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jueves, 23 de julio de 2015

Capítulo 30

Se quedó de pie mirándolo con desagrado. Estuvo a punto de voltearse e irse del lugar. Ya bastante tenía en ese momento recordando lo que le había acabado de contar Adelaida, para tener que enfrentarse también con la presencia de Mateo Bardolín. Sintió como si la impotencia y la ira le corrieran por las venas, como si fueran carcajadas que se burlaran de él. 

- Por favor - habló Mateo -, siéntese. Hay algo que me gustaría decirle. 

- ¿Sobre qué, sobre Betania? - bufó Gregorio sin la más mínima muestra de acceder. 

- No. Realmente lo que tengo que decirle es sobre mi familia. 

- Vaya engreído. ¿Cree que me interesa algo sobre su familia? 

- Suponía que sí porque implica a Raquel - Mateo hizo alarde cómo siempre de su actitud altanera, y mirando de soslayo a Gregorio prosiguió: y también a la señorita Adelaida.

- ¿Cómo que también a Adelaida? - dio un paso hacia él fúrico, mas el hombre del bastón solo alzó una pequeña botella de cristal y vació un poco de licor, oscuro y de olor dulce, en un pequeño vaso de metal. Ni siquiera miró al rabioso hombre que tenía en frente a punto de hacerlo nadar en la fuente de un puñetazo.  

- Pues sí - respondió sin mirarlo, bebiendo un sorbo. Al final se inclinó y lo miró cómo si viera a un muñeco de paja -. Siéntese y conversemos. 

- No me voy a sentar. Explíqueme a que se refiere - a Gregorio se le tensó el cuello como una soga que intenta sostener a un barco de un muelle en un día de tormenta.

- Siéntese y le digo - Mateo cruzó la pierna y tomó otro sorbo sin mirarlo. El padre de Adelaida sintió verdaderas ganas de ahogar en la fuente a tan prepotente personaje, más al ver que este no hacía el más mínimo caso de su mal humor, dudó un momento en quedarse de pie o sentarse, en fin de cuentas no se quedaría ahora con la intriga sobre lo que aquel Bardolín tenía que decir sobre su niña, sobre su amada hija. No la volvería a desamparar. Terminó sentándose con desconfianza, como si se acercara al lado de un oso salvaje. Sin embargo Mateo siguió sin mirarlo. 

- Le escucho - gruñó Gregorio. El hombre del bastón suspiró profundo. 

- Vienen días difíciles para este amable lugar - miró las casas cercanas como objetos amados - y Raquel está perdiendo la batalla... Se la está ganando el tiempo. 

- ¿Qué quiere decir? - Gregorio notó con extrañeza lo que parecía verdadera preocupación en el rostro de Mateo.

- ¿No sabe lo del documento? - miró al fondo de su vaso notando que ya estaba vacío. 

- Doña Raquel hablaba algo sobre eso con mi esposa Betania - Mateo lo miró con cierta gracia. "Mi esposa Betania" había dicho Gregorio. 

- La verdad caballero, es que si en unas semanas no aparece ese documento... lo que no va a suceder...

- ¿Cómo está tan seguro? 

- ¿Gusta? - Mateo le extendió la pequeña botella junto al vaso. Gregorio miró el licor oscuro mecerse y dudó aceptar. Al final se negó. El Bardolín miró con lamentación que no aceptara, pero terminó encongiéndose de hombros -. La verdad, si no ha aparecido en cuarenta y cuatro años no lo hará justo ahora. 

- ¿Cuarenta y cuatro años? Pero ¿que sudeció realmente con ese documento? ¿Cómo es que Doña Raquel debe tenerlo? 

- Lo tenía pero mi tío lo escondió.

- ¡Pues no me sorprende...!

- Caballero... caballero... mi tío era esposo de Raquel... lo escondió no de Raquel, mi tío escondió el documento de nuestra familia.

-  Eh... no... Un momento, no entiendo. ¿Me está tomando el pelo? ¿Un Bardolín escondió el documento de su propia familia? ¿Y el esposo de Doña Raquel era familia de usted? Me toma el pelo. No, esto no tiene nada de sentido 

- Lo tiene, más del que se imagina. Muy pocos recuerdan la historia de la tía abuela de su esposa. Pero yo no quiero hablar de la vida de Raquel. Sino de lo que está por acontecer en este lugar.

- Usted dirá.

Mateo miró unos segundos a Gregorio cómo estudiándolo. Se sonrió para sí mismo, en fin de cuentas le caía bien el esposo de Betania. Un buen tipo, pensó, con carácter bravío.

- Me puedes tutear. No es necesario que seamos tan formales - dijo el hombre del bastón, inclinándose hacia atrás un poco.

- Yo solo tuteo a mis amigos.

-  Yo también amigo - respondió Mateo con una amplia sonrisa en el rostro.

- Yo no soy su amigo - dijo entre dientes Gregorio, imaginando la cabeza de Mateo sumergida en el fondo de la fuente sujetada por el cuello por sus propias manos.

- Pero yo sí el tuyo.

- ¿Porque sería usted mi amigo?

- Por la señorita Adelaida. Magnífica dama. Inteligente y madura.

- ¡Me molesta que mencione a mi hija a cada momento y no vaya al punto!

-  ¿El punto? El punto es que parte de mi familia trama algo sucio. Y lo que traman será perjudicial tanto para la señorita Adelaida, tanto cómo para Raquel.

- ¿Y por qué le preocupa eso?

- Porque yo tengo principios - Mateo miró a los ojos de Gregorio mostrándole que era honesto en sus palabras.

- Me parece que la trampa me la quiere tender usted.

- ¡Oh! Pues créeme que no. Me preocupo de verdad - dijo Mateo haciendo un gesto en el aire.

- Me cuesta creerle. ¿Por qué usted va a ser distinto de su familia? Le escuché decir a Doña Raquel cómo querían sacar de aquí a todos, hacerse con las tierras aledañas alegando que aquí hay petróleo.

- Me interesa lo del petróleo, pero mi propio padre años atrás fracasó en su búsqueda. Me interesa más este lugar por razones distintas.

- ¿Qué razones?

- Personales. Ciertos apegos podemos decir. Y por la memoria de mi abuelo.

- ¿En serio? ¿Todo eso es más importante para usted que el petróleo? - Gregorio respondió irónico.

- En ese sentido no me preocupa que no me creas - respondió Mateo con su típica altanería -. Sin embargo me preocupa la señorita Adelaida. Pronto a Bardolín llegará el hijo de los Villafranca...

- ¿Qué demonios dice? ¡Lo mato! ¡Cuando llegue no va a salir de este pueblo con vida! ¿Por qué viene? ¿viene por Luisa Adelaida?

- No. En verdad dudo que sepa que ella esté aquí, pero no lo puedo asegurar. Viene por lo mismo que la mayoría, por las riquezas que presuponen este lugar. Y mi hermano León y él tienen "negocios" pendientes.

- ¿Negocios? ¿Su hermano y los Villafranca se conocen?

- Sin duda alguna. Dos familias tan prestigiosas de la ciudad sin duda se conocen.

Gregorio se quedó en silencio. Era demasiado para un solo día. El entrecejo casi le llegaba a la punta de la nariz, le daba mucha desconfianza todo aquello. ¿Por qué Mateo Bardolín le decía todas esas cosas? ¿Lo intentaba timar? ¿Burlarse de él por rencor, por envidia, porque él era el esposo de Betania? Lo miró con soberbia. Sin embargo Mateo parecía indiferente a él, seguía sentado con la pierna cruzada, relajado, meditativo en su igual repentino silencio. Miraba la pequeña botella de licor que tenía en manos, prácticamente llena.

- Es una pena lo que le tocó vivir a la señorita Adelaida - dijo al fin Mateo. El padre de la pecosa tragó hondo. ¿Acaso todos sabían lo que había pasado con su hija menos él? -. Pero es admirable. Por Dios que es de admirar.

- ¿A qué se refiere con lo que le tocó vivir?

- Si quieres matar al hijo de los Villafranca, sabes a que me refiero. Mas sin embargo tu hija es mi heroína. Hablar con ella demuestra la magnífica educación que le han dado, lo inteligente y madura que es. Y lo fuerte que ha sido, más que nadie, para hacerle frente a tanta gente vacía que la señaló, sin saber que ella era una víctima.

- Mi hija es una dama... - Gregorio intentó defender la dignidad de Adelaida.

- Sin duda alguna amigo mío. Cómo muy pocas que se consiguen en la vida. Una dama de verdad.

- Cuando llegue Joshep tendrá que vérselas conmigo.

- Eso empeorará las cosas Gregorio.

- Pero... ¿Qué quiere que haga, que me quedé de brazos cruzados viéndolo pasar como si nada, burlándose y humillando aun más a mi hija?

- No, pero te propongo algo. Necesito de tu ayuda. La idea de mi hermano León es humillar a Raquel, y valerse del afecto que tiene por su sobrina, la señorita Adelaida para hundirla aun más. Quiere desposeerla de todas sus bienes, y he escuchado cosas, en caso de que milagrosamente aparezca el documento, mi primo trama una jugada sucia. Que tiene un as bajo la manga.

- A que se refiere.

- Bueno, en el documento que hay que firmar existe una cláusula que reza, que cualquier heredero de Guillermo Bardolín, mi tío que en paz descanse, automáticamente se hace dueño del título de propiedad de todas estas tierras.

- Pero tengo entendido que la hija de Doña Raquel y su esposo cayó en uno de los pozos, y luego él no tuvo una suerte mejor. Y nunca dejaron herederos.

- Te tengo que contar algo. La muerte de Jazmín es un misterio. Yo estuve el día de la tormenta en la que ella cayó en aquel pozo. Yo era un niño pequeño de seis años. Y ahora no tengo clara la imagen, pero yo recuerdo haberla visto caer en aquel pozo. Dos niños más y yo la vimos caer - señaló con su pulgar hacia el callejón detrás de la fuente, en dirección de la casa de Galleta -. Margot y Gaspar estaban conmigo esa vez, jugábamos con Jazmín. Ese día estaba aquí toda mi familia, pero ese día la única que se fue antes, y apenas terminó la tormenta, llena de mucho misterio fue mi tía Celia. Decían que estaba trastornada porque nunca pudo casarse y tener hijos. Y bueno, siempre corrió un rumor al respecto de ese día y de la partida misteriosa de mi tía.

- ¿Qué rumor?

- Qué en medio de la confusión de la tormenta, ella raptó a Jazmín y se la llevó. Si eso es así, cosa que no sabría que decirte, de estar viva, sería la dueña de todo esto. Y si fuese cierto, de haber sido criada por mi tía Celia que despreciaba a Raquel, pues ya imaginarás cual sería la actitud de Jazmín respecto a su madre y a todo este lugar... pero yo no lo recuerdo así, yo recuerdo haberla visto caer, pero ya no estoy tan seguro. Hace tanto tiempo de eso, estuve teniendo pesadillas mucho tiempo que no sé cuales de esos recuerdos son los reales y cuales no.

- Un momento, algo no me cuadra. Si fuese así, por qué no la han traído antes, o por qué ella misma no ha venido a reclamar lo suyo.

- Ahí es donde entras tú - dijo Mateo puliendo contra su manga un poco la empuñadura dorada de su bastón.

- ¿Qué tengo que ver yo con todo eso?

-  Te voy a pedir que hagas un viaje...

- ¡No, no, no! ¡Esto es una broma! ¡Yo no voy a dejar a mi hija y a mi esposa aquí solas! ¿Me toma por imbécil?

- No, realmente no. Si fuera así no te pediría tu ayuda. Y mi idea es que puedas llevarte a la señorita Adelaida y a Betania lejos de aquí. Mientras averiguas la verdad sobre Jazmín. Los tres tendrán todos los gastos pagos. El viaje es para Europa.

Gregorio se quedó mudo. Pensaba que si aquello era cierto, podría llevarse a su familia lejos de todos esos dementes, alejar a su hija de Santiago, un pueblerino que no estaba a la altura de Luisa Adelaida, alejarla de la llegada de Joshep Villafranca, y alejarla de todo aquel conflicto que parecía avecinarse, y en especial alejarla del mismo Mateo Bardolín. Tanto a su hija como a su esposa.

- Yo te daré todas las indicaciones necesarias. Mi tía Celia aun vive, está muy anciana pero aun vive.

- ¿Y si no es cierto, si no está allá? - preguntó Gregorio aun desconfiado.

- Bueno, habrán viajado de paseo por Europa con todos los gastos pagos.

- Usted... realmente me confunde mucho, que con anterioridad parecía estar a favor de esa idea de mi hija de estar cerca del pueblerino ese.

- Santiago... buen muchacho. Pero lo he pensado y aquí las cosas se pondrán demasiado duras y sería injusto que la señorita Adelaida tenga que pasar de nuevo por la humillación de Joshep y de mi familia.    

 - Mi hija no va a aceptar.

- ¿Un viaje a Europa? Pues claro que lo va aceptar. Es una oportunidad de conocer y es joven, esas cosas atraen a la gente joven. Conocer mundo.

- Ella ya conoce Europa.

- Aceptará - dijo Mateo llenando de nuevo el pequeño vaso.

- ¿Y que gano yo con todo esto?

- ¿Te parece poco? - el Bardolín lo miró levantando las cejas -. Viajarás con tu familia a Europa sin gastar un centavo, y te las llevarás lejos de aquí, cosa que deseas hacer.

- ¿Y usted que gana?

- Si es cierta la historia, le gano a León e impido otra injusticia más. Si no es cierta, igual gano, porque por lo menos sé la verdad. Y tendré claro que si aparece el documento mi familia tendrá que resignarse.

- Se rumorea que los Bardolín van camino a la quiebra. ¿Cómo es que usted parece tan despreocupado de no hacerse con estas tierras?

- Soy el que más ha venido a este pueblo, amigo mío. Y tengo ojos y oídos donde nadie se imagina. Yo sé que puedo negociar con Raquel para sortear la suerte de mi familia, que casi me ha desterrado.

- ¿Desterrado?

- Y desheredado. Por defender a la señorita Adelaida ante mi hermano León.

- ¿Lo desheredaron...?

- No, no... pero casi.

- ¿Defenderla? ¿A que se refiere? ¿Acaso su hermano León intentó acercarse y propasarse con Luisa Adelaida?

- Mi hermano es un cobarde que nunca hace las cosas él mismo. Sin embargo...

- Me cuesta creer lo que me dice. Me parece que se burla de mi.

- No, yo no me burlo de ti, sin embargo lo que suceda aquí pasará así me creas o no.

- Y si acepto cuando tendría que partir.

- Cuando quieras - Mateo le ofreció de nuevo el vaso lleno de licor, el que no había probado después de haberlo servido. Esta vez Gregorio lo sostuvo.

- ¿Y por qué no va usted personalmente a averiguar?

- Obvio. Soy un Bardolín en desgracia y no me voy a poder acercar a mi tía Celia ni a los sitios donde tengo que ir. Mejor alguien que la familia no conozcan.

- A Betania la conocen.

- No realmente, pocos de mi familia llegaron a conocerla y ninguna de esa familia está en Europa.

Gregorio probó el licor, pensativo, dio un pequeño sorbo y sintió un sabor espeso y dulce llenarle la boca.

- Me cuesta creerle - le respondió aun sintiendo el concentrado sabor del licor en su paladar.

- Amigo mío, cómo ya te lo he comentado; me creas o no, sucederán cosas aquí en Bardolín que no son buenas para Raquel y sus seres queridos.

Gregorio lo miró en silencio. Parecía sincero. Entre todo ese aire altanero, podía sentir honestidad en Mateo. Comenzaba a bajar la guardia ante aquel hombre que en un pasado había sido el amor de su esposa. Internamente se sonrió, pensando lo irónico que sería entablar amistad con precisamente aquel fantasma del pasado de Betania. Ese al que él le había tenido tantos celos sin conocerlo. Ahora lo tenía en frente y parecía honesto frente a los afectos que expresaba sobre Adelaida, incluso sobre Raquel.

- Entonces conoció a Jazmín, la hija de Doña Raquel - el padre de la pecosa rompió el breve silencio.

- Sí. A ella le recuerdo cómo si la hubiera visto ayer por última vez.  Muy vivaz, extrovertida, divertida, sonriente. Así es el recuerdo que tengo de ella. Si la hubieras conocido, te sorprendería lo que se parece tu hija  Jazmín.

- Luisa Adelaida no es extrovertida, nunca lo ha sido. Tal vez sonriente, pero no vivaz. Más bien introvertida, dura de carácter aunque puede ser muy amistosa. Amable, tierna, y muy sensible.

- ¡Oh!... Bueno... me refería en apariencia... físicamente... Pelirrojas, pecosas, sus rostros ovalados como una avellana. La misma mirada, la misma sonrisa. Te sorprenderías de verdad. No tengo duda que Jazmín se hubiera visto igual que la señorita Adelaida de haber llegado a la misma edad.

- ¿Y dice que la vio caer en uno de los pozos que están aquí en Bardolín?

- Tres la vimos caer. O ya no sé lo que ví. Después de eso sufrí muchas pesadillas, donde la veía caer siempre en un pozo distinto. Tenía seis años. Ya no sé que es un recuerdo de lo real o un recuerdo de lo que soñaba.

- Betania me contó que nunca fue encontrada. ¿Y los tres que la vieron caer no coincidieron en el lugar donde cayó?

- En semejante tormenta, no había orientación, llegamos a la verja de Los Jardines por un milagro. Es lo único que puedo creer, porque no se podía ver más allá de unos cuantos metros.

- Pero... ¿cuanto tiempo la buscaron?

- Muchas semanas se invirtieron para recuperar su cuerpo, pero nunca se le pudo hallar. He ahí que surgieron muchas versiones. Una de esas, la que te conté hace unos minutos, que mi tía se la llevó. Otra versión es que cayó en "La Boca del Diablo"...

- ¿En la que?

- El pozo más hondo que se conoce. Ese es el nombre que le han puesto los bardolideños. Otros que podía estar en cualquiera de los otros pozos, que muchos de ellos estaban hasta arriba de lodo y agua de la lluvia. Yo frecuentaba mucho la casa de mi tío Guillermo y en aquellos días ya no era tan amable como lo era antes. No me trataba mal, pero estaba siempre en silencio o hablando demasiado de cualquier cosa. En especial se encerraba en su biblioteca y nadie le podía molestar. Solo Raquel.

- Entonces Doña Raquel es su tía política.

- Ahora que lo dices - Mateo sonrió taciturno -. ¿Irónico no? Sí. Jazmín era mi prima.

- Es una historia muy triste la de Doña Raquel.

- Y pareciera que la vida quisiera hacerla aun más triste. No vienen días fáciles. Nadie piensa que si ella se queda sin su hogar no tiene ningún lugar a donde irse. Toda su vida transcurrió aquí, sola, con sus recuerdos. Ella muere el mismo día que la saquen de este pueblo. No tengo duda. Su vida es este lugar. Igual cómo sería tan difícil imaginar a Los Jardines de Bardolín sin Raquel.

- ¿Y nadie más puede hacer nada?

- No... - Mateo Suspiró hondamente - Raquel está sola. Sí no hacemos algo por ella, claro está.

- Todavía no puedo creer que quiera ayudar a Doña Raquel.

- Sí, difícil de creer. No lo dudo. Pero te lo vuelvo a decir, no importa que creas...

- Ya lo tengo claro.

- ¿Entonces que me dices?

- Lo voy a pensar.

- Eso es mejor que nada. Esperaré tú respuesta, pero recuerda que el tiempo apremia.

El padre de la pelirroja lo volvió a mirar en silencio mientras tomaba otro sorbo de licor. Tendría que pensarlo muy bien y pensar que decirle a Luisa Adelaida y a Betania al respecto.

- Muy buen licor - dijo Gregorio, después de saborear el sorbo que acaba de tomar.

- Muy bueno, sí. Es algo local, lo hacen aquí. Le dicen Magdala.

- ¿Magdala?

- Sí, dicen que quien creó ese licor fue una mujer que vivió hace mucho tiempo atrás aquí. La llamaban "Magdalena", según que había llorado mucho por un amor que perdió trágicamente...

- ¿Cómo?

- La verdad lo ignoro. Cuentan que un día un hombre llegó a Bardolín y se enamoró de ella perdidamente, pero ella solo tenía amor para la memoria de aquel que amaba. Pero dicen que ese forastero fue tan dedicado que logró que ella fuera olvidando su dolor. Ella fue poco a poco dejándose querer, sin embargo decían que había llorado tanto que sus propios besos eran desagradables, sabían a lágrimas y ella lo sabía. Evitaba ser besada, aunque deseaba ser besada por aquel, que ya comenzaba a entristecerse y a comenzar a alejarse. Movido por la desesperación de no perder a ese hombre que la había sacado de su honda pena, pensó que para retenerlo, para demostrarle con un beso lo tanto que lo comenzaba a amar, debía endulzar sus besos. Lo que tenía a la mano eran cerezas de Los Jardines y otras hierbas y almendras y un licor neutro. Dicen que mientras lo hacía, mientras lo preparaba comenzó a llorar de nuevo y movida por sus emociones, se dejó guiar y logró este licor. Cuando recibió esa tarde a su amado, le dio a probar de su licor, pero decían que no se lo dio en un vaso, sino en un beso. Dicen que humedeció sus labios con aquel licor y lo besó y fue tan dulce el beso, que aquel hombre alzó voces de alegría aquel día, y se quedó junto con ella para siempre. Dicen que el gran secreto real de aquel licor, es que en aquella preparación cayeron aquellas lágrimas de amor de ella. Por eso a este licor le dicen Magdala. Obviamente no se prepara con lágrimas de nadie. Pero deja un sabor dulce y agradable en la boca que te hace sentir optimista del futuro. Que en realidad el mañana puede ser dulce, después de las lágrimas.

Gregorio vio dentro del vaso el magadla mecerse silencioso y espeso. Vaya historia, pensó. El mañana puede ser dulce, después de las lágrimas. Deseó de pronto lo mismo para Luisa Adelaida, recordó todo lo que su hija lloraba a solas, o aquellos silencios por días, o aquellos claustros que hacía la pecosa en su habitación, o aquellas largas horas frente al piano sin producir más sonido que el que pudiera hacer el gran instrumento musical. Parecía un alma en pena en la casa. Ahora sabía por qué. Sin duda alguna la Adelaida que encontró al llegar a Bardolín era otra. Con vida en los ojos, la había visto sonreída, radiante, al verla llegar junto al tal Santiago. Aunque estaba mugre, que parecía que había salido de una cueva, Adelaida se veía feliz. Hace tanto tiempo que no había vuelto a ver la sonrisa de su amada hija, hasta ese momento. Su hija había sido una Magdala también. ¿Habría encontrado dulzura para sus días en la presencia de aquel muchacho? Suspiró profundamente. No sabía que pensar y sentir en ese momento.

- Salud por la señorita Adelaida - Mateo alzó la pequeña botella y la acercó a Gregorio. El padre de la pecosa acercó su vaso a la botella y se dejó escuchar el pequeño armónico del contacto de metal y cristal.

- Salud - respondió taciturno.

- Por un dulce mañana para ella - el Bardolín miró solidario al Castelán.

- Por un dulce mañana para Adelaida - tomó otro sorbo.

Era cierto, aquel magdala le dejaba un sabor dulce y agradable en la boca que lo hacía sentir optimista del futuro. Las lágrimas pueden ser cambiadas por algo mejor.

Acercó de nuevo su vaso hacia Mateo. Este lo vio un segundo, sonrió y se lo volvió a llenar. Cada uno en silencio brindó por los días que estaban por venir.


 



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