribe. Porque él no buscaba la felicidad en mi porque ya la había encontrado con solo estar. Así el vivía en mi y yo en él, pero yo tenía una idea, basada en la creencia que carecía de lo que era imposible ser desprendida. Y corrí en la dirección de aquel que buscaba con miedo como yo, lo que nunca encontraréis, porque la felicidad ya está cuando decides llegar, cuando dejas de buscar. </i></div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>No me toméis en vano, y detén tu travesía. Ni cerca ni lejos le hallaréis. Que cuando dejéis de buscar, veréis el por qué no le encontrabas. ¿Si buscáis por la habitación el vestido que lleváis puesto le encontraréis? Os aseguro que saldrás lejos de la habitación para buscarle y aun no le encontraréis en ningún lugar. Sin embargo el vestido nunca estará perdido, ni en necesidad de ser encontrado. Solo de ser entendido sobre las pieles, reconocido sobre vuestra propia belleza. Escucha a Maira, no os digo nada en vano. Mientras escribo estas líneas para vuestro corazón ya no busco la felicidad. Es mi deseo que mientras me leéis, tu detengas vuestra búsqueda. ¡Y corred hacia el Amor, hermosa, que nunca vuestros pies irán tan veloces! Solo los felices saben amar. Ama a aquel que es feliz en tu presencia porque no tiene que buscar en ningún lugar su felicidad, porque ya la ha encontrado en él, en su propio amor, y en el amor que vierte hacia ti.</i><br />
<i><br />
</i> <i>Los que tienen miedo buscan y buscan y nada o poco encuentran. Pero la felicidad no es a medias. Es o no es. Pero la buena nueva es que siempre es y siempre está. Escuchad lo que te dice el corazón que por sabio no usa de las palabras cómo la razón, que se pierde en lo relativo, en lo supuesto, en lo que puede tener distintos significados aunque la emoción sea una sola y ardiente en el latiente pecho. Sin embargo, hermosa, tú quien lees, tenéis el derecho de no creerme. Pero me creeréis. Os aseguro. Mas sino me tomáis en vano, será breve el camino, porque no hay distancias que recorrer hacia uno mismo. Por eso no hay que ir a ningún lado ni encontrar nada. Solo reconocer que eres lo más hermoso que puedes mirar en cualquier reflejo porque eres felicidad que se reconoce a si misma, viva, apasionada, generosa, eterna en dimensiones. ¿Comprendéis semejante presente de los Cielos? Feliz para amar y para ser amada. Amada por ser feliz. Feliz por ser amada. No busquéis más. Tú eres la Felicidad."</i><br />
<i><br />
</i> Adelaida cerró el pequeño libro al terminar el capítulo.<br />
<i><br />
</i> - No hay que ir a ningún lugar - dijo para sí misma mientras cerraba los ojos. Miró a Santiago dentro de sí, y estuvo segura que ella podía ser vista por Santiago dentro de él. Ningunos lugares donde ir, nada que buscar, porque ya está ahí todo y en todas partes. Tengo luz, se dijo en sus pensamientos al recordar las palabras del muchacho de las herramientas. Y se sintió segura, tranquila, por un momento el pasado y el futuro no importaban, el allá y el aquí eran indiferentes porque en el ahora, es el único momento donde se está y el único lugar que existe. Se sintió iluminada y se sintió iluminar. Y se abrazó a ese bienestar con tanto deseo. Así quería sentirse siempre.<br />
<br />
Feliz. <br />
<br />
<br />
</div><br />
<br />
<div style="text-align: right;"><b><span style="color: #38761d;"><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2015/03/capitulo-23.html">Aquí puedes leer el Capítulo 23</a></span></b></div><br />
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<br />
<br />
</div>pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-85921788733644523532015-02-16T11:57:00.000-08:002015-11-01T00:36:17.499-07:00Capítulo 21<br />
<div style="text-align: justify;">
- ¿Cómo le estará yendo a Adelaida con tu tía Raquel? - preguntó a Betania mientras sacudía unas pelusas que habían caído sobre su sombrero. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Le irá bien - le respondió ella -. Estará aprendiendo a ser una gran dama. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Hace ya casi tres meses que la dejaste allá. Nunca la hemos tenido tanto tiempo lejos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Betania suspiró. Era cierto. Sin embargo ella creía firmemente que Luisa Adelaida tenía que ser corregida. Enderezada un poco. Lo que sucedió en la casa de los Villafranca debía ser remediado. ¿Cómo era posible que la niña de sus ojos hubiera puesto a la familia en tal situación? Se suponía que su hija era una dama plena, que jamás daría un motivo de vergüenza a los Castelán Buendia. Aunque Gregorio no tenía claro que había sucedido, ella sí. Sabía cada detalle de la boca de la pecosa y para ocultar su gran vergüenza y su gran dolor, hacía creer a todos que lo que había sucedido era lo que se rumoraba. Adelaida se había embriagado y había perdido el control molestando de sobre manera a su prometido, Joshep Villafranca. En algo había fallado como madre, se torturaba, intentó hacer de su pequeña una mujer digna de un príncipe, pero no alcanzó a comportarse como la princesa que debía ser. Había perdido todo en un minuto, de un momento a otro su hija había pasado de ser la prometida del hijo del alcalde a ser la burla y menosprecio de los demás. Desde entonces Adelaida había perdido su luz, se había endurecido; se encerraba horas, incluso días en su habitación y no dejaba verse ni oírse. A veces cuando la veía salir deseaba poder abrazarla, pero su orgullo se movía por dentro como un dragón furioso y se mantenía distante, lejos de la pelirroja silenciosa. Sin embargo Betania lloraba como era de esperarse de una dama como ella, con murmullos y suspiros, oculta en los rincones de su casa donde nadie sospechara su tristeza y su dolor.<br />
<br />
- Me escribió una carta - dijo lejana en sus pensamientos.<br />
<br />
- ¿Cuando? ¿por qué no me habías dicho nada? - se acercó Gregorio hasta Betania.<br />
<br />
- Fue ya hace tiempo. No decía nada importante, cosas de muchacha. No está acostumbrada a estar bajo la tutela estricta de una dama como la tía Raquel y escribió un montón de mentiras solo para que la fuéramos a buscar - respondió con gesto cansado e indiferente.<br />
<br />
- ¿Mentiras? Adelaida no dice mentiras - él negó con la cabeza renuente a creer todo aquello.<br />
<br />
- A mi también me cuesta creerlo, pero se ha atrevido a decir de la tía abuela Raquel está loca, que anda descalza por la casa, que habla a solas con su muñeca. Todo eso es mentira.<br />
<br />
El padre de la pecosa se quedó en silencio. Sabía que Doña Raquel era toda una dama. Entre las más respetables que había llegado a conocer alguna vez, la tía abuela de Betania era única. Muy formal, elegante, sorprendentemente culta. Jamás se le ocurriría imaginar que tan respetable dama pudiera ser tratada de loca, menos por Adelaida. Y aquello de que hablara con una muñeca y que caminara descalza por su casa, eran imágenes que solo podían salir de la imaginación de su joven hija, la que parecía estar desorientada. Jamás olvidaría la noche que la levantó de la entrada de su antigua casa al otro lado de la ciudad, la misma noche en que se corrió la voz que su pequeña se había excedido de copas, para mostrar su verdadera educación ante los Villafranca y las demás familias prestigiosas del Este de la ciudad.<br />
<br />
- Se acerca su cumpleaños - comentó nostálgico tratando de evadir sus pensamientos anteriores.<br />
<br />
- Sí Gregorio. Se me estaba ocurriendo que podríamos ir a visitarla para su cumpleaños - Betania pareció llenarse de un poco de emoción.<br />
<br />
- Pensaba que mejor la traíamos de vuelta - volvió a sacudir su sombrero aunque ya no había nada en él.<br />
<br />
- Solo si está lista para volver - Betania lo observó unos segundos meditativa, luego prosiguió -. Aunque la verdad ya son tres meses y podríamos estar abusando de la hospitalidad de mi tía abuela. Tal vez tengas razón. Pero vamos a buscarla para días de su cumpleaños.<br />
<br />
- Faltan pocos días, un par de semanas y es su cumpleaños. Ya está terminando Marzo - Gregorio pareció más relajado.<br />
<br />
- Para el 5 de Abril ya estaremos allá - aseguró la madre de la pecosa.<br />
<br />
- No le vayas a escribir, para que sea una sorpresa. Seguro se alegrará mucho de vernos - sonrió mirando a su esposa buscando su complicidad.<br />
<br />
- Le escribiré solo a la tía abuela - respondió ella sin mirarlo -. A ella sí le debo avisar que vamos para allá.<br />
<br />
- Me parece bien, entonces escríbele hoy mismo para que la carta le llegue con tiempo.<br />
<br />
- Hoy mismo lo haré - respondió ella, cayendo en un silencio distante.<br />
<br />
Gregorio por su parte se llenó de alegría. Por fin tendría de vuelta a su amada hija en casa, a su hermosa niña pelirroja. La que se negaba ver crecer y entender que era una mujer entera y no su pequeña, la que podía levantar en brazos como en días antaños cada vez que quisiera. Los Jardines de Bardolín no era lugar para su Luisa Adelaida, ella estaría mejor junto a ellos de vuelta en la ciudad, pensó con firmeza. Adelaida volvería con ellos a casa pronto... <br />
<br />
Se juró que así sería.<br />
<br />
<br />
<br />
La pecosa estaba junto a la mesa del vitral, se había vuelto su lugar favorito dentro de la biblioteca de la tía Raquel. Tenía sobre ella una buen cantidad de libros que habían ganado su curiosidad aquella tarde mientras recorría los estantes. En particular se había fijado en un pequeño libro que estaba casi a escondidas, en un oscuro rincón sobre una vieja repisa. Estaba prácticamente sin portada, y en muy tristes condiciones. Por alguna razón lo había tomado entre sus manos, quizá esa misma sensación de misterio que envolvía a tan arrinconado libro. ¿Cuál sería su contenido? Ni siquiera el nombre tenía en su deteriorada portada, ni en las páginas principales. Lo había dejado para luego y después de haber leído otros relatos, incluso muchos a medias, volvió su interés sobre aquel pequeño antiguo libro. Lo abrió con delicadeza, como si temiera que fueran a quebrarse sus páginas como las hojas secas de los árboles en pleno verano. Lo ojeó saltándose grupos de páginas enteras y observó que se trataba de una historia, o una especie de diario, no era un libro temático como muchos otros que había encontrado en aquel lugar, entre las estanterías de la biblioteca del tío Guillermo. Se decidió a leerlo, en definitiva no era una historia de tantas páginas y quería desahogar la curiosidad que le producía tenerlo entre sus manos. Regresó a la primera página y comenzó a leer:<br />
<br />
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
I</div>
<br />
"<i>Si alguna vez habéis dudado de la voz de vuestro corazón, si las frías manos del desconsuelo han tomado las vuestras para llevaros por caminos inciertos, si habéis sentido que el amor es un fantasma escurridizo o un niño caprichoso que juega con vuestra alma, os invito a seguir por el sendero de estás líneas. Las sombras no se irán hasta que no se encienda la luz de vuestra lámpara, esa que ilumina desde el trémulo silencio de vuestras lágrimas. Puesto que esa luz debe volver a vuestra sonrisa, sigue estas líneas. Tú, quién quiera que seáis. Confía en mis palabras que sé que vuestra tristeza no se diferencia de la mía en el dolor, en la desesperanza; pero igual sabe, tú, quien lees, que de igual manera vuestra felicidad no es distinta de la mía en grandeza, en dicha, en el festivo latir de mi corazón amado. Yo, en horas de ensueños, donde mis días estaban llenos de las más grandes ilusiones, creía que el amor era eso que dentro de mi hacía su hogar. Creía que nunca podría caer de los altos pedestales de mis propios sueños. Pero no dudéis que hasta las aves pueden caer de su vuelo, a por culpa de la puntería del cazador, a por culpa de la puntería caprichosa del destino. ¡Oh que ilusa fui en el espiral ligero de mi vuelo! ¡Oh, yo, confié en la mano de mi propio acechador! No fue a mi a quién devoró en mi caída, sino a todos mis sueños, sino a todo lo que creí que yo era. Belleza, inteligencia, juventud, libertad, grandeza. Todo ello fue devorado de un momento a otro, en brazos de mi propia confianza... más no te lamentéis por mi, que el reloj de arena ya se ha dado vuelta y cada grano se vierte hoy en sentido contrario.</i><br />
<i><br />
</i> <i>¿Vuestra alma en horas de altos luceros, mientras el mundo duerme no os ha atormentado con incesantes preguntas sobre el amor? Sabe que mi alma igual me atormentaba, hasta que cansada de cargar con la tristeza mía, dejé de buscar respuestas y di por hecho, ¡Oh desgracia mía! que el amor por no existir, no tiene respuesta. Y no supe que tristeza fue peor, la que me trajo el destino, o la que yo misma elegí. Huí, huí lejos de todo aquel que mirara en mi un rastro de belleza. Huí, me aparté lejos de todo aquel que encontró en mi inteligencia. Huí, le di lejana distancia a todo aquello que era propio de mi lozana juventud. Huí, hacia una idea nueva de libertad, para hacer de la misma una celda. Huí, me alejé de mi misma, tanto como el cuerpo y el alma me lo permitiera en su insospechado estrechamiento. Sí, así huí de todo lo que creía, o porque estaba mal seguir creyéndolo, o porque me dolía que fuese real lejos del alcance de mis manos llenas de tanto miedo.</i><br />
<i><br />
</i> <i>Pero estoy aquí en vuestra presencia para contaros la historia de mi corazón. Sabe que la esperanza se pierde con la llegada del Amor ¿Acaso tendréis que esperar algo más cuando haya llegado? Os te digo, que el Amor es no tener que esperar más. Pues el Amor es la certeza de que todo a llegado a vuestra vida, solo basta ir a por ello, por aquello que vuestro menester deseo pida, puesto que ahí está. Así que os pido vuestra atención para iniciaros mi confesión, tú, que si has llegado hasta estas líneas, sé que vuestras alas están quebradas. No te angustiéis, no las necesitarás más para volar, mas os juro, volaréis. </i><br />
<i><br />
</i> <i>Nací en un pequeño poblado, de pocas calles y dispares casas, donde por sabe Dios que costumbres, solían llamar a todas las niñas María, por aquello de la Madre del Redentor y aquello de la pureza. Mi madre, mujer nacida para hacerle frente a la vida, decidió que yo no sería otra María más del pueblo, que muchas de puras tenían poco. Aun así, vuestra comprensión entenderá, que en el fondo mi rebelde madre temía de su Dios, como buena creyente. Así que, no fui otra María más, pero en fin por aquello de la pureza, terminé bautizada con el nombre de Maira. Otra manera de decir María. Del resto os confieso que fui criada como las demás Marías, mis hermanas y vecinas, aunque sentía, o por capricho mío, creía que mi destino sería mejor por tener otro nombre. Igual aprendí, que el dolor de todas ellas, fue mi mismo dolor. No importa por eso vuestro nombre, sino reconocéis quien eres en vuestra alma. </i><br />
<i><br />
</i> <i>Mi infancia fue como el de todas las flores en la primavera, llena de vívidos colores, con los pétalos abiertos al sol. Más feliz no se podía ser. Y en mis acariciadas ilusiones creía que todo aquello de llamarme distinta me llevaría por caminos distintos. De seguro diréis, que apuesto que sois más inteligente que yo, que son cosas de chiquillas, que las edades mozas son para eso, para malgastarse en sueños escritos a la orilla del mar de la inocencia. Sin embargo, os confieso, llegué alcanzar mis años de señorita con dicha idea como un tesoro. "Maira hallará el Amor como ninguna María lo hizo jamás" Os juro, que llegaron las hora que quise llamarme o no llamarme de ninguna manera. Recuerdo mi primera tristeza, las lágrimas de mi madre junto a la partida de mi padre. Mujer de fortaleza, la que no fui yo en mis tiempos de tormenta. Mi madre alzó el rostro al ver a su amado partir, caminó de frente al mundo, y yo seguí su ejemplo, incluso, en aprender a llorar a solas, en el claustro de mis aposentos, lejos de la mirada de las buenas y de las malas intenciones. Mi vida dio su primer aviso de tormenta, más mi esperanza quedó en su mismo lugar, inamovible. Yo sería feliz. </i><br />
<i><br />
</i> <i>¿Habéis visto algo más hermoso que una rosa? Si vuestra curiosidad os acosa, os confieso que para mis ojos no hay nada más hermoso que un rosal. En un rosal, solo pueden suceder cosas buenas..."</i><br />
<i><br />
</i> Adelaida apartó su mirada del libro, pensativa y melancólica. No Maira, te equivocas, pensó, sí pueden suceder cosas malas cerca a un rosal. Aquella lectura la estaba envolviendo rápidamente, pero aquello del rosal... Recordó su más triste noche, en la que dio todo su amor a Joshep. Cierto era, como acababa de leer, que vivió horas en que no quiso tener nombre, que vivió horas en que todo en lo que ella había llegado a creer que era, ya no importaba. Donde todo lo que era su mundo se le desmoronó debajo de los pies. Posó sus ojos sobre las líneas un poco taciturna, podía entrever, que Maira había logrado ser feliz, o eso era lo que quería creer entender. Incluso así, se dijo a sí misma que ella no era Maira, que ella no tenía una historia interesante que contar sobre el amor y menos para ponerse en un libro, sin embargo, no pudo evitar que pasara por su mente lo que había leído unos minutos antes:<br />
<br />
- "<i>No importa por eso vuestro nombre, sino reconocéis quien eres en vuestra alma" - </i>releyó las palabras mientras las pronunciaba casi como un susurro. Volvió a buscar la última línea que había leído y llena de un poco de contradicción prosiguió su lectura:<br />
<br />
"<i>En un rosal, solo pueden suceder cosas buenas. Claro que me apremio a recordaros de las espinas, pero perdonadlas, no son maldad de las rosas. Tú, quien lees, apuesto lleváis vuestras espinas a flor de piel y ¿eso te hace menos hermosa? Ya aprenderéis del rosal, como yo, que vuestras espinas están en el tallo para defenderos del mundo, pero vuestros pétalos y hermosura están arriba en la rosa. Así sea el tallo vuestro cuerpo, y la rosa vuestra cabeza. Entenderéis que lo que hace bello al rosal, es la cabeza y no el cuerpo del rosal. Os juro que creo, firmemente, que en algún tiempo lejano, las rosas no tenían espinas, como no las tenía yo. Una belleza frágil de alcanzar. Fácil de arrebatar. O amáis a la rosa y la dejáis florecer en el rosal, o para llevarla tendréis que soportar unas cuantas estocadas. Hábil el amante jardinero que aprende a tomar sus rosas sin lastimarlas a ellas, sin lastimarse él. Os estaréis preguntando dentro de vuestras cavilaciones, porque hablo de rosas y rosales, es que en mi pueblo hay tantos como marías hay, y pocos jardineros. Esto sin atreverme a hablar de los buenos, que menos eran en proceder. </i><br />
<i><br />
</i> <i>Fui muy pretendida y yo muy selecta. Dios fue generoso en darme hermosura. No me mal juzguéis, si os sueno vanidosa. Una bendición y una victoria fue lograr reconocerme en el reflejo del espejo como algo digno de amar, en esos días en que tenía mi corazón fracturado como una roca partida metida en el pecho. Cuantos amantes me ofrecían las estrellas, otros la Luna y los más desesperados el cielo mismo con todo su contenido. Y yo creía que aquellas cosas eran el amor mismo rondándome. Mas os digo que el Amor no ofrece nada, porque ya todo lo ha dado cuando aparece. Mas, sin embargo, yo aun no lo sabía. Entre todos los pretendientes que rondaban mi corazón, había un caballero que ganó mi cariño y mi respeto, con sus dulces atenciones, con sus ojos alertas ante mi más mínimo tropiezo. Nunca llegó a decirme que me amaba con palabras vacías, jamás me ofreció la Luna, ni cosa que estuviera más allá; sin embargo nunca me faltó su mano para apoyarme en los momentos que necesitaba de alguien para no hundirme, cuando descubría de otros que al prometer la Luna, estaban ofreciéndome algo que jamás podrían darme. Se llamaba Juan, como tantos otros juanes, suponía yo, así como tantas marías había. Pensaréis que yo le di mi corazón a tan atento hombre, lamento os decepcionaros, pero pasé de largo en mis aspiraciones. No me he llamado Maira para terminar atada con un Juan más de este pueblo, solía escuchárseme decir. ¿Qué es un nombre en la tapa de un libro si sus páginas están vacías? Mas recordáis que era una ilusa, como solo puede serlo un alma a la que nadie le enseñó a vivir. En aquellos días, la última vez que le vi entonces, no dijo palabras, solo dejó ir de sus ojos una silenciosa lágrima. Me despedía de él, me iría junto a otro caballero que apareció en mi camino el que igual que otros me juró estrellas y lunas, al que por una guía ciega de mis anhelos, le di mi amor. </i><i>Incluso os ruego, no olvidéis a Juan, llevaros en vuestra memoria un rato más. </i><br />
<i><br />
</i> <i>No sigáis mi ejemplo, el Amor ni se busca ni se da a ciegas. Llegará su hora en que vuestro entendimiento traduzca estas palabras en cosas útiles para vuestro corazón. El Amor no le pertenece al sinuoso camino de los anhelos, ni de los deseos, ni de las ilusiones; todos estos son hijos del reino de la mente. Al corazón lo suyo, como suyo a lo de Dios. Y el Amor es del corazón. </i><br />
<i><br />
</i> <i>En el más profundo sentir de mi ser, juré haberme sentido amada. Creí ser dichosa en brazos de aquel a quién yo misma había elegido con tanta presuntuosa precaución. Fui una rosa sin espinas en sus manos. Hizo con mi belleza lo que salió de su antojo. Lo supo mi corazón antes que yo, me advertía doloroso en cada latido, y yo intentaba acallarlo acercándome aun más a aquel que se alejaba acercándose vacío de amor. Culpaba a la distancia de su alma por el dolor que había en mi pecho, pero era su cercanía lo que le dolía a mi corazón. Dejadlo ir a tiempo, os aconsejo, si eso el corazón os grita. Una tormenta no os la podéis detener con el simple deseo. Haced lo que las aves hacen, vuela lejos, buscad el refugio de un lejano y cálido nido. </i><br />
<i><br />
</i> <i>Tú, quien lees, no sé tu nombre, pero si has leído hasta aquí, eres como yo. No importa como te llames. Solo sé que mereces la fortuna del Amor en tu vida. Creedlo algún día, aunque hoy no lo creáis. Encended la llama dentro de vuestra alma, que la luz conque se alumbra la lámpara procede de ella misma y no de afuera. No creáis en promesas de amor, que cuando el Amor haya llegado habrá traído todo lo prometido, sin prometerlo. No importa cual sea vuestro nombre, hoy os llamas como yo y yo como tú. Por eso, sí hoy te llamas como yo, os aseguro que ya habéis encontrado al Amor, solo tenéis que mirar hacia Maira, que eres tú en este preciso momento. Y yo miraré hacia mi y veré vuestra tristeza y sabré que encontraréis el Amor algún día, porque yo lo encontré en todas las marías, en todas las mairas, en todas los corazones, en todas las almas que han querido amar y ser amadas alguna vez. </i><br />
<i><br />
</i> <i>Os suplico, no me toméis en vano, que yo en vano me tomé. Y mis lágrimas y mi ganada dicha habrán de ser útiles para almas como la vuestra. Leed aun más lo que he de deciros en las próximas páginas, os juro que seré mejor guía. "</i><br />
<i><br />
</i> Adelaida cerró suavemente el maltrecho libro. Hurgó dentro de sus más íntimas emociones; las palabras de aquellas líneas de pronto la habían dejado revuelta por dentro. ¿Por qué todas las historias que hablaban de dolor se le parecían a la de ella misma? Sin embargo, Maira le decía desde aquel descolorido libro que el Amor ya había llegado, solo bastaba verlo. La pecosa se preguntó si acaso necesitaría de un don especial para poder mirar ese Amor si el caso fuera que estuviera frente a ella. En cierta manera podía entender que era el mismo mensaje que le repetía casi a diario la tía abuela. Una lámpara se ilumina a sí misma con su propia luz. Miró a través del vitral como en un ensueño pero sintiendo en su pecho un antiguo nudo apretarse, dejándola triste por dentro. ¿Lograría ella conseguir ese Amor que tanto necesitaba para sí misma? ¿Abriría su corazón a la persona correcta? O dejas crecer a la rosa en el rosal, o para llevarla tienes que aguantar algunas estocadas, recordó. ¿Cuantas más? se preguntó. Mejor sería dejar las cosas como estaban. ¿No estaba más segura lejos de todos? ¿No estaba más a salvo abrazada a su soledad? ¿Su alma no estaba tranquila sin tantas preguntas unos meses atrás? ¿Ya no había decidido que seguiría su camino sin mirar a nadie más? Una y otra vez se recordaba los errores que había cometido con Joshep, lo lejos que se sentía de creer merecer ese Amor tan grande que le hablaba la tía Raquel que pronto encontraría. Había momentos que sentía dar pasos seguro hacia esa felicidad, pero ahora, en ese momento sentía que le era tan lejano.<br />
<br />
- ¿Para que me miento? - exclamó ocultando su rostro sobre sus brazos cruzados sobre la mesa, su cabello de fuego se soltó y calló a su lado cubriéndo alguno de los libros cercanos a su regazo. Lloró en un muy hondo silencio, como hace tiempo no lo hacía. Sus lágrimas brotaban solas como si un manantial mustio se hubiera hecho paso desde su alma hasta sus ojos.<br />
<br />
- Yo amé y de nada sirvió - murmuró llorosa -. Dí lo mejor de mi y eso no importó ante mi error. Di tanto para no ser perdonada. No, Luisa Adelaida, Dios no decidió para ti la felicidad. No importa cuanto hagas no serás amada, porque no se trata de los demás, se trata que tú, tonta ilusa, no mereces amor.<br />
<br />
Se acurrucó donde estaba mirando de nuevo a través del cristal las siluetas borrosas que el vitral poco dejaba definir. Así era la visión de su futuro, algo sin forma, una certeza de lo incierto. En una parte de ella comenzaba a descubrir que estaba dejando de amar a Joshep, y la otra mitad dejando de amarse a ella misma. Sí era que alguna vez había logrado amarse de alguna manera. De pronto toda la luz de días pasados se le apagó de un segundo a otro. Por primera vez en mucho tiempo, volvió a sentirse sola, desgarradoramente sola. Quiso regresar a casa, a encerrarse en su habitación, entre la sombra de sus propias cosas. Sin embargo, como un pensamiento desobediente, pasó por su mente la voz de la esperanza, casi como un rumor inteligible. La esperanza, latió en su corazón desde adentro, como siempre resistiéndose a ser opacada. La llenó una vez más de emociones que se encontraron de frente con sus emociones del momento, haciendo de la pecosa un indefenso pétalo girando en un torbellino de sentimientos.<br />
<br />
- ¿Cuando se acabará la esperanza? ¿Cuando dejaré de estar esperando lo que no llega? - se preguntó en voz baja. Y como una respuesta de su alma vinieron a su mente las palabras de Maira:<br />
<br />
"<i>Sabe que la esperanza se pierde con la llegada del Amor ¿Acaso tendréis que esperar algo más cuando haya llegado? Os te digo, que el Amor es no tener que esperar más. Pues el Amor es la certeza de que todo a llegado a vuestra vida, solo basta ir a por ello, por aquello que vuestro menester deseo pida, puesto que ahí está." </i><br />
<i><br />
</i> - ¿Solo el que espera es porque aun no ha encontrado el Amor? - trató de reflexionar - ¡Oh mi Dios querido... ya no quiero esperar más... por favor!<br />
<br />
Cerró los ojos y agotada se quedó dormida.<br />
<br />
<br />
Él subió los peldaños, casi en el más impoluto silencio. Doña Raquel le había dicho que su sobrina estaba en la biblioteca concentrada en alguna lectura, y que ella le podría decir cuales eran las lámparas que él debía revisar para repararlas. Al llegar al último escalón se detuvo, el lugar parecía desierto. Adelaida habría bajado sin que la dama de damas lo hubiese notado. Sintió un poco de lamentación al no poder encontrarse con la dueña de sus más profundos pensamientos. Y miró hacia las lámparas sin más, dio unos pasos hacia la que estaba en el centro del lugar, y al acercarse, el rojizo pelo de la pecosa lo atrajo. Se quedó clavado de pie al verla recostada sobre la mesa. ¿Se habría quedado dormida? Comenzó a acercarse lentamente.<br />
<br />
- Señorita - la llamó en voz baja. Más la señorita no se movió. Se acercó un poco más y miró de lejos su perfil.<br />
<br />
- Señorita - volvió a llamarla. Pero ella siguió sumergida en su profundo y cansado reposo. Se acercó hasta su lado y pudo mirarla. Aunque mirar no era la palabra que hubiese usado Santiago en ese momento, amarla era lo que hacía. La amó con sus ojos, se aprendió de memoria tan hermoso perfil. Tanto que podría decirse que podía saber la ubicación exacta de cada una de las pecas del rostro de Adelaida. Salió de su ensoñación cuando descubrió que había el rastro de unas casi extintas lágrimas entre las pestañas de la durmiente. ¡Qué dolor habría de venir a lastimar a su musa! se preguntó soberbio y compasivo al mismo tiempo. Sintió el deseo alocado de acercarse y dejar un beso de esperanza sobre la impecable mejilla de la pelirroja entristecida. Alejándose con mucho silencio, se abocó a encender las luces y así comprobó cuales lámparas necesitaban de su atención. Miró un minuto más a Adelaida y pretendiendo no despertarla se dispuso ponerse manos a la obra evitando hacer ruidos molestos.<br />
<br />
Pasaron largos minutos y el trabajo ya estaba terminado y la pecosa seguía sumergida en su sueño. Se acercó una vez más hasta su lado, la miró con todo el amor con que puede mirarse al ser amado y dejó algo sobre la mesa junto a ella. Se dio la vuelta lentamente, como si su alma quería quedarse en contra de la dirección que tomaban sus pasos. Pero al final se marchó dejando las luces todas encendidas en perfecto funcionamiento.<br />
<br />
Luego de un tiempo, Adelaida se movió incómoda en la mesa y salió de su sueño, el sol había bajado cercano al horizonte, dejando en evidencia la luz de las lámparas alumbrando toda la biblioteca. Frunció confundida el entrecejo. ¿Esas lámparas acaso no las repararía Santiago? Recordaba claramente que no funcionaban. ¿Se habría resuelto el problema solo? La tía Raquel había dicho que llamaría al joven de las herramientas para que las reparara, como ya había hecho en otras ocasiones. No, no podía ser. ¿Habría venido mientras ella dormía? ¡Que vergüenza! pensó. Pero no, no era posible, ella lo hubiera sentido reparando aquellas luces. Se puso de pie movida por la ansiedad de saber si había venido Santiago, pero antes de avanzar hacia la escalera miró hacia el libro de Maira para tomarlo consigo, para descubrir una pequeña nota plegada sobre la mesa. Se estremeció parada donde estaba, la miró un segundo antes de tomarla. Su corazón latió con mucha fuerza, la levantó lentamente y la abrió con el mismo cuidado:<br />
<br />
<br />
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<i>Señorita,</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>no quise despertarla. </i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>He dejado las luces encendidas para usted. </i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>Aunque, si me lo permite</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>usted ya ilumina todo el lugar. </i></div>
<div style="text-align: center;">
<i><br />
</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>Con todo respeto:</i></div>
<div style="text-align: center;">
<i>Santiago</i></div>
<br />
<br />
Y cómo si momentos atrás nunca hubiera estado taciturna, sonrió. Ahora sí lo iluminaba todo. Tomó consigo el libro de Maira y caminó rauda hacia la escalera, mientras sonaban en su alma estas palabras:<br />
<br />
<br />
<br />
<i> "</i><i>No importa como te llames. Solo sé que mereces la fortuna del Amor en tu vida. Creedlo algún día, aunque hoy no lo creáis. Encended la llama dentro de vuestra alma, que la luz conque se alumbra la lámpara procede de ella misma y no de afuera."</i><br />
<i><br />
</i> <i><br />
</i> <i><br />
</i> <i><br />
</i> <i><br />
</i> <i> </i><br />
<br />
<div style="text-align: right;">
<i> </i><b><span style="color: #b45f06;"> <a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2015/02/capitulo-22.html">Lee Aquí el capítulo 22</a> </span></b></div>
<i><br />
</i> <i> </i><br />
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<br />
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<br />
<br />
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</div>
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<div style="text-align: justify;">
Él la quiso con todo su corazón. Amo de ella hasta lo que no debía amar. Un buen amante ha de ser así, creía. Ella alimentó su esperanza, para dejarlo morir hambriento de amor. No porque ella lo tramara a drede, no porque ella quisiera lastimarlo. Él la hacía sentir segura, protegida, querida y su alma llena de miedos se refugiaba en tan cálidas atenciones. Sin embargo, mientras esa alma lastimada se iba curando, menos necesitaba de él... así sucede con todas las medicinas. En aquel entonces llegó Mayo con sus cerezos llenos de frutos. Los pretendientes iban de arriba para abajo y de abajo para arriba, llevando serenatas con la esperanza de recibir las anheladas tres cerezas. Cada noche algún enamorado probaba su suerte a pie de ventana de alguna musa. El amor siempre había sido muy victorioso en Bardolín, perdía algunas batallas, pero luego ganaba otras. Aquella noche sería su turno, aquella noche tendría que ganar el amor a su favor, por primera vez. Miró el ramo de rosas carmesí suspirando hondamente, era la hora. Su inseparable amigo lo acompañó con su guitarra más que preparada, y aunque llegaron a la ventana de ella casi punta en pie, medio pueblo estaba atento desde los otros jardines y otras ventanas para ser testigos de la serenata más esperada de aquel año. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sonaron las cuerdas tañidas con dulce armonía avisando que el amor estaba afuera clamando ser atendido. Ella se despertó y se sentó en silencio en la cama escuchando la música de aquella guitarra nocturna y su corazón latió lleno de emoción. Ella sabía que vendría, se lo había dejado entre ver la tarde anterior. Tomó de un pequeño plato de porcelana que descansaba sobre su mesa de noche, tres rojas cerezas que había preparado antes de acostarse para recibir a su amado, se puso de pie ansiosa y avanzó rauda hacia la ventana que abrió de par en par en un apasionado impulso... </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Santiago la miró asomarse y su corazón latió con fuerzas, había llegado el momento. Toñoño haciendo encanto de su habilidad en la guitarra y voz, comenzó a cantar:<br />
<br />
- <i>Le pedí permiso a Dios</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>para esta noche mía</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i> dártela toda a ti</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Lucía.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Del amor sus fueros cantos</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i> de mi alma, poesía</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i> y mi vida toda entera</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i> Lucía.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i><br />
</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>El suave mirar de tus ojos</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>tu voz de suave armonía</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>llenan todos mis sueños</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>son el sol de mis días.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i><br />
</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>¿Quién podrá amarte como yo?</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>¿Quién la vida misma te daría? </i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Soy tu amante y tu mi amor</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i> Lucía.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i><br />
</i></div>
<div style="text-align: justify;">
Ella miró al joven de las herramientas a los ojos, el que se acercó hasta los barrotes de la ventana con manos trémulas ofreciéndole las rosas. Lucía las miró, puso sus ojos sobre ellas como quién observa algo que no le pertenece, como un tesoro ajeno. Después de un par de largos segundos las tomó en sus manos sin apartar la mirada de ellas. El corazón de Santiago estaba inmóvil, esperando en su esperanza, valiente en su temor. Ella lentamente levantó su diestra cerrada y con la misma lentitud la abrió. Habían tres cerezas en ella, las mantuvo cerca de su pecho sin levantar la mirada hacia el rostro de él. El corazón del joven se llenó de alborozo. ¡Tres cerezas! ¡Tiene tres cerezas! grito dentro de sus pensamientos. Pero ella, sin prisa, sin mirarlo, con su otra mano sostuvo una de las pequeñas rojizas frutas, y levantándola la hizo a un lado. Luego le extendió la mano...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dos cerezas...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No era a mi a quien esperabas... - murmuró él. Ella, por fin lo miró a los ojos nuevamente y volvió a ofrecerle las cerezas en un triste silencio. Lucía comenzaba a llorar apenada y entristecida. Santiago puso su mano sobre las cuerdas de la guitarra de Toñoño acallando la música... se dio la vuelta y comenzó a alejarse sin decir palabra alguna, sin tomar las dos cerezas, sin mostrar en su rostro la verdadera tormenta que llevaba por dentro. Por la vereda entró Asdrúbal. Se encontraron de frente. Se miraron en silencio y se entendieron sin palabras. Uno iba derrotado, el otro ya había ganado antes de llegar. Esa noche nadie supo a donde había ido Santiago. Lo buscaron por todo Bardolín pero no dieron con él. Los fatalistas decían que se había lanzado a "La boca del diablo", pero el pozo seguía con su cubierta de madera sin haber sido movida por años; otros decían que se había ido del pueblo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Volvió al presente, estando de espaldas sobre la hierba, en el mismo lugar donde pasó la noche, oculto de todos, hacía ya año y medio atrás. Lucía no logró ser feliz con Asdrúbal como ella imaginó. Habían llegado a comprometerse e irse de Bardolín, lejos de la vida del amable pueblo. Y a pesar de la distancia llegaron a sus odios las tristes historias de desamor que le tocó vivir a ella. Pero él lo sabía en el fondo, si en ese momento recordaba a su anterior amada no era porque la extrañara de alguna manera, sino que se trataba de la propia suerte de él mismo. De como por mucho que él diera su corazón sin reservas recibía una y otra vez dos cerezas, tanto que ya casi odiaba al número dos... y a las cerezas. Se incorporó y sentado miró hacia el horizonte, donde el sol rojizo bostezaba plácidamente dándole su trono a la noche.<br />
<br />
- Adelaida... - murmuró. Le gustaba nombrarla, como si eso la fuese hacer aparecer ante él como en un hechizo. Sin embargo su corazón se llenaba de temor.<br />
<br />
- ¡No la ames Santiago! - se regañaba a sí mismo -. ¡Ella no te amará! Y no es de aquí, ella se irá, de todas formas todas se han ido de una manera u otra. Adelaida es...<br />
<br />
Se le hizo un nudo en la garganta. Hacía tanto tiempo que no levantaba sus ojos hacía nadie, hacía tanto tiempo que su corazón no le latía así, hacía tanto tiempo que su soledad era su más querida compañera. Y desde el primer momento que la vio, se estrelló literalmente en todos los sentidos que puede tropezar un hombre ante la belleza de una hermosa dama. Aún tenía tan vívida imagen de la primera vez que la vio en la ventana de la casa de Doña Raquel, aquella mañana. Con su melena roja sostenida por el suave vaivén del viento, su piel blanca como de un ser hecho de Luna, sus ojos cerrados, como quien espera el más dulce beso. Después había caído aparatosamente frente a ella. Tal vez eso había sido una señal, de que si llegaba a amarla, el golpe contra el suelo sería seguro. Mas no pudo evitar que lo alcanzara otro recuerdo, su mano en la suya; esa mano frágil y delicada como una paloma blanca. Volvió a él, el perfume de ella, su aroma; la mirada de aquellos pequeños ojos inocentes.<br />
<br />
- ¡No la ames Santiago! - volvió a insistirse mientras la recordaba aquella noche con su corona de cayenas. Hermosa como un ángel. Realmente le parecía que la hermosura era ella misma y todo lo demás solo podía comparársele, pero nunca ser tan hermoso como ella. Recordó como le sonrió tímida, con ojos melancólicos, y de como él se quedó como una estatua, inmóvil. Sintió el deseo de envolverla en sus brazos al mismo tiempo que la sentía inalcanzable, inabarcable. ¡Ya basta de estar amando a lo imposible!, se amonestó mentalmente. Se volvió a recostar de espaldas en la hierba, se cubrió los ojos con uno de sus brazos para impedir que sus lágrimas se le escaparan, se dijo a sí mismo que jamás llegaría amarla, que lo evitaría con todas sus fuerzas, que se alejaría, que la evadiría, que no volvería a caminar por la vereda principal hasta que Adelaida se fuese ido de Bardolín. Se repitió, como siempre lo hacía, que el amor no era algo para lo que él había nacido, la vida era solo un camino que a él le tocaba recorrer solitario.<br />
<br />
- No la ames Santiago - se dijo una vez más... aunque ya era tarde para decirlo.<br />
<br />
<br />
La pecosa miraba en su mano la llave llena de arabescos y bonitos detalles, la que le había entregado la tía abuela hacía unos minutos atrás. Caminó hasta la parte trasera de la casa, hacia la escalera techada la que estaba cerrada por una alta puerta de madera y hierro forjado. Introdujo la llave y la hizo girar con ayuda de sus dos pequeñas manos ante la resistencia que le ofreció la vieja cerradura. La puerta abrió pesadamente y chilló al ser sacada de su largo descanso, mientras la pelirroja la abría venciendo su peso. Miró hacía arriba, los ventanales llenos de vitrales llenaban de muchos colores aquellos peldaños color caoba, el último rayo de sol le hacía el gran favor de alumbrar sobre aquellos decorados, filtrando su luz como un proyector multicolor. Subió paso a paso sosteniendo la gran falda de su vestido, subió llenándose de temor, como si entraba a una casa embrujada, temiendo ver apariciones, al llegar arriba a la habitación donde la tía abuela le había dicho estaba la biblioteca de Guillermo. Cuando por fin llegó al último escalón su corazón palpitó emocionado, era un lugar hermoso, lleno de estanterías con todo tamaño de libros y en el centro hacía la pared trasera un gran vitral que tenía un ángel de casi tres metros de alto por donde entraba el cobrizo sol de aquella tarde, mezclándose con los colores de aquel ser alado.<br />
<br />
- Oh... - apenas pudo exhalar la muchacha de cabellos de fuego. Se quedó de pie frente a aquel ángel durante unos minutos, como si en verdad estuviera frente a ella un ser sagrado, llenando su corazón. Cuando el sol mermó en el ocaso, encendió las lámparas del lugar. Y comenzó a caminar hacia los libros mirándolos admirada. Si quisiera comenzar a leerlos ¿por cual comenzaría? pensaba. Deseaba comenzar de algo sencillo hacía algo más profundo, pero entre tantos libros se sentía extraviada. Pudo ver que entre algunos estantes existían cuadros hermosos, de diferentes estilos. Había uno que le había llamado la atención, era una hermosa mujer, de largos cabellos, desnuda de pie sobre una concha marina, a su izquierda dos seres que parecían flotar, mientras uno de ellos soplaba sobre el rostro de la preciosa mujer. A su derecha, a la orilla había otra mujer con un vestido lleno de detalles primaverales que parecía ir con prisa a cubrirla con un manto. Adelaida no lo sabía, pero aquel cuadro fantástico a sus ojos, era una réplica de un Botticelli. Apartó su atención de aquella pintura y caminó entre las estanterías más cercanas y se encontró con el libro de Alicia en el País de las Maravillas. Lo había leído en compañía de Lili y le había gustado mucho. Bardolín era un sitio así, con cada personaje único y particular. Aunque aun le faltaba conocer muchas personas de tan agraciado pueblo, entrar en sus veredas siempre le dio la sensación de haber entrado aun mundo paralelo al real. Lo sostuvo en sus manos con cariño, y quiso ojearlo, mas en ese momento escuchó pasos por la escalera y miró hacía ella esperando ver aparecer a la dama de damas. En efecto su tía abuela apareció con un pequeño plato con algo de fruta y un vaso de agua. La miró y le sonrió.<br />
<br />
- Hermoso lugar ¿cierto? - dijo Raquel mirando la biblioteca en todos sus rincones como algo que amara.<br />
<br />
- Sí tía. Estoy sin palabras ¡Y tantos libros! - la pecosa le brillaron los ojos -. No sabría por donde empezar.<br />
<br />
- Por aquí hay poesía - le observó la tía abuela, caminando en dirección hacía una mesa llena de libros ocre.<br />
<br />
- ¿Poesía? - Adelaida torció la boca. Era muy poco lo que le gustaba leer poesía. En realidad a ella le encantaba en el pasado, pero a Joshep la poesía no le parecía algo serio y por complacerlo perdió su amor por ese tipo de lecturas... incluso de escrituras. Solía escribir sus pensamientos soñando ser algún día una poetisa. Pero ya no lo soñaba, las palabras y el amor suelen ser dos mentirosos, llegó a creer por mucho tiempo. Y si se juntan pueden romper al más fuerte corazón, se aseguraba.<br />
<br />
- Sí. ¿No te gusta? - se detuvo Raquel algo extrañada viéndola con curiosidad.<br />
<br />
- Mmmm prefiero leer otro tipo de lecturas - dijo la muchacha mirando en otra dirección.<br />
<br />
- ¿Cómo qué? ¿Que es ese libro que tienes en las manos? - observó la dama de damas.<br />
<br />
- Alicia en el País de las ... - comenzaba a decir contenta cuando la tía abuela la interrumpió:<br />
<br />
- ¿Te gusta ese cuento y no te gusta la poesía?<br />
<br />
- Esto es fantasía, no es igual... - Adelaida hizo un gesto meditativo -. Aunque pensándolo bien la poesía también tiene mucho de fantasía. Sobre todo cuando los poetas hablan sobre amor.<br />
<br />
- Mi niña, la fantasía y la poesía están basadas en la naturaleza de las cosas, pero según como las interpreta el autor.<br />
<br />
- La fantasía no habla de la realidad tía. Por eso es fantasía. La poesía tampoco, casi que se escribe igual que hipocresía - dijo la pecosa abrazando el libro contra su pecho.<br />
<br />
- ¡Oh por Dios muchacha! ¿Que cosas dices? - dijo la tía abuela dejando el plato y el vaso sobre una de las mesas del lugar -. ¿Cuantos sombrereros locos uno no se consigue en la vida? ¿Cuantas Alicias no se tropieza uno en el camino? Todo es cuestión de como lo quieras entender.<br />
<br />
- Eso es lo que me molesta de la poesía, un montón de palabras que suenan bonitas una detrás de otra, pero unos entienden una cosa y otros otra. Eso es un discurso inútil - cuando Adelaida terminó de decir esas palabras, se percató que no eran suyas, las había escuchado una y otra vez de Joshep.<br />
<br />
- El secreto de la poesía Adelaida, no es lo que dicen las palabras, sino lo que hacen el esfuerzo de decir. Y dependiendo de que tanto estés dispuesta a entender, comprenderás mejor al poeta.<br />
<br />
- Es cómo la filosofía - bufó la pecosa, otro tipo de lecturas que de verdad no le gustaba leer.<br />
<br />
- Amor, la poesía es una manera de filosofar. Pero en sí misma no es filosofía. Es tratar de expresar, es tratar de poner en palabras lo que no tiene apariencia en lo tangible. El amor no se puede poner en palabras, pero incluso así los poetas tratan de expresarlo usando el artilugio de las palabras.<br />
<br />
- Y solo terminan diciendo puras mentiras - la pelirroja hermosa metió el ceño.<br />
<br />
- No es lo que dicen, es lo que hacen el esfuerzo de decir - le sonrió la dama de damas -. Ya lo entenderás.<br />
<br />
- Creo que nunca lo entenderé.<br />
<br />
Raquel le miró un segundo en silencio, luego se sentó a la mesa y antes de comenzar a disfrutar de las frutas recitó sin mirar a Adelaida:<br />
<br />
- "Cuidaría el paso de tus botas trenzadas<br />
y con una cinta blanca ataría para ti la Luna llena<br />
y besaría tus ojos y soñaría en tus pecas<br />
serías mi reina coronada con cayenas" </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La pecosa se le pusieron las orejas coloradas. Miró fijamente a su tía abuela, se sintió paralizada. Aquella nota atada a la misteriosa rosa que encontró en su ventana, la atesoraba sin saber por qué. Quería sospechar que era de Santiago, pero al no saber de quien era realmente, ¿como podían gustarle tanto esas palabras? No era por lo que decían, es lo que hacían el esfuerzo de decir, acababa de explicarle la tía abuela. Se quedó en silencio abrazada al libro de Alicia, sentía que caía por el hoyo del conejo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Vives leyendo esa pequeña nota - le dijo con suspicacia la dama de damas.<br />
<br />
- No se la dí a leer para que la use en mi contra - le soltó la pecosa después de un áspero silencio.<br />
<br />
- Luisa Adelaida - Raquel rió ampliamente llena de gracia -, no la uso en tu contra, solo quiero que veas que si te gusta la poesía. O lo que te intenta decir desde esa pequeña nota. ¿Que será? Mmmm ¿Que será? o más interesante aun ¿de quién será?<br />
<br />
- No se burle de mi tía. Cuando sea de Toñoño se la meto por un ojo.<br />
<br />
- ¿Y si es de Santiago? - le preguntó sin verla mientras llevaba hasta su boca un trozo de fruta fresca.<br />
<br />
- Eh... si es de... bueno tía... ¡No sé por qué viene esto al caso! Estamos hablando de poesía y de fantasía - la bella pelirroja pareció ofuscarse de pronto.<br />
<br />
- De eso hablo - le respondió jugando con ella, fingiendo una expresión inocente - De una nota con una poesía que te tiene la cabecita llena de fantasías. Adelaida en su país de las maravillas.<br />
<br />
La pecosa caminó en silencio hasta la mesa y se dejó caer sentada en la silla al lado de su tía. La miró derrotada. Su rostro parecía el de un Pierrot. Raquel se conmovió al ver tan melancólica expresión y le sonrió:<br />
<br />
- Mi bella hija, ya dejarás de estar batallando contra el mundo. Sanarás tu alma y podrás ver que no hay nada de malo en hacer el esfuerzo de decir lo que está en tu corazón y que no se puede poner en palabras. Llegará el día que perderás el miedo a decir que sientes amor dentro de ti para darlo y de que eres digna de recibirlo también.<br />
<br />
- Tía tengo tanto miedo de volver amar - dijo con los ojos humedecidos la pecosa entristecida.<br />
<br />
- No Adelaida, no tienes miedo de amar, tienes miedo de ser lastimada de nuevo. Tu corazón está deseoso de amar. Ama, Adelaida, el miedo pertenece al pasado y al futuro. El Amor, mi muñeca, es el reino del presente. Ama mi niña. Ámate y ama.<br />
<span style="background-color: white; color: #141823; font-family: Helvetica, Arial, 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; font-size: 14px; line-height: 19.3199996948242px; text-align: left;"><br />
</span> <br />
<div>
<div style="text-align: left;">
Extendió su mano hacía su tía abuela para sentirse a salvo, para sentir que no se hundiría en su frágil suelo emocional, en su quebradiza seguridad. Deseó poder confiar de verdad en aquel que cuidaría el paso de sus botas trenzadas, deseó querer creer que había alguien capaz de atar la luna llena para ella, deseó que besarán sus ojos, que soñarán en sus pecas, ser la reina del corazón de aquel que la considerara digna de todas esas cosas. Sin embargo una parte de su alma estaba entendiendo, que para que esto pasara tenía que volver a amar a la persona que más odiaba en el fondo de su ser, a la persona que le había hecho daño a diario, a la persona a la que debía volver...</div>
<div style="text-align: left;">
<br /></div>
<div style="text-align: left;">
<br /></div>
<div style="text-align: left;">
ella misma. </div>
<div style="text-align: left;">
<br /></div>
<div style="text-align: left;">
<br /></div>
<div style="text-align: left;">
<br /></div>
<div style="text-align: left;">
<span style="color: #b45f06;"> </span></div>
<div style="text-align: left;">
<b><span style="color: #b45f06;"> </span><span style="color: #38761d;"><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2015/02/capitulo-21.html">Lee aquí el Cápitulo 21</a></span></b></div>
</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<script language="Javascript">
function disableselect(e){
return false
}
function reEnable(){
return true
}
document.onselectstart=new Function ("return false")
if (window.sidebar){
document.onmousedown=disableselect
document.onclick=reEnable
}
</script><br />pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-71079187921482892072014-11-08T00:00:00.000-08:002015-07-31T17:38:37.322-07:00Capítulo 19<div style="text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><u><br />
</u></span> <span style="font-size: x-large;"><u><br />
</u></span> <span style="font-size: x-large;"><u>Los Jardines de Bardolín</u></span></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: center;"><span style="color: #cc0000; font-size: large;">El Nacimiento de Venus</span></div><div style="text-align: center;">Tercera Parte</div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlAkUuXBNOeYXboIYU6Elm2cYlAMJn1uOZXKNGzdSrvHCfpWpMBd-UfPdd4CzFjrZiDdSEOSeU5yXzWOiZfKNcmnjVQ4iQGUS59JuqiIN1Mr8tnF8mCPE4MlGGCaLJfLAOvmA2lEcVfhg8/s1600/Adelaida_000.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlAkUuXBNOeYXboIYU6Elm2cYlAMJn1uOZXKNGzdSrvHCfpWpMBd-UfPdd4CzFjrZiDdSEOSeU5yXzWOiZfKNcmnjVQ4iQGUS59JuqiIN1Mr8tnF8mCPE4MlGGCaLJfLAOvmA2lEcVfhg8/s1600/Adelaida_000.jpg" height="318" width="320" /></a></div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: center;"><br />
</div><br />
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-variant: normal; letter-spacing: normal; line-height: normal; orphans: auto; text-align: center; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: auto; word-spacing: 0px;"><div style="font-style: normal; font-weight: normal; margin: 0px;"><div style="text-align: center;"><b><i><span style="font-family: inherit; font-size: x-large;">Capítulo 19</span></i></b></div></div><div style="font-size: medium; font-style: normal; font-weight: normal; margin: 0px;"><span style="font-family: inherit;"><b><i><span style="font-size: large;"><br />
</span></i></b> <b><i><span style="font-size: large;"><br />
</span></i></b></span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">Susana Cautiño, era para él de una belleza simple. Una flor común. No era su belleza lo que había ganado su interés desde un principio. Incluso antes de conocerla en persona y de haberla visto jamás, había decidido poner su atención sobre la respetable señorita. Sostenía en su mano un pequeño estuche recubierto de terciopelo rojo carmesí el que contenía un valioso objeto; un detalle que había comprado, en realidad, para otra muchacha hace casi un año atrás. Una parte de él se alegró de no haberlo entregado a aquella distante mujer, pues ahora tenía un excelente detalle para darle a Susana y halagarla para ganar aun más su simpatía. La muchacha de rizos castaños y grandes ojos azules, no dejaba de gastar palabras, de hacer alarde de su superioridad sobre otras damas, que antes él hubiese conocido. Y en verdad que lo lograba, una dama en todo sentido, aristocrática, como él. Pensó que sonarían en mejor grado para sus hijos los apellidos Villafranca Cautiño, que Villafranca Castelán. Pero no se engañaba, para él seguía siendo desmedidamente hermosa en presencia la muchacha de cabello de fuego... Luisa Adelaida... Jamás había tenido compañera más hermosa y pensaba que jamás la volvería a tener. Sin embargo eso no importaba, Adelaida no era una dama a su altura, y Susana sí. Se forzó a verla bella, se forzó a encontrar en el rostro de la elocuente señorita que tenía enfrente un poco de encanto. Si no se lo encontraba se lo inventaría para sí mismo. Por lo demás estaba satisfecho. Susana no andaba hablando o haciéndose preguntas estúpidas sobre lo que podían estar diciendo los pájaros en sus trinos y era obvio que no se quedaría muda detrás de él en las reuniones sociales, como lo solía hacer Adelaida pareciendo más una sombra que su futura esposa. ¿Qué le vi yo a Adelaida? se preguntaba en secreto mientras escuchaba al casi indetenible monólogo de la señorita Cautiño. </span><br />
<span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
- ... por eso es un encanto para mí esa travesía. ¿Has ido alguna vez? Deberías. Mi familia y yo siempre vamos para estas épocas, podría invitarte si te place - Susana entornó sus ojos celestes haciendo uno de los pocos silencios que hacía al hablar. </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- Me encantaría - Joshep se emocionó ante repentina invitación. Eso era una buena señal. Aprovechando la amplía sonrisa de Susana, abrió el pequeño estuche y miró dentro su contenido -. Señorita Cautiño...</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- Por favor ¿cuántas veces te voy a pedir que me llames Susana y punto? - le interrumpió la muchacha con los ojos curiosos sobre el estuche que sostenía él. </span><br />
<span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
- Susana... Quería... Tengo un presente para ti, como agradecimiento de haber aceptado tan amablemente varias de mis invitaciones y en especial, esta de venir a mi casa y honrar mi hogar con tu belleza y tu inteligencia - sacó lentamente la joya que pendía de una cadena de oro. Era un rubí. Nunca estuvieron tan azules las pupilas de Susana Cautiño como en ese momento, y no era porque jamás hubiese visto rubíes, zafiros o esmeraldas, sino que era primera vez que un caballero le regalaba uno a ella. Eso lo hacía diferente de cualquier otro. La inocencia está por todas partes. </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">La dama se dio la vuelta para que Joshep abrochara la cadena a su cuello, lo que hizo con gallardía. La joven por primera vez en mucho rato estaba en silencio, aunque igual sus ojos parecían de no dejar de decir cosas. Joshep miró la pequeña piedra roja, como una gota de sangre, en contraste sobre la piel blanquísima de Susana. No pudo evitar recordar que había elegido un rubí porque haría juego con la pelirroja melena de Adelaida. Ese dije lo había comprado para ella, se lo daría aquella noche después que la pecosa le demostrara a todos que sí era una dama... pero eso no sucedió así. Se volvió a amargar por dentro y juró que ese pequeño rubí estaba dignamente colocado sobre el pecho de la señorita Cautiño, cómo no lo estaría sobre el de Adelaida.</span><br />
<span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
- Oh... Por detrás en la chapa de oro tiene tallada una "A" - dijo curiosa la muchacha de ojos de cielo sosteniendo sobre la palma de su frágil mano la ruborizada joya. Joshep salió de sus cavilaciones dando un mínimo respingo. Cierto, lo había olvidado, esa "A" la había mandado a poner él ahí -. ¿Será una "A" de "Amor"? - preguntó Susana con suspicacia. Joshep solo la miró a los ojos y sonrió un poco distante en sus recuerdos. </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">No, no era una "A" de "Amor". </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- ¿Te gusta? - él le ofreció el brazo para que ella lo tomara y así seguir caminando por el jardín. </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- ¡Me encanta! - dijo Susana cubriendo el dije con sus finos dedos a la par que lo miraba a los ojos, con los suyos llenos de emoción. </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- Me contenta que te haya gustado. </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- ¡Ah es que los Villafranca no dejan de hacer muestra de sus buenos gustos y de sus grandes detalles! - le respondió la muchacha mientras caminaban por el amplio jardín, mirando todo a su alrededor, mientras traspasaban una pequeña verja llena de enredaderas llenas de sumisas flores. Joshep sonrió halagado. Ella siguió hablando: </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- Por ejemplo, mira estos jardines, llenos de rosales fantásticos y de césped tan verde y tan bien cuidado. Tienen un paraíso particular - en ese momento pasaron cerca del chalet y su caminería de piedras. Susana lo miró unos segundos en silencio, eso lo incomodó un poco. </span><br />
<span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
- Bueno ya conoces esta parte del jardín déjame llevarte del lado de las fuentes para que las veas, en ellos hay peces dorados que te encantarán de seguro - Joshep trató de alegarla del lugar, pero la muchacha de ojos azules no era tan dócil como lo era Adelaida, era más independiente, más decidida. Un poco fuera de su control. Se dio cuenta de eso, a Adelaida la podía llevar más a su antojo. </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- ¿Fue ahí verdad? - Susana se clavó de pie sobre la caminería sin dejar de mirar hacia dentro del chalet como si pudiera ver una proyección sobre el lugar -. ¿El chalet donde la que era tu prometida se te insinuó? Dicen que se emborrachó tanto ese día que te trajo aquí para insinuarse y que tú, como todo un caballero la rechazaste. La despreciaste. No se podía esperar menos de un caballero como tú. </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">Joshep no respondió nada. No habían pasado de esa manera las cosas, pero tampoco las desmintió. Era lo que todos creían que había pasado. Por eso a Adelaida la llamaban "La muchacha del Chalet" para murmurar de ella, para descalificarla. Le cambió la expresión, no pudo evitar que el ceño se le hundiera entre las cejas, tanto que cuando Susana volteó a mirarlo se preocupó un poco.</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- ¡Oh disculpa! Yo hablo demasiado. Deben ser recuerdos muy duros para ti. Yo recuerdo como andabas con ella por todas partes. La querías mucho. Pero ¿Sabes? Me alegro de que te hayas librado de esa muchachita. No era una mujer digna de un Villafranca Andueza - Esas últimas palabras lo llenaron otra vez de justificaciones. Era cierto, pensó, Adelaida no estaba a su altura. Se escudó en ese comentario y volvió ofrecer el brazo a la muchacha.</span><br />
<span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
- Lo sé - dijo al fin Joshep -. Pero lo importante que hoy tengo mejor compañía. Estoy honrado con tu visita.</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- La honrada soy yo por la invitación y por las atenciones - dijo ella tomando por fin el brazo y dejando que el joven la guiara de nuevo -. En la vida uno se lleva muchos desengaños con las personas Joshep, se nos acercan muchas personas por interés. Sobre todo a personas como a ti y como a mi. Personas de nuestro estatus. Disculpa que te haya hecho recordar esos momentos, pero gracias a Dios que no te casaste con la ligera que era esa muchacha. Seguramente fingió ser otra persona por interés. O intentó lo que nunca podía lograr ser para estar junto a nada más y nada menos que el heredero de los Villafranca. Pero como digo yo "La mentira siempre reclama su propia verdad".</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- Siempre tan inteligente - intentó halagarla y buscar la manera de alejarla de aquellos temas, pero era una Cautiño. </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- ¿Cómo era que se llamaba? ¿Alida? - ella movida por un extraño instinto puso su mano sobre el rubí que pendía sobre su pecho. </span><br />
<span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
- Luisa, su nombre es Luisa - Joshep respondió con prontitud al notar el gesto de Susana. ¿Cómo no se había recordado de la bendita "A" tallada al dorso de la placa de oro que sostenía al rubí? </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- ¿Luisa? - la dama de ojos celestes hizo un gesto de confusión -. Estaba casi segura que era algo así como Alida. </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- Luisa... su nombre es Luisa... - Joshep un poco molesto por el tema le mostró con algo de desagrado que ya no quería seguir hablando de ese pasado en particular -. Susana, no me tomes a mal, pero me gustaría que dejemos de hablar de ella. No es grato para mi. Estoy disfrutando de tu compañía y no quiero que nada lo perturbe. </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- ¡Jmm! No me tomes a mal tú, pero creo Joshep, que la sigues queriendo - le soltó sin más la señorita Cautiño. Él no pudo evitar darse cuenta como el andar de ella que iba acompasado con el suyo cambió, la sintió rígida. Le abrumó la idea de que Susana se comenzara a molestar con él. A desconfiar de él. En definitiva, Susana Cautiño era una mujer que pisaba adelante, que no se le quedaría rezagada; que si se descuidaba, el rezagado sería él .</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- No, no Susana - se detuvo y la sostuvo de las dos manos. Ella lo miraba silenciosa, inamovible. Se dio cuenta que prefería escucharla hablar sin freno, que tenerla de frente en silencio con esa actitud cortante como un sable; no sabía que podía estar pasando por esa cabeza de donde brotaban tantas palabras juntas -. Si ella fuera importante para mi jamás te hubiera invitado con tanta insistencia a que conocieras mi casa y a mis padres.</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- Ese es un comentario muy comprometedor - respondió ella sin aun pestañear.</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- Lo sé - Joshep le sonrió. Ella cedió ante esa sonrisa y luego de un par de segundos terminó correspondiéndola con la suya.</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- Señor Villafranca ¿Se está declarando? - le espetó ella dominante, pero coqueta. </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- ¿Mis acciones no hablan por sí solas?</span><br />
<span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
- Las acciones de un hombre no siempre dicen lo que su corazón siente. Aunque al final, son sus acciones las que nos dicen lo que su corazón NO siente. </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- Entonces Señorita Cautiño, esté muy atenta de mis acciones de ahora en adelante - le dijo con una sonrisa sugerente. </span><br />
<span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
- Dicen que "acciones son amores", pero sin amor no hay verdaderas acciones. </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- Pero ¿acaso el amor no se construye? </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- Buena jugada, caballero. Pero esa construcción tiene que darse por un acuerdo - Susana no se lo ponía fácil.</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="color: #444444; font-family: inherit;">- Entonces, ¿quiere decir, señorita, que el amor se construye entre dos? Mis acciones están a la orden. ¿Qué responderá la señorita Cautiño?</span><br />
<span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
- Qué me llames Susana - le dijo llena de picardía, mientras caminaba dejándolo atrás. ¿Qué significaba eso? Las mujeres y sus recovecos, pensó. Siempre jugando a las adivinanzas.</span><br />
<span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
Por unos de los grandes portales lleno de vitrales de la magnífica casa de los Villafranca apareció el padre de Joshep. Caminaba distraído leyendo una carta, muy atento a cada línea. En la misma mano sostenía otro sobre sellado. Se encontró de frente con Susana y se detuvo sorprendido y la miró con extrañeza. No sabía que tenían visita en casa.<br />
<br />
- Buenas tardes señorita - le dijo con cortesía dejando oír su voz ronca y potente. </span><br />
<span style="color: #444444; font-family: inherit;"><br />
</span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Buenas tardes Sr. Villafranca - contestó igualmente </span>cortés la jovencita extendiéndole la mano, la que él tomó con delicadeza. </span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Papá conoce a Susana Cautiño - se acercó Joshep apresurándose a presentarla. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- ¡La hija de los Cautiño! - dijo mostrando algo de asombro - Bienvenida. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Muchas gracias, en verdad he sido muy bien recibida - dijo ella mirando con el rabillo del ojo a Joshep, sonreída. Los ojos del Sr. Villafranca con prontitud se posaron sobre el dije que lucía sobre la blanquísima piel de la muchacha y por dentro no dejó de sentir descontento. Él sabía para quien había sido comprada desde un principio aquella joya, fue con su dinero, como siempre, que Joshep la adquirió. Por mucho que dijeron sobre Adelaida todas aquellas cosas, por mucho que escuchó una y otra vez la versión de su propio hijo, le costaba creer lo que se decía de la "come cerezas", una de las formas en que la llamaba con cariño. Niña tan encantadora, tan pura... no, no era posible. Le costaba aceptarlo. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Bonito rubí - le comentó a la joven la que se infló halagada, luego miró a su hijo antes que la chica pudiera decir nada y le extendió el sobre sellado con cierta aspereza -. Toma. León te ha escrito. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Gracias papá - el muchacho tomó el sobre sabiendo bien que su padre estaría molesto por algo. Pero no atinaba a saber que era. Vio como su progenitor le hizo una amable reverencia con la cabeza a Susana y se dio la vuelta yéndose, con ese andar meditativo que le conocía muy bien. Pero al final se encogió de hombros y se dispuso a abrir la carta.</span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- ¿Me disculpas un segundo? Esto es muy importante - dijo a la señorita dando unos pasos lejos de ella. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Claro Joshep. Te espero aquí - le respondió Susana mientras volvía a detallar el rubí con esa "A de amor" tallada en su dorso. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">Joshep desnudó la pálida hoja y leyó rápidamente cada párrafo. En términos generales León Bardolín le decía que ya faltaría algo de diez semanas para que las tierras que les pertenecían, las que llamaban Los Jardines de Bardolín, estarían de vueltas bajo el control de la familia, en especial el de él. Podrían hacer grandes negocios ahí y así Joshep conseguir su propio respeto. Ser un Villafranca importante, el más importante de todos. Pero en su lectura a saltos, entreleyó una frase... "... la sangre de cabaretera está aquí". Sus ojos como saetas regresaron sobre esa línea. "Tu ex, la sangre de cabaretera está aquí. ¿pequeño es el mundo no? La volverás a tener de frente y volverás a ponerla en el lugar que se merece. A ella y a su vieja tía abuela Raquel Lamuza". El corazón le ardió. Adelaida estaba en aquel lugar en donde tenía que ir en beneficio de sus propias ambiciones. ¿A que se refería de poner de nuevo a Adelaida en su lugar? De Raquel Lamuza había escuchado cosas, someros detalles que le había dado alguna vez el Sr. León y </span></span><span style="color: #444444;">su hijo Ó</span><span style="color: #444444; font-family: inherit;">scar, y uno de sus más grandes amigos. Uno de sus testigos aquella noche, al que detuvo del brazo. Tal sería la cara que habría puesto que Susana se le acercó preocupada.</span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Joshep, te has puesto pálido. ¿Te han llegado malas noticias? - se acercó a él tocando su mejilla con sus delgados y femeninos dedos. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Sí... ¡No!... realmente no es algo tan urgente, solo que no me lo esperaba - dijo mientras enterraba dentro del sobre aquella carta. Fingió una sonrisa y se llevó consigo a la joven preocupada, a conocer el resto del jardín intentando distraerla... y distraerse él. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"> </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"> Lejos de ahí, en Bardolín, Adelaida y Raquel estaban en el huerto. Una al lado de la otra. La pecosa aprendía como sacar unas zanahorias de la tierra, tenía los ojos atentos y curiosos a todo lo que hacía su tía abuela. Ella lo había intentado antes y había dejado media zanahoria dentro bajo suelo por lo que la dama de damas le explicaba con cariño como se debía hacer.</span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Piensa que una zanahoria es como una experiencia de tu vida, la que quieres sacar de raíz -. dijo Raquel. A Adelaida se le ocurrió una experiencia en particular -. Si tiras muy duro de ella, solo sacarás una parte y quedará el resto pudriéndose dentro. Por eso es mejor ser paciente. Retirar poco a poco la tierra del rededor, sobre todo cuando ha crecido mucho hacia dentro. Entonces cuando hayas desnudado lo suficiente sus raíces, saldrá sin mucho esfuerzo y podrás hacerte con ella una ensalada. Sacarle total provecho. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Tía ¿pero eso no significaría que me quedará un hueco en el alma? - le preguntó sonreída con cariño.</span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Oh, claro que no. Míralo de esta manera. Cuando sacas tierra de los lados, estás sencillamente cambiando. Estás soltando lo que tienes aferrado dentro de ti. Cuando ese espacio quede vacío podrás llenarlo de otras plantas. Tal vez un árbol de cerezas - le guiñó un ojo - Y siempre volverás a usar la misma tierra, tu alma como dirías tú. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Hay una zanahoria muy grande que quiero sacar y en su lugar sembrar un millón de cerezos - respondió la preciosa pelirroja, con sonrisa taciturna.</span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Lo harás amor. Ya lo estás haciendo. Poco a poco, cuando llegue el momento de jalar de ese recuerdo y sacarlo de raíz, lo sabrás - sonrieron juntas. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Tía, ¿quién la enseñó a ser tan sabía? - dijo Adelaida mientras comenzaba a retirar con calma la tierra que rodeaba a una robusta planta de zanahoria. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- La vida hija, quién sino. Gente hermosa que se puso en mi camino. Cómo Guillermo, como Gerónimo, cómo Jazmín, como tú. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Ay tía, como yo. Lo único que le he dado yo son dolores de cabeza. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Esa es la vida hija. Y tú no me has dado dolores de cabeza. Tú no conociste a la dama Raquel Lamuza de antaño. Tú eres un angelito comparada con lo fiera que era yo. Indoblegable, inamovible, inmisericorde. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Lo dice para hacerme sentir bien. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Amor no me gané el título de la Señora de Bardolín vendiendo pompones.</span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- ¿Usted es la Señora de Bardolín? </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Quién sino más que Raquel Lamuza de Bardolín.</span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Oh... - Adelaida se quedó impresionada. El Sr. Gerónimo nunca quiso decir "Raquel la musa de Bardolín" las veces que se lo escuchó decir. ¡Estaba llamando a su tía abuela por su nombre de casada completo! Siempre había creído que el tío Guillermo había llegado a consolarla de la partida del que creía que era su legítimo esposo, aquel que se fue y nunca volvió. ¡Pero eran la misma persona! Guillermo Bardolín. Con razón en el pueblo la creían dueña y señora de todo el lugar. Ella era una Bardolín, por lo menos políticamente hablando. Terminó sonriéndose -. Tía, yo creí que cuando el Sr. Gerónimo la llamaba así, le estaba diciendo que usted era como una musa para Bardolín. "La musa de Bardolín"</span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- A Gerónimo le encantan los juegos de palabras. Él lo dice más en el sentido que lo has entendido siempre tú, en vez de querer llamarme por mi nombre completo.</span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Yo creí que su esposo era otra persona de la que no quería hablar. Y que el tío Guillermo había llegado a curarla de su soledad. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- ¿Y por qué le llamas tío Guillermo? - le preguntó risueña la dama de damas. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Porque la quería a usted, y por eso lo quiero a él. Porque sé que él fue muy bueno con usted. No sé por qué he tenido esa idea tan arraigada de que él había llegado a consolarla de un mal amor.</span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">- Mi niña, porque eso es lo que deseas para ti - le respondió Raquel mirándola con mucho cariño. Adelaida la miró con sus ojos amplios como puertas abiertas hacia su alma -. Sí, Luisa Adelaida. Esa es la verdad. Deseas tanto que alguien llegue a hacerte sentir digna de amor, que quieres creer que eso puede pasar. Pero mi muñeca llena de pecas, ya eres digna. Nadie tiene que venir a decirte si lo eres o no. Él que venga tendrá que estar a tu altura. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;">- No diga eso tía. Eso de estar a mi altura, es muy feo. Joshep dijo que yo no estaba a su altura. </span><br />
<span style="color: #444444;"><br />
</span> <span style="color: #444444;">- Y es cierto lo que dijo. Ninguna persona que no te ame de verdad jamás puede estar a tu altura. Tú no estabas a su altura, estabas demasiado alto para él.</span><br />
<span style="color: #444444;"><br />
</span> <span style="color: #444444;">- Ni tan alto tía. Por el contrario me porté con bajeza. </span><br />
<span style="color: #444444;"><br />
</span> <span style="color: #444444;">- Te portaste mal contigo misma. No te amabas, no te sentías digna de él y su apellido, y fuiste capaz de pasar por encima de tu propia integridad para que él te hiciera digna. Lo que no sabía que ya lo eras, y no digna de él. Digna del más honesto grande y puro amor. Digna como lo eres ahora en este preciso momento. Por eso tú seguirás tu camino, encontrarás tu rumbo, serás más hermosa que antes, más sabia, más amante. </span><br />
<span style="color: #444444;"><br />
</span> <span style="color: #444444;">- Ay tía, usted me trata tan bonito, que a veces casi le creo lo que me dice. </span><br />
<span style="color: #444444;"><br />
</span> <span style="color: #444444;">- Bueno, te pediré que no me creas. Quiero que lo compruebes por ti misma. </span><br />
<span style="color: #444444;"><br />
</span> <span style="color: #444444;">- ¿Y cómo haré para comprobarlo?</span><br />
<span style="color: #444444;"><br />
</span> <span style="color: #444444;">- Se quien eres Adelaida - Raquel la miró dejando por un segundo la atención sobre el huerto -. Se tu misma. Disfruta de quién eres. Ama quién eres. Recuerda que una dama está hecha de lo que está hecho su corazón. Déjalo que se exprese, déjalo que te guíe tu alma. Muéstrale al mundo la verdadera Adelaida, no la de modismos y normas, sino la que es libre como el vendaval, la que es auténtica como una flor silvestre, la que enloquece por unas cerezas. Se quien eres, mi niña y todo comenzará a cambiar. </span><br />
<span style="color: #444444;"><br />
</span> <span style="color: #444444;">La pecosa le sonrió silenciosa. Quería creerle de verdad a su tía abuela. Todo aquello sonaba tan bonito, tan verdadero. Ser quién soy, pensó. Recordó su frase predilecta, y le pareció vacía. "Soy quien soy". Era mentira, nunca había logrado ser quien realmente era. Ahora si quería serlo, ahora cuando esa frase ya no le parecía útil, era cuando en verdad quería poder vivir auténticamente el "soy quien soy". Pero primero tenía que descubrir quien era ella, mirarse con ojos distintos, mirarse con amor, sin tanta rudeza, sin tantos juicios. La dama de damas le devolvió la sonrisa y regresó a su afán sobre aquel generoso pequeño arbusto de zanahorias que tenía enfrente. Adelaida hizo lo mismo. Miró la pequeña melena verde de la pequeña planta y recordó las palabras de su tía abuela. Cómo una experiencia que he de sacar de raíz, pensó. Y miró al rededor de la planta y miró la tierra oscura que la rodeaba. Esta es mi alma, se dijo. Tú eres Joshep, miró la apenas asomada zanahoria al ras del suelo. No quedará un hoyo en mi alma, solo dejaré de aferrar lo que no quiero llevar más por dentro. Para soltarte debo aflojarme yo, dejar de estar tensa a tu alrededor, dejar de sostenerte con tanta fuerza. Debo escarbar en torno de ti Joshep, dejar desnudas tus raíces antes de sacarte por completo de mi ser. Seré paciente y haré contigo una ensalada. Sacaré algo bueno de todo esto. </span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">De pronto, sin el más mínimo esfuerzo, jaló del tallo sacando no una sino tres zanahorias que crecían juntas. El rostro se le iluminó, las había sacado sin romperlas y poniéndose de pie, dando pequeños saltos festejó como una niña. Raquel la miró llena de alegría. Estaba contenta porque su sobrina había logrado el pequeño triunfo de comenzar a sacar zanahorias sin romperlas. </span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;">En cambio Adelaida festejaba que había comenzado a sacar a Joshep de su ser, sin romperse ella, y sin lastimar a su corazón. <br />
<br />
Pronto sembraría cerezos en su alma.</span></span><br />
<span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <span style="color: #444444;"><span style="font-family: inherit;"><br />
</span></span> <br />
<div style="text-align: right;"><span style="font-family: inherit;"><b><span style="color: #38761d;"><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com.tr/2015/01/capitulo-20.html">Lee Aquí el capítulo 20</a></span></b><span style="color: #444444;"><b> </b> </span></span></div></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><br />
<br />
</div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><div style="text-align: right;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br />
</span></div></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"> </span></div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><br />
</div><div style="margin: 0px; text-align: justify;"><br />
</div><div style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; font-style: normal; font-weight: normal; margin: 0px;"><b><i><span style="font-size: large;"><br />
</span></i></b></div><div style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; font-style: normal; font-weight: normal; margin: 0px;"><b><i><span style="font-size: large;"><br />
</span></i></b></div><div style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; font-style: normal; font-weight: normal; margin: 0px;"><b><i><span style="font-size: large;"><br />
</span></i></b></div></div><br />
<br />
<br />
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</script>pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-39339928051824864342014-10-28T03:18:00.000-07:002015-07-31T17:38:01.096-07:00Capítulo 18<div style="text-align: justify;">Un grupo concurrido de bardolideños se reunieron en la redoma de la fuente, para luego partir todos juntos hasta casa de Doña Raquel. La Luna llena se alzaba en el cielo iluminando la noche, haciéndole el trabajo fácil a las farolas de las veredas. Todos conversaban sobre la repentina llegada de una gran parte de la familia Bardolín al pueblo. Sabían de las constantes amenazas de León Bardolín y de las recurrentes visitas de su pariente, el señor Mateo, los que eran muy conocidos por los más adultos del lugar. Los más ancianos y allegados de Raquel, sabían que era vital que apareciera el documento que al ser firmado por la mano apropiada, los salvaría a todos de quedarse sin hogar. Sin embargo, por más que lo buscaron por años junto a la dama de damas, nunca apareció. La mayoría pensó que los Bardolín olvidarían ese documento y que los dejarían en paz, concentrados en sus otras grandes propiedades. Pero lo que no sabían era que dicha familia pasaba por una fuerte crisis financiera por los malos usos de las riquezas dejadas por Gran Papá. La propiedad más valiosa de la que podían disponer eran Los Jardines de Bardolín en el supuesto que en verdad hubiese petróleo dentro de sus extensiones lo que era un misterio. <br />
<br />
- ¿Qué crees que vaya a pasar? Mi abuelo le dijo a mi mamá que era muy posible que nos tuviéramos que ir del pueblo - preguntó Toñoño a Santiago que venían caminando entre el grupo de personas. <br />
<br />
- No sé. Nosotros no tenemos donde ir. Mi papá dice que de aquí no se va - le respondió sin levantar la mirada de las piedras de la vereda.<br />
<br />
- Pero... ¿Sí vienen a sacarnos que vamos a hacer? - el muchacho perecía ponerse muy preocupado. <br />
<br />
- No sé Toñoño. Mi papá dice que hay un documento, que al parecer está escondido en casa de Doña Raquel o en algún lugar del pueblo que puede servirnos para evitar que nos saquen que aquí, pero hay que encontrarlo primero.<br />
<br />
- ¿Un documento escondido? ¿Y quién lo escondió?<br />
<br />
- Creo que un mismo Bardolín. <br />
<br />
- ¿Pero en casa de Doña Raquel? <br />
<br />
- O en algún lugar del pueblo. <br />
<br />
- Jmmm... - bufó el muchacho confundido - ¿y por qué lo escondió?<br />
<br />
- No lo sé Toñoño. <br />
<br />
- ¡Pero hay que encontrarlo! - el joven de mejillas coloradas se detuvo sosteniéndolo de un brazo -. ¿Le preguntamos a Doña Raquel donde podemos buscar? ¡Tenemos que hacer algo!<br />
<br />
- Lo han buscado por todas partes, dice mi papá, por años y nadie dio con él.<br />
<br />
- Buscamos de nuevo - Toñoño parecía de verdad preocupado y dispuesto a mirar bajo cada piedra de Bardolín. Santiago lo observó en silencio. Su amigo tenía razón, algo había que hacer. Le asintió apoyando la idea de su amigo.<br />
<br />
- ¿Cuando lleguemos donde Doña Raquel hablamos con ella aparte?<br />
<br />
- Sí - asintió Toñoño más tranquilo sonriéndole. Después de retomar su camino para alcanzar al grupo de vecinos que los habían dejado rezagados, luego de unos minutos en silencio, el joven que le había parecido un cerdito a la pecosa, le dio con el codo al joven fantasma:<br />
<br />
- ¿Viste temprano a la sobrina de Doña Raquel? - abrió los ojos a lo grande - ¡Es muy bonita! <br />
<br />
Santiago se encendió en unos celos poco típicos de él, pero intentó lucir indiferente. <br />
<br />
- Jmmm - apenas asintió.<br />
<br />
- ¡Es una muñeca! ¿Verdad? - Toñoño se veía muy entusiasmado al hablar de Adelaida. <br />
<br />
- No deparé en ella - refunfuñó Santiago. <br />
<br />
- ¿Cómo que...? Tú... ¿No la viste? - su amigo pareció sorprendido -. Se habrá metido en alguna habitación, mientras yo estuve ahí nunca se quitó de la ventana. <br />
<br />
- Yo fui a trabajar Toñoño - respondió seco a la pequeña provocación del joven chancho. <br />
<br />
- ¿Pero en serio no la viste? ¿No es de tu tipo? Para mi es perfecta. Solo basta mirarla unos segundos para ver lo linda que es. <br />
<br />
El joven de rostro noble estuvo de acuerdo en silencio. Solo verla unos segundos... y todo cambió. Todo.<br />
<br />
- Bueno, cuando lleguemos de seguro la volveré a ver - continuó Toñoño con sus ilusiones.<br />
<br />
- Es una dama de la ciudad, soñador - le observó Santiago.<br />
<br />
- Sí, pero también tiene un corazón.<br />
<br />
- Tú te enamoras de cualquier cosa que tenga un corazón. Así sea un ganso del estanque.<br />
<br />
- ¡Ey!... ¿Qué te pasa? Y la señorita Adelaida no es un ganso. Es una dama muy bonita y refinada.<br />
<br />
- Te quedas corto.<br />
<br />
- ¿Cómo que me quedo corto? ¡Ja! Es que yo sabía que sí la habías mirado. ¿Corto eh? ¿Cómo la describirías tú? ¡A ver poeta! - Toñoño lo retó arisco.<br />
<br />
Santiago le dio con el codo suavemente a su amigo para que lo dejara en paz, pero Toñoño insistió:<br />
<br />
- A ver. ¿Cómo la ves tú?<br />
<br />
- Déjame en paz.<br />
<br />
- Vamos, ¿no que soy un corto?<br />
<br />
El joven de las herramientas se detuvo un momento mirando en silencio al joven chancho. La verdad sí quería hablar de Adelaida, era de lo único que quería hablar, para él era como tenerla cerca aunque de forma etérica. Para él nombrarla era como sostenerla de la mano de nuevo, era como protegerla, como acunarla, como si pudiera hacerla aparecer frente a sí. Poniendo su mano sobre el hombro de su amigo se sinceró con él:<br />
<br />
- ¿Alguna vez has imaginado como debe ser un ángel y al mirarlo de cerca descubrir que es más hermoso fuera de toda imaginación? ¿Alguna vez has podido sostener la poesía misma en tus manos, aunque sea solo un minuto? ¿Alguna vez has mirado en el borde de unos hermosos ojos, para descubrir que te has caído dentro de ellos sin remedio? ¡Bonitas y refinadas son palabras para sus botas trenzadas! ¡Ella es una canción! ¡Un poema andante! ¡Su cabello Dios lo hizo de fuego y dejó estrellas por todo su rostro! ¡La palabra "bonita" no la describe a ella, pero ella describe todo lo hermoso que alguna vez he podido ver en toda mi vida! ¡Y todo lo refinado ante su presencia luce opaco, mustio, porque no hay nada tan impecable, tan reluciente como Adelaida! ¿Sabes lo que se siente tocar la suave piel de su mano, mientras te toca la suave mirada de sus ojos?<br />
<br />
- Eh... ¿to... tomaste su mano? - tartamudeó Toñoño lleno de sorpresa y recelo.<br />
<br />
- Nunca había tomado una joya en mi vida hasta ese momento - Santiago le sonrió al joven de mejillas coloradas, el que se había quedado mudo. Pensaba que en verdad se había quedado corto después de escuchar a su amigo. De por sí, decir que se había quedado corto, era quedarse corto dos veces.<br />
<br />
- Menos mal que no deparaste en ella. ¿Te imaginas Santiago si hubieras deparado en ella? - los dos sonrieron con gracia. Sin embargo Santiago seguía melancólico.<br />
<br />
- Ella es de otro mundo, amigo mio - el muchacho de las herramientas inició de nuevo su andar y Toñoño le hizo la par.<br />
<br />
- En eso tienes razón - el joven chancho miró las piedras de la vereda bajo la sombra de los que iban delante de ellos. Pero luego miró de nuevo a Santiago -. Pero nunca se sabe. Vamos a buscar un documento que nadie a encontrado y debemos tener fe de encontrarlo. ¿Me entiendes?<br />
<br />
- Creo que no.<br />
<br />
- Buscar es la única forma de hallar... Que no se pierde nada con intentar... Bueno, aunque intentar no es garantía de encontrar.<br />
<br />
- Galleta me dijo unas palabras temprano - Santiago pareció consolarse un poco al recordarlo -. Me contó que Adelaida le dijo que cuando se quiere algo con demasiadas fuerzas, todo es posible.<br />
<br />
- Aparte de ser una canción que camina, tener candela en el pelo y la cara estrellada, también es inteligente.<br />
<br />
- Cállate tonto - Santiago le dio de nuevo con el codo amistosamente a Toñoño sin poder evitar reírse de lo tosco de su compañero de tertulias. Los dos se rieron.<br />
<br />
- El poeta eres tú - se defendió el joven chancho.<br />
<br />
- Sí el ver a Adelaida no te hace un poeta, es que o no tienes remedio, o no has visto lo realmente hermosa que ella es - el joven fantasma intentó fastidiar al joven chancho.<br />
<br />
- ¡Ja! Ya te enterarás de los versos que escribiré después que la vea esta noche. Estoy loco de volverla a ver. <br />
<br />
Volverla a ver, pensó Santiago. No, él no se acercaría a casa de Doña Raquel, se quedaría afuera, distante. De todos modos Adelaida no querría verlo a él... pero... ¡para qué engañarse! ¡Se moría de ganas de verla de nuevo! Sin embargo se sentía mal todavía por el percance de la tarde. Ella era la que no querría ni escucharlo. Se volvió a machacar a sí mismo el hecho de haberle cerrado la puerta a la bella pelirroja cuando ella se acercaba a él. Nunca imaginó que la ofendería tanto. La verdad nunca pensó que la ofendería en lo más mínimo. Sintió vergüenza de sí mismo.<br />
<br />
Siguieron caminando en silencio hasta que vieron que todos se detenían en frente de la entrada del jardín de la dama de damas. Santiago no quiso acercarse y se quedó recostado del muro del jardín de una casa, diagonal a la de Doña Raquel; ya tendría tiempo de hablar con ella sobre el documento, si era que realmente existía. Su amigo, por su parte, se incorporó con el resto para escuchar lo que habría que decirse sobre la situación que preocupaba a todos los lugareños, y para cumplir su anhelo de mirar de nuevo a la bonita muchacha de cabellos de fuego.<br />
<br />
Raquel retiraba su plato de la mesa justo al terminar su cena, cuando escuchó la campanilla del jardín sonar. Había sentido como había un grupo de personas fuera, en la vereda, pero pensó que pasarían de largo yendo a donde fuera que se dirigieran. Sin embargo el destino de todas esas personas era su propia casa. Adelaida aun no terminaba la fruta que estaba comiendo y lamentó que alguien llegara a interrumpir el momento que estaba pasando con su tía abuela. Habían estado hablando de todo un poco, lo que la ayudaba a estar lejos de esos pensamientos y emociones que la tenían tan desorientada. Miró hacía la puerta y pudo ver unos rostros totalmente nuevos para ella, que la miraban con gran curiosidad desde el otro lado de la verja.<br />
<br />
- Tía, hay varias personas allá afuera - le dijo a Raquel mientras le pasaba por un lado en dirección a la puerta.<br />
<br />
- Vamos a ver que sucede - dijo para sí misma la anciana. Apenas asomó el rostro por la entrada, todos los presentes se acercaron aun más hacía su jardín. Parecía que la mitad del pueblo estuviese frente a ella. La llenó de tranquilidad ver a Gerónimo tratando de sortear un camino entre la muchedumbre para acercarse hasta su casa. Caminó en dirección hacia la entrada del jardín, atenta a su viejo amigo.<br />
<br />
- Buenas noches Doña Raquel - la saludaron varias personas. <br />
<br />
- Buenas noches - respondió el saludo la dama de damas a los presentes.<br />
<br />
- Buenas noches Raquel - se le acercó Eugenio, el carpintero -. Disculpa que hemos venido a molestarte esta noche; pero ha crecido por todo el pueblo una gran preocupación.<br />
<br />
- Me imagino a que viene tal preocupación. Seguramente ya muchos han visto a un Bardolín paseándose por el lugar - le respondió ella sin parecer ni sorprendida ni preocupada. En el fondo sabía que el tiempo se acababa, pero para muchos no era una novedad que Mateo estuviese dando vueltas por las veredas del pueblo. Parecía más preocupada por ver que llegara hasta su lado Gerónimo que lo que le contaba Eugenio. <br />
<br />
- Ese no es el verdadero problema que nos preocupa Raquel - el carpintero inclinó la cabeza buscando atrapar la mirada de ella, de ganar su atención, pero no lo logró. La anciana estaba casi ajena a él. Después de un par de segundos de silencio el hombre, lleno de amabilidad, logró imprimir en su voz una clara sensación de urgencia en lo que a continuación le dijo:<br />
<br />
- La familia Bardolín parece que está alojada completa en la Masión de la entrada del arco - la dama de damas fue sacudida por aquello. ¿La familia estaba completa en el pueblo? Todos aquellos que por años la habían odiado estaban de nuevo cerca. Venían como buitres a esperar que se cumpliera el plazo para lanzarse sobre los restos de Los Jardines de Bardolín, que sin sus gentes amables solo era un gran y triste cadáver. <br />
<br />
- ¿Estás seguro de eso?<br />
<br />
- Los hemos visto merodear por los alrededores de la Mansión. Hombres y mujeres - afirmó Eugenio. El hombre estrujo nervioso entre sus robustas manos su pequeño gorro -. Los que estamos aquí sabemos de sobremanera que la presencia de un Bardolín en el pueblo siempre ha traído inconvenientes, siempre con sus amenazas de que nos sacarán de aquí, que Los Jardines de Bardolín no nos pertenecen...<br />
<br />
- Y el temor que todos tienen es que ahora si hayan llegado a cumplir las amenazas - inquirió Raquel. El carpintero asintió en silencio. Mientras todos a su alrededor opinaban, unos con otros sobre lo que tanto temor les generaba. <br />
<br />
- ¿Qué vamos a hacer? - dijo una señora notoriamente angustiada, la que propagó su nerviosismo a los demás.<br />
<br />
- ¿Vamos a perderlo todo? - preguntó otro desde atrás.<br />
<br />
- Pero... ¿es que nos pueden sacar de nuestras casas? - se escuchó otra voz llena de rebeldía. Raquel comenzó a notar que comenzaba a subir la tensión rápidamente. Gerónimo llegó por fin hasta la entrada del jardín, y ella sin más lo dejó pasar. No lo pudo recibir como hubiera deseado porque no dejaban de preguntarle cosas, todos casi al mismo tiempo.<br />
<br />
- ¡De mi casa me sacan muerto! - gritó un joven lleno de soberbia.<br />
<br />
- ¡A mi también! - Raquel respondió en voz alta tratando de llamar la atención de todos. Al apenas escuchar su potente voz, todos prestaron atención a lo que ella les iba a decir.<br />
<br />
- A mi no me sacan de esta casa sin antes luchar. Toda mi vida son ustedes y Los Jardines de Bardolín - continuó diciéndoles.<br />
<br />
- Pero Doña Raquel ¿cómo van a sacarla a usted de aquí? ¿Acaso no es más la dueña de estas tierras? - preguntó uno de los hombres más jóvenes entre los presentes.<br />
<br />
- No soy dueña de Bardolín - pareció un poco desesperanzada de que siguieran insistiendo que ella tuviera alguna potestad sobre la posesión de todo el pueblo -. ¿Tengo que contar de nuevo la historia de por qué solo tengo el derecho de poseer estas tierras por determinado tiempo y no que soy la ama y señora de todas sus extensiones?<br />
<br />
- Todo está redactado en un testamento - intervino Gerónimo, tratando de mediar por su amiga -. En la actualidad no pueden hacerles nada. Raquel tiene derecho ha decidir que sucede y que no dentro de este agraciado pueblo, pero el plazo de tiempo que le cede ese derecho se está terminando. Por eso la familia Bardolín está aquí. Sin embargo, algunos de ustedes ya saben que existe un documento...<br />
<br />
- ¡Que nunca ha aparecido! - le interrumpió un anciano frente a él. Todos comenzaron a murmurar y hacerse preguntas. <br />
<br />
- Ciertamente es así. Pero Raquel y yo hemos decidido comenzar de nuevo su búsqueda...<br />
<br />
- ¿Y si no aparece? - cuestionó incrédula una mujer anciana.<br />
<br />
- ¿Por qué no se redacta otro y listo? - preguntó una muchacha.<br />
<br />
- No es tan fácil cómo eso - respondió Raquel.<br />
<br />
- No es tan fácil; en el testamento que permite que estén aquí, también pone como condición que el documento que puede permitir que permanezcan aquí para siempre, sea el que vamos a encontrar pronto - Gerónimo intentó proyectar su positivismo a lo demás. La dama de damas se lo agradeció en silencio desde su alma.<br />
<br />
- ¡Y si no aparece! - volvió a machacar la anciana de momentos antes -. Se ha buscado por años, tantos que lo dejamos de buscar Raquel; tantos años que hasta pensamos que la familia Bardolín se había olvidado de nosotros excepto por un par de ellos que siempre venían a amenazarnos. Y ni siquiera los dueños directos, sino los hijos de estos. ¡Nadie va a salir a buscar de nuevo un documento que buscamos por cada rincón de tu casa hasta el mismísimo agotamiento!<br />
<br />
- ¡Yo sí! ¡Yo vuelvo a buscar! - alzó su mano apremiante el preocupado Toñoño. La dama de damas lo miró con aprecio -. ¡Santiago y yo vamos a buscarlo de nuevo, todo el tiempo que sea necesario! <br />
<br />
- ¡Y yo también Doña Raquel! - Fabián alzó la mano desde un poco más atrás.<br />
<br />
- Sí los muchachos tienen ese brío y esa fe ¡Yo también! - se sumó el gran Gaspar. <br />
<br />
Los ancianos entre sí movían las cabezas desaprobando aquello. Una perdida de tiempo, decían. Todos los sitios donde se pudo haber buscado, ya se habían revisado. Incluso en cada libro de Doña Raquel, entre página y página, de cada uno de ellos. <br />
<br />
- Lo único que faltó fue echar tu casa abajo para buscar debajo de ella - otro anciano se dirigió a Raquel con desesperanza. <br />
<br />
- Puede que nunca haya estado en mi casa... sino en otro lugar del pueblo - todos se miraron las caras al escuchar estas palabras de la dama de damas. <br />
<br />
- ¿Es decir que hay que buscar en cada casa? - preguntó uno de sus vecinos cercanos. <br />
<br />
- No precisamente - la tía abuela de la pecosa miró a su amigo buscando amparo en él. En el fondo ella tampoco tenía muchas esperanza de que encontraran dicho documento, después de tantos intentos fallidos.<br />
<br />
- Tengo amplias razones para pensar que el documento no está en casa de nuestra querida Raquel - dijo Gerónimo tratando de ganar la atención hacia él. <br />
<br />
- Mientras que no diga que piensa que está en la Masión Bardolín - dijo Eugenio con una apenada sonrisa.<br />
<br />
- No, mi estimado. Hay una gran posibilidad de que esté en los Jardines. Cerca de los cerezos. <br />
<br />
Aquello inició de nuevo un gran mar de rumores entre unos y otros. ¿En que parte de los Jardines podría estar? ¿Y si estaba en un pozo? Pensar en la posibilidad de que estuviera en ese lugar no los llenaba de esperanzas, por lo menos no a los más ancianos y adultos. Para los jóvenes todo era cuestión de ir a buscarlo, de buscar en cada mínimo espacio de los Jardines y los cerezos hasta dar con el escurridizo documento. <br />
<br />
- ¿Pero de donde saca eso? -espetó otro anciano incrédulo. <br />
<br />
- Tengo evidencias de que puede que sea así - no se atrevió a decir que todo aquello era una suposición basada en un acertijo -. Evidencias de la mano de la misma persona que lo escondió. <br />
<br />
- ¿Y si no está ahí? - la anciana recelosa de minutos atrás habló una vez más.<br />
<br />
- Y si no está ahí ¿Qué va a hacer usted? - se volvió a engrandecer Raquel, se alargó hacía arriba, se endureció como una lanza una vez más. Toda la energía de su coraje vibró en su voz haciéndole recordar a todos quién era ella -. Dígame, ¿qué hará? Yo por mi parte no dejaré que me saquen de mi casa, de mi vida, así de simple. Y así como hasta el último momento me aferraré al sitio que pertenezco, así buscaré la solución a esto hasta el último momento para que usted no pierda su casa, mientras se lamenta de lo que pueda suceder. ¿Y si no está ahí? ¿Pero que pasaría si resulta que sí está y no lo buscamos? Él que crea que ya todo está perdido puede irse del pueblo ahora mismo. ¿Por qué siguen aquí?<br />
<br />
- No tenemos donde ir - le respondió una de sus vecinas cercanas.<br />
<br />
- Entonces no tienen opción, si quieren que esto termine en paz. ¡Todos tienen que buscar, o apoyar en su defecto a todos los que lo estén buscando! ¿Quedarse asustados llorando es una opción? ¡No!<br />
<br />
Mientras tanto Adelaida escuchaba de pie cerca de la puerta. No se había atrevido a salir ni a asomarse. Sentía que solo estorbaría a su tía abuela, pues era tan poco lo que ella sabía de lo que realmente pasaba en torno a ese documento, al pueblo entero y a la familia Bardolín. En el fondo deseó con todas sus fuerzas poder ayudar a su tía abuela de alguna manera. Pensó que de haber tenido el poder de resolver lo que amenazaba a Los Jardines de Bardolín, lugar que ella comenzaba amar, no lo hubiera dudado un solo segundo para solventarlo de inmediato. Recostada donde estaba miró hacia dentro de la casa. Miró la sala de estar, el jardín central un poco más allá, todavía un poco más lejos la amada mesa redonda de su tía abuela. Miró hacia las puertas de las habitaciones principales, la de Raquel y la que estaba ocupando ella. Pensó en el huerto, en los cerezos de su tía, en sus rosales. Pensó en la biblioteca en la que aun no había entrado que estaban al final del patio trasero. Cada rincón de esa casa se le había metido en su corazón y no podía imaginar que llegaría el día que no podría estar más en ella. Que le fuera prohibido caminar de nuevo por sus pasillos. Se llevó una mano al pecho conmovida. Se apartó de la pared y camino hasta el umbral de la puerta quedando a la vista de todos.<br />
<br />
Prácticamente la totalidad de los presentes se quedaron mudos ante la aparición de la hermosa pecosa ante ellos. Parecía una diosa de algún bosque con aquel tocado de flores rosa, con ese porte frágil, con esa belleza casi etérica como la de los ángeles. Los más ancianos creyeron estar viendo un fantasma, que casi exclamaron de asombro; la pelirroja jovencita que salió de pronto de la casa de Raquel se parecía demasiado a Jazmín, por un segundo pensaron en una aparición del más allá. La pecosa se intimidó un poco al sentir que todos los presentes la miraban curiosos o asombrados y buscó con premura la mirada de su tía abuela, que se había volteado a mirarla al notar el mutismo repentino de sus vecinos. <br />
<br />
- Ven Adelaida - la dama de damas le extendió la mano. <br />
<br />
La muchacha hermosa caminó hasta ella saludando con una luminosa sonrisa a Gerónimo que le tomó de la mano con su gran caballerosidad de siempre. Se paró al lado de Raquel y se abrazó a su cintura para darle el apoyo de su cercanía. <br />
<br />
- Les presento a mi sobrina Luisa Adelaida - la dama de damas la presentó con orgullo. La pecosa inclinó la cabeza saludando a todos. Cada uno le respondía según podía, saludándola también. Sin embargo en ella, sin poder evitarlo, se despertó el deseo de encontrar entre aquellos la mirada amable de Santiago, y buscó, y miró en cada rostro, entre cada uno de ellos, pero no lo encontró.<br />
<br />
Los ancianos la miraban casi con la boca abierta, admirados al tenerla cerca. <br />
<br />
- ¿Es la hija de Betania? - le pregunto una anciana a Raquel.<br />
<br />
- Sí. Adelaida a venido a pasarse unos días con nosotros. <br />
<br />
- ¡Dios mio! - exclamó uno de los ancianos que había hablado antes - Pero esta niña se parece tanto a...<br />
<br />
El hombre se detuvo y miró a la dama de damas no queriendo lastimarle con sus palabras, al querer evocar un recuerdo tan doloroso para los fundadores de Los Jardines de Bardolín y en especial para ella.<br />
<br />
- Así es Tomás, se parece mucho a mi Jazmín - dijo con mucha paz la tía abuela Raquel, luego mirando al rostro de su sobrina dijo: <br />
<br />
- Pero así como mi Jazmín era única, mi Adelaida también. <br />
<br />
- Tía - le murmuró la pecosa - yo también la ayudaré a buscar.<br />
<br />
- Hija, no tienes que preocuparte por estas cosas - le respondió Raquel con ternura.<br />
<br />
- Tía, usted no está sola. Me tiene a mi - estas palabras de Adelaida, casi hicieron que de los ojos agradecidos de la dama de damas se le escaparan unas lágrimas. La anciana le sonrió y le besó en la frente.<br />
<br />
Toñoño le hacía señas a Santiago como un desesperado tratando de llamar su atención; le hacía muecas señalando hacia casa de Doña Raquel, pero este estaba distraído sabía Dios en que pensamientos. Sin embargo unas muchachas que estaban cerca de él, trataban de ponerse de punta en pie para intentar ver a la "bonita y refinada" sobrina de la dama de damas. Se hacían preguntas unas a las otras.<br />
<br />
- ¿Quién es esa muchacha? - preguntó la que estaba empinada mirando por encima de las cabezas de todos los que estaban en medio.<br />
<br />
- Desde aquí se ve muy bonita. ¿Quién será? - dijo otra.<br />
<br />
- Es la sobrina de Doña Raquel - respondió una tercera. Santiago al escucharla casi dio un brinco. Adelaida había salido. También intentó ponerse punta en pie, pero no lograba verla, el corazón se le puso inquieto y se llenó de unas ganas demasiado grandes de poder mirarla. Buscaba un lugar, donde desde la distancia pudiera apreciar a la pecosa, pero la gente se movía y la veía en celajes demasiado fugaces. Galleta cerca de ahí, que se encontraba acompañando al gran Gaspar observó en silencio al ansioso Santiago, desde donde ella estaba podía ver claramente a Adelaida, quiso llamarlo pero vio como el muchacho movido por todos sus impulsos internos, se subió en el bajo muro de una de los jardines de las casa cercanas y quedó por encima de todos. Lili miró hacia a su amiga, la que al sentir que alguien la miraba por encima de los demás volteó instintivamente encontrándose con el atónito joven fantasma. La muchacha de grandes ojos marrones, fue una testigo silenciosa del encuentro distante de Adelaida y Santiago.<br />
<br />
- Dios mio... - musitó el joven fantasma al ver a la hermosa Adelaida con aquellas flores en el cabello, parecía que ella tuviese luz propia, como si todo lo que estuviese cerca de ella se impregnara de su luz. Ni parpadeaba, estaba alelado, flotando en un silencio extraño, como si el mundo fuese una mentira y la pecosa fuese todo lo existente. Ella lo miró a los ojos, su corazón también estaba inquieto, trataba de leer en la mirada de él si había rastros de rencor por lo de temprano en la tarde, pero otra vez... esa mirada... una vez más su corazón se llenó de aquello, una vez más se movió por dentro, una vez más se sintió envuelta. Pero los dos evitaron saludarse, porque ella pensaba que él estaría molesto por lo del jugo y porque él pensaba que ella estaría molesta por lo de la puerta. Raquel comenzó a caminar hacia dentro de su casa llevándose a Adelaida suavemente sostenida del brazo, apartó los ojos por un momento de Santiago, mientras caminaba hacia el umbral de la entrada de la casa. Él en ningún momento apartó sus ojos de ella, se la aprendía de memoria, la pintaba en el lienzo de su alma. Pero justo antes de que Adelaida cruzara el último velo de la puerta, en el último segundo volteó a mirarlo, una vez más, y al ver que aun Santiago la miraba con aquellos ojos tan amables, tan amantes, le sonrió tímida, insegura de que él le fuese a responder. Sin embargo Santiago no respondió a su sonrisa, estaba aun sumergido en el trance de su alma. Coronada con cayenas, pensaba, es una reina coronada con cayenas. La pecosa cruzó por completo hacia dentro de la casa quedando fuera de la vista el uno del otro; se entristeció porque el muchacho de rostro noble no correspondió a su sonrisa. Se confundió más. Estaba contenta de haberlo visto por un momento, pero también estaba triste porque sentía que él estaba molesto con ella, aunque sus ojos le dijeran todas las cosas contrarias a la tristeza, aunque sus ojos le decían esas cosas que nunca habían sido pronunciadas para ella. <br />
<br />
Todos los presentes ya habían iniciado su partida. No había más solución que colaborar en la búsqueda del documento, incluso hasta para el que la idea ya estaba más que gastada. Se fueron alejando poco a poco conversando unos con otros. Toñoño alcanzó a Santiago y no dejaba de comentarle lo cerca que había visto a Adelaida; que le hizo mil señas para que él se acercara también pero que no lo vio. Sin embargo el joven de las herramientas caminó en silencio, mientras la miraba frente de sí como si la pecosa hubiera quedado grabada en sus pupilas, como se queda el sol en la mirada cuando se le mira directamente. Se alejaron yéndose cada uno a su casa, dejando a Los Jardines de Bardolín en silencio, bajo la custodia de la reluciente luna.<br />
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<br />
Las avecillas cantaron sus himnos al día naciente. El astro rey, volvía a llenar el mundo con la riqueza de sus brazos de oro, iluminándolo todo. El suave vendaval mañanero meció las cortinas de Adelaida, lo que la luz aprovechó para besar su hermoso rostro lleno de pecas, en cada intento. La hermosa dama, abrió lentamente los ojos, se sentía un poco taciturna. Se sentó en la cama y miró hacia el postigo aun llena de ensoñación, pero un rojo carmesí destelló con la luz del sol en su ventana entra las cortinas que en suave vaivén, de un segundo a otro, dejaban que pudiera ver la vida allá afuera. Se espabiló, se puso de pie y caminó dejando rezagadas a sus pantuflas apartando las cortinas con cuidado. Y ahí estaba.<br />
<br />
Una rosa roja como la sangre, una flor de terciopelo atada a uno de los barrotes de la reja. La sostenía una pequeña cinta blanca, era una rosa sin espinas, una flor amable. Atada a su vez, a una de sus fuertes hojas había una pequeña nota, enrollada como un pequeño pergamino. Antes de tomarla miró hacia la vereda, miró en todas las direcciones que pudo y no había más que aves y mariposas en lo suyo de todas las mañanas. El corazón se le llenó de curiosidad tanto como de emoción, la liberó de la cinta blanca y se la acercó al rostro para oler su perfume. ¿De quién sería? ¿Sería de Santiago? No, no podía ser de él. Santiago parecía no querer acercarse más a ella. Se sentó en el borde de la cama y con delicadeza desprendió la pequeña nota y la desplegó con suavidad. Cuatro humildes versos llenaban todo el diminuto pergamino, cuatro versos que sonaron en su corazón llenándolo de misterios y poema:<br />
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<i><br />
</i><br />
<div style="text-align: center;"><i>"Cuidaría el paso de tus botas trenzadas</i></div><div style="text-align: center;"><i>y con una cinta blanca ataría para ti la luna llena.</i></div><div style="text-align: center;"><i>Y besaría tus ojos, y soñaría en tus pecas<br />
<br />
Serías mi reina coronada con cayenas"</i></div><br />
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<div style="text-align: right;"><br />
</div><div style="text-align: right;"><br />
</div><div style="text-align: right;"><b><span style="color: #b45f06;"><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.sg/2014/11/capitulo-19.html">Lee Aquí el capítulo 19</a></span></b> </div><br />
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</div><div style="text-align: justify;"><br />
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}
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if (window.sidebar){
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</script>pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-4983017945516080802014-10-07T17:14:00.000-07:002015-07-31T17:37:43.864-07:00Capítulo 17 <div style="text-align: justify;">Estaba lejana. Su alma se había ido distante, a esos días en que los brazos de Joshep la rodeaban, donde ella se sentía protegida... donde se creía amada. Escuchaba en su memoria su voz, recordaba su mirada. Su corazón seguía en silencio, aunque todas esas imágenes que iban y venían en sus pensamientos le daban la certeza que aun lo amaba. Sin embargo, muy en el fondo, sentía un espacio vacío, un lugar en ella que quedó desolado, donde en un rincón ocultaba aquello que se negaba a reconocer. Prefería mirar hacia la superficie, mirar sus propios errores y culparse una y otra vez por haber perdido ese amor en el que se había construido todo un futuro junto al hijo de los Villafranca. No podía ser posible que ella estuviera viviendo cegada por su propia ilusión, todo ese amor fue real... tenía que ser real... pero... su corazón no decía nada, como si no quisiese opinar al respecto. ¿Dónde se fue ese vibrar vigoroso con solo recordarlo? ¿Dónde se fueron esos latidos potentes que agitaban su pecho con solo verlo venir, incluso en un pensamiento? Pero su alma giró llena de preguntas que no podían ponerse en palabras... su corazón un par de horas antes había latido vigoroso, pero no era eso lo que confundía a Adelaida. Su pecho muchas veces ya había retumbado de esa forma, incluso más fuerte todavía. No era la fortaleza con la que latió su corazón lo que la hizo moverse, fue con lo que se llenó lo que la hizo ser otra. ¿Qué fue lo que sentí? se preguntaba con apremiante deseo de encontrar la respuesta. Se le hacía tan imposible descifrar aquella sensación que le inundó el cuerpo, esa necesidad de decir lo que no tenía idea de decir, esa necesidad de ser recibida, más que de simplemente estar. Con Joshep le bastaba estar cerca de él, pero no le sucedió igual ante el muchacho de las herramientas. Quería ser recibida de nuevo por esa mirada que parecía protegerla mejor que mil brazos. Esos ojos que parecían calcarla, leerla, aprenderla. Esos ojos que la miraban de verdad, que la hacían sentir tan consciente de ella misma. Era cierto que necesitó acercarse a Santiago, que sintió que solo su presencia consolaría su espiral de emociones internas, pero se mentía, ella quería girar en ese carrusel de sentimientos sin consolaciones; no era simplemente estar, no era simplemente acercarse. Era... no sabía como explicarlo... era cómo llegar de una vez para siempre. No, las palabras no servían para nada, no podía poner en palabras todo lo que sentía por dentro. Se recostó sobre la mesa sobre sus brazos cruzados y cerró los ojos. Y ahí estaba el muchacho fantasma mirándola desde adentro de ella.<br />
<br />
- Santiago - murmuró. Probando el artilugio de nombrarlo... y le gustó... le gustó llamarlo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Joshep - murmuró. No le gustó como se sintió. No sabía por qué se hundía en una melancolía que la rodeaba como un malvado espíritu. Si creía que lo amaba tanto ¿por qué su alma se sentía rota en su recuerdo y al pensar en Santiago se sentía de una sola pieza, entera de nuevo, sin grietas? <br />
<br />
- Me estoy volviendo loca - se le humedecieron los ojos y entre sus párpados cerrados se deslizó una fugitiva lágrima. Una pequeña gota cristalina que rodó por su mejilla sobre sus pecas, acariciando su rostro cómo si quisiera reanimarla. Suspiró profundamente, pero Santiago no se iba de su mente. Eso la alegró, eso evitó que la lágrima le doliera. Por el contrario la llenó de aquello, de lo que no sabía cómo describírselo ni a ella misma. Se incorporó en la silla mirando hacia el jardín central, mirando las floridas cayenas que se mecían suavemente como intentándola seducir y sin saber por qué, tal vez por el torbellino de emociones que llevaba por dentro, aflojó las cintas de sus botas y se desnudó los pies. Los apoyó suavemente sobre el frío suelo y se puso de pie, su corazón latió intensamente. Quiero ser feliz, lo pensó con sencillez, sin imágenes mentales en concreto. Habló su alma. Dio unos pasos inseguros hasta el borde del jardín y miró el césped, luego alzó la mirada hacia las cayenas, lo que sin saber por qué era su repentino destino. Pisó la fresca hierba, le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo, pero disfrutó la sensación en la planta de su pie. Dio dos pasos dentro del jardín, cerró los ojos y se quedó inmóvil. Una voz interna muy arraigada en ella comenzó a gritarle lo que una dama no debía hacer y titubeó internamente. Estuvo a punto de regresar corriendo, evitando cometer el mismo error que cometió con Joshep, pero esta vez con ella misma. Una dama debe... una dama debe... pero antes de que aquella voz la venciera, recordó a Jazmín...<br />
<br />
- Una dama debe ser feliz - dijo. Pero al contrario de sus palabras comenzó a llorar en silencio. No se sentía feliz, no sabía que era la felicidad. Lo dijo como un descubrimiento lejano a ella. Deseó poder danzar como Jazmín sobre aquel pequeño jardín, caminar hasta las cayenas, tomar las más grandes y colocarlas en su cabello. Verse tan hermosa como lo hacía tía Raquel cuando se peinaba usándolas cómo una corona. Caminó movida sin saber por qué sentimientos y quedó al alcance de las grandes flores rosadas de pistilos oscuros, coronados con pequeños broches dorados. Tomó una cayena con sus suaves manos, la que pareció soltarse con gusto entre sus delicados dedos. No sabía que hacer con ella y su abundante melena pelirroja, no tenía idea cómo sostenerla en un peinado en su cabellera y terminó colocándosela sobre la oreja derecha. Secó las lágrimas de sus ojos, pero estos se volvían a humedecer. <br />
<br />
Y de pronto algo se rompió dentro de ella, algo que no necesitaba más. Pareció salir de una ensoñación para descubrirse a sí misma descalza sobre el jardín sintiéndose inocente, deseosa de felicidad, sintiéndose ligera cómo hace mucho no se sentía, como sí hubiera perdido una pesada carga interna. Aun no se sentía feliz, pero algo había cambiado dentro de ella. Estaba con los pies desnudos sobre el césped sintiendo que una parte de ella era libre. No pudo ser de mayor dimensión la gran sorpresa que se llevó Raquel al venir de la parte trasera de la casa hacia la habitación de Adelaida en su búsqueda, para encontrársela en su jardín. En medio, con los pies sobre la hierba, con una gran cayena en el rojizo pelo. Se quedó petrificada de la impresión. Casi que la llama Jazmín al verla, fue como una aparición ante sus ojos. No le salía palabra alguna, era una de las imágenes más hermosas que le daba la vida, que le regalaba Dios. Adelaida tan parecida a su Jazmín, le parecía que tenía a las dos en una sola en ese momento. La pecosa la miró a los ojos y buscó mil respuestas en la mirada conmovida de su tía abuela, buscó mil respuestas, o aunque fuese una sola de todas las que se desataron dentro de su alma, y sintiéndose chiquita, cómo una niña le extendió los brazos, cómo lo hizo con Joshep, una suplica de amparo, pues era demasiado nuevo todo lo que sentía su alma en ese momento. La dama de damas caminó hacía ella con amplios pasos y la abrazó con fuerza, y sintió el corazón de Adelaida cómo un pequeño tamborcito en su pecho sonando desesperado. Sabía que de alguna forma que jamás podría explicar, su sobrina, por sí sola había logrado librarse de un gran yugo. Un gran paso hacia la sanación de su corazón roto. Adelaida no había dejado caer una coraza antigua, la había destruido definitivamente. Pero solo era un paso más en el doloroso camino, pero necesario para que Adelaida dejara salir la verdadera luz que brillaba dentro de ella, atrapada como un sol dentro de una bóveda. En el interior de la pecosa las emociones no terminaban de quedarse quietas y no dejaban de venir a su mente Joshep y Santiago, uno detrás del otro. Del primero recordaba sus duras palabras cuando él le juzgó diciéndole que no era una dama. Pero al ver a Santiago en su mente, deseaba con todo su corazón ser una dama, una de verdad, esa la que pudiera caminar descalza el mundo entero sin que eso manchara en lo más mínimo su dignidad. Una dama que pudiese enfrentar sus errores con virtud y no una que aparentando virtudes ocultase sus errores, incluso a sí misma.<br />
<br />
- Tía - Adelaida alzó sus ojos hacia los de Raquel - ¿Yo soy una dama?<br />
<br />
- En cada una de las letras de tu nombre, mi amor - la dama de damas le sonrió con ternura -. ¿Te digo el secreto de una verdadera dama? Una dama de verdad, antes de cualquier cosa es mujer. Y una mujer es de lo que está hecho su corazón. No importa que tan buenos modales tengas si tu corazón está vacío. No importa que tan buena seas filosofando en las reuniones de sociedad, si tu corazón no es sabio. No importa que tan bella puedas lucir por fuera, si tu corazón no tiene belleza por dentro. No importa que tan recatada seas, que tan correcta seas, que tan puritana seas, si tu corazón no ama. Y tú tienes un corazón lleno, tú tienes un corazón sabio, tú tienes un corazón lleno de belleza, tú tienes un corazón que ama. Y todas esas son cualidades de una buena mujer, y una buena mujer es el cimiento de una buena dama. Todo lo demás son apariencias, máscaras, disfraces, temores. Por eso, hija mía, eres toda una dama, porque ante eso, en tu corazón, ya eres toda una buena y gran mujer. <br />
<br />
- Mi corazón está loco tía - Adelaida sonrió llorosa todavía.<br />
<br />
- Eso es bueno. Sólo un corazón loco puede entender al amor - ambas sonrieron.<br />
<br />
- Pero primero tendría que entender la locura que hay en mi pecho hoy para poder entender al amor - dijo la pecosa un poco más tranquila. </div><div style="text-align: justify;"><br />
- O quizá lo que debes entender que esa locura que sientes en tu pecho es amor.<br />
<br />
Adelaida miró a los ojos de Raquel cómo si en ellos pudiera traducir esas palabras, pero no pudo. ¿Esta locura es amor? ¡Qué confuso! pensó. Ella se aseguraba que amaba a Joshep todavía, pero no era él quién le hacía girar por dentro lo inefable. Él era cómo un silencio dentro de ella, cómo un hueco que ella llamaba "amor". Pero Santiago, apenas lo acababa de conocer horas antes y era cómo si él la conociera mejor que nadie, cómo sí pudiera mirarla por dentro y sostener su mano cómo sólo ella lo necesitaría siempre. Su cabeza decía Joshep, pero su corazón decía Santiago. La eterna lucha de la razón y la emoción. Amaba a Joshep, era lo lógico, era su prometido, quién en verdad la conocía hace un par de años atrás. A quién ella le falló y le decepcionó, aunque comenzaba a pensar más en ello de otra manera. En cambio Santiago... aquello era irracional, un extraño, que apenas tenía horas conociendo su rostro, el que le cerró la puerta en la cara y al que ella le vació un vaso de jugo encima... El que le tomó el alma suavemente junto a su mano lastimada... Esa era toda la historia de los dos. ¿Por qué Santiago está en mi corazón y Joshep en mis pensamientos? ¿Amor? No, esto no es amor. Es una simple locura, se dijo en el secreto de su alma.<br />
<br />
- No tía. Yo no he sentido esto antes. Y usted sabe que yo aun amo a Joshep. Lo que le quiero decir es que ¿por qué no he sentido esto antes? Amor ya he sentido y no se siente así - esto último lo dijo sin estar muy convencida de sus palabras. <br />
<br />
- ¿Por qué no has sentido eso antes? - Raquel le volvió a sonreír -. Es una buena pregunta. Otra pregunta es por qué lo estás sintiendo hoy.<br />
<br />
Adelaida se ruborizó. Era verdad. Toda esa locura se movía en torno de Santiago, toda esa algarabía interna llegó con él, en el más suave silencio. Y nada se podía explicar sobre eso, sucedía sin su permiso o... ¿si lo permitía? Disfrutó desde el primer momento de la presencia del muchacho de rostro noble, de la entonación de su voz, de cómo la sostuvo, de cómo la miró. Nunca batalló contra nada de eso. Lo recibió como un presente, y algo dentro de ella lo agradecía. Pero... ¡Qué era! ¡Todo eso que sentía que era! ¿Esta locura interna es amor? pensó. No era posible. Era otra cosa, pero amor no. Su amor estaba en Joshep, lo demás debía ser tan simple cómo se sentía. Una confusión en su alma lastimada. Una simple locura. Quiso quedarse con esa idea, no quiso buscarle más explicaciones, ya se le pasaría todo aquello y sorteando la pregunta de su tía abuela giró el hilo de la conversación en otra dirección:<br />
<br />
- Tía... ¿yo podría pedirle un favor? - se volvió a ruborizar -. Es una tontería... pero... ¿me podría hacer el peinado que usted siempre se hace con cayenas? <br />
<br />
- ¡Oh claro Luisa Adelaida! - la tía Raquel pareció iluminarse con aquello. Sin mucho pensarlo se acercó a las cayenas y se hizo con seis flores las que puso en manos de la pecosa -. No te muevas de aquí.<br />
<br />
La dama de damas tomó una silla la que acercó hasta el centro del jardín y la dejó detrás de su sobrina. La invitó a sentarse y la muchacha sin más, se sentó. Lo primero que hizo fue sacar con cuidado la cayena que llevaba Adelaida sobre la oreja y se la puso en las manos junto a las otras flores. Sostuvo el abundante cabello de la pecosa, como si fuera un tesoro. Fuego, hilos de fuego parecían al darles la luz del Sol que ya iba camino a la noche a descansar de su jornada. Deslizó sus dedos entre ellos cómo lo hacía con el cabello de Jazmín. Sus ojos se humedecieron pero no de tristeza, su alma sentía gratitud. ¡Gracias Dios, por este momento! musitó en sus pensamientos. <br />
<br />
- Tía ¿por qué usted le decía a mi mamá que una dama no deja mechones sueltos en su peinado, que una mujer de mechones sueltos es una mujer de ideas sueltas? - preguntó la pecosa mirando las flores que descasaban sobre sus piernas y manos.<br />
<br />
- Yo nunca le dije eso. Lo que siempre le dije es que cuando se peinara, para las ocasiones especiales no dejara mechones sueltos, no se le fuesen a caer algunas ideas. Claro hija, todo esto se lo dije como una simple broma. ¿Tu mamá te dijo que una dama no puede llevar mechones sueltos porque sino entonces era una mujer de ideas sueltas? - Raquel meneó la cabeza lado a lado desaprobando aquello.<br />
<br />
- Sí.<br />
<br />
- Todo tiene su momento Adelaida. Hay momentos de ser impecable, hay momentos de simplemente ser tú misma. Y lo más importante es aprender ser simplemente tú, viéndote siempre impecable. El secreto ya lo sabes. Si tu corazón es impecable, tú lo serás sin tener que preocuparte por ello.<br />
<br />
Y así poco a poco fue recogiendo la melena rojiza de Adelaida, acomodándola y sosteniéndola con pequeños ganchos que tomaba de su propio peinado, dejando al descubierto el hermoso cuello de la joven silenciosa. Luego bordeó todo el peinado con las siete cayenas. Dio unos pasos dando la vuelta a la silla y la miró. ¡Tanta belleza junta!<br />
<br />
- ¡Qué hermosa eres hija! - la voz de Raquel sonó llena de admiración. Adelaida sonrió dulcemente y un poco indecisa se puso de pie y caminó descalza hasta su habitación a mirarse en el espejo de la peinadora. Se sentó en el taburete y se miró. Se gustó ella misma como nunca, se sintió tan liviana por dentro, sus cabellos tenía encendidos mechones sueltos que caían algunos sobre su rostro, haciéndola ver tan coqueta. Y su corona de cayenas. ¡Amó su corona de cayenas! <br />
<br />
- Siempre me he preocupado tanto de cómo me tenía que ver tía. De cómo me veían los demás. De cómo me vería Joshep - volvió a sonar pensativa -. Tan preocupada de lucir perfecta. De que lo de afuera no permitiera ver lo que no me gusta de mi. Siempre uso vestidos de brazos cubiertos evitando mostrar mis pecas que tanto me acomplejan.<br />
<br />
- ¿Tus pecas? No sabes lo hermosas que te lucen. Son parte de ti Adelaida. Te hacen única.<br />
<br />
- Me hacen sentir diferente, distinta. No me gustan. Y a muchos no le gustan. A Joshep no...<br />
<br />
- Joshep es un tarado. Un enamorado de las apariencias, que no tiene la capacidad de mirar más allá.<br />
<br />
- Tía... él me quería de verdad... mas yo le fallé - dijo la pecosa sintiendo que algo dentro de ella volvía a ponerla pesarosa. <br />
<br />
- Mi niña, pronto llegará el momento en que tengas que hacerle frente a la verdad - Adelaida se volteó hacia su tía.<br />
<br />
- ¿A que se refiere tía? La verdad es que yo me porté indecentemente, usted lo sabe.<br />
<br />
- Lo que sé es por qué te comportaste así. Y también sé por qué él se comportó como lo hizo contigo.<br />
<br />
- Era lo obvio.<br />
<br />
- Sí hija, era lo obvio porque no te amaba - dijo al fin Raquel sintiendo soberbia por dentro hacia aquel Villafranca Andueza, de corazón tan vacío.<br />
<br />
- Tía, sí me amaba - el corazón de Adelaida se movió doloroso.<br />
<br />
- Luisa Adelaida, sé que es muy difícil reconocerlo, sé que evitas mirar de frente esa verdad. Pero Joshep no te amaba.<br />
<br />
- No tía, se equivoca - las lágrimas volvieron a nublar la vista de la pecosa -, Joshep me amaba, siempre me lo decía.<br />
<br />
- ¿Y si te amaba tanto por qué no pudo sentir tu amor aquella noche, en aquel jardín? ¿Por qué si te amaba, no atesoró lo que le estabas dando? - dentro de su coraje, Raquel intentó sonar lo más maternal posible.<br />
<br />
- Yo... tía... ¿lo que le estaba dando? - no sabía que responder -. Yo lo que le dí fue decepciones.<br />
<br />
- No Adelaida. Le diste a una dama, le diste lo que había en tu corazón, le diste a una buena mujer.<br />
<br />
- No soy esas cosas tía - comenzó a sentirse peor la muchacha de cabellos de fuego.<br />
<br />
- Es más fácil culparte a ti misma que reconocer lo más doloroso. ¡El nunca te amó!<br />
<br />
- Sí me amó - sus lágrimas comenzaron a correr por su rostro presurosas, lanzándose al vacío.<br />
<br />
- Preciosa, respóndeme una pregunta ¿Por qué hiciste lo que hiciste aquella vez?<br />
<br />
- ¡Porque lo amaba tía! ¡Porque lo amo con toda mi vida!<br />
<br />
- ¿Y lo que hizo él por qué lo hizo?<br />
<br />
- Por... él quería demostrar... él... tía el me amaba...<br />
<br />
- ¿Tú le hubieras hecho lo mismo?<br />
<br />
- No es igual tía, lo sabe.<br />
<br />
- Me refiero ¿Lo hubieras puesto a prueba?<br />
<br />
- No tía, claro que no. Confiaba en él plenamente, con todo mi amor.<br />
<br />
- Ahí tienes la respuesta que no aceptas ver hija mía.<br />
<br />
- Tía... ¿nunca me amó? - tembló toda. Se estremeció entera -. ¡Tía sí, sí me amaba!<br />
<br />
Raquel se sentó en la cama cerca de ella y tomando sus manos le dijo con todo el dolor de su alma:<br />
<br />
- No Luisa Adelaida. Porque él si te puso a prueba. No confiaba en ti. Eso no es amor.<br />
<br />
- Tía... - cada vez era mayor el triste caudal que brotaba de los ojos de la pecosa.<br />
<br />
- Tú eres inocente de todo lo que pasó esa noche. Tú diste lo mejor de ti. ¿Cómo un hombre amante desprecia eso? ¿Cómo puede despreciar a una dama tan hermosa como tú? ¿Cómo puede un hombre enamorado usar a su enamorada para demostrar que es digna de él? ¿Acaso el amor con solo estar presente, por sí mismo no está diciendo que somos dignos, ya nos hace dignos? ¿Cómo pudo él despreciarte, luego y no antes de quitarte lo que te quitó? ¿Por qué si te amaba te dejó atrás, sola, adolorida, triste, abandonada en la noche, echándote de su casa? ¿Dónde ves el amor en todo eso? ¿Así quieres ser amada cada vez que cometas un error? ¿Y cómo amar puede ser un error? Un error es no agradecerlo. Y no se puede agradecer un amor que no quieres de verdad. Tú lo amabas, esa es la verdad. Él no te amaba, y esa también es la verdad. Con todo mi corazón sé que por amarlo, por darle tantos espacios de tu tiempo, de darle tantas de tus ilusiones, deseas en todo tu corazón que nada de eso haya sido en vano. Para tanto amor que le dabas, tu deseo era que él te amara igual. Lo doloroso es descubrir lo contrario y reconocerlo. Reconocer que nunca te amó. Tal vez te quiso, pero el amor tiene otra medida.<br />
<br />
- Tía me siento hueca por dentro - las manos le temblaban -. Al final no estaba equivocada aquella vez que me dijo que yo era como una muñeca vacía.<br />
<br />
- Hija, por favor. Ya te pedí que olvidaras esas palabras. No les des más importancia. Tú no estás hueca por dentro - le cubrió una mejilla con su anciana mano amorosa -. Tú estás llena de luz, tú llegaste a este pueblo a llenarlo de luz. Esta casa es otra desde que llegaste. Galleta es otra desde que llegaste, la que no niega decir que tú eres su hermana. La vereda principal está más transitada que nunca, por muchos ilusionados que pasan solo por ver si tienen la suerte de verte unos segundos. Los que conocieron a Jazmín al verte se admiran, hasta el recuerdo que tienen de ella lo vivificas con tu presencia. Tienes un corazón bondadoso, que sólo está asustado. ¿Cómo conocerte de verdad y no amarte hija mía? Incluso a Santiago le has venido a mover la vida. <br />
<br />
Los oscuros ojos de Adelaida se abrieron amplios mirando, leyendo en el fondo de las pupilas de su tía abuela. ¿Se habría dado cuenta de algo? ¿La tía Raquel habría notado que ella estaba revuelta por dentro debido a la mirada tan... ¡imposible de definir! de Santiago? No podía ser. Ella no había pronunciado palabra al respecto y ¿en qué podía ella haber afectado la vida de Santiago?<br />
<br />
- ¿Santiago? ¿En qué tía? - preguntó con su corazón volviendo a latir extraño, sin darse cuenta de primeras que el dolor parecía irse como una hoja en el viento. <br />
<br />
- Habrá estado toda la tarde pensando en ti. <br />
<br />
- Claro tía, le lancé un jugo en toda la cara. Debe estarme odiando - no supo por qué ese pensamiento la puso algo temerosa -. Tía... yo no soy tan buena cómo usted cree. Cuando llegué aquí escribí una carta a mi mamá diciendo cosas muy feas de usted... <br />
<br />
- ¿Cosas cómo que estoy demente? - Raquel le interrumpió sonreída. Adelaida asintió avergonzada bajando la mirada -. No te culpo hija que pensaras así. Cuando llegaste estabas atrapada dentro de ti misma. Era difícil llegar a esta tan hermosa Adelaida con la que hablo ahora cada día. <br />
<br />
- Pero tía, también lastimé a Lili. Le arrebaté el sombrero de la cabeza y le grité. Y a Santiago... ¡Dios mio que vergüenza tengo! Y hasta al Señor Gerónimo, lo dejé con la palabra en la boca, ni lo miré.<br />
<br />
- Luisa Adelaida, por favor, ya tú te disculpaste con él. No mires solo lo malo, estás acostumbrada a ser muy dura contigo misma. Yo sé que Galleta mete las manos en el fuego por ti. Yo meto las manos en el fuego por ti. De seguro Margot y Gaspar, de seguro Fabían. Ya Santiago lo hará también - la miró con cariño y le sonrió. La pecosa se le pusieron las orejas tan rojas y el rostro tan arrebolado que quedaba, sin saberlo, en evidencia ante su tía abuela, la que pensó que el muchacho de las herramientas de alguna forma había alcanzado un sitio en el alma de su sobrina que no había sido tocado antes. ¿Sería que se habían encontrado un deseoso de amar y una deseosa de amor? Sí Adelaida todavía para épocas de cerezas se encontraba en Bardolín, lo sabría. El tiempo diría. Raquel solo le pedía a Dios que la historia de Mateo y Betania no se repitiera. <br />
<br />
</div><div style="text-align: justify;">- Tía usted es tan buena conmigo.<br />
<br />
- Eres luz en mi casa Adelaida. Yo estoy feliz de haberte conocido. Yo estoy feliz de tenerte aquí conmigo.<br />
<br />
La joven la miró con gratitud por aquellas palabras. Ella sentía lo mismo. La llenaba de alegría estar cerca de la dama de damas. Que ni reinas ni otras damas. Que ni mil talentos y ni mil talantes. Un ángel, que a la vez era su tía abuela.<br />
<br />
- Hoy me veo cómo usted. Descalza por el jardín con mis flores en el cabello - le dijo como un cumplido, cariñosamente.<br />
<br />
- Oh. Tú te ves mil veces más hermosa. <br />
<br />
Adelaida volvió a girarse hacia el espejo y volvió a mirarse. Se enjugó bien los ojos y se sonrió a sí misma. En verdad amaba cómo se veía, amaba cómo se sentía respecto a ella misma. Soy una dama, pensó para sí misma con la más suave sencillez de su alma. Y esa tan pequeña afirmación, aunque ella no lo sabía era un gran muro que acababa de derribar y con él la culpa. Una dama es de lo que está hecho su corazón, se recordó.<br />
<br />
<br />
<br />
Y su corazón era rebosante amor, aunque ella aún no lo sabía.<br />
<br />
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</div> <a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.sg/2014/10/capitulo-18.html">Lee Aquí el Capítulo 18</a><br />
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pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-15309894726834509132014-09-13T00:58:00.000-07:002015-07-31T17:37:31.903-07:00Capítulo 16<div style="text-align: justify;">Un vendaval taciturno recorrió Bardolín cómo lo hacía casi todas las tardes de Marzo, llevándose consigo el secreto de mil pasos que habían quedado entre las piedras de las amables veredas de aquel lugar. Los colibrís iban de flor en flor buscando el dulce licor de las flores y los azulejos entre las trinitarias cantaban himnos con sus gargantas de flautín. Y él, intentaba no creer en el amor; no esta vez, pensaba, no esta vez. Sin embargo, sin poder evitarlo sus ojos lo traicionaban y miraban hacia la distancia, hacia dentro de aquella casa, para buscar a su propio corazón que se le había ido del pecho cómo un azulejo más a revolotear alrededor de Adelaida. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Hermosa - murmuró, regresando sus ojos a la cerradura. Se habló a sí mismo indefenso, aunque en el siguiente segundo, se daba un escarmiento -. ¡Iluso Santiago, eres un iluso! ¡No anides esperanzas inútiles en tu corazón! ¡No la mires!</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Pero el muchacho volvía mirar a aquella dama de cabellos hermosos, aquella frágil dama que parecía una flor con pétalos de fuego enmarcando su rostro. Sentada en el silencio de la lejanía, mirando su mano herida, cómo si de un pequeño libro de poemas se tratara. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Pero es que es tan preciosa - parecía insistir su otro yo, cómo si lo quisiera convencer. Su alma lo traicionaba también haciéndole revivir el suave contacto de la mano de la pecosa con la suya, ese encuentro silencioso que duró tan poco, quedándose para siempre en él. Adelaida levantó la mirada y antes que aquellos ojos volvieran hacer del joven un trozo de arcilla, apartó su mirada hacia la caja de herramientas buscando nada, fingiendo. Revolvió las herramientas y sin más, volvió a "concentrarse" en el sistema mecánico que limpiaba, sin tomar nada de su caja de madera. Suspiró, se sintió dividido en dos, una parte de él quería mirar a su musa hasta el vicio; la otra, quería endurecerse y pretender que aquella muchacha tan irresistiblemente bella para sus ojos, no pasaba de ser más que cualquier otra, que para él mirarla era cómo mirar una flor silvestre y así poder seguir su camino sin mayores cavilaciones. Flores silvestres hay en todas las esquinas de Bardolín, no digamos en los mismos Jardines, pensó. Mas, el no podía engañarse aunque pusiera afán en ello, bien sabía que no había una sola flor como Adelaida en Bardolín, ni nunca había visto otra ni similar, ni tan bella, ni tan cerca. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Santiago! - escuchó que Doña Raquel lo llamaba. Miró nuevamente hacia adentro y pudo ver a la dama de damas con un vaso de jugo en las manos -. ¿Te apetece? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Él asintió inocentemente, incorporándose, esperando como de costumbre que la doña se acercara a traerle algún pequeño refrigerio. Pero por el contrario miró cómo Raquel se volteó hacia Adelaida para pedirle a su sobrina que fuese ella la que le trajera el vaso. Volvió a suspirar resignado. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Raquel acercó el vaso a las manos de Adelaida y la muchacha primero miró el vaso haciéndose la poco entendida y luego miró a su tía abuela a los ojos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Hazme el favor, hija, de llevarle esto a Santiago -. La joven pecosa se le aceleró de nuevo el corazón sin poder evitarlo, se movió nerviosa en la silla y metió el entrecejo pensando en una escapatoria. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Tía tengo la mano herida -. dijo mostrando su dedo vendado. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Luisa Adelaida por favor - Raquel le reprochó - ¿buscamos una silla de ruedas? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La muchacha se le quedó viendo fijamente unos segundos a su inamovible tía que esperaba por ella. Vencida, puso los ojos en blanco y los cerró, luego extendió la mano para que Raquel le diera el vaso. Sin decir palabra se puso de pie, como si unos hilos invisibles la movían en contra de sus deseos, cómo si fuera una marioneta hermosa que no le quedaba otra libertad que ir en la dirección que la mandaban. No apartaba la mirada del jugo que danzaba en cada uno de sus gráciles pasos. La verdad era que no estaba concentrada en el vaivén de la bebida dentro de aquel cristal, toda su atención estaba puesta en su campo de visión en dirección al joven de ojos nobles. Sentía sus pasos torpes, se sentía como un pato caminando y no sabía porque de pronto le importaba tanto el cómo se vería andando, si ella sabía muy bien pisar como una dama, con una delicadeza y feminidad que ni cien rosales completos podían competir con lo hermosa de su presencia al andar. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Santiago, por su parte, apretó el último tornillo en su lugar dejando caer el destornillador dentro de su caja de herramientas. Se escurrió el sudor de la frente y jugó unos segundos con la manilla de la cerradura comprobando que había quedado como nueva. Alzó la mirada al escuchar los tacones de la pecosa acercarse a él y al verla quiso aparentar indiferencia, fingió no verla. Y cerró la puerta. Adelaida se detuvo en seco, atónita, sin creerse que Santiago le había cerrado la puerta en la cara, no creía que él no se hubiese percatado que ella se acercaba. No era forma de tratar a una dama. Raquel desde lejos meneó la cabeza, pensando que el muchacho ya no tenía remedio alguno. La pecosa se giró hacia su tía abuela y la miró con el rostro tenso con el jugo en una mano. Santiago abrió de nuevo la puerta encontrándola de espaldas hacia él. Pero siguió fingiendo que revisaba el correcto funcionamiento de la cerradura, moviendo la manilla y mirándola con detenimiento. Sentía cómo un calor le corría el cuerpo, al ver que Adelaida se mantenía de espaldas, pero no podía demostrar que se daba cuenta de aquello, debía seguir aparentando que estaba en su inspección final ajeno a la muchacha. La pecosa furiosa volvió a girarse sin mucho entusiasmo hacia Santiago ¿Cómo se atreve? Era lo único que le pasaba por la mente. ¿Cómo se atreve, a mi, a Luisa Adelaida Castelán Buendia, cerrarme la puerta en la cara? Sin embargo, Santiago volvió a cerrar la puerta, pero esta vez Adelaida dio los dos pasos que le faltaban para quedar justo en el arco que dibujaba la puerta al abrir y se quedó inmóvil, en silente espera. Del lado de afuera, el muchacho comenzó a sentir remordimiento por comportarse de forma tan inmadura con la hermosa pelirroja. Pensó que Adelaida habría entendido bien el mensaje que quiso enviarle con su actitud desentendida, que no se preocupara por él, que era un hombre indiferente a los encantos de ella, que no se tendría que preocupar de ese pueblerino y que podía contar con él cómo un simple amigo más. Se dispuso abrir la puerta y fingir que se había dado cuenta por fin que ella estaba cerca para traerle el jugo, le hablaría sobre lo bien que había quedado la cerradura, tomaría el jugo como un caballero, le daría las gracias y en la menor oportunidad saldría de casa de Doña Raquel cómo un petardo en dirección a su propia casa, ha enfrentarse con sus verdaderas emociones. Sonrió antes de abrir la puerta y empujó decido de ella hasta quedar de frente ante la mirada de puñal de Adelaida, que sin el más mínimo atisbo de vergüenza, cómo si hubiera sido activada por un dispositivo conectado a ella desde la misma puerta al abrirse, le lanzó todo el contenido del vaso sin desperdicio de una sola gota en el centro de la cara. Con su característica delicadeza, se acercó a la puerta y la cerró de nuevo, dejando del lado de afuera a un empapado Santiago tratando de entender que era lo que le había acabado de suceder. Se giró en silencio y caminando sin ninguna prisa, cómo si hubiera encontrado paz en su alma, se fue hacia su habitación y cerró suavemente la puerta detrás de ella. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Raquel no podía detener las carcajadas que la invadieron. Esa niña tiene sangre Lamuza en las venas, pensaba, solo a Santiago, solo a él se le ocurre cerrarle en la cara una puerta a Adelaida. Se puso de pie rumbo hacia la entrada, y pensó que gracias a su sobrina y sus constantes ocurrencias, había vuelto a reírse de la vida cómo hace tanto tiempo no lo hacía. Agarró una pequeña toalla para auxiliar al pobre muchacho, para que se secara el rostro. Al abrir la puerta, Santiago dio literalmente un brinco como si hubiera esperado que Adelaida viniera ahora con agua caliente, pero al ver a Doña Raquel, se le quedó viendo con los ojos tan redondos cómo dos grandes platos soperos. Los ojos los tenía rojos y le ardían, el jugo le había entrado harto entre los párpados, al estrellarse en el centro de su cara todo el contenido del vaso que traía la pecosa. Seguía preguntándose que era lo que había sucedido, que le había hecho él a Adelaida para que le arrojara la naranjada encima.<br />
<br />
- Toma - Raquel le extendió la toalla -. Sólo a ti se te ocurre cerrarle a Adelaida una puerta en la cara. ¡Y dos veces!<br />
<br />
- Pero... pero... yo no le cerré la puerta a ella... - el muchacho goteaba por todas partes.<br />
<br />
- Hijo, sí la viste venir ¿de donde sacas tú cerrar la puerta? Más si te trae algo.<br />
<br />
- Yo no la vi venir - mintió, mientras se estrujaba los ojos con la toalla.<br />
<br />
- ¡Sí me vio venir! - se escuchó la voz molesta de Adelaida desde la ventana. Cuando Santiago volteó hacia ella, la pecosa cerró la cortina de un tirón bufando como un toro.<br />
<br />
- Santiago, tan caballeroso que te comportaste con ella allá adentro y de pronto... es que cuando vi que cerraste la puerta y mi sobrina se detuvo, supe que ibas a tener problemas - le dijo Raquel cariñosamente.<br />
<br />
- ¿Por qué está tan molesta? - Santiago miraba hacia la cortina cerrada sintiéndose mal. Tampoco su idea era que Adelaida pensara mal de él -. ¿No entiendo porque tenía que lanzarme el jugo encima?<br />
<br />
- No sé. Las mujeres a veces actuamos así. Quizá cuando esperamos demasiado de algo.<br />
<br />
- ¿Esperar demasiado de algo? - el joven se frotó con fuerza la camisa con la pequeña toalla, sin dejar de mirar de vez en cuando hacia la ventana - Me hace sentir mal Doña Raquel. ¿Me quiere decir que ella esperó demasiado de mi?<br />
<br />
- Tal vez - la dama de damas lo miró con cierta sanción en la mirada -. Quizá esperaba seguir encontrando en ti al caballero que sostuvo su mano allá adentro.<br />
<br />
Santiago se roburizó. Doña Raquel parecía no perder detalle de nada, sin embargo se le hacía difícil creer que Adelaida esperara de él una verdadera atención, que la hermosa muchacha de delicada piel, suave como una seda, pintada con hermosas pecas por todo el rostro, incluso sobre esa frágil mano la cual sostuvo con tanta diligencia, esperara de él, un pueblerino, la disposición y atención que ella podría esperar de un joven más respetable, de un verdadero caballero de la ciudad. Volvió a pensar que sería mejor así, que ella estaba demasiado lejos de su alcance, que ni en sueños era posible que ella pudiese acercarse a su vida. Se encerró en sus pensamientos, cómo era típico de él y comenzó a recoger sus herramientas que habían rodado por el jardín al tropezar con los pies su caja de madera al recibir el impacto del jugo en el rostro. Raquel sintió pena por él, por ese joven que no sabía como enfrentarse al mundo como otros, al que parecía que no le salían bien las cosas con las personas, refugiándose más y más en sus herramientas y en su silencio. Incluso no pudo dejar de pensar como era Adelaida cuando llegó, una fierecilla difícil de llevar y que sin duda, mucho de esa Adelaida aún seguía ahí, dentro de su sobrina, a la defensiva. Su intuición le decía que Adelaida y Santiago podían llegar a ser grandes amigos, pero tal vez primero tuviesen que aprender a comprenderse el uno al otro. Fabián era muy distinto a su hermano en ese sentido, era una persona con un don para socializar con cualquiera, incluso hasta por diplomacia era capaz de sonreír. Santiago no. Santiago era demasiado honesto con sus emociones y su mayor problema era no saber expresarlas, actuaba en consecuencia esperando que el mundo lo comprendiera, para solo quedar menos incomprendido y más solitario aun. <br />
<br />
- No te sientas mal - la anciana lo miró con cariño -. A Adelaida ya se le pasará. Te pido disculpas en su nombre, ella tampoco a tenido días fáciles. Tal vez solo está predispuesta un poco. No es tu culpa.<br />
<br />
Adelaida se sentaba en la cama luchando por no sentir remordimiento por lo que acababa de hacer, y al minuto siguiente caminaba hasta la ventana y por el filo de las cortinas se asomaba y lo miraba. El corazón le latía con fuerza con solo verlo, pero volvía a murmurar molesta y se volvía a lanzar sentada contra la cama a repetirse lo bestia que era Santiago. Lo poco delicado que era. ¿Delicado? La pobre terminaba quedando invadida de nuevo por aquella sensación de seguridad tan grande que le hizo sentir Santiago cuando le sostuvo la mano y le curaba la herida.<br />
<br />
- Ideas mías - se intentó convencer que se lo había creído ella misma, que el muchacho nunca la sostuvo con verdadera bondad, que solo habían sido impresiones suyas. Se puso de pie de nuevo y se asomó para mirarlo una vez más, sin saber que era lo que intentaba buscar con tanta insistencia en él, en ese rostro amable, en esa mirada suave y noble que la ponía tan nerviosa e indefensa. Y por más que lo evitó, no pudo dejar de sentir pena por Santiago, al verlo con aquella expresión tan triste recogiendo sus herramientas y guardándolas en el más absoluto silencio. El corazón le latió distinto, sintió enormes ganas de salir a disculparse, pero su orgullo le hacía frente al mismo tiempo.<br />
<br />
- ¡Me cerró la puerta en la cara! - se recordaba, pero su corazón seguía hostigándola. De nuevo se sentó en la cama, pero ya no sé dejó caer, se sentó con suavidad mirando hacia su puerta, cómo si su alma y su cuerpo quisieran salir de la habitación, cómo si lo único que le pudiera dar consuelo a todas esas emociones que la estaban comenzando a invadir, era estar solo al lado de Santiago, con solo acercarse. Cuando se dio cuenta estaba de pie detrás de la puerta sostenida de la manilla. El corazón se le agitó aun más, intentaba empujar la manilla hacia abajo pero los nervios no la dejaban.<br />
<br />
- ¿Por qué? - apoyó su frente en la puerta, tratando de buscar en su alma la razón que la jalaba hacia Santiago y que al mismo tiempo la jalaba en sentido contrario. Trajo la imagen de Joshep a su memoria y lo miró, a su amado Joshep y las emociones que vinieron con ello la paralizaron. Se sintió triste, opaca, culpable, indigna. Soltó la puerta y dio dos pasos hacia atrás. Se sintió mal, sintió que no merecía estar sintiendo esas emociones tan fuertes por Santiago cuando ella le había fallado a Joshep de la manera que lo había hecho. Pero su corazón se sacudió inquieto, porque sin poder evitarlo volvía a ella la manera en que el muchacho de las herramientas la sostuvo unos minutos de la mano pero cómo si la sostuviera directamente del alma. Joshep nunca la hizo sentir así. Nunca. Y por más que pusiera a batallar en su mente el gran recuerdo que tenía de Joshep contra Santiago, esa sensación la terminaba dominando. Nunca me sostuvo así, meditaba, Joshep jamás tomó mi mano de esa manera. Y sintió en su cuerpo entero un estremecimiento, unas ganas extrañas de llorar la llenaron toda, era como una ansiedad que palpitaba en ella como una nueva llama y abrió la puerta...<br />
<br />
Caminó con prisa hacia el jardín, sus tacones sonaron llenando la casa completamente, sus pasos eran largos, apurados, ansiosos. Algo la llevaba de la mano, un ángel invisible la guiaba, su corazón tenía una algarabía dentro de ella, parecía que tenía un terremoto en el pecho. Cruzó hacia el jardín llena de emociones y se detuvo en seco... Santiago se había ido...<br />
<br />
- Hija - su tía abuela la llamó con cariño sentada desde su sillón vinotinto desde la sala. Adelaida dio un salto al escucharla, pero no se volteó, se quedó recostada a un lado del marco de la puerta, evitando que sus lágrimas se le salieran. Ahora sí se sentía totalmente confundida y perdida. Raquel se acercó hasta su lado y notó que su sobrina tenía los ojos llorosos y su corazón tan lleno de sabiduría le aclaró en un segundo todo lo que le pasaba a la pecosa. La envolvió con un brazo y la hizo que la mirara. La muchacha al encontrarse con los comprensivos y amorosos ojos de su tía abuela no pudo más con tantas emociones y se le metió en el pecho y se soltó a llorar como una chiquilla.<br />
<br />
- Cómo que ha llegado aparatosamente - musitó Raquel. La muchacha pecosa no le entendió, solo siguió sollozando sobre su pecho. Pero su tía abuela se refería al amor, que no decidió llegar cómo una suave brisa, sino cómo un derrumbe, o cómo una puerta cerrada en la cara o cómo un jugo lanzado en el rostro. Pero estaba segura que había decido llegar. Así era el amor en Bardolín. Caprichoso... pero amor al fin.<br />
<br />
<br />
<br />
Santiago cruzó la última vereda rumbo a su casa, pero prefirió cruzar hacia los Jardines a buscar su lugar favorito, donde se refugiaba del mundo. Caminó hasta su árbol preferido y se recostó en él sentado bajo el cobijo de su sombra. Vio como se acercaba Galleta que venía de los pozos y traía con ella alguna de sus banderillas de madera de advertencia. La joven de ojos marrones lo miró y contentándose se encaminó hacia él. Santiago no se alegró tanto de verla, quería estar a solas un rato con sus pensamientos y emociones, pero Galleta siempre era una buena compañía. Él la quería mucho, como la hermanita que no tenía.<br />
<br />
- Hola Santi - le saludó ella con cariño.<br />
<br />
- Hola Galleta - le saludó sin mirarla. Mas la muchacha se quedó de pie observándolo un par de segundos.<br />
<br />
- ¿Te pasó algo? - la joven de cabellos como cortinas buscó sentarse al lado de su amigo.<br />
<br />
- Nada importante.<br />
<br />
- Estás mojado... hueles a naranja - Galleta se sonrió.<br />
<br />
- Larga historia.<br />
<br />
- Estás raro hoy, Santi.<br />
<br />
- No me hagas caso - la miró y le sonrió a duras penas.<br />
<br />
- Vamos, puedes contar conmigo. Tú sabes que es así. Si necesitas hablar yo te escucho cómo siempre.<br />
<br />
- No es nada importante... - Santiago se quedó en silencio un par de segundos, pero la verdad que tenía muchas ganas de poder expresar lo que sentía.<br />
<br />
- Bueno, sí no quieres hablar te lo respeto - dijo ella.<br />
<br />
- Galleta... - habló de pronto y se quedó en silencio como si no iba luego a decir nada, pero prosiguió: ¿Crees en el amor?<br />
<br />
- ¿Estás enamorado de nuevo? - la muchacha lo miró con sus ojos marrones abiertos a lo grande.<br />
<br />
- ¿Por qué lo dices así como si yo viviera enamorándome de todo el mundo? - se movió incomodo.<br />
<br />
- ¿Pero sí estás enamorado? Es que tú mismo me dijiste que no te volverías a enamorar jamás en la vida, después de lo de Lucia.<br />
<br />
- ¿Es que tengo que estar enamorado para hablar sobre el amor?<br />
<br />
- Tu sí - Galleta se sonrió.<br />
<br />
- ¿Por qué lo dices?<br />
<br />
- Porque tú no hablas de esas cosas.<br />
<br />
- Jmmm - Santiago bufó.<br />
<br />
- ¿Puedo saber quién es?<br />
<br />
- No estoy enamorado Galleta.<br />
<br />
- ¡Vamos Santi!<br />
<br />
- Contigo no se puede hablar - Santiago trató de sortear la pregunta.<br />
<br />
- Te conozco.<br />
<br />
- ¿Por qué no solo respondes mi pregunta? ¿Por qué me respondes con otras preguntas?<br />
<br />
- Porque yo sé que quieres hablarme de esa persona, que no me quieres decir quién es.<br />
<br />
- ¿Y si te digo que es solo un amor imposible?<br />
<br />
- Para ti y para mi, todos los amores son imposibles Santi - Galleta le habló con un dejo de tristeza.<br />
<br />
- Para ti no creo.<br />
<br />
- Claro que sí. Yo también tengo un amor imposible - la muchacha abrió amplio los ojos cómo si eso le diera más veracidad a sus palabras.<br />
<br />
- Tu amor no es imposible - Santiago le aseguró.<br />
<br />
- ¿Qué sabes tú de mi amor imposible? - Galleta cruzó los brazos molesta.<br />
<br />
- Por favor Lilibeth, yo sé que te gusta Fabián - la muchacha se puso colorada, tanto como una cereza.<br />
<br />
- No me llames por mi nombre que no me gusta - Galleta trató de desviar la conversación.<br />
<br />
- Y no es tan imposible como crees.<br />
<br />
- No me vuelvas a llamar Lilibeth - murmuró la muchacha aun intentando escaparse de aquel tema sobre Fabián, aunque le daba curiosidad entender por qué Santiago le decía eso.<br />
<br />
- El mio sí que es imposible, el más imposible de todos.<br />
<br />
- Pero entonces sí estás enamorado - Galleta se recostó en el árbol, al lado de él. Santiago guardó silencio unos segundos pensando.<br />
<br />
- Creo que mejor lo dejamos así, Galleta. Hablemos de otra cosa.<br />
<br />
- Sí lo estás. Está bien... - la joven se ruborizó, inclinó la cabeza y sus cabellos cubrieron su rostro como siempre - te lo confieso, me gusta tu hermano... lo amo... Por eso puedo notar que estás enamorado. ¿Quieres saber si creo en el amor? Sí. Una personas como yo... sí, yo quiero creer en el amor. Que Dios no se olvidó de mí, que también puedo ser abrazada y querida, comprendida y valorada. Quiero creer en ese tipo de amor que no tiene imposibles, que sea poderoso, que nada lo venza. Que antes las dificultades siempre consiga una manera de transformarse, cómo mis mariposas. Un amor que crezca siempre. Que siempre pueda convertirse en algo mejor.<br />
<br />
- "Un amor que no tiene imposibles" - musitó Santiago.<br />
<br />
- ¿Quién es? - ella le preguntó con cariño. Santiago suspiró y se puso de pie.<br />
<br />
- Una locura Galleta. A mi que se me ocurren tonterías. Pero no es importante, de todas formas no tiene caso ni mencionarlo - caminó y dio unos pasos lejos de la blanca muchacha y se concentró en mirar el atardecer, cómo el Sol iba perdiendo altura acercándose al ocaso, y cómo los aromas de los Jardines llegaban a él como una terapia produciéndole alivio a su alma. Galleta no quiso molestarlo más y se distrajo mirando algunos tallados en madera que había hecho Santiago y que estaban tirados cerca de la base del árbol. Había un oso, una serpiente, una especie de búho y le llamó la atención uno que estaba a medio trabajar y tenía un perfil de una mujer, era un perfil hermosamente tallado, y le parecía conocido. No estaba segura, pero le recordaba a alguien, ella no se sentía muy lista para eso de encontrar parecidos, pero le pareció una pieza hermosa y que cuando Santiago la terminara sería una obra de arte. Entonces la giró y la observó por la parte trasera.<br />
<br />
- ¡Oh! - Galleta exclamó en baja voz, la boca se le quedó abierta. Miró a su amigo con ternura, lo miró mientras estaba absorto con el paisaje del atardecer. ¡Con razón sentía que su amor era tan imposible! Volvió a colocar con cuidado el perfil de la dama de madera de donde lo había tomado y se puso de pie, se paró al lado de Santiago y lo miró un segundo, luego recostó su cabeza como siempre sobre el hombro de su amigo mirando juntos el ocaso.<br />
<br />
- ¿Sabes Santi? Una vez Adelaida me dijo que cuando se quiere algo con demasiadas fuerzas en la vida, todo es posible - Santiago se ruborizó. No sabía porque de pronto Galleta le nombraba nada más y nada menos que a Adelaida, pero sus palabras llenaron su corazón. Él le sonrió en silencio temiendo que no descubrieran sus emociones.<br />
<br />
- Quizá solo necesites quererla con más fuerzas - le dijo Galleta alejándose tomando rumbo a su casa. Él la miró mientras se alejaba en silencio.<br />
<br />
Luego, al quedar solo en los Jardines, lloró.<br />
<br />
- ¿Por qué tuve que cerrar la puerta?<br />
<br />
Se acercó a su caja de herramientas, recogió a sus animales de madera que había dejado tirados cuando Toñoño lo pasó buscando temprano y recogió también el perfil que estaba tallando, le encantaba como le estaba quedando. Lo miró por la parte de atrás y leyó el nombre que había tallado:<br />
<br />
- Adelaida.<br />
<br />
Volvió a mirar el perfil de la pequeña dama de madera, la acarició con un dedo, la guardó en su caja de herramientas y se alejó de los Jardines con el corazón lleno de preguntas y con unas ganas locas de querer con mucha fuerza, hasta el nivel que los imposibles pudiesen hacerse posibles.<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<b><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.sg/2014/10/capitulo-17.html"> Lee el capítulo 17</a></b><br />
<br />
<br />
<br />
<br />
</div><div style="text-align: justify;"> </div><br />
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<br />
- Doña Raquel, la cerradura solo necesita un poquito de mantenimiento. Voy a ir a hacerle un poco de limpieza al mecanismo - dijo el muchacho. La voz de Santiago le sonó tan agradable a la pecosa, que se ruborizó sin poder evitarlo, cómo si la hubieran descubierto en ese sentimiento tan secreto que se movió dentro de ella. La dama de damas con sólo verlo adentro, se le iluminó el rostro. Ella lo sabía, para Santiago aquella puerta abriría complaciéndole sin problema. Antes que él se alejara, ella le extendió los brazos pidiendo que sostuviera el algodón y el alcohol que terminaron depositados en las manos de un atónito Santiago, en vez de sobre la mesa, al lado de la muchacha que parecía ni respirar de lo quieta que estaba.<br />
<br />
- Muchísimas gracias por abrir mi puerta. Sabía que lo resolverías sin ninguna dificultad - le sonrió con profunda gratitud y admiración -. Ahora ayúdame a reparar a esta muchachita que perece que no soló se cortó un dedo sino también la lengua.<br />
<br />
Adelaida ni siquiera levantó la mirada, dejó sus ojos oscuros clavados en su dedo, cómo si aquel comentario no tenía que ver con ella. Pero aun así pareció achicarse aun más en la silla donde estaba. ¿Santiago ayudaría a su tía abuela a curar su herida? Eso significaba que se acercaría todavía más, lo que la ponía inquieta en sus pensamientos. Santiago pasó frente a ella rumbo a la cocina. Su corazón latió con fuerza. ¡Adelaida que te pasa! se regañó para sus adentros, ¿por qué me siento así? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Luisa Adelaida - la anciana la llamó reprochándole, al ver tan esquiva a su sobrina. La muchacha pecosa alzó los ojos hacía ella y la miró - Aquí está Santiago frente a ti. ¿No lo vas a saludar? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Santiago se puso tenso mientras regresaba al lado de las dos damas después de lavarse las manos en un cuenco de madera con agua limpia que había en uno de los gabinetes de la cocina. Pareció cómo si hubiera querido dejar caer lo que tenía en las manos y salir huyendo en dirección a la vereda. Adelaida lo miró, él la miró con sus ojos nerviosos y evasivos. Y los dos, sin más, se hicieron el uno al otro una pequeña y muda reverencia con la cabeza y tan pronto como eso terminó se apartaron las miradas. Raquel se les quedó mirando a los dos sorprendida. <br />
<br />
- Díganse algo. ¡Por lo menos "hola"! - dijo la dama de damas meneando la cabeza mientras regresaba a buscar la venda, que parecía haber recordado el lugar donde la había dejado la última vez. <br />
<br />
- Hola - murmuró la pecosa sin verlo. El muchacho no dijo nada, la timidez lo terminó de vencer. Adelaida no le agradó mucho que Santiago no le respondiera. ¿Me ha dejado con el saludo en la boca? se indignó por dentro. Volteó a mirarlo soberbia, solo para encontrarse de nuevo con esa mirada que parecía que intentaba aprenderla a ella, toda de memoria. Y vencida por esos ojos dulces, volvió a esquivarlos, molesta, confusa, nerviosa. <br />
<br />
- ¡Aquí está! - Raquel caminó hacia la pecosa silenciosa, meneando en el aire la venda, tan blanca cómo el jirón de tela del manto de un ángel. Arrimó una silla frente a la de Adelaida y se sentó frente a ella tomando su mano, observando tanto su dedo, cómo la cara de tragedia de la joven -. Hija por favor... cambia esa cara. No es gran cosa lo que tienes en el dedo. Ya no te debe ni doler. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Auuu! - chilló Adelaida cuando Raquel le movió el dedo y notó la herida, que aunque no era grave, si era bastante profunda. Apresuró a Santiago con un gesto de su mano para que se acercara con el algodón y el alcohol y este cómo si lo hubieran despabilado de un sueño, reaccionó y se acercó con rapidez a la anciana. <br />
<br />
- Por favor dame un trozo de algodón mojado en alcohol - le pidió Raquel. La dama de damas no quitaba los ojos de la herida de Adelaida que al moverle el dedo comenzó a sangrar notoriamente. Santiago sin ninguna dificultad, cómo si hubiese hecho aquello un sin fin de veces, con prontitud alistó el algodón embebido y se lo ofreció a Doña Raquel, pero esta no lo agarró.<br />
<br />
- Por favor, límpiale la herida mientras preparo la venda - le indicó la dama de damas, mientras se inclinaba un poco para alcanzar una gaveta cercana para sacar una pequeña tijera. En el primer momento Santiago ni se movió, ¿limpiar yo?, titubeó pensando que le tocaría la peor parte de aquello al tener que pasar el alcohol por la herida de la joven de cabellos de fuego. Sin embargo al ver el dedo sangrante de Adelaida se dejó de cavilaciones y tomó su mano.<br />
<br />
Una pequeña paloma blanca parecía, sobre la palma de él. Delicada cómo una nube, reposada sobre la cima de una montaña de piedra. Le pareció un poema la mano de Adelaida. Pequeña dentro de la suya; suave, que le daba la impresión que si cerraba la mano la partiría como un cristal. Ella, por su parte se ruborizó tanto, que sus mejillas parecían haber sido enrojecidas por el sol. Se sintió protegida, la forma en que Santiago sostuvo su mano era la misma manera en que se sostienen esas cosas que se aman, que se atesoran, que son valiosas sin medida alguna. Se sintió consentida, aunque el ardor del alcohol la hizo dar un rebote sentada en la silla cuando Santiago, con todo el cuidado posible, limpiaba su dedo lacerado. Él no la curaba con el algodón, la acariciaba. Esa mano delicada y hermosa, cómo una rosa blanca, era lo más hermoso que alguna vez jamás había podido sostener. Adelaida dio otro salto en la silla. Santiago la miró compasivo, ella le sonrió. Se sentía agradecida del sumo cuidado con la que él evitaba lastimarla, aunque no era posible evitarlo. La sonrisa de Adelaida lo llenó por dentro de valía. Un sol le brilló en el alma. Su corazón tarareó contento fuertes latidos. Ojalá pudiera sentir el dolor yo y no ella, pensó. Raquel se acercó con la venda lista lo cual Santiago no le quedó más remedio que hacerse a un lado, lamentando que hubiese durado tan poco ese espacio de tiempo en que pudo sostener la mano preciosa y frágil de Adelaida. Por su parte, la joven pecosa, aunque su tía con tanto amor la vendaba con delicadeza, pudo sentir la gran diferencia entre una atención y la otra. Se sorprendió a si misma extrañando la mano de aquel joven extraño. No pudo evitar buscar en su mente, solo una vez en la que Joshep la hubiese sostenido así. No halló tal recuerdo. Se miró a ella misma sostenida de él, pero no sostenida por él. Pero alejó esas ideas de su mente, no quería que sus emociones la confundieran, su dolor, su gran amor interrumpido. Estoy muy emocional estos días, trató de justificar lo que sentía, es solo eso, solo estoy muy sensible. Pero por más que se excusara, no dejaba de repetir en su mente la sensación de su mano acunada por la del muchacho fantasma, la disfrutaba.<br />
<br />
- Listo - Raquel se puso de pie, regresando su silla a su lugar en torno a su amada mesa redonda. Y mirando la cocina trató de entender que le había sucedido a su sobrina. Miró una naranja cortada en dos partes, donde un lado lucía más angosto que el otro notoriamente, lo que sacó una sonrisa compasiva a la dama de damas, y la segunda naranja estaba arrinconada, cómo si hubiera quedado atrapada al intentar escapar de Adelaida, a la que apenas había podido hacer una pequeña estocada antes de alcanzarse el dedo con el filo del cuchillo. La pecosa miró con vergüenza a su tía abuela, se sentía tan apenada por quedar en evidencia que no sabía cortar ni una naranja. </div><div style="text-align: justify;"><br />
- Soy una inútil tía - murmuró la joven de cabellos cobrizos desmoralizada.<br />
<br />
- Todos nos lastimamos alguna vez - dijo Santiago, mirándola al mismo tiempo que evitaba mirarla mientras le hablaba, dejando a Raquel con las palabras en la boca; no pudo evitar levantar las cejas interrogativa, tomada por sorpresa por esa repentina iniciativa del muchacho. Santiago no hallaba donde mirar cuando Adelaida puso sus pequeños negros ojos en él con tanta atención, pero no quería que ella se sintiera mal por un simple accidente, así que pujó valor y continuó -. Muchas veces... yo, muchas veces me he herido haciendo cosas más tontas que picar una fruta.<br />
<br />
¿Cosas más tontas que picar una fruta? ¿Qué significa eso? pensó Adelaida ¿Soy tan tonta que no puedo hacer una cosa tan tonta cómo picar una fruta? La muchacha pelirroja aun tenía mucho que sanar sobre sí misma. Su inseguridad hablaba por ella en sus pensamientos. Olvidaba que ella misma se había tratado de "inútil". Metió el ceño una vez más. Santiago ante la expresión de Adelaida se enmudeció. Pensó que no había debido opinar, la preciosa pecosa se dirigía era a Doña Raquel, no a él.<br />
<br />
- Muy cierto Santiago - la anciana se acercó al muchacho, aún curiosa de su pequeño respingo de valor -. Un accidente es un accidente.<br />
<br />
- Picar unas naranjas no es algo tan tonto - dijo Adelaida en baja voz, sintiéndose un poquito molesta. Raquel sonrió graciosamente. Su sobrina se lo estaba tomando demasiado a pecho.<br />
<br />
- También tienes razón - dijo la dama de damas sonreída hermosamente, tomando la naranja y dejándola en dos mitades con una facilidad que hizo sentir pequeña, muy pequeña a Adelaida -. Todo tiene su arte, todo tiene su secreto. Y el secreto de picar una naranja, es cómo con el corazón.<br />
<br />
Santiago se sonrojó al escuchar aquello. Sintió cómo si esas palabras intentaran delatar de alguna manera lo que acontecía en su pecho. Sin embargo Raquel no se refería a nadie en concreto.<br />
<br />
- Muchas veces nos herimos nosotros mismos, hasta el día que dejamos de lastimarnos, porque aprendemos una manera segura de hacer las cosas. Y en ese momento ya no nos preocupamos cómo picar a la naranja, sino más bien a disfrutar de sus bondades - La dama de damas apretó entre sus dedos una de las mitades de la naranja y la fruta dejó salir su abundante jugo dentro del vaso de vidrio en el que Adelaida había aspirado llevarle la bebida -. No te sientas mal, mi niña. Aprecio tu esfuerzo y sé que lo hacías con todo tu cariño.<br />
<br />
Esas palabras suavizaron la pena que sentía la muchacha y agradecida le sonrió a su tía abuela con ternura. Las dos se miraron risueñas. Luego Raquel se abocó a terminar de sacarle provecho a las dos naranjas, sin dejar de divertirse en secreto por la naranja de la pecosa, picada de forma tan dispareja. Adelaida se dedicó a mirar su vendaje; su dedo parecía una pequeña momia envuelta desde arriba hasta abajo. Intentó moverlo pero la venda se lo impidió y al sentir una leve molestia desistió de volverlo a intentar. Santiago, a cambio, había quedado alelado de nuevo perdido entre las pecas del rostro de Adelaida, miraba cómo estás eran más abundantes en esos lugares donde el sol daba directamente sobre su piel. Le parecieron constelaciones, cómo pequeñas estrellas de fuego desordenadas sobre un poema viviente. Siguió con sus ojos todo el recorrido que hacía el cabello rojizo de su musa, que caía sobre su hombro derecho haciéndole recordar una pintura que había visto en un libro de Doña Raquel. De una hermosa mujer de largos cabellos, de pie sobre una concha de mar, la que la dama de damas le había explicado en aquella ocasión, que era una diosa de la belleza y del amor. No recordaba su nombre, pero podría rebautizarla, llamarla Adelaida. Su diosa de la belleza y del... ¿amor?... Recordó que precisamente el amor era una cosa que no parecía haber sido hecha para él. Ella de seguro le daría el vaso de licor si se le ocurriese traerle una serenata. Era demasiado esperar incluso, que ella le diera dos cerezas, cómo todas lo "premiaban" por sus afectos. Se sinceró con el mismo, pecaba de iluso al dejar que su corazón se enterneciera, se llenara de Adelaida. Está fuera de mi alcance, pensó, yo soy de este pueblo y ella es de la ciudad. Se convenció que quizá eso jugaba a su favor, la hermosa pecosa se iría algún día y por eso él no le llevaría nunca una serenata, porque ella no pertenecía a Los Jardines de Bardolín. Se dio la vuelta sin hacer ruido y se dispuso a limpiar el sistema interno de la cerradura de la puerta principal. Para eso era que él era bueno, para reparar cosas.<br />
<br />
<br />
Lo que no sabía Santiago, es que Adelaida tenía el corazón roto. </div><div style="text-align: justify;"><br />
<br />
<br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"> <br />
<span style="color: #b45f06;"><b> <a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com.tr/2014/09/capitulo-16.html" target="_blank">Lee el Capítulo 16</a></b></span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><br />
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pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-62664960659527837822014-08-13T02:48:00.000-07:002015-07-31T17:37:02.269-07:00Capítulo 14<div style="text-align: justify;">Adelaida miraba a su tía abuela, sentada mirando por la ventana, pensativa y vigilante al mismo tiempo. Se sostenía la punta de uno de los mechones de sus plateados cabellos y con ellos se acariciaba el cuello, lentamente cómo si eso la relajara. El sol del medio día brillaba intensamente afuera, y el contraluz sobre la silueta de Raquel desprendía un halo suave que a Adelaida le inspiraba la idea de estar mirando la imagen de un sueño. ¿Cómo sería la vida de su tía cuando estaba sola? ¿Cómo se sentiría en esa casa, demasiado grande para una sola persona? ¿Alguien la vendría a visitar alguna vez? ¿Tendría alguna amiga en Bardolín? Todas estas y más cosas pasaron por la mente de la pecosa. Todavía sabía tan poco de esa anciana que cada día quería más, que cada día se le hacía tan necesaria para sentirse segura. Raquel salió de su letargo al sentir la intensa mirada de Adelada sobre su perfil. Giró su rostro para mirarla con ojos cuestionadores.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Qué piensa tía? - se adelantó la muchacha a preguntarle al tener la atención de Raquel sobre ella. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Jmm - suspiró y volvió a mirar a través de la ventana -. Espero que pase Santiago y nos ayude a abrir la puerta. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Santiago? - Adelaida se dejó caer de espalda sobre la cama donde estaba sentada -. Será un fantasma. En todos lados escucho un cuento diferente de Santiago y nunca le he visto. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No has visto a mucha gente de Bardolín aún - la dama de damas se sonrió aun mirando a la vereda. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Sí, pero nunca las he oído mencionar. En cambio sobre Santiago escucho por todos lados. Claro, de Fabían también, pero por lo menos de él tengo la certeza que existe y he podido verlo varias veces y hablar con él... Así que Fabián no es un fantasma - Adelaida levantó un brazo en alto mirando cómo la luz que venía de afuera bordeaba sus dedos, delineando el borde de su mano. A Raquel le dio gracia aquel comentario y sonrió silenciosa. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Ahora de seguro lo conocerás. Es el que nos puede sacar de aquí sin mucha dificultad - le respondió a su sobrina. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Por qué lo dice? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Es muy hábil con las manos. Todo lo repara, se le da fácil estar armando y desarmando cosas. Ya habrás escuchado eso de él - Raquel miró a Adelaida que se miraba las manos levantadas en alto mientras estaba de espalda sobre la cama.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Algo así. Donde Lili reparó no sé que del horno de la Sra. Margot. La otra vez Lili se consiguió con el Sr. Ugenio y este le pidió que si veía a Santiago que le dijera por favor que fuera por su casa, que la llave de una tubería le estaba dando problemas y que sé yo... Cosas así por el estilo es lo que escucho de él todo el tiempo - dijo la joven llena de intriga dejando caer sus brazos a lado y lado de su cuerpo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Sí, es muy servicial. Muy presto a ayudar a los demás - Raquel escuchó cómo en la vereda alguien se detenía frente a la entrada de su jardín y volteó rápidamente a ver si era Santiago. Adelaida se dio cuenta que la tía había visto a alguien afuera y no supo por qué ella misma se puso tan nerviosa. ¿Sería Santiago? Se incorporó en la orilla de su cama y su cabello se soltó cayendo sobre su hombro derecho cómo una cascada de fuego. Mientras tanto Raquel miraba afuera a un chico que miraba con cara de alarma y asombro la puerta cerrada de su casa. Parecía que no lo creía, que le era imposible pensar que esa puerta podría estar cerrada alguna vez.<br />
<br />
- ¡Muchacho! - la anciana agitó su mano llamando la atención de aquel chico que estaba aun encaramado en su bicicleta.<br />
<br />
- ¡Doña Raquel! - el muchacho cuando la vio abrió los ojos cómo dos grandes faros y señaló la puerta principal asombrado cómo si Raquel no supiera de ello - ¡Su puerta está cerrada!<br />
<br />
- Sí, nos hemos quedado atrapadas en casa mi sobrina y yo - la dama de damas sin voltear, con una mano aupó a Adelaida a que se acercara a la ventana. La muchacha se puso de pie y su corazón latió con mucha fuerza, caminó sin prisa y se acomodó detrás de su tía abuela y miró a aquel joven que le pareció un chancho. Cuando el muchacho la vio parecieron que sus redondas fosas nasales se le hubieran dilatado, se paró aun más erguido de lo que estaba y metió mucho más su panza y sacó el pecho pareciendo un palomo. <br />
<br />
- Adelaida conoce a un amiguito de Bardolín - dijo con amabilidad Raquel. Adelaida inclinó la cabeza haciendo una pequeña reverencia. No le salió palabra. Si ese era el hermano de Fabián, todo se lo había llevado Fabían al nacer, observó para sí misma en sus pensamientos. El joven cerdito se llevó un puño a la boca carraspeó e infló aun más el pecho. <br />
<br />
- Mucho gusto señorita Adelaida - los ojos del muchacho se le pusieron redondos y brillantes. ¡Qué cierto era lo que le habían contado de la sobrina de Doña Raquel! ¡Hermosa, realmente hermosa!<br />
<br />
Adelaida se sintió decepcionada, tanto esperar para encontrarse con que Santiago era uno de los tres cochinitos de los cuentos. Se acercó al hombro de su tía y le murmuró:<br />
<br />
- Tía parece un chanchito, cómo el de los cuentos. Santiago es feo - Raquel no pudo evitar que en su rostro se dibujara una sonrisa que intentaba estallarle en la boca como una carcajada.<br />
<br />
- No es Santiago - se volteó a ella hablándole cerca al rostro. Adelaida arqueó las cejas por lo alto. ¿No es Santiago? ¿Es decir que aun no sé quien es? pensó ¿es que podría aun ser peor?<br />
<br />
- ¿No es Santiago tía? Yo creía que era él - le dijo por lo bajo.<br />
<br />
- No. No lo es. Él es uno de los mejores amigos de Santiago - dijo Raquel señalando hacia el muchacho sin apuntarle. El joven metió el entrecejo. ¿De que hablan? Sentía que hablaban de él. ¿Que estaría diciendo la bonita señorita sobre él, que a cada momento lo miraba con sus ojitos negros desde la ventana detrás de Doña Raquel? pensaba. Intentaba sacar el pecho cada vez que Adelaida lo miraba. La dama de damas se volteó de nuevo hacia el joven que parecía un cerdito con ropa:<br />
<br />
- Toñoño, necesito un favor.<br />
<br />
Adelaida escupió la risa y se escondió con prisa detrás de su tía abuela metiendo su cara en la espalda de la anciana. A Raquel aquello se le hacía difícil de contener y su mirada era una gran carcajada atada difícilmente con cadenas. <br />
<br />
- ¿Toñoño? - Adeliada murmuró con los ojos llenos de lágrimas aguantando la risa - Nació sin suerte tía - Raquel dejó mostrar su amplia y hermosa sonrisa sin dejar de enfrentar el ceño metido hasta la nariz del joven que ya se le estaba haciendo obvio, que por alguna razón las dos damas se reían de él.<br />
<br />
- Mande usted señora - balbuceó Toñoño inflando una vez más el pecho.<br />
<br />
- Necesito que por favor me ayudes, para poder abrir la puerta que se ha atorado.<br />
<br />
El joven sin perder segundos, se recogió las mangas de la camisa y entró en el jardín con la indudable intención de lanzarse contra la puerta y echarla abajo. Levantó los brazos en sentido contrario a la puerta agarrando impulso, mirando a la puerta cómo si fuera su enemiga.<br />
<br />
- ¡Hey, hey! ¿Toñoño que vas a hacer? - le frenó en seco la dama de damas al ver lo dispuesto que iba el joven a estrellarse contra su puerta. El muchacho la miró con ojos confusos aun con los brazos en posición -. Necesito es que se abra la puerta, no que caiga al piso. Hazme el favor y tráeme a Santiago. <br />
<br />
- Pero... Doña Raquel... yo... eh... yo puedo abrir la puerta, quizá solo está atorada - dijo Toñoño queriendo ser el héroe de Adelaida, al verla asomarse por detrás del hombro de la anciana, curiosa de lo que pretendía hacer él -. No hay necesidad de que venga Santiago.<br />
<br />
- Si echas la puerta al piso igual tendrá que venir a colocarme la puerta en su sitio - lo miró Raquel con autoridad. Eso le puso los pelos de punta a Toñoño que respetaba de gran manera, cómo todos en Bardolín, a Doña Raquel -. Así que hazme el gran favor de traerme a Santiago. ¿Sabes donde está?<br />
<br />
- Sí señora. En los jardines. Ya se lo traigo - el muchacho regresó a su bicicleta cómo si fuera un chiquillo regañado, sintiéndose frustrado por no haber podido lucirse ante la hermosa muchacha que estaba encerrada en aquella casa cómo una damisela en apuros dentro de un castillo. Se fue con las ganas de ser su caballero andante.<br />
<br />
- ¿No te digo yo hija? Toñoño pretendía estrellarse contra la puerta. Esa es una puerta reforzada. Lo que más hubiera logrado es hacerse un morro en la frente si tenía suerte - Raquel caminó de regreso a la silla meneando la cabeza y se sentó sonriéndose por el asunto.<br />
<br />
- Tía, pensaba que era Santiago - Adelaida se sentó en la cama acompañando a su tía en el actuar - Al ver a ese muchacho... tía es que parece las ilustraciones de los cerditos de los cuentos, con su camisa blanca y sus pantalones con tirantes. Y ese rostro tan rosado. Creí que era en verdad el hermano de Fabián.<br />
<br />
- Adelaida no seas cruel - dijo Raquel riendo sin reservas - Santiago no tiene la picardía de su hermano, pero creo que no le hace falta para hacerse querer. Fabián tiene un don para comunicarse y meterse a las personas en un bolsillo. Santiago hay que sacarle las palabras de la boca con una pala, pero lo que no hace uno con palabras lo hace el otro con acciones. Santiago lo repara todo.<br />
<br />
- Santiago no existe - dijo Adelaida muy seria. Raquel estalló en risa, y ella no pudo evitar contagiarse de la carcajada de su tía abuela y rieron juntas.<br />
<br />
- Toñoño es otro canto - Raquel se secó las lágrimas que se le salían entre las pestañas - Es un buen chico, pero tiene un tronco por cabeza. Es un poco tosco para todo.<br />
<br />
- Tía ¿Toñoño? Que gracioso suena. ¿No es un nombre típico de Bardolín o nada así, no? - Adelaida miró a su tía esperando que no le diera la razón.<br />
<br />
- Es un apodo. Él se llama Antonio, pero de niño cuando le preguntabas cómo se llamaba decía "Toñoño" en vez de Antonio. Y Toñoño se quedó hasta el sol de hoy. A él no le molesta, el mismo se lo puso - rieron de nuevo al unisono -, creció escuchando que todo el mundo lo llamaba así. Ni el mismo dice que se llama Antonio, se presenta cómo Toñoño.<br />
<br />
- Algún atributo tendrá - Adelaida trató de buscarle el lado bueno al muchacho, pues comenzó a sentirse un poco mal con ella misma por burlarse tanto de él.<br />
<br />
- ¡Ah...! Es todo lo bruto que tu quieras imaginar, pero toca la guitarra precioso - Raquel pareció entusiasmarse.<br />
<br />
- ¿En serio? - Adelaida trató de imaginárselo con una guitarra en las manos y le dio más risa aun, al verlo cómo un cerdito músico. Se pellizco ella misma una mejilla para tratar de no reírse de nuevo de los juegos de su imaginación. Pero aun así su boca se le fue de largo a largo de un extremo a otro de la cara.<br />
<br />
- ¡Precioso toca! Es al que buscan siempre los muchachos para dar las serenatas. Y ahí a donde tú lo ves a enamorado a más de una con su guitarrita, para arriba y para abajo.<br />
<br />
- Me alegro por él - dijo Adelaida con honestidad.<br />
<br />
- Mientras que Santiago... no ha tenido suerte el muchacho - Raquel meneó la cabeza cómo parecía hacerlo siempre al hablar de él -. Es buen muchacho, muy buen corazón, y apuesto, quizá no cómo Fabián pero simpático sí es. No sabemos por qué nunca ha recibido las tres cerezas.<br />
<br />
- ¿Y que pasa tía si recibe menos cerezas? - preguntó Adelaida sintiendo algo de compasión por el muchacho fantasma.<br />
<br />
- Sí le dan dos, le están diciendo que lo quieren cómo a un hermano, y si le dan una sola que lo quieren cómo a un amigo - Raquel miró hacia la vereda cómo si pudiera verlo allá afuera mientras hablaba -. Y Santiago siempre recibe dos cerezas. Se puede decir que sigue invicto.<br />
<br />
- Entonces que reciba una sola ya sería un avance - meditó la muchacha pecosa.<br />
<br />
- ¿A qué te refieres? - Raquel la miró sin entender.<br />
<br />
- Bueno, si le dan una cereza le están diciendo que lo quieren cómo amigo y de ahí a que se interesen en él, puede suceder. La amistad a veces es paso a enamorarse ¿Pero que le digan que lo quieren cómo un hermano? No hay nada que hacer.<br />
<br />
- Sí. Puede que tengas razón. Sin embargo Santiago se gana que todas lo quieran cómo a un hermano. Nadie ha recibido tantos pares de cerezas cómo él.<br />
<br />
- O a las muchachas les da pena rechazarlo - Adelaida se quedó en silencio un segundo pensado, luego mirando seriamente a su tía le preguntó:<br />
<br />
- ¿Tía y si una mujer no quiere ni cómo amigo, ni cómo hermano al que le trae la serenata que hace?<br />
<br />
- Cualquier persona de la casa sale y le entrega al pretendiente un pequeño vaso lleno con cualquier licor que se tenga en casa - Raquel la miró con curiosidad mientras le respondía -. Pero hasta ahora eso muy pocas veces a pasado en Bardolín. <br />
<br />
- ¿Y si no tienen licor?<br />
<br />
- No comiences de nuevo Adelaida - advirtió Raquel meneando la cabeza volviendo mirar hacia la vereda sonreída.<br />
<br />
- En serio tía - la pecosa también sonrió.<br />
<br />
- Un vaso con agua basta, pero eso es muy cruel. El vaso de licor es alusivo a la pena que sentirá el enamorado al sentirse rechazado y la pretendida o la familia de ella ofrece la primera copa. Dar un vaso de agua sería demasiado cruel - su tía abuela volvió a mirarla. Adelaida la miraba cómo si no podía tomarse todo eso en serio. Le parecían muy raras las costumbres de Bardolín.<br />
<br />
- Pero tía no es mejor decirlo todo de frente...<br />
<br />
- Adelaida - la dama de damas, suspiró resignada.<br />
<br />
- Es mejor ser frontal con el problema - dijo Adelaida haciendo un gesto cómo si señalara a un objeto que tuviese cerca de ella.<br />
<br />
- ¿Cómo Toñoño contra la puerta? - Raquel la miró en silencio unos segundos, mientras Adelaida se encogía de hombros -. Fíjate bien, déjame explicarte mejor... ¿Te diste cuenta cómo te veía Toñoño?<br />
<br />
- Jmmm - Adelaida negó con la cabeza, pero metiendo el ceño delatando que mentía.<br />
<br />
- Casi que no te quitaba los ojos de encima cuando te asomabas a la ventana. ¿Cierto? - le siguió fastidiando su tía con aquello.<br />
<br />
- Él la miraba era a usted - respondió la pecosa mientras sus orejas se le comenzaban a ruborizar.<br />
<br />
- ¿Qué va a ver ese muchacho en esta vieja teniendo tanta belleza que ver en ti? - respondió Raquel después de una bien disfrutada risa .- El hecho es que le gustaste, y prepárate, que Toñoño no perderá tiempo para que en época de cerezas te venga a traer una serenata y más que en estos momentos está sin novia.<br />
<br />
Adelaida puso cara de tragedia, cómo si imaginara una imagen tenebrosa. Raquel rió una vez más.<br />
<br />
- Bueno tía sino tiene barriles de licor vamos al mercado y los compramos - dijo Adelaida dejándose caer de lado sobre la cama. <br />
<br />
- ¿Ves? ¿Te das cuenta de tu respuesta? - le acusó con cariño la dama de damas.<br />
<br />
- ¿Qué quiere decir?<br />
<br />
- ¿Dónde quedó todo eso de ser frontal? Mejor el vasito de licor ¿verdad? Que de seguro lo terminaré saliendo a entregar yo a los pobres desdichados que vendrán a cantarte al pie de ventana.<br />
<br />
Adelaida se sonrió al verse atrapada. Se volvió a incorporar en la cama sin saber que responderle a Raquel que le sonreía triunfante. <br />
<br />
- Nadie vendrá tía - la muchacha pecosa sonreía segura que así sería. No conocía a nadie lo suficiente cómo para que le vinieran a traer serenatas. Sin saber ella que eso era lo que menos le importaba a los bardolideños cuando iban detrás del corazón de una damisela. Raquel miró hacía afuera de su casa y vio cómo llegaron unos tres muchachos más en bicicletas, todos con cara de curiosos. No vio ni a Toñoño ni a Santiago entre ellos.<br />
<br />
- Bueno hija. Prepárese, que se está haciendo muy famosa su belleza aquí en Bardolín.<br />
<br />
- ¿Cómo está Doña Raquel? Toñoño nos dijo que estaba atrapada en su casa - dijo uno de los muchachos - Iba en busca de Santiago. ¿Podemos ayudarla en algo?<br />
<br />
- Gracias hijo, esperaré a Santiago ya que lo mandé a buscar - la anciana le agradeció con sinceridad al muchacho mientras pillaba que todos estaban intentando de mirar por encima de ella hacia adentro hacia la habitación.<br />
<br />
- ¿Quienes son tía? - preguntó la muchacha pecosa desde la cama.<br />
<br />
- Futuros vasitos de licor - dijo para sí misma la dama de damas. Miró a su sobrina y le sonrió -. Hija, creo que compraremos el barril de vino.<br />
<br />
A Adelaida le dio mala espina lo que le acababa de decir su tía abuela, se puso de pie y caminó hasta la ventana. Los tres jóvenes clavaron sus ojos sobre ella, llenos de admiración y curiosidad en parte por ese color tan vivo y extraño de su cabello, como era el de ella para ellos. Sin embargo todos pusieron cara de lelos al verla.<br />
<br />
- Ay no tía - murmuró sonando desencantada con su repentina fama. Pero en ese momento, detrás de las trinitarias vio cómo alguien pasaba caminando muy plácidamente, los muchachos voltearon a a verlo y lo hicieron de arriba a abajo cómo si miraran a un ser caído de otro planeta. Era Mateo que les devolvió la mirada de igual forma. Lleno de curiosidad del por qué esos jóvenes estarían mirando todos hacia la casa de la dama de damas, volteó y se percató de que la puerta estaba cerrada. Se detuvo en seco y pareció sorprendido, y quizá hasta preocupado. Eso a Raquel no la dejó indiferente. Al sentirse abordado por una penetrante mirada desde el jardín volteó hacia la ventana de la habitación de Adelaida y las encontró a las dos mirándolo. Raquel con ojos analíticos y Adelaida con ojos llenos de desconfianza.<br />
<br />
- Raquel... tú puerta está cerrada - Mateo señaló con su bastón hacia la puerta, cómo era de su costumbre. Al verla sintió un poco de alivio dentro de sí.<br />
<br />
- Eres un genio Mateo. Te has dado cuenta - le respondió la dama de damas. Adelaida que se había puesto de muy buen humor prefirió quitarse de la ventana pues no pudo evitar que en su rostro se le dibujara una sonrisa burlona. Los muchachos también sonrieron.<br />
<br />
- Mmmm déjame seguir usando mi genialidad... - Mateo no pareció afectarse por la risa de todos, ni por la mirada aparentemente dura de Raquel - tienes cara de estar... ¡atrapada!<br />
<br />
- La verdad no. Solo estoy evitando que vuelvan a entrar indeseables a mi casa - Raquel no se dejó afectar por la actitud un poco sarcástica del hombre del bastón.<br />
<br />
- Sí... - Mateo volteó, miró a todos los muchachos y regresando su mirada a Raquel le respondió: - Ya me doy cuenta.<br />
<br />
Los tres jovenzuelos se movieron incómodos en sus bicicletas. ¿Quién era este y que se creía para tratarlos así y burlarse de Doña Raquel? Pensaron entre unos y otros.<br />
<br />
- Yo puedo ayudar - Mateo caminó hasta la entrada del jardín mostrando su evidente intención de pasar.<br />
<br />
- Ni te molestes en volverlo a decir - le dijo Raquel sin perder segundo. Él se detuvo y la miró desesperanzado, dejando caer los hombros.<br />
<br />
- ¡Vamos Raquel! Yo puedo abrir esa puerta.<br />
<br />
- Cómo todo buen ladrón - le espetó Raquel, al mismo tiempo que no estaba muy de acuerdo con lo que acababa de decir sobre él. A pesar de todo, Mateo había sido diferente. Un Bardolín, en fin de cuentas, pero diferente con ella.<br />
<br />
- Oh... lo único que hubiera robado de esta casa era Betania - ni el mismo Mateo supo por qué había respondido de esa manera. Tal vez era por Adelaida, que sabía ahora que era la hija de su antigua enamorada. Quizá por la misma Raquel, sabiendo que entre poco, después de tantos años no la vería más, cuando la familia Bardolín se hiciera con todas la tierras aledañas y la sacaran de una vez por todas de ese lugar apartándolo del único nexo vivo que le quedaba, con su pasado feliz en ese pueblo.<br />
<br />
- ¿Mamá? - Adelaida preguntó a su tía abuela, casi pegando un brinco - ¿Se refiere a mamá?<br />
<br />
- Pero ya ves que no lo hice - respondió el hombre del bastón y tratando de salir del embrollo que se había metido el mismo, regresó su atención a la puerta -. Por eso no deberías preocuparte. Yo puedo ayudarte a abrir esa puerta.<br />
<br />
- Nadie ha dicho que esté atorada - le respondió Raquel con una frialdad que la sentía hasta cierto punto fingida. Entre los dos había una especie de relación de odio y respeto que no terminaba de comprender. Igual le sucedía a él.<br />
<br />
- Esta bien - dijo Mateo apoyando su bastón en el piso. Pudo darse cuenta cómo Adelaida intentaba asomarse con muchísimo cuidado por el borde de la ventana tratando de mirarlo y cómo era típico de su sobrada autoconfianza, se quitó el sombrero y le sonrió amistosamente .- ¡Señorita preciosa! ¿Cómo se encuentra?<br />
<br />
Adelaida se volvió a esconder acto reflejo. Aquel hombre le generaba ahora curiosidad.<br />
<br />
- Oh - Mateo lamentó que la muchacha se le escondiera, pero no perdió su actitud zalamera - Bueno... Raquel, por lo menos lo intenté. No se puede decir que Mateo Bardolín no ofreció su ayuda.<br />
<br />
- Tampoco se puede decir que Raquel Lamuza la necesitara - le respondió la dama de damas. Sin embargo los muchachos se intrigaron todos. ¿Mateo Bardolín? ¡Un Bardolín estaba en el pueblo! Eso por lo regular no eran buenas noticias. Sí en un principio lo miraban con descontento, ahora lo hacían con verdadero desagrado. Mateo se sembró en las sienes de nuevo su sombrero, hizo una pequeña reverencia a Raquel y siguió su paso sin prisa vereda arriba, disfrutando su paseo por el pueblo.<br />
<br />
- Doña Raquel. ¿Qué hace un Bardolín en el pueblo? - preguntó uno de los muchachos preocupado.<br />
<br />
- Espero que perdiendo su tiempo, hijo - dijo Raquel sintiéndose tranquila mientras su amistoso enemigo se alejaba. Volteó a ver a la silenciosa Adelaida que la miraba, pero al mismo tiempo la traspasaba con la mirada. Parecía más bien estar en una profunda reflexión incómoda. La dama de damas miró a los tres jóvenes y se despidió de ellos, luego dedicó una mirada a su sobrina un par de segundos en silencio.<br />
<br />
- Hija, ven te voy a contar algo - la tomó de la mano y se sentó junto a ella en la cama -. A Mateo lo conozco desde que era un niño. El llegó a jugar con Jazmín.<br />
<br />
- ¿Con Jazmín? - la muchacha pecosa pareció salir de sus cavilaciones de un salto.<br />
<br />
- Sí. Lo conozco de toda la vida. Cuando tu mamá se quedó aquí una temporada conmigo, ellos se conocieron y se enamoraron. Tu mamá le dio las tres cerezas. Eran dos jovencitos llenos de ilusiones, se inventaron un mundo que no existía para ellos dos.<br />
<br />
- ¿Las tres cerezas? - preguntó Adelaida sintiéndose molesta, pensando en su buen papá, cómo si ese recuerdo fuese una traición para con él.<br />
<br />
- Sí. Mateo le trajo la serenata y ella le entregó las tres cerezas - la expresión de Raquel se llenó de pena -. Pero cuando la familia de él se enteró no lo pudieron tolerar. No aceptaban que un Bardolín se enamorara de alguien que fuese de nuestra familia.<br />
<br />
- ¿Por qué tía? ¿Por qué esa gente nos odia tanto?<br />
<br />
- Me odian solo a mí, mi niña - Raquel dijo esas palabras dentro de una sonrisa para suavizar el contenido de las mismas, sin embargo se equivocaba. Había alguien que la odiaba a ambas.<br />
<br />
- Pero ¿Por qué tía? - Adelaida sentía que era demasiada injusta la vida con su tía abuela. No había bastado que su esposo se fuera sin jamás regresar, que Jazmín la perdiera en los pozos, que estuviera sola tantos años, para que también hubiese una familia que la odiara.<br />
<br />
- Porque sin querer les quité algo que era de ellos. Algo que nunca supieron valorar - la dama de damas miró hacia afuera, su rostro pareció llenarse de gratitud, cómo si no se arrepintiera que la odiaran. Tenía su conciencia en paz.<br />
<br />
- ¿Qué le quitó tía? ¿Ese documento del que hablaba con el Sr. Gerónimo?<br />
<br />
- No, eso vino después - Raquel sostuvo una de las pequeñas manos de su sobrina -. Lo que les robé fue el amor de Gran Papá.<br />
<br />
- ¿Gran Papá? - Adelaida no hacía más que hundirse en un laberinto de dudas- ¿Quién es Gran Papá?<br />
<br />
- El verdadero dueño de todo este hermoso pueblo, de los jardines de las tierras donde están los pozos y un poco más allá, de ambos lados de Bardolín - Raquel sonrió al recordar a ese anciano querido, que fue tan especial y tan caballero con ella.<br />
<br />
- ¿Es un Bardolín también?<br />
<br />
- Era... hace muchos años ya que murió. Era un anciano adorable.<br />
<br />
- Y tía... no se moleste... ¿pero tuvo un romance con él? - Adelaida preguntó ruborizada por los atrevido de su pregunta.<br />
<br />
- ¿De Gran Papá? - la dama de damas rió nuevamente llena de jocosidad - No, Luisa Adelaida, lo quise cómo a un padre y él me quiso cómo a una hija.<br />
<br />
- Pero ¿por eso la iban a odiar tanto los Bardolín? ¿Solo porque se ganó el cariño de ese señor?<br />
<br />
- Es un poco más complejo que eso - recordó Raquel. La anciana levantó la mirada una vez más hacia la ventana y se quedó en silencio unos segundos -. Santiago a tardado un poco.<br />
<br />
- Será un milagro si lo veo aparecer - dijo Adelaida, entendiendo muy bien que su tía abuela no quería seguir hondeando sobre aquello. Recordó que le había pedido que no tirara de ella, que fuera con calma y ella poco a poco le abriría su corazón. Se puso de pie y se dispuso ir hasta la cocina en busca de algo para beber -. Tía voy a buscar algo para tomar ¿le apetece que le traiga para usted también?<br />
<br />
- ¡Oh sí, hija, muy amable! Por favor - Raquel pareció encantada por el gesto de su sobrina.<br />
<br />
Adelaida se encaminó hacia la cocina, al pasar al lado de la mesa redonda donde estaba sentada Jazmín, le tomó de una de las manos y se la movió en un gesto juguetón.<br />
<br />
- Hola pecosita - le susurró. La muñeca siguió indiferente sonriéndose de nada. Se descorazonó un poco al ver que no quedaba jugo preparado en la jarra del desayuno pero observó que su tía aun tenía un par de naranjas y se aventuró a preparar una naranjada, aunque nunca lo había intentado -. Manos a la obra Jazmín, a ver cómo esto nos queda.<br />
<br />
Raquel se había acercado pero Adelaida no lo notó. La anciana la miró con ternura. Se conmovió al ver cómo la muchacha había comenzado a tomar en cuenta a la muñeca, a darle valor, a tomarle cariño. Notó a su vez que era obvio que su sobrina nunca en la vida había preparado un jugo ni para ella misma, pero ahí estaba, batallando con las dos naranjas, mirándolas, estudiando la manera de picarlas a la mitad. La escuchó cómo murmuraba sola, diciéndose a sí misma cómo era que "había visto a tía Raquel hacerlo el otro día". La dejó a solas. No quiso molestarla y se regresó a esperar a Santiago en la habitación de Adelaida, sentada frente a la ventana. Se dijo que se bebería lo que le trajera la muchacha, quedara cómo le quedara.<br />
<br />
- La intención es lo que cuenta - dijo en voz baja mientras entraba a la habitación. Se sentó en la silla mirando hacia afuera, hacia la vereda que había quedado de nuevo desierta. La puerta cerrada, pensó, después de tantos años la puerta está cerrada. De pronto le pareció mentira y para sorpresa de ella misma, no halló sentirse perturbada cómo horas antes. No estaba sola y eso era lo importante. Ya habría tiempo de mantenerla abierta de nuevo, cuando Adelaida regresara a la ciudad. Pero así cómo lo pensó, así de rápido espantó el pensamiento antes que la lastimara. Después se dedicaría a extrañarla, pero mientras la tuviera con ella, la disfrutaría al máximo. <br />
<br />
- Doña Raquel ya llegué - la dama de damas dio un respingo saliendo de su ensoñación. Santiago estaba frente a ella, pero del otro lado de la verja mirándola sosteniendo en sus manos una caja de madera, llena notoriamente de herramientas.<br />
<br />
- Muchacho - se puso la mano sobre el pecho -. Casi me matas de un susto, no te vi llegar.<br />
<br />
- Toñoño me ha dicho que su puerta no abre, que se ha quedado encerrada - Santiago hablaba con sumo respeto a Raquel, sin dejar de tener la mirada esquiva dejando en evidencia su timidez.<br />
<br />
- Sí hijo - le sonrió la dama de damas, sabía que la forma que ese muchacho había conseguido para poder socializar, era a través de sus habilidades reparando cosas. Para él componer cosas dañadas, era lo mismo que para Galleta coleccionar mariposas -. Has llegado a salvarnos. La puerta es toda tuya.<br />
<br />
- Con permiso - dijo Santiago mirando a la puerta cambiando su actitud de timidez a una de más seguridad. Entró en el jardín, sabiendo que no era un reto para él, que en un par de minutos ya habría abierto aquella cerradura testaruda que había convertido a la casa siempre abierta de Doña Raquel en una prisión. Al llegar hasta la puerta salió del campo de visión de Raquel, ella solo pudo escuchar lo que hacía. Escuchó cómo sonó la caja de herramientas suavemente contra el suelo, cómo estuvo en silencio unos segundos de seguro analizando la cerradura y luego el choque de unas herramientas con otras, mientras buscaba la más adecuada para iniciar el trabajo. Se sentó más tranquila en la silla, suspirando profundamente. Eso no sería problema para Santiago. Al sentirse relajada al tener al muchacho resolviendo el inconveniente de la puerta se dispuso a contarle a su sobrina que el "fantasma" ya había llegado, y a decirle que se acercara para presentárselo.<br />
<br />
- Ya vengo Santiago - le aviso tratando de atinar a verlo, pero no insistió sabiendo que no era posible de donde estaba. Salió rumbo a la cocina y de lejos vio a Adelaida sentada en una silla con una terrible expresión de dolor, y dentro de un puño cerrado con fuerza sostenido el indice de la otra mano.<br />
<br />
- ¡Ay Adelaida, hija que pasó! - sonó la voz de Raquel con potencia por la angustia que le produjo pensar que su sobrina se había destajado un dedo. Su voz se coló por la puerta y Santiago la escuchó alarmado. Algo había pasado. ¡A Adelaida, a ese ángel hermoso le había pasado algo! Se concentró en la cerradura, cómo si no existiera nada más vital en el mundo que hacerla ceder. Podía sentir la voz de Raquel alarmada aun, sin poder entender lo que decía. Eso hizo que su corazón latiera con mucha fuerza y la frente le comenzó a transpirar. Vas a abrirte, pensaba atravesando con la mirada a la cerradura, vas a girar.<br />
<br />
¡Cluck!<br />
<br />
La cerradura giró sin mucho problema cómo si Santiago hubiera logrado intimidarla y abrió la puerta empujando de la manilla con rapidez. El sol volvió a iluminar gran parte de la casa, entró cómo si hubiera extrañado alumbrar el recinto de la dama de damas. Aquel resplandor hizo que Adelaida levantara sus ojos llorosos apartando su atención de sus manos, con las que Raquel batallaba para separar y poder ver la herida que se había hecho en una de ellas. Miró la silueta de aquel joven, parecía de la misma estatura de Fabián, algo más delgado pero de porte atlético, por lo menos su silueta no era la de un cerdo con ropa. Pero no le veía su rostro, en la penumbra en la que estaba no podía ver el rostro del misterioso Santiago. De igual manera sus lágrimas no la ayudaban y soltándose el dedo herido intentó enjugarse los ojos. Raquel aprovechó de mirar la herida de Adelaida llena de urgencia, pero cuando vio lo que era una no muy grande línea sangrante, volvió a respirar sonriendo.<br />
<br />
- Que dramática eres hija mía - la pecosa bajó la mirada a ver a los ojos a su tía abuela -. Me mata a mi primero un infarto que a ti esa herida. Creí que te habías abierto el dedo de largo a largo.<br />
<br />
Adelaida volvió a levantar la mirada hacia la puerta... y estaba desierta. Santiago se había ido. Se descorazonó más de lo que ya estaba por fracasar en su intento de hacer un simple jugo con dos naranjas. Se descorazonó por no poder haber visto el rostro de Santiago, y no supo por qué sintió vergüenza al pensar que desde la puerta él la haya visto llorando cómo a una tonta. Pero escuchó de pronto un ruido en la sala, algo hizo ruido y luego se quedó en silencio. Su corazón se aceleró, se disparó a latir con fuerza. Vio cómo alguien salía de la sala en dirección donde ellas estaban, se puso nerviosa sin poder evitarlo, su cuerpo se tensó y las manos le comenzaron a transpirar. Raquel se puso de pie y caminó hacia la cocina a buscar en un estante un frasco de alcohol y vendaje, que siempre tenía a la mano y Adelaida se sintió desprotegida, no había nadie entre Santiago y ella. ¿Por qué? pensaba ¿Por qué estoy tan nerviosa?<br />
<br />
¡Y por fin lo vio!<br />
<br />
Santiago tenía un rostro noble, su mirada era serena, protectora, amable. Pero sus ojos... no sabía cómo evadirlos, esos ojos... la forma en que la miraba a ella, cómo si se le metiera por las pupilas y la leyera por dentro... Se quedó inmóvil, en verdad parecía que había visto un fantasma aparecer, tenía la punta de los dedos heladas, aunque sentía, cómo era de esperarse, las orejas hirviendo de los sanguíneas que se le habían puesto.<br />
<br />
Santiago por su parte, estaba peor que Adelaida. ¡Qué hermosa! pensaba. Al tenerla tan cerca, al llegar a él el suave perfume de ella, se sentió atado por esa muchacha que lo miraba a través de sus lágrimas. Al mirarla tan frágil cómo una flor, sintió el deseo de envolverla, de protegerla, de que en esos hermosos ojos oscuros ya no hubiera ni el más mínimo rastro de dolor. Pero todo ese heroísmo se le quedó por dentro, cómo era de costumbre. No dijo nada, aunque su cara hablaba por él. Se detuvo. Temía acercarse un paso más, no fuese Adelaida a escuchar cómo le sonaba el corazón en el pecho, cómo un loco con un timbal.<br />
<br />
Qué no se acerque más, que es capaz que escuche cómo suena mi corazón, tan ruidosamente, casualmente pensó Adelaida.<br />
<br />
<br />
<br />
Y así sin palabras se conocieron, aunque sus corazones se saludaron en voz alta. <br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"> <b><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.co.uk/2014/08/capitulo-15.html" target="_blank">Lee el capítulo 15</a></b></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><br />
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pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-54012778866000501242014-08-03T00:11:00.000-07:002015-07-31T17:36:45.223-07:00Capítulo 13<div style="text-align: justify;">Raquel salió de la habitación y en un primer momento la oscuridad de su casa la confundió. Aquel silencio sin los sonidos externos, aquella ausencia del largo brazo del sol entrando por su puerta, la perturbaron. ¡La puerta estaba cerrada! Su alma se sacudió dentro de ella, estaba encerrada con su propia soledad, a la que tanto se negaba a aceptar. ¿Qué es el tiempo cuando se ama de verdad? Toda la vida esperaría. Toda la vida ella estaría atenta y mientras hubiera un hálito dentro de sí, no permitiría que nada se interpusiera, ni siquiera su puerta si el amor volvía a casa el día menos esperado. Adelaida que se esforzaba en hacer el desayuno, la vio desde la cocina, avanzar presurosa hacia su puerta. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Tía ¿cómo se siente? - le preguntó desde la distancia. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- La puerta - Raquel se volteó hacia ella en el medio de la sala con el rostro endurecido. Señaló la entrada cerrada cuestionando con la mirada a la muchacha pecosa por haber hecho aquello.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- La cerré tía, no fuera a volver aquel hombr...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡No vuelvas a cerrar la puerta de mi casa! - le interrumpió la tía abuela con aspereza. Cómo si no le importara lo que le decía Adelaida.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No me hable así - la muchacha se sintió dolida por el trato de Raquel, pero su voz sonó triste al contrario de otras veces.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La anciana aferró con fuerza su mano a la manilla de la puerta y jaló de ella y no pudo moverla. Eso pareció enfurecerla, aunque la verdad era angustia, como si su alma hubiera sufrido un ataque claustrofóbico. Volvió a jalar y la puerta no se movió y llena de ira la golpeó con la palma de su mano, retumbando aquel sonido por todo el lugar.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Tía que le pasa - Adelaida dejó a mitad lo que hacía y comenzó a acercarse hacía la sala. ¿Por qué la tía abuela había cambiado tanto con la sola llegada de aquel hombre altanero? ¿Por qué la tía abuela actuaba así por una simple puerta cerrada? ¿Qué historia llevaba en silencio la dama de damas que no le había confiado a ella? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Por qué? - Raquel volvió a tirar de la manilla con fuerza, molesta - ¿Por qué cierras la puerta de mi casa? ¡No lo cierres nunca! ¡No tienes derecho! </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"> - Lo hice por el bien de las dos - trató de acercarse a ella -. Si volvía de nuevo aquel hombre mientras usted dormía no se que hubiera hecho yo tía. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Mateo no va a volver - le dijo en voz alta sin voltear hacia ella tironeando de la puerta. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Pero tía... cómo sabe que...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡No va a volver! - le alzó la voz aun más, esta vez mirándola a los ojos. Adelaida se quedó en silencio sintiendo dolor en su corazón, luego se encendió su soberbia. Una de sus corazas volvió a izarse ante ella, sintió decepción. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Usted me va a tratar mal cuando se le antoje - le dijo rompiendo el silencio -. Usted no va a ser diferente de mamá, usted no va a ser diferente de los demás. Usted me habla de amor un día y el otro me atropella. Usted no es distinta. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La mujer de cabellos plateados se quedó inmóvil al escucharla de espalda a ella, sostenida de la manilla de su puerta. Sintió cómo un gran remordimiento se mezclaba con su marea de emociones, así cómo la espuma se revuelve en una ola. Soltó la puerta, se giró hacia los ojos humedecidos de su pecosa sobrina y no supo que hacer. No sabía que hacer con ella misma, no sabía que sentir, que pensar, sólo buscaba aferrarse a sus salvavidas de siempre. Sus artilugios donde lograba sostenerse a flote, con los cuales podía evadir lo que evitaba con toda su humanidad. ¿Pero cómo evadir a esa muchacha que le recordaba en cada día que pasaba, mucho más a Jazmín? ¿A esa muchacha a la que poco a poco iba metiendo más y más en su corazón? ¿Cómo era capaz de lastimarla, al mismo tiempo que quería sanarla? Sin embargo ¿acaso ella no sufría también? ¿acaso había alguien que pudiera comprender su pena? ¿acaso hubo alguien ahí para decirle que todo iba a estar bien? Por eso nunca cerró su puerta, porque estaba sola, porque el que se fue dijo "hasta luego" y nunca dijo "adiós". ¿Quién podía entender que por mucho que se estuviese acostumbrando a la presencia de Adelaida en su casa, nada podía sustituir en su corazón el espacio lleno, esos latidos antaños que la habían mantenido de pie todos esos años?<br />
<br />
- Adelaida... - Raquel se alejó de la puerta y dio un paso hacia la muchacha.<br />
<br />
- No quiero escuchar nada que tenga que decir - le espetó Adelaida soltándose el delantal -. ¿Ahora se va a justificar? ¿Ahora me va a pedir disculpas una vez más? ¿Y cuanto tiempo tendré que esperar para que me vuelva a tratar así? ¿Será Dios mío que este es el trato que merezco yo en la vida?<br />
<br />
- Discúlpame Adelaida...<br />
<br />
- No quiero sus disculpas, quiero su respeto - se dio la vuelta, tiró con molestia el delantal sobre la mesa del comedor y entró a su habitación haciendo tronar la puerta detrás de ella.<br />
<br />
Raquel se quedó de pie donde estaba, desde donde podía mirar la puerta cerrada de la habitación de la fúrica muchacha. Se sorprendió a sí misma ante su propios sentimientos. Ese claustro cerrado le dolió más. Aquella culpa en su corazón desmoronó todos sus argumentos. Ella le abría la puerta a un fantasma que nunca venía, pero aquella segunda puerta cerrada la separaba de alguien real, de una sonrisa pueril en un rostro pintado con incontables pecas, del sonido relajante de esa risa. La separaba de esos ojos negros, pequeños y graciosos, pero tan penetrantes cómo un puñal cuando miraban al mundo cuando éste la atacaba. La distanciaba de ese corazón roto, ese que en el secreto del pequeño pecho de aquella damisela, latía el dolor de un amor desgarrado de par en par. ¿Qué había de la puerta de su casa para afuera más importante que eso? ¿Sólo ilusiones? ¿Sólo esperanzas que al no cumplirse se convirtieron en obsesiones solo para evadir la triste realidad? No, no había nada allá afuera. Sólo el mundo que se olvidó de Raquel Lamuza y que hoy solo la recordaba para venir a amenazarla, a terminar de destruir lo poco que quedaba de ella y de los restos de su amor. Comprendió las palabras de Adelaida, no las juzgó, simplemente las aceptó. El mundo no tiene derecho de tratarnos así, pensó, ni yo a ti mi niña, ni el mundo a mi. Dios cierra todas las puertas y aíslame del mundo, pero no permitas que se cierren puertas entre Adelaida y yo, rogó en su corazón. Miró la puerta principal ¿qué diferencia hacía tenerla abierta si lo que cerraba era su alma al presente, al ahora? Adelaida estaba más cónsona con la realidad, Mateo de seguro volvería... Guillermo no. Aunque la esperanza es lo último que se pierde, él no vendrá. Pensó.<br />
<br />
Entró en su habitación y se sentó en su cama frente a la pintura de los dos amantes. Miró el rostro de Guillermo, con amor, de la única forma que sabía mirarlo. Lo extrañó cómo siempre, ni un poco más ni un poco menos. Con toda su alma. Se sonrió, aquel amigo pintor había perfilado la nariz de su amado, eliminando una pequeña protuberancia que en lo personal, ella sentía que le daba un toque más varonil al rostro amable de Guillermo. Se miró a sí misma. Aquella miradilla atrevida, pícara que tenía de muchacha.<br />
<br />
- Pícara pero feliz ¿no Guillermo? - habló mirando los ojos de su amado, sobre el lienzo.<br />
<br />
Observó sus manos atadas sobre su hombro, sostenidas eternas bajo la magia de hábiles pinceles. Levantó su envejecida mano y la miró.<br />
<br />
- ¿Soy yo que no te suelto? o ¿eres tú que aun me sostienes? - le preguntó en un susurro.<br />
<br />
- Sí eres tú que me sostienes, suéltame. Sí soy yo que te sostengo, yo... - se detuvo. La abrumó la idea de dejarlo ir. Sintió que si se desprendía de él moriría en un segundo.<br />
<br />
- Te espero venir, pero a la vez no te dejo ir - bajó la mirada y la dejó caer hasta el suelo -. Tengo el corazón en una trampa ¿No?<br />
<br />
De pronto escuchó abrirse la habitación de Adelaida, y retumbó por la casa el sonido de los tacones de las botas trenzadas de la muchacha cómo si una máquina intentara abrir hoyos dentro del lugar. Se puso de pie y en silencio llegó hasta el marco de la puerta de su habitación y desde ahí la miró sigilosa. Adelaida sostenía la manilla de la puerta y jalaba de ella, gruñía, gemía, bufaba. Tenía las orejas coloradas igual que el rostro, por la soberbia y por el pujante esfuerzo de abrir aquella entrada que ella tan fácilmente había cerrado. Le daba manotazos que parecían más caricias que otra cosa. Ya se había lastimado la mano con la robusta puerta de la casa de Lili, pero aun así trataba de darle su escarmiento a aquel postigo cerrado con pequeñas palmadas. Molesta tomó su sombrilla y la ahorcó con sus dos manos mientras gruñía una vez más. Volvió a sostenerse de la manilla pero está vez con sus dos manos y dio tres fuertes jalones hacía ella, con todo el peso de su cuerpo y la puerta no se abrió. Trastabilló y rebotó tres veces en el piso cayendo de trasero. El gran vestido que se había puesto amortiguó la caída y Raquel preocupada dio un paso hacia ella, pero en el segundo paso prefirió detenerse. Adelaida se quedó sentada mirando aquel gran trozo de madera que no la dejaba salir. Y furiosa e impotente se le salieron las lágrimas.<br />
<br />
- ¡Soy una estúpida! - sollozó - Ahora estamos encerradas. Ni ese señor entra ni nosotras salimos.<br />
<br />
Raquel la miró con amor. Una niña. Adelaida era una niña. La observó cómo se quedó sentada en el piso, con su delgada espalda recta, hermosa, siempre femenina. Le dio ternura ver cómo la pecosa miraba con enojo la entrada cerrada, cómo si quisiera derribarla con solo pestañear con fuerza. Vio cómo alzó su sombrilla y se la lanzó a la manilla.<br />
<br />
- ¡Puerta estúpida! - le gruñó. Raquel sonrió. No había duda, era una niña aún.<br />
<br />
- Mi niña ¿que haces ahí en el suelo? - intentó acercase amablemente a ella. Adelaida mantuvo el ceño fruncido sobre su pequeña pecosa nariz.<br />
<br />
- Estamos atrapadas - se quejó en voz baja sin mirar a su tía abuela. Raquel se sentó cerca de ella en su sillón vinotinto. La miró unos segundos en silencio.<br />
<br />
- Perdóname por tratarte cómo lo hice - insistió Raquel en su disculpa.<br />
<br />
- No se preocupe - la muchacha seguía destrozando mentalmente con su mirada aquella puerta -. Dios me castigó por no aceptarle sus disculpas. Ahora no podemos salir por mi culpa.<br />
<br />
- O porque yo le pedí que no te alejara de mi, molesta conmigo - La anciana miró su puerta en la suave penumbra en la que estaba. El Sol ya se había elevado un poco rumbo hacia el cenit, y entraba en todo su esplendor por el jardín central. Parecía un oasis de luz dentro de las sombras que lo envolvían todo. Adelaida volteó a mirarla, a su tía abuela. La miró alumbrada por todos aquellos reflejos que saltaban desde el jardín hacia el rostro de aquella mujer. La observó en silencio. Ya no había remedio. La quería. Podía molestarse con ella, pero no odiarla. Podía echar fuego por la boca discutiendo con ella, pero ya no querría lastimarla con sus palabras. Quizá por eso intentaba alejarse, para que sus defensas, las que le impuso el mundo, no se activaran en contra de su tía abuela. Ella sufre y no lo dice, pensó. Ella sufre.<br />
<br />
- Tía yo llegué a revolverle su vida, a ser una intrusa en su casa - se suavizó poco a poco su voz en cada palabra -. Siempre ha tenido razón, soy una muñeca con la cabeza llena de aire.<br />
<br />
- No repitas eso - Raquel sacudió su mano frente a ella cómo si tratara de disolver una pequeña nube de polvo invisible -. Eres hermosa cómo una muñeca. Adelaida, pero cómo a esas que se atesoran y se aman. Cómo a esas que no quieres que nadie las toque y las dañe. Pero más que una muñeca, eres cómo una niña, una muñeca con vida. Una muñeca que no está vacía por dentro, sino que solo aun no ha aprendido a vivir.<br />
<br />
- Entonces usted también es una muñeca - la muchacha le devolvió las palabras con el mismo cariño que las recibió.<br />
<br />
- Te lo dije el día cuando llegaste - le sonrió.<br />
<br />
Adelaida la miró un segundo procesando todo aquello, cambiando por dentro sin darse cuenta. Y sonrió con ella. De pronto regresó un recuerdo a sus pensamientos, precisamente por recordar o por intentar comprender el significado que tendría ser una muñeca, desde el entendimiento de todas esas emociones y realidades que envolvían uno de los más grandes misterios de su tía abuela.<br />
<br />
- Tía... temprano... cuando la llevé a su cuarto... vi una pintura muy hermosa donde está usted - Adelaida parecía ir con cuidado en cada palabra. No olvidaba aún la reacción de su tía a razón de su puerta cerrada -. Y vi la otra también... <br />
<br />
La dama de damas asintió desde su sillón, pero no dijo nada.<br />
<br />
- ¿Esa nena que está en la pintura... es... Jazmín? - Raquel le volvió asentir, preparando su corazón para enfrentar de nuevo esos recuerdos que siempre herían a su alma.<br />
<br />
- Mi hija - a la anciana le sonó la voz extraña. Triste, contenta, orgullosa, decepcionada, todo mezclado.<br />
<br />
- ¿Y la muñeca...?<br />
<br />
- Es una réplica de otra muñeca - el corazón de Raquel comenzó a latir con fuerza al traer a su mente ese recuerdo en particular.<br />
<br />
- ¿Una replica? - pero que misterios tan grandes envuelven a ese pequeña de porcelana, pensó la muchacha de cabellos de cobre.<br />
<br />
- La original la tenía mi hija - Raquel miró hacía el resplandeciente pasto del jardín evitando la escrutadora mirada de su sobrina. Se le humedecieron los ojos y continuó -. Se la llevó con ella al cielo.<br />
<br />
El corazón de Adelaida se ensanchó de compasión; cómo una respuesta inevitable, de sus ojos se escurrieron sendas lágrimas. ¿Se la llevó con ella al cielo? Qué imagen tan triste. Se imaginó que la habrían sepultado junto a su muñeca.<br />
<br />
- Tía... disculpe que la moleste con estás cosas...<br />
<br />
- No mi niña, por el contrario pregunta. Tienes derecho de comprender a esta vieja. Tú confiaste en mi y me confesaste el motivo de tu tristeza. Creo que es justo que yo haga lo mismo - recordó las palabras de su querido Gerónimo -. Es hora de abrirte mi corazón. Solo te pido que tengas paciencia conmigo, que mi corazón está duramente cerrado, peor que esa puerta. No tires de mi, si me escuchas, yo desde adentro iré empujando dejándote entrar.<br />
<br />
- Que bonitas palabras tía. No jalaré de usted. No vaya a caer sentada de nuevo en el suelo - sonrieron las dos, con asomo de lágrimas en sus ojos.<br />
<br />
- Bueno... pregunta hija, que si no lo haces yo no lo diré - Adelaida asintió compasiva y dio rienda suelta a todas sus dudas.<br />
<br />
- Tía... ¿cómo...? Me da cosa con usted...<br />
<br />
- Pregunta - Raquel cerró los ojos.<br />
<br />
- ¿Por qué Jazmín se fue al cielo? - no encontró una manera menos molesta de preguntar algo tan duro y tan difícil de responder. Raquel respiró profundo y entre sus pestañas cerradas, se escurrieron fugitivas lágrimas dolorosas.<br />
<br />
- Luisa Adelaida, prométeme algo - la anciana mantuvo sus ojos cerrados.<br />
<br />
- Dígame tía.<br />
<br />
- Jamás vayas más allá de los jardines, nunca vayas donde están los pozos.<br />
<br />
La joven se heló de abajo hasta arriba. Recordó la advertencia de Galleta. Tuvo una imagen tenebrosa en sus pensamientos. No era eso lo que su tía le quería decir. No así, no de esa forma tan horrorosa pasaron las cosas. Adelaida gateó hasta las rodillas de su tía y sostenida en ellas la miró con tanto amor, con tantísima compasión.<br />
<br />
- Ay tía... - le sonó la voz trémula, llena de tristeza.<br />
<br />
- ¿Me lo prometes hija? - Raquel abrió sus ojos y miró a los de ella entre sus lágrimas. La miró entre la bruma de su llanto, la miró de arriba hacia abajo, ese rostro pecoso, cómo miraba a Jazmín cuando ella se le guindaba de la falda del vestido. La miró hacía abajo cómo si Adelaida fuera su niña, su chiquilla, su amada hija.<br />
<br />
- Se lo prometo tía - se le quebró la voz aun más al ver cómo la miraba su tía. Cómo si quisiera salvar a Jazmín a través de ella.<br />
<br />
- Pregunta Adelaida - le instó la dama de damas entre sollozos.<br />
<br />
- Es tan duro preguntarle tía todas las cosas que tengo en mi cabeza - Adelaida comenzaba a arrepentirse de haber removido esos recuerdos en el alma de su tía abuela. No se sentía capaz de saber consolar a Raquel, tenía miedo de romper una represa que no supiese luego reparar.<br />
<br />
- Pregunta hija, esta puerta no estará abierta siempre - pareció rogarle. Desde una parte de su alma Raquel deseaba poder dejar salir ese dolor, poder enfrentarlo y junto a su sobrina podría llorarlo hasta secarse por dentro. Ya no estaba sola. No necesitaba de Adelaida más que sostuviese su mano y no la dejara sola con su dolor.<br />
<br />
- Jazmín... tía... ¡Ay tía! ¿La encontraron?<br />
<br />
Raquel cerró los ojos. Y guardó silencio. Oh doloroso silencio que lo grita todo. Llegó hasta a Adeliada como un puñal, ese silencio la traspasó, la lastimó dándole la respuesta. Se aferró con fuerza a las manos temblorosas y frías de su tía abuela. Quería trasmitirle, a través del mismo silencio paz y consuelo. Quería poder volver en el tiempo y tener la habilidad de cambiar el destino funesto de las cosas. Quería...¡No sabía que quería! Se sentía inútil ante el dolor de aquella gran mujer que había cargado con tan terrible peso sobre sus hombros, su gran y terrible cruz y que aun tenía la grandeza de sonreír, la que aun tenía esperanza en que la vida podía ser luminosa.<br />
<br />
- Tía... - Adelaida no pudo más y se recostó en las piernas de Raquel y lloró. Lloró tan desconsoladamente cómo sentía que no lo había hecho por nadie. Lloró por una niña que nunca conoció, una niña de la cual ella perecía una réplica. Cómo la muñeca de su tía abuela. Jazmín y su muñeca, cada una tenía su réplica. Y que ese día, a esa hora, estaban las dos en posesión de la dama de damas. Encerradas en aquella casa, cómo si fuera un mausoleo. Entendió la abrumadora necesidad de su tía de mantener la puerta abierta, para que la casa estuviese llena con la vida de afuera, que desde adentro se le hacía tan difícil de tener. Abierta para darle paso al calor del sol, a ese hogar al que le barría con luz, todos los tristes recuerdos debajo de las sombras en los rincones.<br />
<br />
- Tía... hábleme algo bonito de Jazmín - le rogó después que pudo controlar sus lágrimas. Seguía recostada en las piernas de Raquel.<br />
<br />
- Se perecía mucho a ti - le sonrió la llorosa anciana.<br />
<br />
- Eso no tía... hábleme de cómo era ella... que cosas hacía... por favor - Adelaida quería desplazar tan terrible imagen que le había quedado en la mente. Quería recordar a Jazmín de otra manera. Raquel suspiró, aquello pareció aliviarla. Recordar a Jazmín, los momentos felices, era un aliciente para ella. Era su artilugio más amado para conseguir paz interna.<br />
<br />
- Era una rebelde - sonrió mirando hacia el jardín cómo si la mirara jugando en él -. Una fierecilla, así cómo tú. Pero también era un ángel. Yo vivía persiguiéndola para sacarla del césped. Se descalzaba y danzaba por todo el jardín. Yo vivía con sus zapatos en las manos. También me tenía azotada a la mata de cayenas. No podía verla florecer porque al rato la veíamos sentada en la peinadora de su habitación, haciéndose peinados, poniéndose flores en su melena naranja.<br />
<br />
- Pareciera que estuviera hablando de usted misma - dijo Adelaida entre una tierna sonrisa <br />
<br />
- La muñeca se la regaló un amigo escultor de nosotros. La primera muñeca era muy parecida a Jazmín - continuó Raquel, sonriéndole con ternura como respuesta mientras hablaba -, y ella cuando la vio torció la cara. "Me da miedo" dijo. Pero luego se encariñó con ella, para arriba y para abajo inseparables. La comenzó a tratar cómo si estaba viva, hasta la culpaba cuando ella hacía una travesura. "No fui yo, fue ella" decía. Descalzaba a la muñeca también y la paraba en el centro del jardín y le bailaba alrededor. La peinaba igual a ella con las cayenas.<br />
<br />
- Tía, he notado que la muñeca tiene cabello natural.<br />
<br />
- Ajá, es de ella. Cuando el cabello le llegó cerca de la cintura se lo cortamos un poco más abajo de los hombros...<br />
<br />
- ¿Cómo en la pintura? - preguntó Adelaida girando sus ojos hacia la habitación de Raquel deseando poder volverla a ver.<br />
<br />
- Cómo en la pintura. Lo separamos en tres partes, una que se la dimos a Jonás, el escultor; otra que guardó su papá y otra que guardé yo - le respondió mirándola a los ojos curiosos. Adelaida sintió el deseo de pedirle que se lo mostrara, pero se contuvo. Si la tía abuela se ofrecía sería mejor, sino, respetaría tesoro tan sagrado -. Eso a ella le encantaba. Que tuviera su mismo color de cabello. Nadie en Bardolín tenía su color de cabello y nadie lo había tenido hasta que viniste tú. Ella se sentía especial. ¡Ah!... a diferencia tuya, odiaba las cerezas...<br />
<br />
- Pero ¿por qué? - Adelaida se enderezó no entendiendo cómo a Jazmín no le gustaban las suculentas y ricas cerezas, un regalo de la naturaleza para el paladar.<br />
<br />
- Nunca le gustaron. ¡Nunca! No sé por qué - Raquel abrió los ojos ampliamente, parecía animarse cada vez más, por poder hablar de su niña, de la que hace tantos años no hablaba -. Yo le decía "¿Cómo te vas a casar cuando crezcas, sino te gustan las cerezas?" Me respondía "Me escapo y me caso en un lugar muy lejano donde se coma mango"<br />
<br />
- ¿Mango? - Aquello dio mucha gracia a Adelaida.<br />
<br />
- Muy romántica mi niña - comentó sonreída la dama de damas.<br />
<br />
- Bueno, el mango es rico también tía. Malos gustos no tenía mi prima - "mi prima", eso conmovió mucho a Raquel. Que Adelaida la nombrara con aquella familiaridad, que no la tratara cómo un simple bonito recuerdo de una vieja solitaria, sino cómo alguien que estaba viva, en su afecto, en su corazón; cómo la familia que eran aunque nunca podrían conocerse.<br />
<br />
- Amaba el mango. Cuando el árbol de mango que está en la parte de atrás de la casa cargaba, todas las mañanas la veías recogiéndolos en una cesta, y peleaba con los pájaros cuando los veía picotearlos en lo alto.<br />
<br />
- ¿En la parte de atrás de la casa, tía? ¿Por donde se llega? - Adelaida miró por el pasillo que daba al salón trasero sin adivinar cómo podría llegarse al otro lado de la morada de la tía abuela. Habría que darle la vuelta al pueblo seguramente. No veía otra manera.<br />
<br />
- Ven, vamos. Ponte de pie - Raquel sostuvo las manos de la pecosa y la ayudó a incorporarse. Caminaron hasta el salón y la muchacha no veía más que lo de siempre. El salón que en vez de tener un ventanal, cómo a ella le hubiera encantado, tenía era unos pequeñas ventanas a lo alto por donde entraba la luz con mucha timidez. Las lámparas que la tía abuela encendía antes del oscurecer. Algunos gabinetes muy limpios, y pulidos que sabría Dios que cosas guardaban dentro. Incluso el biombo que estaba hacía la esquina, seguramente ocultando alguna mancha de humedad, que para eso era que Betania usaba un biombo, para esconder algún desperfecto que debía arreglarse en casa. Sin embargo hacia el biombo es que Raquel se dirigió sin espabilar y lo apartó. ¡Había una estrecha puerta escondida detrás! Mi tía y sus misterios, pensó, nunca se le acaban. Abrió la puerta girando una llave que al parecer estaba siempre en la cerradura, y desapareció por ella.<br />
<br />
Al salir le encantó lo que vio. ¡Había un pequeño huerto! También hacia el costado derecho el robusto árbol de mango, que con sus fortachones brazos mecidos por la fresca brisa mañanera, parecía saludar a Adelaida, quizá confundiéndola con Jazmín. También habían rosales. ¡Cuatro rosales fantásticos! Y al final parecía haber otro salón, pero en un piso elevado al que se podía entrar subiendo por una oscura escalera techada. y llena de ventanas por los costados.<br />
<br />
- ¡Que bonito! ¿Por qué nunca me habló de esto? ¡Un huerto! ¿Cuando lo atiende? ¿Cómo hace para mantenerlo tan bonito todo? - Adelaida estaba admirada del patio secreto de tía Raquel. Caminaba directo hacia los rosales, pero se detuvo un poco. Rercordó al rosal de los Villafranca, en aquella noche. Estos se parecían, o ella los hacía parecidos en sus pensamientos. Los evadió y se regresó al lado de la tía que curioseaba en el huerto.<br />
<br />
- ¿Por qué nunca me habló de este lugar tan bonito, tía? ¿Tan de poca confianza parecía ser? - casi que susurró Adelaida cerca de su hombro.<br />
<br />
- Mi niña - la miró con cariño -. ¿Recuerda usted a la dama Luisa Adelaida Castelán Buendía que le indignaba que este modesto pueblo no tuviese buzón, la que exigía que se le tratara cómo a una dama de sociedad, cómo a una dama de la ciudad? ¿La que arrugaba la frente ante aquella anciana descalza en su jardín, la que no debía llenarse de mugre?<br />
<br />
La muchacha pecosa bajó la mirada. No le gustaba cómo la estaba describiendo, pero sabía que no le mentía. Esa era ella cuando llegó a Los Jardines de Bardolín. Esa prepotente señorita de la ciudad. "Señorita" ni eso era realmente. Pero ahora no se sentía así, tenía la certeza de que volvía poco a poco a ser la misma de antes. La Adelaida de las cosas sencillas, la que se hacía preguntas tan inocentes, cómo cuando le intrigaba de donde venía el rocío de la mañana, dejando sus perlas cristalinas en los jardines de mamá. O que cosa era realmente el arco-iris. O caminar por la ciudad en busca de algún mercadillo que tuviese cerezas, y al encontrarlas, elegirlas cómo un joyero observa un diamante para determinar su valor. Volvía a ser la que le gustaba escuchar a las aves cantar, y preguntarse si esos trinos significaban algo. Joshep se reía de todo eso. Se reía de su mundo, le decía que había cosas más grandes por las que aspirar. ¿Qué podía importar de donde venía el rocío? Ella debía gastar su tiempo en mejores cosas, en mejores andares. Debía dedicarse a las cosas realmente importantes de la vida. Lo más importante de la vida se había vuelto él. Aprendió todo lo que tuviese que ver con Joshep Villafranca Andueza. Nadie sabía de él más que ella... eso era lo que había creído. Recordó cómo uno de los muchachos salidos del rosal de los Villafranca la llamó sangre de cabaretera, y Joshep no dijo nada. Cómo si lo creyera. Ella podía haberse equivocado. ¿Pero sangre de cabaretera? ¿Qué clase de hombre había estado amando? Ya no lo sabía. Y quería dejarse de preguntar sobre él. Quería odiarlo cómo en el momento que hizo pedazos la foto que tenía de Joshep, aunque después había llorado por haberla roto. Pero sabía que en parte se engañaba, en el fondo de su alma sentía que lo seguía amando. Ella era la que había fallado. Yo no me comporté cómo una dama, seguía juzgándose. Pero mientras tanto seguiría culpando a todos, incluso a ella misma, de su dolor. Para Joshep siempre había una justificación para ponerlo a salvo de su rabia e impotencia ante las injusticias que tuvo que sobrellevar, endureciéndola, vistiendo su alma con corazas.<br />
<br />
- Estaba asustada tía. Me protegía de la gente, me hicieron mucho daño. En la ciudad mis amigas me dejaron de hablar. Se corrió la voz sobre mi. La muchacha del chalet, me llamaban. Los muchachos me acosaban. Papá tuvo que sacarnos de ahí al otro lado de la ciudad donde nadie nos conocía. Era la vergüenza del lugar... - se le enmudeció la voz.<br />
<br />
- Eres lo más hermoso que ha llegado a Bardolín en años Adelaida - le dijo su tía abuela con mucho amor -. No te arrepientas nunca del amor que diste. No es culpa tuya que los demás no estaban en capacidad de recibirlo.<br />
<br />
- Pero uno también puede equivocarse dando amor tía - miró hacia el huerto observando las hierbas y hortalizas que lucían su gama de verdes, cómo un cofre lleno de esmeraldas y jades.<br />
<br />
- Sí, pero el amor en sí mismo nunca es una equivocación. El error fue haberlo cedido a la persona incorrecta.<br />
<br />
Adelaida guardó silencio. No podía responderse a sí misma la pregunta que eso le generaba. ¿Quién es la persona correcta para amar? Después de sostener esa duda en su corazón sin conseguir ningún consuelo se la entregó a la sabiduría de la dama de damas:<br />
<br />
- Tía... ¿Quién es la persona correcta para amar?<br />
<br />
- Tú misma - Raquel le tocó la barbilla con cariño -. El amor comienza primero en ti.<br />
<br />
- Yo me amo tía - respondió Adelaida segura de lo que decía. Raquel solo le sonrió.<br />
<br />
- Bueno, entonces es momento de consentirse un poco. Empecemos por la mirada - y le señaló con picardía hacia el centro del huerto. Los ojos de Adelaida cuando atinaron en la dirección que le señalaba su tía abuela, parecieron hacerse más grandes. Se le llenaron de estrellas.<br />
<br />
- ¡Oh Madre Santa! - una sonrisa se dibujo de extremo a extremo en su cara - ¡Cerezas!<br />
<br />
- Ya brotan las primeras flores del año - la anciana la invitó a acercarse a los cerezos con un gesto de su mano. La muchacha pecosa sin perder segundo se encaminó hacia el paso que separaba al huerto en dos, rumbo al arbusto donde lucían los hermosos pétalos blancos cómo si la recibieran cómo un enamorado espera a su amada con un ramo de flores entre las manos. Con el ruedo de su gran falda comenzó a atropellar a las pequeñas plantas que crecían de lado y lado y Raquel casi le de un infarto.<br />
<br />
- ¡Luisa Adelaida! ¡Mis lechugas! - le suplicó poniéndose las manos en la cabeza. La muchacha se detuvo en seco y recogió su falta acto reflejo. Se quedó mirando a su tía abuela con cara de cordero. La dama de damas meneó la cabeza. Esta chiquilla cómo que es con las cerezas, cómo Santiago con la bicicleta, pensó divertida. La aupó con la mano que terminara de llegar, que no se angustiara. La ansiosa pecosa sin soltar su gran falda avanzó con más cuidado hasta que pudo soltar las telas y quedar de frente al delgado arbusto. Adelaida parecía un colibrí que iba de una flor a otra. ¡Habían tres arbustos sembrados uno detrás de otro! Eso serían muchas cerezas para ella sola.<br />
<br />
- ¿Cuando cargan? ¿Cuando echarán fruto? - Se inclinó la pecosa golosa, para poder ver el rostro de su tía, entre el follaje de los cerezos. <br />
<br />
- En mayo - respondió Raquel.<br />
<br />
- ¡En mayo! Apenas estamos en marzo tía. Que desconsuelo me ha dado. Quizá mamá me haya venido a buscar para entonces.<br />
<br />
La dama de damas fue tomada por sorpresa por esas últimas palabras. Era cierto. Adelaida no era de Bardolín. Su vida no pertenecía ahí. Su corazón se le agitó un poco, miró en su mente a la muchacha de cabellos rojizos, sostenido en varios moños muy bien peinados. Miró esas pecas que tanto le gustaban, cómo las de Jazmín, cómo chispas por todo su rostro. Su talle delgado y fino, una mujer aniñada, que quien no la conociera pensaría que era una niña precoz. ¿Podría soportar no verla más? ¿se le iría tan pronto cómo se le fue Jazmín? ¿llegaría el día que las extrañaría a ambas? A Adelaida, le pereció extraño el repentino silencio que la envolvió. Desde atrás de los cerezos no podía ver a su tía abuela y se inclinó de nuevo a ver si seguía ahí. Y entonces la miró. Vio a esa anciana amada, alta como un tótem, en silencio mirando en dirección al gran árbol de mango. Sintió tristeza por ella. ¿Que sería de la tía abuela cuando ella tuviese que regresar a la ciudad? Le tenía miedo a la ciudad. Ya no le gustaba. Más amaba ese lejano pueblo con sus veredas y jardines, con sus historias de amor llenas de cerezas. Donde tenía una hermana que era tan dulce cómo una galleta. Donde tenía un amigo, Fabían, un hombre respetuoso de su dama. Donde vivía un misterioso chico llamado Santiago, que todos lo veían, menos ella. Donde vivía la mejor de todas las tías abuelas que podía existir en cualquier lugar del mundo. Y era su tía abuela y ella su sobrina. En donde existía esa casa donde estaba, llena de misterios, donde su tía y ella podían ser dos muñecas, sin que nadie las juzgara por ello. Donde había existido una niña de la que ella era una réplica viviente. Donde existían unos jardines que los describían cómo un lugar salido de un sueño. Unos jardines que tenía que conocer, en especial para enviar desde lo más cerca posible, una oración a Jazmín la que dormía en el secreto de aquel lugar. No, no quería irse. No quería alejarse de todo eso, no quería dejar sola a Raquel. Comenzó a caminar hacia su tía, con prisa cómo si tuviera miedo que se evaporara ante sus ojos, apuró el paso. No quería irse de su lado. La anciana la sintió acercarse y volteó a mirarla y para su sorpresa la muchacha se la lanzó al pecho y la envolvió con fuerza entre sus brazos.<br />
<br />
- Ojalá la puerta nunca pueda abrirse - Adelaida se le acurrucó en el pecho que parecía que quería metérsele completa en el corazón - No me quiero ir de aquí. Me quiero quedar con usted.<br />
<br />
Raquel la envolvió en sus brazos. Sonrió. Cómo deseaba que eso pudiera ser. Pero esa puerta tenía que abrirse para Adelaida, el mundo la esperaba. Ella no podía ser tan vanidosa en pretender que podía quedarse con su sobrina, cómo si en verdad de una muñeca se tratara. ¿Acaso no vivía extrañando a todas las personas que había logrado amar en su vida? Tendría que extrañarla a ella también.<br />
<br />
- La quiero mucho, tía. <br />
<br />
<br />
<br />
<br />
Pero que difícil sería.<br />
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<br />
<b><span style="color: #38761d;"><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.co.uk/2014/08/capitulo-14.html" target="_blank">Lee Aquí el capítulo 14</a></span></b><br />
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pierrehttp://www.blogger.com/profile/14205315263027253444noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8021214927146546231.post-91571449475926146692014-07-24T17:11:00.000-07:002015-07-31T17:36:20.003-07:00Capítulo 12<div style="text-align: justify;">Los tres vehículos se detuvieron a las afueras de Bardolín, cerca a la entrada principal. Se bajaron todos sus ocupantes y comenzaron a caminar hacia el arco de la vereda principal para entrar al bondadoso pueblo lleno de casas blancas y de colores claros, vivificadas por las flores de sus jardines y losas variopintas de sus caminerías. Entrar por sus angostas veredas por donde no cabía una carreta de un solo caballo daba la impresión de pasar de un mundo a otro, por el ambiente romántico que exhalaba cada rincón de aquel lugar. Parecía la morada donde la paz iba a esconderse del mundo cuando este estaba en guerra. Pero en particular a él le perecía marginal, opaco, demasiado plebeyo e inútil. Debajo de todas aquellas casas estaba la mayor riqueza de todas esas tierras. Riqueza que sentía le pertenecía por derecho, que estaba a punto de recuperar en nombre de la familia; él tendría las mayores utilidades sobre la posesión de cada metro cuadrado de tierra. Nadie se había esforzado como él y su hermano Mateo, para recuperar lo que debía estar en manos de ellos, por tradición, por descendencia, por derecho absoluto. Sino hubiera sido por el senil de Gran Papá todas esas extensiones de parcelas estarían en sus manos, produciéndole mucho dinero. El tío Vicencio lo intentó en el pasado, trajo maquinarias y buscó yacimientos de lo que se estaba comenzando a conocer por todo el mundo como el oro negro. Petróleo, pensó como si pudiera saborearlo, pero Gran Papá dijo que estaban destruyendo sus riveras amadas, que no permitiría que convirtieran aquel hermoso lugar en otra mina más y redactó el nefasto documento que los privaría de tales riquezas, por lo menos 44 años. Pero ya no más, el tiempo había pasado y era hora de recuperar lo que nunca debieron quitarles, ya Gran Papá no estaba y solo los separaban semanas de volver a ser los dueños de todas las extensiones donde hacía vida el pequeño pueblo de Bardolín y sus fantásticos jardines. Miraba con desprecio mirara lo que mirara. Imaginaba como los vería caer a pedazos, como dejaría todo aquello convertido en escombros. Era medio día y Bardolín parecía un pueblo fantasma, le pareció un pueblo de vagos, un pueblo sin vida. Sin embargo era típico de Bardolín que las horas del almuerzo fuesen silenciosas, las familias estaban reunidas en torno a sus mesas disfrutando de sus alimentos y de la compañía de los suyos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Quién irá donde Raquel? - le cuestionó Mateo alcanzándolo esquivando a algunos de los que los acompañaban. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Tú, obviamente - le respondió sin mirarlo, escrutando todo a su alrededor -. Yo no pondré un solo pie en la casa de la mujerzuela esa, sino solo para verla en ruinas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Lo irónico León, es que ella está aquí gracias a tu padre - le machacó molesto Mateo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Gracias a mi...? - se detuvo y lo miró con ojos encendidos - Gracias al idiota del tío Guillermo es que esa... arrastrada está aquí. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Sí, pero gracias a tu padre fue que la conoció.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">León guardó silencio, no podía debatir eso. Maldecía casi todos los días de su vida el momento en que aquello sucedió. Se giró hacía Mateo de nuevo y lo miró aun con mayor enojo:<br />
<br />
- No estamos aquí para recordar el pasado. Estamos aquí para recuperar lo nuestro. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Estoy de acuerdo, pero como yo soy el que va a tener que hacerle cara, su casa me pertenece. Me la quedaré como un trofeo - Bufó Mateo unos pasos más atrás de él. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Su casa? - la voz de León sonó llena de burla - No quedará ni una sola casa de pie. Todo esto se convertirá en una zona productiva, no en una aldea de vagos y mujerzuelas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Hablas como si todo fuese a ser tuyo y solo se fuese hacer lo que deseas. Recuerda que somos 21 herederos en total - Mateo le recordó. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Sí claro, de los cuales tú y yo hemos sido los únicos que hemos luchado por años por lo que es de toda la familia. Si quieres te quedas con su casa, con ella, lo que te de la gana. Me interesan más los pozos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- No creas, estoy aquí por lo mismo. Pero tampoco estaría mal conservar alguna de estas casas para vacacionar o para tener donde estar mientras hacemos los trabajos necesarios - dijo Mateo mientras se sacaba el sombrero y se sacaba la frente con un pañuelo, bajo el cálido sol de Bardolín.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Me da igual. La única casa que conservaré es La Mansión Bardolín. Espero que estos pueblerinos no la hayan saqueado - gruñó León.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Sin embargo La Masión Bardolín estaba tal cual cómo había quedado la última vez que Mateo había venido. Nadie en el pueblo sentía mucha simpatía por esa gran casa, la que decían estaba llena de fantasmas pesarosos y mal humorados. Entraron a ella y cada uno buscó sus habitaciones, entre hombres y mujeres. Mateo no entró, se quedó de pie fuera, esperando que León le informara en que condiciones estaba todo, el que desde adentro le hizo un gesto con la mano haciéndole entender que podía irse. Miró hacia el final de la vereda principal, en particular a él le gustaba Bardolín, y que llevase como nombre su apellido. Entendía porque Gran Papá siempre quiso conservarlo todo como estaba, aunque el pueblo había crecido desde entonces, de aquella época que solo era un caserío rural cerca de los pozos. Comenzó su andar hacia la casa de Raquel, esa mujer que de una forma u otra se había ligado a la historia de todos ellos, incluso de la suya. No precisamente Raquel, pensó, no precisamente ella. Recordaba que hubo una época que estuvo muy cerca de quedarse a vivir en Bardolín, enamorado de una muchacha que cómo él pasaba unos días de veraneo en aquel lugar. Se juraron amor, se prometieron el cielo y la tierra, estuvieron en los cerezos, pero la familia alzó el grito por todos los aires cuando se enteraron de esa relación. Y su padre, Vicencio Bardolín, lo vino a buscar personalmente, el que juró que no volvería a poner un pie en una sola vereda del pueblo, después que Gran Papá lo corriera de ahí por considerar que estaba destruyendo todo el lugar con sus máquinas en busca de un petroleo que nunca brotó. Sin embargo vino, recordó Mateo, a pesar de su juramento vino por él a llevárselo prácticamente a rastras, para alejarlo de aquella muchacha de mala sangre, indigna de él. La recordó, recordó el rostro de su antigua enamorada, la recordó justo en el momento que pasaba sobre el sitio donde ella se detuvo a mirarlo por última vez, con su cabello negro suelto al aire, sus manos al pecho, sus ojos llenos de lágrimas, mirándolo a él que en ese momento estaba asomado en lo alto, en la ventana de su habitación, en La Mansión Bardolín. Mientras ella lo miraba con tristeza, recordó que Raquel se acercó y se mantuvo cerca de su amada, pero no jalo de ella, no le impidió que su enamorada lo mirara desde la distancia. Sabía que Raquel nunca se había opuesto a ese amor. ¿Por eso querría conservar su casa? ¿por algún especie de recuerdo de gratitud quería mantenerla en pie? Apartó esas ideas de su cabeza. El tiempo ya había pasado y Raquel y él ya se habían enfrentado lo suficiente cómo para no estar en paz el uno con el otro. Pero aunque nadie lo sabía, aunque se lo ocultara incluso así mismo, él era el que más regresaba a Los Jardines de Bardolín porque deseaba, sí Dios se lo permitía, volver a ver a su antigua enamorada, que por alguna casualidad del destino volvieran a cruzarse, coincidir una vez más en ese lugar, solo una vez más. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Se detuvo frente la casa de Raquel y miró la puerta siempre abierta de la dama de damas y sonrió. Todo está como siempre, pensó. Abrió la pequeña puerta de la verja del jardín y pasó y caminó hacia la casa como si viviera en ella. Adelaida venía de la parte de atrás de la casa cuando lo vio parado en medio de la sala observando todo, el corazón de la muchacha dio un respingo. Se dio la vuelta rápido en busca de su tía abuela. Mateo alcanzó verla de espalda avanzando con paso veloz hacia dentro de la casa.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Señorita! - intentó llamarla, pero Adelaida no se detuvo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La muchacha pecosa llegó nerviosa donde Raquel con un gran gesto de preocupación en el rostro:</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Tía hay un hombre metido en la casa, está en la sala. Cuando iba hacia allá lo vi de pie en la sala - le dijo temblando. Sin embargo Raquel no pareció sorprenderse, sabía que pronto ese momento llegaría. Ya su amigo Gerónimo se lo había advertido, sabía que Mateo aparecería, como siempre, de pie en la sala de su casa. Se levantó del asiento donde estaba sin mucha prisa, pero Adelaida vio que su tía era de nuevo de acero, su expresión era suficiente para hacer poner de rodillas a un ejército. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Buenos días! - dijo Mateo con una gran e hipócrita sonrisa viéndola venir por donde Adelaida había desaparecido un minuto antes.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¿Qué quieres Mateo? Ve al punto de una vez - le gruñó Raquel. Adelaida se mantenía detrás de ella, sintiéndose resguardada, a la vez llena de intriga al ver que no era un desconocido para su tía. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Mateo inclinó la cabeza buscando ver mejor el rostro de Adelaida, ignorando por completo a Raquel. Detalló su rostro, miró sus pecas y su cabello rojizo, se estremeció. La señaló con su bastón y dijo:</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Se parece a Jazmín - esa observación sacudió a Raquel por dentro y a Adelaida la llenó aun más de dudas. ¿Quién es Jazmín? ¿Por qué siempre me comparan con ella? pensó metiendo el entrecejo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Es mi sobrina. Es la hija de Betania - respondió la dama de damas como si le lanzara un puñal. Los ojos de Mateo se abrieron de par en par mirando a Adelaida una vez más. La miró con asombró, pero le sintió cariño. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- La hija de Betania - dijo para sí mismo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Así que si te atreves acercarte a mi sobrina siquiera un paso más y tratar de hacerle el más mínimo daño, caminaré sobre tu cuerpo vacío, sin vida, hasta que tus huesos sean polvo - Adelaida se asustó de todo lo que dijo su tía abuela ¿hacerme daño? ¿caminar sobre su cuerpo sin vida? Se acercó a Raquel ocultándose totalmente detrás de ella, como si fuera un muro. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Tía tengo miedo - le murmuró temblando. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Oh Raquel! ¿Cómo dices esas cosas? La muchacha va a pensar mal de mi - le dijo como si fueran dos grandes amigos. ¿Lastimar él a la hija de alguien? Nunca, menos a la de Betania, su antigua enamorada. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Solo di a que has venido esta vez y retírate de mi casa - Raquel parecía segur siendo un sable filoso apuntado hacia Mateo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Esta bien - Mateo regresó a su actitud altanera -. Quería saludar primero, pero como insistes, esta bien... vine para recordarte que vayas recogiendo tus cosas, que entre pocas semanas esta casa ya no podrás ocuparla. Sé que lo sabes, yo solo te lo recuerdo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Después de haber soltado esas palabras, en el fondo sintió algo de culpa. Raquel era una anciana que no tenía donde ir, que toda su vida la había pasado atada a sus recuerdos en aquella casa, en aquel pueblo. Un pueblo que era más producto de ella que de cualquiera otra persona. Los Jardines de Bardolín tenían más de Raquel Lamuza que de todos los herederos de Gran Papá Bardolín juntos. Y también la hija de Betania, esa chica de apariencia frágil y hermosa como un ángel de fuego por sus cabellos rojizos como un penacho del sol, lo conmovían. Empujó esos pensamientos lo que más pudo lejos de él y se obligó a creer que la vida no es justa. La misma Raquel podría darle la razón. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- El que va a recoger sus cosas y regresar de donde vino eres tú. De esta casa y de este pueblo me sacan muerta - Adelaida la abrazó desde atrás, aquellas palabras tuvieron otra dimensión para ella, no le sonaron nada parecido a cómo cuando su tía abuela se las dijo a Gerónimo días atrás. Supo que Raquel hablaba en serio, que estaba poniendo su propia vida como garantía de sus palabras. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Por favor Raquel. ¿Tienes el documento firmado en tus manos? - la apuntó con su bastón como lo había hecho con Adelaida hace un momento atrás. La anciana de acero, se mantuvo en silencio. No tenía nada que responder. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Eso es lo que te digo - retomó la palabra Mateo.- Seamos honestos, han pasado 44 años y solo en pocas semanas se vencerá el plazo estipulado por Gran Papá en su testamento, sin tu firma en ese documento... es más, sin el documento pierdes todo derecho de estar aquí el día en que se cumplan los 44 años justos. Y sólo faltan días, en todos estos años no conseguiste donde tío Guillermo dejó el documento no lo harás justo ahora. Lo sabes... Quizá quedaron bajo las piedras de la mina de cobre aquel... </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Infeliz...! - Raquel alzó la mano queriendo alcanzarlo con una bofetada, la voz le sonó llena de ira y de dolor, pero poco pudo avanzar por tener a Adelaida abrazada por su cintura desde su espalda. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Tía - le imploró la muchacha pecosa, haciendo de ancla de su fiera tía. Mateo se inclinó hacia atrás preparado para evitar la cachetada, pero Raquel no pudo quedar al alcance para sentarlo en el piso, cómo quería con todas sus ganas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Eres un bastardo! - rugía Raquel - ¡No tienes alma! ¡Fuera de mi casa! ¡Fuera de la casa de Guillermo! </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Mateo dio unos pasos de espalda a la entrada de la casa sonreído con malicia, aunque en el fondo no terminaba de abrazar lo que estaba haciéndole a aquella mujer. Se dio vuelta y caminó hasta detenerse bajo el marco de la puerta y volteó de soslayo hacía Raquel, y con verdadera pena, con auténtica lamentación le dijo:</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Lamentablemente tío Guillermo no regresó. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Los dos se miraron un momento, entendiéndose en silencio. Aunque de los ojos de Raquel se escurrían gruesas lágrimas, que caían como cascadas por sus mejillas tristes. Mateo la miró un segundo en silencio y la compadeció. Se dio la vuelta, se hundió el sombrero en la cabeza y se alejó de aquella casa. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Raquel cayó de rodillas llorando adolorida. Adelaida se asustó aun más, nunca había visto a su tía abuela desmoronarse así; realmente nunca pensó que esa indoblegable mujer pudiese partirse en dos como lo acaba de hacer. Adelaida hizo el esfuerzo de ponerla de pie, la jalaba desde atrás con fuerza mientras la llamaba y la animaba a incorporarse, pero era como si la dama de damas estaba pendiendo hacia un abismo y ella la sostenía con la frágil fuerza de sus brazos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Tía por favor, párese de ahí - le pedía Adelaida con cariño -. Vamos hacía el mueble y se sienta allá. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Pero Raquel no la escuchaba, su mente estaba en el recuerdo de aquellas palabras. Del recuerdo de aquella mina de cobre, de la pequeña caja de madera que colocaron aquella mañana en su jardín, de lo que le dijeron que contenía, lo que nunca aceptó, pues ella la abrió y miró. Y no lo aceptó, nada de lo que miró dentro le decía que era cierto lo que todos daban por sentado. La acusaron de loca, de haber perdido la razón, pero incluso lo siguió negando, siguió rechazando que lo que le decían que era la verdad, realmente lo fuera. Y desde entonces esperaba, desde entonces ella aguardaba. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Adelaida la tomó del rostro y la hizo que la mirara a los ojos, y le pareció tan frágil, tuvo la impresión que su tía abuela podía desmoronarse ante ella como una torre de arena y la abrazó con fuerza. Así se invirtieron los roles, Raquel recostada como una niña llorosa sobre el pequeño pecho de Adelaida la que recostó su mejilla sobre la cabeza de su tía mientras acariciaba sus plateados cabellos transmitiéndole consuelo. En ese momento Adelaida comprendió que lo mejor era dejarla drenar, que así como Raquel había hecho con ella, igual debía solo sostenerla mientras su dolor, fuese el que fuese, saliera de sus rincones oscuros, de sus antiguas moradas a morir en la luz del desahogo. La beso en la frente y le dijo sonreída, aunque también tenía lágrimas en sus ojos:</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Llore tía, llore todo lo que necesite llorar. No está sola, yo estoy aquí, me tiene a mi. Llore que yo cuidaré de usted. Ya no está sola - le volvió a sonreír con amor, eso ablandó la última resistencia de Raquel. Así, la inamovible dama se hizo dócil en brazos de Adelaida, se acurrucó en su pecho como una chiquilla y por primera vez, después de tantos años se sintió amparada en su dolor, por primera vez no le tuvo miedo a la intensidad y presencia de su tristeza chocando contra ella y contra su alma y cómo nunca antes lo había podido hacer, lloró todo el luto que se había guardado por largos años dentro de su corazón. Mientras Raquel lloraba la pudo hacer poner de pie y la guió hasta su habitación, por primera vez entraba en los aposentos de su tía abuela, la recostó en la cama y la acompaño hasta que de agotamiento se quedó rendida, se durmió profundamente. Adelaida la miró con tristeza, su tía abuela llevaba una cruz también. ¿Quién no lleva una cruz en silencio dentro de sí? pensó. La muchacha pecosa se puso de pie y pudo darse cuenta de un gran cuadro, una pintura al oleo que estaba cercano a la cama en una de las paredes. En aquel lienzo estaban pintados dos rostros jóvenes y muy hermosos. Una mujer de rostro largo, de ojos oscuros y profundos, con algo de picardía en ellos y un hombre, de barba abundante, pero muy bien cuidada, de cabellos café oscuro y de ojos amables. Muy elegantemente vestidos, ella sentada, él de pie detrás de ella, pero sostenidos de una mano, en el silencio eterno de aquel lienzo. Al lado de la firma del pintor de aquella maravillosa pintura había una pequeña leyenda hecha a trazo fino de pincel que rezaba:</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Guillermo y su amada Raquel - leyó en voz baja. Volvió a mirar a la mujer de la pintura. Tía Raquel en su juventud ¡Qué hermosa era! y el señor Guillermo le pareció muy atractivo. Lo miró con curiosidad, como si quisiera conocerlo a través de aquella imagen, se preguntó como sonaría su voz, como sonreiría, como sería su forma de ser. Miró sus manos sostenidas sobre el hombro de ella, las vio con otro significado al que les dio en la primera mirada. Amó esa pintura. Mientras la miraba, comenzó a sentir una impresión extraña, como si alguien la observaba desde su diestra, desde el fondo de la habitación, y giró el rostro para ver cómo si esperara encontrar a alguien de ese lado. Había otro cuadro, quizá más grande en dimensiones que en el que estaba eternizada la juventud de los antaños amantes. Estaba un poco a oscuras en ese lado de la habitación y solo podía ver la silueta de una niña de ojos oscuros en él. Se acercó para poder verlo mejor y mientras más se acercaba su impresión aumentaba. No podía ser. Aquella pintura le comenzó a dar un poco de miedo, la mirada de la niña sobre aquel cuadro la comenzó a atemorizar no por que fuese tenebrosa ni tuviera algo de inhumano en ella, todo lo contrario, parecía que tuviera vida. Comenzó a acercarse cómo si necesitara de la cautela para poderlo mirar. Esa mirada, la de esa niña, era su propia mirada. Pero no solo eso, el abundante cabello cobrizo, el rostro lleno de pecas, el rostro redondo semiovalado como una avellana igual al de ella, le hicieron correr por el cuerpo un escalofrío. Ese niña, cualquiera podía decir que era ella misma, pero a los 5 o 6 años aproximadamente. Incluso la sonrisa. Trató de buscar una leyenda por todo el borde del cuadro y no la consiguió, solo la firma del mismo artista del cuadro anterior y el año de 1893. Pero su corazón dio un salto aun mayor cuando pudo ver bien que era lo que tenía la pequeña en brazos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- ¡Jazmín! - exclamó Adelaida para sí misma. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La niña tenía recostada a Jazmín de su brazo izquierdo y la sostenía con el derecho. Pudo observar que las facciones aniñadas de la muñeca se parecían más a la jovencita de la pintura que a las de ella, obviamente porque ella ya era prácticamente una mujer adulta. Y entró en su mente una gran duda, ¿Con quién la comparaban realmente? ¿Con Jazmín o con la niña de...?<br />
<br />
La niña de la pintura... de pronto lo supo.<br />
<br />
Su corazón latió con fuerza. ¡La niña de la pintura era Jazmín! Su alma se llenó de compasión por su tía abuela que dormía profundamente alejada por las alas del sueño de toda la consciencia de su dolor. Adelaida dio unos pasos hacia atrás en diagonal, quedando cerca de la cama de su tía abuela, parada justo donde podía ver con claridad los dos cuadros. Guillermo y Jazmín, pensó viendo uno y luego otro. Se sonrió con ternura, y en el silencio de aquella habitación semioscura, como si fuera una reunión secreta entre ellos, dijo en voz baja:</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- Tío Guillermo, prima Jazmín, es un placer conocerlos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Se retiró de la habitación. Miró la puerta abierta de la casa y sintió temor de que aquel hombre regresara estando dormida Raquel; y empujo de ella para cerrarla, crujió como si nunca se hubiese movido de donde estaba y cerró con un sonido seco oscureciendo un poco la entrada y haciendo que la luz que entraba por el jardín central pareciera más brillante. Al sentirse más segura, movida sin saber porque motivos, caminó hasta la muñeca de tía Raquel que estaba sentada en la mesa del comedor. La sostuvo en sus manos y la miró. Lamentó discutirle tanto a su tía cuando ella la comparaba con una muñeca, cuando lo único que le quedaba a la tía Raquel de recuerdo de su hija era eso, una muñeca a la que amaba como si de su hija se tratara. Pero incluso era más que una muñeca, era un recuerdo vivo en la casa, era una evidencia de que aquella pequeña pelirroja había existido, que había de seguro llenado todo el lugar con su infantil risa. Entendió lo difícil que sería para la tía abuela tenerla a ella en casa, tan parecida a Jazmín, viéndose ante los ojos de Raquel como de seguro se hubiera visto Jazmín de no haberla perdido, como si en vez de ser Adelaida, fuese la niña del retrato pero madura. Abrazó a la pequeña muchachita de porcelana contra su pecho con fuerzas.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y lloró pidiéndole perdón a Jazmín. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"> </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"> </div><div style="text-align: justify;"><b><span style="color: #b45f06;"> </span><span style="color: #38761d;"><a href="http://losjardinesdebardolin.blogspot.com/2014/08/capitulo-13.html" target="_blank">Lee Aquí el Capítulo 13</a></span></b></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
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